Cuerpos, manos, dedos, bocas, pollas.
Estaba rodeado de pollas. Las sentía rozar cada parte de mi cuerpo, golpear contra mis nalgas y presionarse contra mis labios, exigiendo la apertura de mi boca y trasero para recibirlas. En mi propia erección sentía una cavidad caliente y humedad rodearla, haciéndome soltar un fuerte gemido. Mis ojos vendados no me permitían observar lo que sucedía, agregando aún más ansiedad, expectativa y deseo.
Los gemidos se elevaban a mí alrededor y los propios estaban siendo ahogados por una enorme polla que se clavaba hasta a mi garganta, ni si quiera tenía tiempo de pensar en las arcadas, aquel miembro entraba y salía con rapidez de mi boca, dejando a su paso un sabor salado, debido al líquido espeso que bajaba por su garganta. Trague, siendo premiado al segundo por un beso, cargado de pasión y lujuria.
Por su parte, el tipo entre mis piernas se abría paso por mi entrada, clavándose con fuerza, pensando solo en su placer, mi cuerpo lo recibía con mucho gusto, haciéndome gemir y gritar, pedía por mucho más y al parecer mis peticiones eran ordenes, en segundos una nueva polla se rozaba contra mis labios, pero mi atención estaba perdida en las atenciones que mi propia erección recibía.
Una cavidad resbalosa y húmeda, había usado bastante lubricante y se deslizaba sobre mi polla con suma facilidad, sus gemidos llegaban a mis oídos, deseaba poder verlo en ese instante, observar como su miembro saltaba con cada nueva embestida y su rostro se enrojecía por el esfuerzo, mis manos se movieron para aferrarse a esa cadera que se movía sobre mí, pero fueron detenidas por alguien más, que se llevó dos de mis dedos a su boca.
Aquella acción arranco de mi pecho un gemido, aprovechado por el chico que deseaba una mamada y no perdió tiempo para meterme la polla hasta la garganta. Estaba lleno por todos lados y aquello me estaba llevando al más grande éxtasis, mi mano fue guiada sin esfuerzo alguno y todo mi placer exploto al instante que sentí lo que las yemas de mis dedos tocaban; una entrada, rugosa y apretada, solo humedecida por la saliva esparcida por mis dedos.
Presione, abriéndome paso por su interior, sonriendo internamente al escuchar aquel gemido suave que se ligó con el resto, mis dedos se clavaron profundo, moviéndolos con fuerza, entrando y saliendo de aquel agujero con intensidad. Aunque intentara adivinar de quien se trataba, no podía, mi atención estaba muy desordenada y mi cabeza solo pensaba en el placer que me recorría.
Aquello era un juego familiar, sí, familiar.
Gritos, gemidos y buenas corridas llegaron casi en colectivo, dejando mi cuerpo, entrada, boca, dedos y el trasero de alguien, llenos de semen. La venda fue retirada, quedando tendido en aquella superficie, jadeando y parpadeando un poco para acostumbrarme a la luz, cuando por fin pude levantarme, me encontré con aquellos hombres parados frente a mí.
Mis dos hermanos mayores, mi hermano gemelo, mi padre y mi tío me miraban con una leve sonrisa en sus labios. Ese día había sido mi turno, mañana seguramente sería el de Leo, mi hermano gemelo, era tradición comenzar la primera semana del mes de aquella manera y a todos nos encantaba.