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Rose Mary (Capítulo 2)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Me fui a descansar sin todavía poder creer lo que había hecho. Por mi cabeza lo único que pasaba eran las imágenes de la conchita de Rose Mary y su boca devorándome la pija y recibiendo hasta el fondo de su garganta el semen acumulado de varios días sin sexo. Fue sin lugar a dudas el mejor día de mi vida. Lo que no podía creer es que ella también lo había disfrutado y tuvo un orgasmo que la dejó extenuada en el piso.

A la tarde ella se fue a trabajar, yo no la vi cuando salió, pero no me iba a perder el momento de su regreso. Quería ver ese cuerpo otra vez, y sobre todo quería ver su reacción al verme después de la chupada de pija que me había dado. Más o menos a las 12 de la noche paró un taxi frente al edificio y ella se bajó con su uniforme de trabajo que le quedaba tan sexy. En cuanto me vio empezó a caminar mirando al piso, sin hablar, estaba totalmente avergonzada. Al pasar le dije “Hola Rose Mary” y ella sin mirarme dijo “Hola” muy tímidamente. El solo verla me había excitado otra vez y el endurecimiento de mi pija me decía que quería más de esta rubia.

Miré por las cámaras cuando entró a su casa, se metió en el baño y se dio una ducha de unos 20 minutos. Al salir lo hizo con un short cortito y una remera gris y se dirigió a su habitación a ver la televisión. No aguanté más, subí hasta su departamento y toqué el timbre. Abrió la puerta y me miró con la mayor cara de odio que me pudiera dar. “Que querés?”.

– Mirá Rose Mary, te tengo que confesar otra cosa, en tu sala también hay cámaras escondidas y se grabó todo nuestro encuentro de hoy a la mañana. Mirá… – y le mostré un papel impreso con una escena grabada a la mañana, la captura de pantalla que elegí fue del momento en que ella llegaba al orgasmo y tenía metida tres cuartos de mi pija en su garganta.

Se puso a llorar, “Por qué me haces esto??”.

– Estás muy bien Rose Mary, y yo estoy caliente por vos. Pero te prometo que nadie se va a enterar de esto, solo quiero sentir placer con vos. Por eso te propongo esto, yo no le voy a mostrar a nadie nuestro video y a cambio quiero que hagamos lo mismo que ayer. Eso es lo que te pido.

No paraba de lagrimear, yo la miraba y me impacientaba:

– Decidite ya o todo Paraguay va a ver tu video.

– Bueno… – dijo secándose las lágrimas.

Entré y cerró la puerta

– Esta vez quiero que sea un poco distinto, yo me acuesto desnudo en el piso y vos te desnudas en frente mí, quiero ver bien tu cuerpo hermoso sin ropa.

No dijo nada, sabía que no tenía salida, yo me acosté en el piso (tardé 2 segundos en sacarme toda la ropa) y empecé a acariciarme la pija mientras ella cerró los ojos y se empezó a sacar la ropa. Una vez que estuvo totalmente desnuda, al igual que antes se apoyó en mi abdomen y empezó a masturbarme y darme chupaditas y lamidas cortitas. Yo ya lo tenía más fácil porque ella estaba desnuda, aparte sabía que tarde o temprano se iba a excitar e íbamos a terminar como la otra vez. Ella sabía esto y la avergonzaba y humillaba más todavía.

Con la mano izquierda le acariciaba el pezón de la teta izquierda, y con la derecha le acariciaba el culo y la concha, esta vez ya la ponía en la posición que yo quería para tocarla mejor. Poco a poco su conchita se fue humedeciendo, y yo alternaba entre estimulaciones en el clítoris y meterle un dedo cada tanto; cada vez estaba más excitada y, como a la mañana, sus chupadas eran cada vez más intensas. Procedí a lo mismo, le pasé una pierna por encima de mi cara y la puse en posición con la conchita enfrente de mí. Empecé a devorársela y ella me devolvía el trabajo con las mismas ganas. Al igual que a la mañana, ella se estaba moviendo indicando que estaba por llegar al orgasmo, pero en ese momento decidí cambiar el juego, entonces dejé de chupársela y la moví de encima para poder incorporarme.

Ella se quedó sin entender, frustrada por el orgasmo que no llegó todavía y le dije “Acostate”. Ella se acostó enfrente mío con la espalda sobre la alfombra y los ojos cerrados, automáticamente se abrió de piernas para que yo continúe mi trabajo oral. Ella me acariciaba la cabeza mientras le lamía el clítoris y otra vez frené para ir subiendo hasta que quedé con mi cara encima de la de ella entre sus dos piernas. Agarré mi pija le apunté y se la metí suavemente hasta que le quedó toda adentro. Al metérsela ella dio un pequeño respingo de placer que se le notaba en la cara totalmente entregada al sexo, aproveché para besarla metiéndole la lengua lo más hondo que pude, ella no fue muy receptora y trató de apartar la cara.

Empecé a moverme lentamente y fui aumentando el ritmo mientras le chupaba los pezones. Ella cruzaba sus piernas por encima de mi cuerpo clavando los talones en mi cintura. Ya me la estaba cogiendo como a una puta, pero los dos ya estábamos demasiado excitados y ella no tardó en llegar al orgasmo. Estaba totalmente desesperada y me agarró con las dos manos de la cintura moviéndome e indicándome que aumente la velocidad para disfrutar más, yo tampoco me pude aguantar y empecé a eyacular al mismo tiempo. Los dos explotando de placer, aproveché para besarla profundamente otra vez, ahora ella no se apartó y desesperada me metió la lengua en la garganta correspondiéndome. Poco a poco nos fuimos apagando y nuestros cuerpos se fueron relajando, ella se quedó con los ojos cerrados extenuada de tanto placer, mientras que nuestros cuerpos eran una mezcla de sudor, flujos vaginales y semen (por suerte no la dejé embarazada).

Me levanté despacio, ella se quedó acostada con los ojos cerrados, como no queriendo ver quien era el macho que la había hecho enloquecer de placer. La chica de familia, recatada, religiosa, que nunca haría algo fuera de lugar, estaba tirada en la sala de su casa desnuda, con la concha llena de leche, extenuada por el potente orgasmo que le había hecho sentir un viejo panzón y morocho como yo. Como me gustaba la imagen.

Antes de irme quise humillarla un poco, así que le acaricié un muslo y le dije al oído:

– Que bien que cogiste Rose Mary, se nota que te gustó mucho. Nos vemos mañana…

Me fui a mi departamento y me acosté a dormir. Todavía no podía creer lo que había pasado, pero sabía que ahora ella tendría que corresponderme haciendo todo lo que le pida.

Si, tenía a mi propia esclava sexual, ¡y que esclava!

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