Era un día fresco de otoño, la tarde degradaba en tonos naranjas y los últimos rayos de luz reverberaban en su campera elástica de cuerina. En el patio trasero de la casona abandonada, dos muchachos sujetaban firmemente por los brazos a Laura. Resignada, ella no ofreció resistencia, de todos modos habría sido inútil. Emboscada y atrapada por una patrulla del equipo verde, los juegos de guerra le auguraban una pronta eliminación mediante un disparo de tinta.
-¿Qué esperan? , tira ya que está haciendo frío y quiero irme a tomar mate – interpelo molesta a sus captores la muchacha de pelo castaño en coleta y silueta grácil.
Malvina se llevó la mano al mentón mientras inspeccionaba de cerca a la veinteañera de ojos avellana y labios carnosos siempre rojos, aún más por el frío.
-Tal vez sea bueno conservarla como rehén para… -sugirió Gerónimo- intercambiarla por jugadores eliminados -interrumpió y completando la frase una susurrante Malvina, los ojos celestes apagados y postura sosegada
Laura entreabrió la boca incrédula…-¿eso está en el reglamento?
-Como estudiante de Derecho, sabrás que lo que no está prohibido por ley está permitido
Todo lo que quieras pero ya son las seis y este juego me importa un huevo, elimíname y listo -insistió Laura.
Mira, esta actividad la estamos haciendo para festejar que tu hermano se va un año a España, de hecho, fue idea de él, ponele media pila, contesto como suspirando Malvina.
La muchacha sacudió la cabeza resignada -entonces…¿ qué?, ¿me van a tener acá, agarrada toda la tarde, toda la noche?
-¿Qué hacemos con ella? – preguntó Carlos, un primo lejano
Malvina se tomó un instante… -atala de pies y manos y encerrala en el vestíbulo de la casona, el lugar vidriado que se ve de afuera, así le tendemos una trampa a los otros que están con ella.
Laura miró extrañada… -¿atarme?, ¿estás chiflada nena?
-El juego es el juego ¿no? todo sea por tu hermano -susurro Malvina
-Me las voy a cobrar, no te olvides – lanzó intimidante Laura
-¿Sabes que Carlos? No te olvides de amordazarla, amordazala bien, por favor.
Incrédula y sin palabras, Laura no ofreció resistencia y las tres siluetas marcharon para el vestíbulo vidriado.
Yo miraba la escena desde la copa de un árbol, a unos 50 metros. Estaba solo y no sabía donde andaban mis dos compañeros de equipo. Debía generar una distracción para acercarme a mi hermana y rescatarla.
Me moví unos metros aprovechando la penumbra. Estaba a unos 20 metros del vestíbulo donde Laura yacía sobre un sillón, las manos detrás de la espalda, la mirada vigilante y la boca sellada por una tira de cinta negra de oreja a oreja. Lance con todas mis fuerzas un cascote al tejado, el ruido hizo salir a Malvina y Gerónimo. Empezaron a rodear la casa y me escabullí por una ventana lateral. Sigilosamente llegué al vestíbulo, Laura me reconoció y con la vista me indico la posición de Carlos, al cual emboque un tintazo-game over, uno menos.
Amordazada, Laura comenzó a llamarme efusivamente entre gemidos y palabras entrecortadas. Despegue con cuidado la cinta… Me pusieron precintos -suspiro.
¿Con qué carajo los corto?, no tengo nada- maldije
Escucho pasos -susurro Laura- Ahí vuelven -poneme la cinta, tapame la boca, dale
Hice caso. Laura comenzó a gemir llamando a Malvina pero ella siguió de largo.
Volví sobre mis pasos y le saque la mordaza a mi hermana. Ok, vámonos de aquí, después busco algo con que desatarte-susurre.
Salimos por detrás, yo tomando de las manos precintadas a Laura para evitar que tropezara. Media hora de caminata entre los matorrales y cañas bastaron para encontrarnos solos y desorientados, la noche helaba. Tiritando divisamos un galpón. Para nuestra sorpresa no fue difícil escabullirnos. Laura se recostó sobre un sillón a sorber mi reserva de agua embotellada. Encontré un alicate; instintivamente y con cierta sumisión en su mirada , mordiéndose un labio, Laura acercó las muñecas y corte los precintos. Se reconforto las muñecas laceradas.
Nos dolían las muelas de tiritar y la noche recién empezaba. El juego se había vuelto una pesadilla. Es mejor que nos tapemos- sugerí y lleve una colcha vieja al sillón. Nos recostamos uno al lado de otros enfrentado y en silencio. Nos miramos a la cara, el labio inferior de Laura sangraba por lo que llevé mi mano a su boca y la cubrí.
-Es la cinta, me lastimo cuando me sacaste la mordaza – susurro Laura. Yo sentía su cuerpo caliente próximo al mío, intuía su sexo también y eso me incomodaba, apenas podía mirarla a los ojos. Era una mujer hermosa y también mi hermana.
Nos miramos un rato. Puse mi dedo índice entre sus labios para que dejara de tiritar; ella siguió mirándome cuando repentinamente comenzó a succionar mi dedo. Con esmero, gimiendo, acariciando mi brazo, Laura siguió con el felatio dactilar. Mi pene se endureció, aún más cuando ella apoyó su mano. Comencé a hurgar dentro de su pantalón y enseguida estaba masturbándola, ella gimiendo, mordiéndose los labios carnosos y rojos, con aliento fresco.
En lo mejor, escuchamos ruido y nos detuvimos, justo al borde, ahí nomas de la orilla del Rubicón.