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Tiempo de lectura: 21 minutos

Me encantan nuestras apuestas porque sin importar quién sea quien gane al final los dos nos divertimos…

La última vez perdí y pasé una semana entera siendo su mascota, sirvienta, esclava sexual, complaciéndolo en todo lo que a su sádica mente se le ocurría, calentándome con todo lo que me pedía hacer, pero sin poder desahogarme como es debido, no me quejo desde que acepté sabía que iba ser una semana difícil, cachonda y divertida, al final recibí con creces todo el placer acumulado.

Las últimas veces le ha tocado ganar a él, pero esta vez no será así.

Desde que formuló la apuesta sabía que era un reto difícil, aprender de memoria una página de algún libro de su biblioteca y escribirla sin una sola falta de ortografía y con todos los signos gramaticales.

El cabrón quería ganar de nuevo por eso eligió esa apuesta, pero esta vez será él quien tenga que pagar.

El libro lo elegiría la suerte así que mi trabajo iba ser difícil y fuera el libro que fuera yo debería ser muy meticulosa al estudiar el texto…

Mucha gente se sorprende y me pregunta cómo es que una mujer joven, guapa e independiente está con un hombre mayor.

La mayoría supone que es porque él tenga dinero, pero nada más alejado de la realidad por lo menos en mi caso. Lo que me gustó y atrapó de él fue su amor y compañía, su madurez y seguridad, la forma que me hace sentir segura y libre al mismo tiempo es la forma en que me trata como si fuera su mayor tesoro.

Y por si fuera poco es un caballero fuera de casa donde las miradas están puestas en nuestra relación, pero en privado, cuando estamos a solas cambia por completo ahí es un depravado, medio sádico, un experto en la cama; me lleva de la mano hasta mis límites; me hace romperlos, me hace hacer cosas que jamás imaginé disfrutar, me lleva a gozar de una manera que nunca había hecho. Sabe el lugar y momento justo, sabe donde acariciar, arañar o moverse con más fuerza, sabe cuando dar un jalón a mi pelo o poner una nalgada que desborda mis orgasmos, ha llegado a dejarme inmóvil con las cuerdas y descubrir que en ocasiones la caricia más caliente viene cubierta de lana y algodón tensionando en ciertas zonas del cuerpo hasta provocar que moje el colchón del placer otorgado, es todo un cabrón en el buen sentido de la palabra, despierta un instinto animal en mí que me provoca darle todo, incluso mi orificio más pequeño virgen hasta que lo conocí a él.

Pero el sexo no lo es todo también sabe cuando lo que necesito solo es un abrazo, solo hablar o estar en su compañía en silencio, me escucha y no trata de cambiarme solo me escucha y deja que tome mis decisiones.

Me encanta como me trata, tal vez no tiene el brío de un joven, pero compensa con creces los cinco minutos de mete y saca que por lo regular los jóvenes usan sin darse el tiempo de seducir, conquistar, tocar, besar, repetir el proceso una y otra vez hasta que yo misma tenga que suplicar porque me tome. Su experiencia y perversiones las reserva para mí detrás de su sádica sonrisa y caliente mirada.

Soy una amante de ver el atardecer y cada vez que salgo temprano de la oficina me doy el gusto de verlo desde casa, por eso salí con café y galletas en mano me dirijo al jardín de nuestra casa, camine por el pórtico trasero pasando de largo por las columnas de madera que lo sostienen escuche el crujir de la madera bajo mis pies al bajar los cuatro escalones que dividen la casa de la naturaleza, fui más allá del refugio y la calidez de la madera y seguí por el sendero de piedra hasta llegar junto al nogal en el centro del lugar. Sentí una sensación de libertad al notar como algunas hojas se quebraron bajo mis pies, es un pequeño placer que no sé si la mayoría tenga.

A esta altura del año, son muchos los árboles que ya comenzaron a soltar sus hojas (contuve el impulso de quitarme el calzado e ir sintiendo las texturas con mis pies descalzos), hay miles de ellas tiradas por el verde césped que contrasta con los tonos ocre, naranja y amarillo de los árboles que se preparan para el crudo invierno y guardan sus energías lo más que pueden para la siguiente primavera y floración.

El clima ha cambiado ya se siente el cambio de estación, el aire es más frío así que tomé la manta y me senté en mi pequeño refugio cobijando mis pies bajo la sombra del árbol, me encanta este lugar es mi sitio donde todo está bien, aquí soy libre de todos y de todo.

La hermosa vista de los árboles más abajo en la cañada me relaja, siempre hay aves en el cielo pero en un buen día puedo ver águilas en todo su esplendor solo planeando con sus largas alas extendidas al viento quietas ahí arriba como si estuvieran fijas o mirando a la pequeña mujer que las observa desde el suelo, hay ocasiones en que algún venado camina cerca del límite de la línea de árboles.

