Tuvimos un día largo y agotador, viniste para mi fiesta, aunque te advertí que la casa se iba a llenar de personas y ruido. Me pareció lindo que te hayas hecho un tiempo solo para venir a verme, incluso si sabes que mi familia no aceptaba que estemos juntos ya que eres más mayor que yo.
Hasta me dijiste que tenías un regalo que no podía ver hasta que completamente solos. No podía dejar de pensar en eso, trataba de imaginar que podría ser.
No te molestaba que hubiera alguien hablando fuera del cuarto en donde nos escondíamos, tus manos recorrían todo mi cuerpo, mis caderas, mi barriga, mis pechos. Besabas mi cuello y yo te rogaba que no dejases marcas. Te gusta verme toda sonrojada cuando llaman a la puerta y debo salir corriendo a pretender que no estuviste manoseándome, puedo ver es sonrisa en tu rostro.
Una a una todas las personas se fueron, cuando se hacía tu hora de irte me rogaste para que vaya a casa contigo, querías que abra mi regalo frente a ti.
Tomé mis cosas y salimos rápido, estaba muy emocionada por ver lo que me compraste.
Mientras conducías una de tus manos acariciaba mi muslo, subiendo más y más por debajo de mi falda, hasta que yo la subí para mostrarte mis panties, eran rosadas con encaje blanco decorándolas. Ver que estaba poniéndome húmeda poco a poco pareció excitarte pues podía ver tu erección.
Cuando por fin llegamos a tu casa corriste a abrir mi puerta para tomar mi mano, guiándome dentro de tu casa. Fuimos hasta tu cuarto donde me hiciste sentarme en la cama hasta que por fin abrí mi regalo, un precioso set de lencería celeste con lazos y moños adornando los bordes.
Te pedí que te sientes en la cama mientras yo salía del cuarto para ponerme mi nueva lencería, abrí la puerta lentamente, cuando por fin pudiste verme toda tu mano fue directamente a tu pantalón, estabas acariciando tu evidente erección sobre la tela.
Me recostaste en la cama con cuidado para quedar sobre mí, tus manos jugaban con mis pechos sobre la tela, los apretabas suavemente, rozabas mis pezones con tus dedos y los apretabas también. Liberaste mis pechos del sostén, estabas desesperado, tu boca se aferraba a ellos, tu lengua jugaba con mis pezones, dejabas chupones por todos lados mientras yo gemía tu nombre suavemente.
Bajaste dejando un rastro de besos hasta abajo, una de tus manos tomó mi pierna y la levantaste para poder besar y morder mis muslos a gusto. Poco a poco te acercaste a mis panties, estaban muy húmedas, tu dedo se paseaba por ella sobre la tela hasta que encontraste mi clítoris.
Sacaste mi panty finalmente, la dejaste tirada en el suelo y te quedaste mirando lo mojada que estaba solo por ti. Acercaste tu lengua, lo que comenzó como algo tranquilo y suave terminó siendo desastroso, mis gemidos se podían escuchar por todo el cuarto, mis manos se aferraban a tu cabello para poder acercar más tu rostro, mis caderas se movían mientras jadeaba.
Mi orgasmo fue tan bueno, mi espalda se arqueó mientras mis muslos apretaban tu rostro empapado sin querer, aunque no te importaba, podía ver lo excitado que eso te hacía sentir, una de tus manos estaba sobre tu pene duro, lo palmeabas sobre la tela.
Me besaste metiendo tu lengua en mi boca, dejando que saboree mis propios jugos, mi mano bajó hasta tu pene para poder ayudarte, bajé tu pantalón y tu bóxer.
Cualquier roce era suficiente para hacerte gemir, cuando estabas por correrte en mi mano paré de pronto, escuché tus suplicas hasta que pude levantarme y obligarte a acostarte, poco a poco me puse sobre ti, tratando de introducir tu pene dentro de mí, no podíamos para de gemir, especialmente tú cuando sentiste como mi interior estaba tan estrecho, tomé tus manos, mi espalda se arqueaba cuando por fin entró todo, me sentía tan llena, no podía pensar en nada más que en la sensación que me causabas.
Soltaste mis manos con cuidado y tomaste mi cintura para guiar mis movimientos, eran rápidos y torpes, ambos estábamos desesperados persiguiendo el orgasmo, tiré mi cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, mi boca abierta gimiendo tu nombre con cada movimiento, llegabas tan profundo que no pudimos evitarlo, estaba tan feliz cuando te corriste dentro mío.
Luego de un rato me acosté a tu lado, estábamos agotados.