De cómo volví a creer en los Reyes Magos y cómo me olvidé.
5 de enero. Ha sido un día intenso y agotador. Por lo mañana dejé a los niños con sus abuelos, los padres de mi ex. Aproveché la mañana para comprar regalos de Reyes que aún me faltaban y envolverlos, prepararlos y esconderlos para que no los vieran mis hijos. Comí con mis papás y recogimos a los niños para ir a la cabalgata, después de cenar con los abuelos nos regresamos a casa. Mando a los niños a la cama después que ponen sus zapatos bajo el árbol de Navidad para que los Reyes dejen los regalos. Cuando por fin se han dormido dejo los regalos bajo el árbol, estoy cansada, me siento, cojo una mantita y pongo la tele, no tardo mucho en dormirme…
Me despierta un portazo
– Joder Baltasar que patoso eres, mira ya has despertado a la señora
-¿eh, quiénes sois?
Ante mí tengo a tres fornidos hombres de no más de treinta años, cubiertos con casco de moto, chupas de cuero negro y pantalones vaqueros muy ajustados.
– No se asuste señora, nos presentamos, soy Melchor
Al tiempo se quitan el casco, un rubio con cara de ángel pero con un puntillo perverso y barbita muy arreglada, un apuesto joven risueño con rasgos orientales y carita de niño y un descomunal negro zumbón de dos metros de altura de piel negrísima y sonrisa blanquísima.
– Yo soy Gaspar, dice el achinado.
– Y yo Baltasar, dice el negrazo.
– ¿Los Reyes Magos?, pregunto incrédula.
– Los mismos
-Ah, no sabía, no…
-Ya, no creías que existiéramos.
– Así es, perdonad, también os imaginaba mayores y con otra ropa.
– Bueno es que somos Magos, vamos como queremos, no vamos a ir como vejestorios y con ropa ridícula si podemos dar una imagen más actual.
– Ya ya, pero… ¿y los camellos?…
– ja ja ja, mira por la ventana.
Me asomo y veo aparcadas en la calle tres Harley Davidson super molonas.
– Bueno, nosotros traemos los regalos de tus hijos pero vemos que como no tienes fe en que viniéramos ya los has puesto tú
– Si perdonad.
Estaba alucinando con lo que pasaba, los Reyes Magos en mi casa, delante de mi, super encantadores y simpáticos, además, ¡buuufff, que guapos, que cuerpazos, me estaba poniendo cachonda.
– Y ya que estamos aquí, ¿que regalo quieres?
– No… nada, no me lo merezco, no creía en vosotros.
– Cierto, pero hemos de darte el regalo que has pedido.
– Pero no he pedido ningún regalo.
-No lo has dicho, pero lo has pensado, somos Magos y adivinamos los pensamientos.
No puedo evitar ruborizarme y sin darme tiempo a contestar mis reyes buenorros se quitan la ropa. Me quedo estática y con la mirada fija, cuerpos perfectos, esculturales, y que pollas… y todas para mi. El miembro de Gaspar no muy grande pero tieso con forma ganchuda y unas pelotillas bien pegadas, la polla de Melchor más gorda y larga y un buen par de huevos y la descomunal verga de Baltasar con unos cojones como cántaras de leche.
– Bueno que no tenemos toda la noche, despelótate de una vez, me ordenan sus majestades.
Obedezco como fiel lacayo, siento cierta vergüenza pero no podría estar más cachonda. Tengo ante mí la magia real y hay un momento que también me siento poderosa y mágica, sus majestades no apartan su mirada lasciva de mí y yo no la aparto de sus pollas cada vez más tiesas y cargadas. El gigante Baltasar me coge en vilo con una mano por mi abdomen mientras con la otra me manosea las tetas. Así agarrada en vilo por el negraco, Melchor me besa la boca, su lengua juega con la mia y explora cada hueco de mi cavidad, Gaspar se agacha y me lame los pies y los dedos, lo hace con tal destreza que la humedad de mi coño sale hacia afuera. Su lengua recorre mis pies pantorrillas y muslos entre descargas eléctricas de placer. Cuando su lengua acecha mi chocho me corro, y me vuelvo a correr cuando directamente mi coño y clítoris son lamidos por esa revoltosa lengua, Baltasar me sigue manteniendo en vilo, manoseando mis tetas con sus manazas, me siento volar, Melchor baja también lamiendo y Gaspar se aparta sentándose por detrás. Melchor entra con su lengua en mi chumino al mismo tiempo que Gaspar entra con la suya en mi ojete, ¡Joder que gusto!, me vuelvo a correr entre espasmos de placer. Con mi ojete bien ensalivado, Gaspar se tumba en el suelo, Baltasar me agarra por los muslos y me coloca sentada sobre la polla ganchuda de Gaspar, Gaspar incrusta su polla en mi ojete notando el roce delirante en las paredes de mi ano. Melchor se tumba frente a mí y mete su polla en mi chumino húmedo y abierto y me cubre con todo su cuerpo y yo puedo alcanzar con mis manos sus prietas y hermosas nalgas, y Baltasar se coloca de rodillas plantándome su pollón en mi boca. Empiezo a mamar esa enorme y rica polla mientras siento las embestidas acompasadas de Melchor y Gaspar. Me corro dos, tres veces y una última eyaculando sin control, en ese momento siento en mis agujeros las tres corridas reales y mágicas de sus majestades ¡Joder Baltasar no para de echar leche y me atraganto pero, bufff que rica que está!
Mis reyes ya adecentados, me preguntan:
– Oye, ¿Ha venido Nico por aquí?
– ¿Que Nico?
– Si Nico, Papá Noel, Santa Claus
– No, en mi casa siempre hemos sido de vosotros, y ahora mas.
– Es que el muy cabrón está invadiendo nuestro territorio. No sé que verán en el viejo ese con esa barba, esa risa de gilipollas y esa ridícula bata roja.
-Pues no sé, muchas gracias por vuestros regalos, y lo principal gracias por devolverme la fe.
Me despiertan mis hijos.
– Mamá llegaron los Reyes, han traído todos los regalos que pedimos y un ¿casco de moto?
Esa mañana disfruté con mis hijos, pero no dejaba de rememorar la lujuriosa noche que pasé con sus Majestades, pero tampoco se me iba de la cabeza como sería montárselo con el viejo Nico.
Una noche mientras me hacía una paja pensando en Nico, me visitó un paje del Rey Baltasar, negro como él y, como no, bien armado. Venía a dejarme un mensaje pero antes aproveché para follármelo, ¡Que rico me supo! La misiva decía:
Recuerda que somos Magos y adivinamos lo que piensas. Si sigues deseando al viejo Nico te expulsaremos de nuestro mágico reino y te olvidarás de nosotros y nuestras pollas.
He leído lo de arriba que no recuerdo cuando escribí y, ciertamente no recuerdo nada, lo que si sé es que, desde hace años, me paso unas nochebuenas de puta madre con Nico. Pero esto, ya lo contaré en una próxima entrega.
Ho ho ho ho.
Fin.