Más abajo está el lago que da nombre a la comunidad un lago hermoso y de gran tamaño es el segundo en capacidad de todo el estado, su cercanía con la ciudad lo hace muy popular los fines de semana y eso mueve la economía del pequeño pueblo donde vivo, todo el conjunto es mágico, siempre soñé con vivir en un lugar así y aquí estoy viviendo el sueño.

El aroma a café me trajo a la realidad, él y un par de galletas de avena fueron la compañía perfecta.

Hoy no apareció en el cielo ninguna de esas aves majestuosas, tal vez ya también estén haciendo planes para afrontar el inminente invierno, pero me ha regalado un festival de colores rojos, naranjas y rosas hasta convertirse en ese azul casi negro lleno de puntos blancos es un privilegio vivir en el campo, sin tantas luces de la ciudad se pueden apreciar las estrellas de una forma que es imposible en la urbe.

Hoy había un par de nubes juguetonas que se fusionaron en una danza de colores, fue como si hicieran el amor entre ellas con el lago de testigo y vestido de los mismos colores que las nubes amantes.

Estoy tan absorta que no sé cuánto tiempo tiene Josef parado en el umbral del pórtico mirándome, no parece tener frío se ha quitado el saco, solo dejo su chaleco y la camisa ya con las mangas dobladas hasta los codos lo que permite ver sus tatuajes en los brazos le imprimen una personalidad de niño malo que me excita y cuando vamos por la calle hace que alguna que otra mujer también lo voltee a ver, la corbata ya no la lleva apretada a su cuello ahora está floja y cuelga displicente desde su cuello hasta rozar por un costado su creciente barriga (nada mal para un hombre de casi 50), uno de sus hombros está recargado en una de las columnas con las manos en las bolsas del pantalón y los pies cruzados. Es su clásica pose de galán ¡jajaja! Me gusta verlo así, despreocupado y sonriendo.

Me observa a mí en lugar de al hermoso paisaje que tenemos frente a nosotros, bueno es que la oscuridad que se aproxima lo hace difícil aunque aún hay rastros de belleza por todo el lugar.

Le hago una seña para que se acerque y encantado me obedece, toma mi cuello y me obliga a levantar el mentón para depositar un suave beso de saludo mis labios lo buscan y el beso se prolonga hasta que mis manos se aferran a su trasero y lo empujan hacia mí.

Cuando el aire nos falta y los labios se separan él sonríe.

Toma una de las galletas que tengo en el platito y la lleva a su boca sin dejar de mirarme, me está seduciendo toma la galleta como tomaría mis labios y juega con ella, la besa y pasa su lengua por la rugosa galleta como lo haría si estuviera su cabeza entre mis piernas, sonríe al ver que mis dientes muerden mi labio, muerde un poco y vuelve a repetir el proceso hasta terminar la galleta. Ahora mi flor palpita de deseo y él lo sabe solo espera el mejor momento para lanzar el anzuelo y yo felizmente me clave voluntariamente en el.

—Ya tengo la forma de elegir el libro y estaré muy feliz de recibir mi premio.

—No estés tan seguro está vez yo seré la ganadora. Dime ¿cómo será la elección?

—Fácil, dos números al azar, el primero indicará el estante, el segundo indica la posición del libro. La página será donde abramos el libro

—Me parece perfecto.

—Pues no se diga más vamos dentro y comencemos.

Me tendió su mano para ayudarme a levantar, me cobijo con su brazo sobre mi espalda y como dos adolescentes en busca de su primera aventura regresamos casi corriendo al interior de la casa.

Atravesamos el pórtico trasero y como todo un caballero Josef abrió las puertas francesas y me permitió pasar primero, la calidez de la casa acarició mis frías mejillas, el candelabro antiguo ya estaba encendido hacía mucho tiempo que había cambiado las antiguas velas por focos de luz eléctrica, era una antigüedad que había estado en su familia por varias generaciones.

Casi jala de mí para llevarme lo más rápido posible a la biblioteca, pasamos casi corriendo por el cuarto de servicio, el de invitados, la sala, la cocina y la puerta del baño de visitas giramos por el pasillo rumbo a las habitaciones y entramos sin demora al cuarto que hace de biblioteca improvisada, las estanterías caseras que instalamos el fin de semana están firmes y aún se puede oler a pintura cuando entras en la habitación aun así ya están llenas de libros; una pared entera de la habitación está decorada con repisas y llenas hasta el límite de libros, siete en total desde el suelo hasta el cielo raso y en cada una de ellas el mismo número de libros se dio a la tarea de organizar de tal forma que todo fuera simétrico, enfrente de ella un pequeño mueble muy cómodo para leer junto a la luz natural que entra por la enorme ventana, la chimenea está en la pared opuesta a las repisas es una enorme chimenea doble que también da a la habitación principal al otro lado del muro, no tenemos muchos muebles dentro solo hay un pequeño escritorio de caoba con una silla de un lado y un par más frente.

Puedo ver que sobre él hay dos copas y una botella lista para servir.

