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Retomando la relación con mi hermanastra
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Tengo una hermanastra llamada María, ella es hija de la actual mujer de mi padre, de forma que entre ambos no hay ningún lazo de sangre, aunque sí muy buen rollo.

Tiene un par de años más que yo, el pelo liso, negro, y un cuerpo que realmente nunca he podido ver bien, pero que me muero de ganas por hacerlo.

Nosotros nunca hemos tenido una relación muy estrecha, a pesar del parentesco por la parte de nuestros padres siempre hemos hecho vidas separadas, sin embargo, ahora que somos adultos nos hemos dado cuenta de que realmente tenemos muchas cosas en común, y que lo pasamos bien juntos.

Para ir estrechando esa relación un poco inexistente la invité hoy a mi casa, a tomar una birra o un café y charlar un rato.

Estuvimos hablando sobre los trabajos, sobre nuestros compañeros de piso y nuestros ex, siendo de hecho una noticia muy agradable el enterarme de que ella ya no tenía pareja.

Estuvimos hablando durante aproximadamente 1 hora, la calefacción (que había puesto a tope) empezó a surtir efecto, y dijo:

– Estoy asada, voy a quitarme el jersey que me muero de calor.

Y yo me hice el despistado, como si no fuera conmigo la cosa. Sin embargo, en el momento de quitárselo no le aparté los ojos de encima. Se lo sacó lentamente por la cabeza, dejando al descubierto un top transparente con una camiseta interior muy cortita debajo.

Podía notar dónde estaban sus pezones, marcados sobre el negro de su camiseta, pero mirando con disimulo, porque no quería que ella se diera cuenta de que la estaba mirando, ya que no sabía que tenía ella en mente.

Poco después de eso, y como quien no quiere la cosa, le pregunté que de dónde había venido ese rozón que tenía en el costado izquierdo, me dijo que haciendo ejercicio se había arrastrado por el suelo y se había quemado con un suelo de madera, una cosa superficial, pero que dolía lo suyo.

Yo no pude por menos que hacerle una suave caricia en ese momento. Noté cómo se estremecía su piel, y me miraba con una sonrisa.

Abrimos la siguiente cerveza, y como era ya costumbre brindamos y apoyamos en la mesa (porque el que no apoya no folla), esto mientras me miraba a los ojos y bajaba la mirada de forma aparentemente inocente.

Yo estaba completamente despistado, porque no sabía si ella quería algo, o si realmente solo era amable conmigo, pero el que no arriesga no gana, de manera que decidí subir la apuesta, a lo que le dije:

– Me encanta cómo huele el perfume que te has echado hoy. – Mientras me acercaba poco a poco a su cuello, oliendo realmente la mezcla de sudor, acondicionador y perfume que destilaba, y aposté todo lo que tenía en el momento, dándole un tímido beso en el cuello.

Ella me miró sorprendida, y yo reaccioné echándome para atrás y retirando mi mano, pero rápidamente ella cogió mi mano y la apoyó sobre su pecho. Nos quedamos unos segundos así, respirando de forma agitada y sujetando suavemente su teta derecha, hasta que ella rompió el hielo y se inclinó para besarme.

Fue un beso largo, húmedo y suave que me excitó muchísimo. Llevaba años soñando y masturbándome con la imagen de ese beso, con esos labios carnosos en esa cara preciosa, con los mechones de su flequillo cayendo sobre mi frente. Mientras nos besábamos yo me fui dejando caer sobre el sofá, y ella con todo su peso encima de mí. Rápidamente se puso a horcajadas encima de mi polla, ya muy dura a estas alturas, y se empezó a restregar contra ella, soltando de vez en cuando unos gemidos, mientras me besaba y se iba quitando las pocas prendas que le quedaban.

Se quitó el top transparente azul, dejando al aire la pequeña camiseta interior que ya le veía antes, y acto seguido me quitó a mí mi camiseta, momento que yo aproveché para sacar sus tetas, sus preciosas tetas que veía por primera vez pero que eran tal como me las imaginaba. Disfruté durante un instante del contacto piel con piel, de cómo jugaban sus pezones con los pelos de mi pecho, cómo se aplastaban al echarse hacia delante, pero rápidamente las cogí y me las llevé a la boca, besándolas sin parar, succionándolas, chupando una y otra sin decidirme cuál me gustaba más. Enterré la cara en su pecho hasta sentir que podría correrme solo con la suavidad de su piel, momento en que decidí quitarle los pantalones vaqueros que llevaba.

Por fortuna ya se había quitado antes las botas para estar más cómoda, así que simplemente desbroché su pantalón y se lo bajé un poco, permitiéndome ver el pequeño tanga de encaje negro que llevaba. Aproveché que ella se lo terminaba de quitar para deshacerme de mi pantalón y mis calzoncillos, dejando al aire como un resorte mi polla empalmada.

En cuanto la vio se echó a ella impulsivamente, besándola, oliéndola, saboreándola. Me dio unos besos muy lentos en el glande, y pasó su lengua por todo el tronco, poco a poco, con ambas caras de la lengua, mientras me miraba a los ojos, y yo le suplicaba que se la metiera en la boca. Eso fue lo que hizo al instante. Se metió mi polla en su boca, y se la metió entera, y empezó a jugar con la lengua dentro de su boca, dándome un gusto en el frenillo que pensé que iba a correrme al segundo.

Se sacó la polla de la boca y aproveché para besarla, saboreando de su boca todo lo que había saboreado de mi polla, lamiendo con ansia su boca y su lengua.

Me recliné una vez más y ella se sentó de nuevo sobre mí, pero ahora sin ningún impedimento entre medias, sujetó mi polla con su mano y se la metió con un solo movimiento.

El placer que sentí fue indescriptible, fue un placer cálido, cariñoso, húmedo, que conjugaba perfectamente con los besos que me daba, en los labios, en la frente, en las mejillas, haciéndome sentir muy afortunado, y cada vez más cerca del clímax.

Dejé por un instante de amasarle las tetas y las bajé a su culo, un culo redondo y bien formado, suave y grande, que estuve agarrando y acompañando cada movimiento que ella hacía arriba y abajo botando sobre mi polla.

En ese momento éramos bestias enfocadas únicamente al placer, y, entre gemidos, ella alcanzó a decirme:

– Méteme un dedo.

Y yo obedientemente estiré la mano, bañando mi dedo corazón en su lubricación, y lo ubiqué a la entrada de su culo, empujando poco a poco hasta que noté las paredes rugosas por dentro.

Sentía con cada vaivén mi polla dentro del coño y mi dedo en su culo, de alguna manera conectados. Ella gritaba de puro placer, diciéndome al oído que no iba a aguantar más, y yo aceleraba el ritmo perfectamente acompasado, hasta que noté que ella se quedaba completamente quieta, apretando mi polla con su coño, apoyando sus manos sobre mi pecho, y un líquido caliente recorría mis muslos. En ese momento metí un poco más mi dedo en su culo, arrancando un último gemido, y me corrí dentro de ella entre espasmos y semen.

Ella se tumbó apoyando su pecho sobre el mío, y sin sacar mi polla estuvimos unos cuantos minutos acariciándonos, oliendo el olor a sexo en el ambiente, el pelo, la piel, y haciendo pequeños movimientos de cadera que nos producían muchísima satisfacción. Poco después nos limpiamos y nos metimos en la cama completamente desnudos, durmiendo abrazados, y cogiendo fuerzas para el día siguiente, ya que no había hecho más que empezar.

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