Josef lo hace en cuanto nos acercamos y tiende la primera copa burbujeante hacia mi mano luego se sirve el mismo y alza su copa para brindar conmigo, siento las burbujas haciendo cosquillas en mi garganta y haciendo explosión placenteramente, el líquido burbujeaba y de parecía en el paladar dejando su un ligero sabor amargo, bebemos de poco el contenido de las copas y luego de tomar la primera en silencio sonríe se acerca a mí y me besa. Un beso lleno de intención que al final frena para ir del otro lado del escritorio y sacar un par de pequeñas bolsas negras. Una en cada mano, levanta un poco la mano derecha antes de explicar.

—Aquí dentro están los números de la repisa ganadora. En la otra están los números para el libro. Así que vamos a empezar.

Sonreí y corté la distancia entre ambos metí la mano en la bolsa de la mano izquierda primero el número que salió fue el cuarenta y cuatro, ya teníamos un número de libro ahora solo era cuestión de qué repisa. Él eligió el otro número y el número ganador fue el seis.

Como un niño en navidad fue corriendo hasta la posición indicada mis ojos lo siguieron con impaciencia y curiosidad.

Yo estaba un poco tensa esperando que no fuera uno de esos libros en inglés, griego, italiano o francés que tiene en su colección.

Cerré los ojos un instante y contuve el aliento cuando su mano se estiró para tomar el libro por fin sacó el libro

El libro elegido es "El Amante" de

A. Martin

Pude ver una portada roja y un libro no muy grueso entre sus manos lo trajo hasta mí y antes de que lo abriera lo detuve.

—Creo que debe ser mi mano la que tenga la suerte de abrir y elegir la página ¿no crees?

Estiró su mano ofreciéndome el libro ganador, lo tomé y sentí su peso en mi mano luego lo mire por ambos lados con más cuidado y lo abrí casi por el principio…

Pude leer por primera vez la página que debía memorizar.

"Como casi todo lo bueno (y lo malo) de esta vida, comenzó de casualidad. Llevaba un mes viviendo en la ciudad y no había salido más que para dar unos paseos y reconocer el terreno como un explorador lo haría con un bosque. Era mi primera noche en la calle. No conocía a nadie, excepto a mis compañeros de trabajo con los que no quería estrechar lazos. Siempre es un inconveniente cuando uno tiene planes secretos. De modo que estaba solo, tomando un cóctel imbebible que había pedido precisamente para alargar su consumición, pues tampoco quería volver a mi apartamento. El ambiente en Le Comptoir era el que luego supe habitual de los jueves por la noche: profesionales y ejecutivos de treinta y tantos, la mayoría solteros, que despedían la semana tomando copas aunque hubieran de madrugar el viernes por la mañana. Merecía la pena el esfuerzo, deduje por lo animados de los grupos que se agolpaban en la barra y en las mesas altas. Sólo dos personas permanecíamos sin compañía en el local.

Era una mujer que se encontraba a tres metros de mí, sentada en un taburete frente a la barra, ante una copa de vino de aire tan deprimido como ella. Reparé en su presencia cuando un grupo de alborotados franceses se largó. Quedó un vacío entre ambos. Nos miramos. Pero ella no veía. Sus pensamientos estaban muy lejos. Cada pocos minutos miraba su móvil, que sacaba del bolso de cuero negro una y otra vez. Lo volvía a guardar, alternando gestos de rabia que no podía disimular y expresiones de tristeza que tampoco podía ocultar. Un plantón en toda regla. Quien la había plantado debía ser muy importante para ella. De pronto, me miró: ¿Quieres fumar conmigo en la calle?- preguntó en francés. Claro – respondí. No era una mujer especialmente atractiva, pero tenía ese aire desvalido que siempre deja la soledad impuesta. Ella me ofreció uno de sus cigarrillos. Una marca que no conocía. Rubio, fino, pero no muy largo. Me dio fuego, incluso."

Termine de leer un par de veces la hoja amarillenta antes de volver la vista a Josef.

—Bien señor creo que esta vez volveré a perder

—Tienes varios días para aprenderla, el sábado es día de cobrar o pagar tu apuesta.

Luego sirvió un par de copas más y las bebimos de un trago para luego quitarnos la ropa y usar ese escritorio de cama…

El libro se convirtió en mi acompañante más fiel, cada oportunidad leía de nuevo la misma página, en el transcurso al trabajo, en los momentos libres, en casa hasta que en mi cabeza comenzó a aparecer cada letra, cada punto y coma, cada acento cada espacio incluso vi una palabra que tenía una pequeña falta de ortografía y la aprendí así como estaba sin corregirla.

La primera parte estaba grabada en mi cabeza a cal y canto, pero aún faltaba la segunda mitad del texto que por alguna extraña razón no podía memorizar, creo que dos días no iban a ser suficientes…

Ganara quién ganara yo tenía una sorpresa, desde hace algún tiempo teníamos la intención de una escapada en la ciudad así que conseguí la habitación de un hotel centro de la ciudad, en la zona antigua, donde las casas y edificios son de la época colonial y aún hoy en día puedes ver el esplendor y el lujo de los habitantes de hace más de trescientos años, donde el encanto de lo antiguo se funde mágicamente con lo moderno, elegí la habitación en la parte más alta del edificio, la vista desde ahí es alucinante con las luces de la ciudad a nuestros pies y las luces de los edificios más modernos al fondo en el sector financiero.

El sábado ya tenía todo listo, los detalles en la habitación, algunos arreglos de delicadas flores en lugares estratégicos a la vista, tacto y olfato, la comida, la bebida, las velas, hasta la música, todo estaba listo y me había costado una pequeña fortuna.

El lugar es perfecto, en cuanto sales del elevador te topas con un pasillo que divide las habitaciones, en esta parte solo hay cuatro suites, la nuestra es la última de la derecha, la enorme puerta de doble hoja de roble tiene una moderna cerradura que abre con una pulsera electromagnética plateada, solo tienes que acercar tu muñeca a la cerradura y listo… Automáticamente las bisagras giran suavemente para dar acceso al lugar, la inmensa habitación de dos niveles te deja con una sonrisa, todo el concepto es abierto aquí todo es lujo y seducción… Lo primero que notas es la altura del lugar la pared derecha es el doble de alto de una pared normal, del otro lado a unos tres metros sobre el suelo está lo que supongo es el dormitorio pero desde aquí solo alcanzo a ver el ornamentado barandal de hierro forjado pintado de un negro mate, la habitación está pintada y decorada con tonos cálidos y neutrales diseñadas para la comodidad de los ocupantes.

Luego observó el mobiliario, está decorado con todos los muebles estilo victoriano madera y telas de lujo con tapices de flores, hay un comedor para cuatro personas con una tabla impecable con una gruesas y laboradas patas de madera, la sala es fantástica a juego con el comedor en los doscientos metros de la parte baja de la habitación hay distribuidos pequeños muebles de decoración y mesitas de centro que llevan algunas estatuillas de barro o algún metal. Al fondo una inmensa pared de cristal te deja boquiabierto con la vista a la ciudad y dentro todos los muebles son de un lujo antiguo que ya no encuentras en otro lugar, el confort está incluido y cada espacio está diseñado para ello.

La enorme y bien diseñada sala de la habitación incluye una chimenea eléctrica, un televisor, sistema de audio envolvente, muebles y sillas dignos de la realeza que hace muchos años eran los dueños de la ciudad.

Hay una pequeña cantina preparada con todo lo necesario, el minibar contiene de todo; algunas botellas de agua, bebidas alcohólicas, energéticas, hay para todos los gustos. Junto hay una pequeña bandeja con galletas de avena, nuez, amaranto, chocolates y una pequeña variedad de bocadillos.

Estatuillas de bronce descansan sobre algunas repisas y mesas, cuadros sobre las paredes.

El botones me guio por las escaleras de caracol hasta la habitación, está escondida a la vista desde la parte inferior de la habitación.

La cama con doce es enorme, está perfectamente arreglada, sin un dobles fuera de lugar, el botones acomodo mi pequeña maleta con la ropa y accesorios necesarios para una noche sobre uno de los taburetes junto a la cama y se marchó mientras yo seguía disfrutando del lugar.

Hay un espejo enorme junto al vestidor más allá está la pared que da privacidad al baño.

Otra sonrisa en mi boca cuando entre en ese espacio la cantidad de luz natural proveniente de una claraboya en la parte superior del cielo raso iluminaba todo aparte de eso el baño estaba impoluto, limpio, sencillo, soberbio; los mostradores de mármol blanco contrastaban con los accesorios negros, la enorme zona de baño se divide con vidrio templado, una enorme regadera en forma de lluvia cuelga de lo más alto de la habitación, hay una tina negra con las patas de plata, inmediatamente me desnude, abrí las llaves y espere paciente que el agua alcanzará su nivel para echar los jabones espumosos y aromáticos luego a tomar un largo y relajante baño.

Cuando salí de la ducha envuelta solo por la bata del hotel le mandé a Josef un mensaje con el lugar y la hora.

Luego solo me dediqué a mí, una pequeña visita al spa del hotel para dejar la piel tersa y sedosa, arreglar las uñas de pies y manos y dar un último vistazo a la página del libro.

Quería estar espectacular esa noche, quería ver en sus ojos el deseo desbordado y quería ver su frustración al tener que esperar para tocarme.

El peinado fue lo primero así que aproveche la visita al spa me encanta mi cabello alborotado con sus chinos indomables en mi cabeza pero esta vez quería verme diferente así que alisaron los chinos de mi cabello luego me peinaron dejando al descubierto parte de mi cuello. La piel de porcelana estaba ahí; como una tentación latente y poderosa, dejaron un par de rizos sobre mi rostro meticulosamente cuidados, todo lo demás está peinado para dejar al descubierto ciertas zonas y acentuar otras, la gargantilla sobre mi cuello y los pendientes a juego tendrían un efecto sutil al reflejar la luz con mis movimientos.

Ropa interior de seda y encaje, un ligero suave y fino que envolvieron mis piernas; disfruto la sensación de suavidad y firmeza al subir la delgada tela por mis piernas.

Me gusta pensar en la sonrisa en su boca y la fiereza de su mirada cuando el vestido caiga al suelo y su vista y tacto tengan acceso a mí sin las restricciones de la ropa.

El vestido blanco cenizo casi como si fuera de novia, tiene perlas y piedras brillantes en la parte superior mis brazos y cuello son lo único de mi piel a la vista una sutileza calculada todo lo demás está cubierto por un vestido largo hasta los tobillos, debajo los tacones me hacen ver más alta, mi figura se esconde premeditadamente debajo de la pegada tela, mi silueta es suficiente para volverlo loco de lujuria y deseo,

No maquille mucho mi cara, me gusta verme natural solo unas leves sombras en mis ojos para realzar el color y a la vez ayudar a que mis pómulos se vean perfectos, un poco de brillo sobre mis labios hacen juego con mis carnosos labios.

Apliqué perfume sobre mi cuello, atrás de mis muñecas, un poco entre mis piernas y senos y estaba lista.

Por último me observe en el enorme espejo que ocupaba desde el piso hasta el techo de la habitación, di un último vistazo y me sorprendí mirando una mujer hermosa y decidida, si yo abrí así la boca ante mi reflejo me imagine la reacción de él y sonreí. Esta noche será fantástica.

La cena sería en el balcón y así disfrutar la vista, una pequeña mesa con un mantel impecable sobre ella, dos sillas, un par de copas de cristal, y una vela dentro de un portavelas dorado y brillante al centro daban un toque de intimidad perfecto.

Yo estaba en el marco de la puerta hacia el balcón cuando Josef entró en la habitación vi la mirada que esperaba ver; sorpresa y deseo, lujuria y pasión, su lengua paseo por sus labios como saboreando la cena, la anticipación de lo que vendría.

Se detuvo un metro adentro de la habitación mientras él sonreía al examinarme yo hacía lo mismo con él, me encanta su atuendo casual y elegante, sus cabellos alborotados sin peinar del todo.

Un abrigo ligero de lana color arena, una bufanda tejida azul cuelga sin ninguna atadura de sus hombros hasta sus manos, una camisa de vestir blanca con el botón del cuello y el siguiente desabrochado unos pantalones de vestir ajustados y unas botas negras al tobillo.

Estaba espectacular y soberbio dentro de su personaje de chico malo.

La elegí una playlist con canciones tranquilas, algunas de sus favoritas y otras de las mías.

Note que su mirada se posaba unos momentos en mi cabeza, admirando el cambio por su sonrisa puedo ver que le ha gustado.

Camine seductoramente hacia él mientras sentía su mirada, ambos disfrutamos la pasarela: él observaba cada gesto, cada paso que yo daba y yo simplemente disfrutaba de sentirme deseada y con un poder invisible sobre él.

Mi hombre siempre tan controlador ahora parece un niño la mañana de navidad listo para abrir y disfrutar su regalo.

Está desesperado por tenerme lo noto en sus ojos pero para eso aún falta un poco.

A medio camino me detengo, sobre una mesa hay un par de caballitos y una botella de tequila añejado en barricas roble blanco, lleno ambos vasos y camino con uno en cada mano.

Cuando estoy lo bastante cerca le ofrezco uno, y ambos brindamos por la noche que comienza —aunque en realidad comenzó hace unos días.

Lo tomamos de un trago, es suave pero aun así siento como raspa en mi garganta y siento un calor expandirse por mi cuerpo, Josef estira su brazo y jala de mí, siento su fuerza y me dejo arrastrar hasta su cuerpo. Lo primero que noto es su perfume, huele tan bien, un toque que nunca olvida y que disfruto. Me hace girar en mi eje y observa con detalle mi anatomía, luego imitó su movimiento y con la misma inercia lo hago girar para mí, me encantan esas firmes nalgas y en esos pantalones de vestir más, no reprimió el deseo y el impulso y le doy unas nalgadas que lo hace sonreír pícaramente.

Sus manos van a mi cintura y automáticamente las mías se prenden de su cuello, bailamos un par de canciones lo más pegados posible, sintiendo nuestros acelerados corazones sus ojos son fuego puro y mi boca busca la suya un beso, lento uno que reconoce y expone intenciones, dos lenguas que se buscan con desespero y unas cosquillas que empiezan a cobrar vida en mi interior, pero no soy la única, siento como algo debajo de mi cintura comienza a hacer presión…

El camarero nos interrumpe al tocar la puerta, son estrictos en el horario Josef abre la puerta; el joven camarero me saluda con educación y pasa con un carrito frente a mí luego va directo al balcón y distribuye eficazmente el contenido de su carrito sobre la mesa luego se dirige hacia nosotros:

—Su cena lista: pato bañado con salsa de ciruela, un poco de pan casero y un vino rosado para acompañar.

¿Hay algo más en lo que les pueda servir?

—Por el momento es todo.

Josef contesta mientras saca un billete para darle propina. Luego me tomó del codo y caminamos hasta el balcón.

Afuera el aire es más fresco de lo que mi vestido le puede cubrir él lo nota e inmediatamente se quita el abrigo y lo pone sobre mis hombros luego besa mi frente tiernamente y recorre una silla y me permitió sentarme antes de ocupar la silla de enfrente.

El pato está exquisito, la carne se derrite en la boca y podría ocurrir lo mismo al hombre que tengo enfrente.

Terminamos la cena en medio miradas cómplices ambos deseamos cobrar la apuesta y disfrutar el premio el frío aire nos obliga a entrar de nuevo a la estancia Josef me tiende la mano y me invita a seguirlo prepara otra copa de tequila y me tiende el vaso al tope hace lo mismo con el suyo a la cuenta de tres lo tomamos derecho siento el calor invadir mi cuerpo es parte del tequila y parte de mi propia excitación.

Siento un pequeño mareo y me doy cuenta que debo dejar de tomar o todo mi esfuerzo por aprenderme la lectura será en vano.

Sobre la tabla de la mesa hay una hoja en blanco, un pomo con tinta y una pluma.

Mi mirada me delata y Josef se adelanta al decir

—Camina como la puta que llevas dentro y ve hasta la mesa.

Un nuevo calor muy conocido invade mi entrepierna al escucharlo, obedezco y me muevo como una felina lo haría al acechar a su presa.

—Gira totalmente.

Su voz es seductora, sus órdenes son seguidas al pie de la letra giro para él, le muestro mi cuerpo, lo ofrezco, lo seduzco con mis movimientos…

Llegó a la mesa y me inclinó un poco sobre la madera dándole una visión completa de mi culo, una insinuación sutil que él entiende a la perfección.

Me siento y tomo la pluma la meto en la tinta y comienzo a escribir las letras del libro.

"Como casi todo lo bueno (y lo malo) de esta vida, comenzó de casualidad. Llevaba un mes viviendo en la ciudad y no había salido más que para dar unos paseos y reconocer el terreno como un explorador lo haría con un bosque. Era mi primera noche en la calle. No conocía a nadie, excepto a mis compañeros de trabajo con los que no quería estrechar lazos. Siempre es un inconveniente cuando uno tiene planes secretos."

Comienzo firme sin dudar en ninguna palabra, para este momento Josef está de pie a mis espaldas siento su mirada sobre mi y sobre la hoja que poco a poco se va llenando con unas letras por un momento ajenas pero que ahora las siento como mías. No me importa que lo vea sigo mojando la pluma y escribiendo con mi mejor caligrafía.

"De modo que estaba solo, tomando un cóctel imbebible que había pedido precisamente para alargar su consumición, pues tampoco quería volver a mi apartamento. El ambiente en Le Comptoir era el que luego supe habitual de los jueves por la noche: profesionales y ejecutivos de treinta y tantos, la mayoría solteros, que despedían la semana tomando copas aunque hubieran de madrugar el viernes por la mañana. Merecía la pena el esfuerzo, deduje por lo animados de los grupos que se agolpaban en la barra y en las mesas altas. Sólo dos personas permanecíamos sin compañía en el local."

Me detengo un poco para mirarlo en este punto y noto cómo sonríe al notar el error en el texto, trató de mantener mi cara de póker y continuó antes de perder el hilo de la escritura con un último impulso terminó por poner en el papel el resto de las letra

"Era una mujer que se encontraba a tres metros de mí, sentada en un taburete frente a la barra, ante una copa de vino de aire tan deprimido como ella. Reparé en su presencia cuando un grupo de alborotados franceses se largó. Quedó un vacío entre ambos. Nos miramos. Pero ella no veía. Sus pensamientos estaban muy lejos. Cada pocos minutos miraba su móvil, que sacaba del bolso de cuero negro una y otra vez. Lo volvía a guardar, alternando gestos de rabia que no podía disimular y expresiones de tristeza que tampoco podía ocultar. Un plantón en toda regla. Quien la había plantado debía ser muy importante para ella. De pronto, me miró: ¿Quieres fumar conmigo en la calle?- preguntó en francés. Claro – respondí. No era una mujer especialmente atractiva, pero tenía ese aire desvalido que siempre deja la soledad impuesta. Ella me ofreció uno de sus cigarrillos. Una marca que no conocía. Rubio, fino, pero no muy largo. Me dio fuego, incluso."

Sacó el libro de mi bolsa de mano y se lo doy a Josef para que lo revise, letra a letra, coma a coma va revisando mis palabras cuando termina tiene una sonrisa triunfal en su boca:

—Creo que he ganado

—No lo creo.

—Tienes una falta de ortografía.

—Lo sé, así está en el libro y si mal no recuerdo la apuesta era copiarlo tal cual estaba escrito ¿o me equivoco?

Mi hombre toma el libro, abre la página de la apuesta y lee minuciosamente. Luego de unos momentos de silencio me mira con una sonrisa diferente en su rostro, una sonrisa de sorpresa y admiración.

—Tienes razón. Has ganado.

La puta que llevo dentro sonríe para sí misma es momento de disfrutar de mi hombre.

En ese momento se escucha la canción

"River" de Bishop Briggs una canción sensual y llena de seducción.

Y automáticamente mi cuerpo se mueve en mi cabeza pienso:

Eso es goza como la puta que hay en ti, la que él te provoca ser, la que llevas dentro solo para él.

La primera parte de la canción la bailo para mí, me contoneo al ritmo de la música, hay un banco que me sirve para el show, me muevo hasta el indicándole con la mirada que me siga, luego quedó de espaldas a José, mis manos toman por la solapa el abrigo y lo dejan caer a mis pies, levantó mi vestido a una altura que me permita el libre movimiento mostrando por primera vez mis medias altas.

Me siento seductora sobre el otomano y en un movimiento fuerte abro mis piernas de golpe mientras mi cuerpo se inclina un poco hacia la derecha y mi cabeza gira permitiendo mostrar mi perfil a mi hombre mis movimientos son estudiados, sutiles, firmes y los hago tratando de causar estragos en su entrepierna.

Mis manos son parte importante del baile acarician mi cuerpo como una invitación, rozan mis piernas en cada movimiento, pasean por mi cuello y brazos, suben y bajan imitando caricias.

Luego me levantó y caminó hacia él tiro de una silla y siento a Josef en ella.

—No puedes tocar nada

Luego comienzo a bailar sobre sus piernas, rozando su cuerpo con el mío, abriendo y cerrando las piernas al ritmo de la canción, girando en el momento justo.

Me siento como una diosa griega, toda su atención está en mí, mis manos se mueven emulando sus caricias y juegan con mi cuerpo, resbalan por mi cuello, rozan mis senos bajan y acarician firmemente mis caderas hasta mis muslos. Suelto un poco el pelo al girar mi cuello cerca de su rostro en el momento cúspide de mi baile me siento sobre su regazo, sus manos dudan e intentan tocarme pero mis manos son más rápidas y las mantengo firmes sobre sus costados el beso es inevitable, nos fundimos en el con mis pechos pegados a su dorso siento el bulto que comienza a crecer en su pantalón. Se me corta el aliento y mi respiración es agitada por el baile y el deseo sus ojos son fuego puro así que sin más jaló de él y caminó hacia las escaleras, subo cada escalón seguida por su mirada.

—¿No vas a subir?

Su respuesta me electrifica el vientre

—Me gustas así despeinada, con el cabello alborotado y esas perlas de sudor que se forman en tu cuello.

Sus manos expertas bajan el cierre en mi espalda, el suave toque de sus dedos contra mi piel quema, excita, moja…

En un instante estoy en ropa interior frente a mi hombre tengo hambre y él también. Ahora es mi turno de desnudarlo tomó su bufanda y jalo de ella hasta que su boca besa la mía mis manos se mueven de botón en botón abriendo cada uno hasta llegar al pantalón que también cede fácilmente levanta las piernas para que salga él mismo se ayuda con sus pies para quitar las botas y dejar que el pantalón y la ropa interior queden en el suelo, en un momento solo tiene la bufanda en su cuerpo.

De nuevo la diosa griega toma el control y lo tengo desnudo frente a mí.

Era mi noche, le había ganado esa apuesta, así que por hoy él debe obedecer…

Mis caricias llenan su piel lo recorro completo, su cuello, su espalda ancha y fuerte, sus nalgas redondas y duras luego su pecho y su barriga, por último tomó su falo y siento su calor está duro, veo una cristalina gota en la punta que ávidamente mis dedos recolectan la llevó a mi boca siento la fuerza de su sabor, mis manos siguen subiendo y bajando por su falo que no deja de producir líquido, esta vez es a su boca donde mis dedos se dirigen se prueba en mis dedos, succiona mis falanges tal como si succionara mi clítoris la sensación es intensa y siento como mientras él chupa mi dedo mis labios se contraen de deseo.

Él está obediente disfrutando de mis cariños pero conteniéndose de tocarme, siento la necesidad de sus manos sobre mi cuerpo y mi voz en lugar de salir como una orden es más como una súplica:

—Tócame.

Él obedece de inmediato, la calidez de sus manos inunda mi piel, es un maestro que sabe el sitio justo, así que lo dejó recorrer mi cuerpo a su antojo, su lengua es una cómplice perfecta y ataca mis partes más vulnerables haciéndome gozar con su traviesa forma de tocarme.

Un suave empujón bastó para dejarlo caer sobre el colchón, los papeles se invirtieron y es él quien espera sobre el colchón a que mi boca lo torture beso a beso

Me tomé mi tiempo tal como él lo hace,

Siento el aroma de su perfume, lleva puesto "Curve" él sabe que de entre todos sus perfumes ese es mi favorito huele riquísimo en él, me encanta como la fragancia queda impregnada en sus poros. Luego de unos segundos de regodear mi olfato pase mis uñas por su cuello arañando un poco su piel en el proceso, baje lento por su pecho marque con mis uñas cada parte de él, acaricie su falo ya erecto…

Sus ojos eran fuego, el deseo lo consumía por tenerme.

Una sopa de su propio chocolate.

Note su desesperación cuando baje más allá de sus bolas y mis uñas siguieron el camino hasta sus pantorrillas, luego fue mi lengua la que lo acarició de regreso, el mismo viaje desde su cuello, me tomé un tiempo en su falo, lo acaricie y acabé de ponerlo duro con mi boca y manos, cuando estaba listo lo monté.

Pero no lo deje que me penetrara subía y bajaba en él solo acariciando mi vulva que se adaptó perfectamente a mí, llegué a tocar el botón más sensible de mi flor y el placer me inundó así que repetí el proceso, disfrutando de su dureza, masturbándome en cada caricia

Comencé lento, frote su falo contra mi cuerpo buscando mi placer sin dejar de mirarlo.

Mis movimientos eran cada vez más rápidos, mis labios se adaptaron a su forma acariciando cada centímetro de mi humedad mis manos jalaban su pelo mientras sus obedientes manos se amoldaban mis tetas, sus pulgares acariciaban mis pezones y su boca da besos ocasionales cuando mi cuerpo se inclina y las acercó a su rostro, chupa con ansias, la besa con desesperación y provoca la humedad en mi entrepierna

Las sensaciones comenzaron a invadirme, su mirada, su dureza, sus manos acariciando, su boca esa bendita boca que es una maestra del placer… sublime.

Iba a clavarme en él, dejar que por fin me poseyera pero me detuvo con sus manos en mis caderas antes de pudiera tenerlo dentro

—Termina lo que empezaste quiero sentirte temblar sobre mí

Aún yo en el control él mandaba así que le hice caso seguí con mis movimientos.

Tome con mi mano la base de su dureza y la detuve en la posición que más placer me causaba.

Me olvidé de él y su placer y me enfoque en el mío.

La puta que llevó dentro salió a relucir y tomó el control.

Pronto llegó lo que buscaba, los temblores se hicieron más fuertes en cada movimiento, mi respiración acelerada y la humedad que en esos momentos ya sentía bajar más allá de mi mano me delataron.

Mi cuerpo se arqueó sobre él y no paré hasta quedar satisfecha un último movimiento, un placer indescriptible, una sensación invadiendo mi cuerpo y luego derrumbarme sobre su pecho.

Mi cuerpo quería más así que levanté mis caderas buscando clavarme en él.

Abrí mi boca al sentir como su carne me invadía y un gemido escapó de mi boca cuando me dejé caer en su dureza me senté sobre él y me quedé quieta con él en el fondo de mí. Lo humedecí con mis jugos y salí de él, bajaba lento sintiendo cada centímetro entrar en mí, podía sentir como me abría a él, como me adaptaba a su grosor lo cabalgue despiadadamente

Fue mi juguete, el apropiado para calmar mi placer, pero aún lo necesitaba todavía más dentro de mí, en lo más hondo de mis entrañas.

Así que suplique:

—Por favor voltéame y hazme tuya quiero ser tu perra

Con sus ojos llenos de fuego por fin me hizo caso y tomó el control…

Su dedo viajó por mi espalda desde el cuello hasta rozar en medio de mis nalgas su dedo se detuvo en mi ano, sentí su saliva caer entre su dedo y mi cuerpo, jugo haciendo círculos por fuera, luego un poco de presión, un suave empujón sobre mi orificio más estrecho, me relaje y el dedo entró fácilmente.

—Me encanta ver tu cuerpo en esta pose.

Levanté mis caderas para darle una mejor vista y un mejor acceso.

Su dedo seguía dentro de mí cuando sentí como se clavó de golpe, su mano libre sobre mi cuello mantuvo mi cabeza pegada al colchón mientras su dedo se movía dentro de mí culo y me follaba duro, ahora él tenía el control y sus movimientos precisos llegaron al lugar indicado, me llevaron de nuevo al máximo placer…

Siguió bombeando sin piedad, uno tras otro los orgasmos me llegaron hasta que lo sentí ponerse más duro, sentí sus contracciones dentro de mí, sus gruñidos de placer reemplazaron mis gemidos apreté mis nalgas contras sus bolas, sentí como salía disparado el semen en lo más profundo de mi vagina luego su peso sobre mi espalda, sus besos sobre mi cuello, sus manos en mi cadera y nuestros corazones al mismo ritmo uno al lado del otro.

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