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Reflexiones de una ninfómana
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¿Cómo explicar quién soy y cómo me siento? No lo sé, procuraré hacerlo desde mi posicionamiento inconformista desde el que parezco no encajar en la sociedad, aunque intentaré hacerlo de la forma más optimista posible.

Mi nombre no importa, pero, por si a alguien le aporta algo el saberlo, me llamo Aurora. Creo que puede interesar más mi inusual filosofía de vida.

Desde que tengo uso de razón he creído que estoy nadando contra corriente porque absolutamente nadie de mi entorno más cercano comparte mi doctrina. Por analizarlo cronológicamente, iniciaré el relato por mi infancia, aunque luego vaya desplazándome en el tiempo y no siga ese orden. Primeramente decir que nunca me ha gustado jugar con muñecas, ni a juegos de niñas, todo lo contrario, prefería más los juegos de niños. Siempre me han parecido más divertidos.

Ahora todos diréis que, blanco y en botella. Pues no, no soy lesbiana, aunque haya estado con otras chicas. Tampoco soy hombruna, ni marimacho, ni nada que se le parezca. Soy bastante femenina, pese a que suela usar poco la falda. Se me podría calificar de bisexual, no obstante yo afirmo ser heterosexual porque son los hombres los que están en mis preferencias, a pesar de no haber tenido novio nunca, y no ha sido por falta de pretendientes, sino porque jamás he estado por la labor de comprometerme con nadie. Siempre he pensado que mi vida es mía y de nadie más. Es por eso que soy muy celosa de mi intimidad. También es cierto que no se puede decir nunca “de esta agua no beberé”. Me gusta sentirme libre emocional y físicamente.

Vivo en una casa de campo —que es de mis abuelos— en plena sierra a veinte kilómetros de la ciudad, y la paz y la soledad son las que me acompañan a diario. Necesito esa quietud, para trabajar sobre todo. Sin embargo, en ocasiones necesito lo contrario. En ese caso, voy a la ciudad en busca guerra. Ya me entendéis.

A veces se me tacha de rarita y excéntrica. No lo soy, o no me considero así porque no siga ciertos convencionalismos. Ya lo juzgaréis vosotros.

Tengo veintiséis años y estoy emancipada. Puede parecer una utopía en estos tiempos, pero es la verdad. Soy ilustradora y mi trabajo me permite hacerlo desde casa, con lo cual, en ese sentido me siento una privilegiada. No tengo coche. Siempre me muevo, tanto por ciudad como por carretera, en moto. Tengo una Yamaha TMAX de 500 c.c. y me encanta, aunque en invierno se me congelen hasta los huesos.

Habitualmente suelo salir de copas los viernes y sábados (no todos) con amistades. Como he dicho antes, ha habido, hay y supongo que habrá muchos pretendientes, pero para mí son buenos amigos, nada más. En la actualidad, no suelo tener sexo con amigos. Por experiencia sé que nunca acaba bien la cosa, en cuanto que eso lleva a querer dar un paso más por alguna de las partes. Otras veces, después de haber tenido relaciones con alguien a quien aprecias se ven las cosas de otro modo, por eso intento evitarlo a toda costa. Cuando tienes sexo con un amigo, pierdes al amigo en cuestión, o al menos la relación ya nunca es la misma y eso no me gusta. Para aclararlo, podría decir que para determinados casos dispongo de “follamigos” ¿o debería llamarlos consoladores? Sí, creo que es un buen símil.

Mi vida sexual es bastante activa y ha sido fructífera desde que empecé con ella. No me desvirgaron entonces. Hasta que eso ocurrió transcurrió un año entre magreo y magreo. Adquirí una gran destreza masturbando a mis cortejadores. Era una práctica que siempre me ha puesto muy, ¿cómo decirlo? ¿zorrona? El hecho de tener un miembro en las manos y masturbarlo hasta que se corra me chiflaba. De las pajas pasé a las mamadas antes de perder la inocencia, aunque creo que no he sido inocente nunca. Siempre he sido más bien diablilla. La primera masturbación que hice fue a un primo mío. Aquello fue como un juego, pero a ese juego siguió otro y pronto dejó de convertirse en un juego, ya que en poco tiempo era una pajillera profesional, aunque suene mal.

Como por inercia, de las pajas pasé a las mamadas, y fue el amigo de mi primo quien se benefició del estreno. El debut tuvo lugar en su coche. Después de esa vino otra y otra hasta que de los tocamientos y las felaciones pasamos a cosas más importantes, siendo el mismo coche el testigo de mi desfloración. A partir de aquel momento fue una concatenación de relaciones esporádicas en las que el sexo siempre ha sido el único protagonista, por tanto no voy a relatar cada una de las relaciones y me centraré más en mis gustos, delirios y dislates.

Demos un salto a la actualidad. Una vez al mes nos reunimos un grupo de gente para tener sexo. Son cinco matrimonios y yo, por tanto, soy la única que no aporta una pareja, pero se me permite porque dicen que soy la niña mimada. Quizás tengan razón. Así pues, somos seis mujeres y cinco hombres. Sus edades están comprendidas entre los treinta y cinco y cuarenta y cinco. Yo soy la más joven, pero no me importa, es lo que quiero. A mi me gustan mayores y para ellos soy de las preferentes.

La verdad es que cuando nos reunimos, aquello no tiene nada que envidiar a la mejor de las bacanales romanas. Siempre es viernes cuando quedamos y después de esa noche suelo tomarme el sábado y el domingo sabático, de relax total con el fin de recuperarme de la contienda, habida cuenta de que soy muy sensible. A ver si me explico: todos usan condón, como es lógico, pero a mí suele irritarme, y más cuando hay un exceso de traqueteo y eso se traduce en que luego tengo que andar durante dos días como un pato y a base de cremitas.

Os voy a presentar:

Frank es de los que le gusta ir de flor en flor sin detenerse demasiado en una. Es como una abeja libando la miel sin explayarse excesivamente con ninguna. Elia es su mujer y no le hace ascos a una delicada almeja.

Roberto, en cambio prefiere centrarse en una sola mujer hasta finalizar su primer asalto, después, al igual que Frank ya se aplica más a ir tapando hoyos. A su esposa Claudia le gusta llevárselos a pares, ¿y a quién no? ¿verdad?

A Ignacio le gustan los pequeños orificios, ya me entendéis, aunque Cristina también es muy selecta y siempre busca placeres mayores, posiblemente porque Ignacio le viene pequeño.

Paco es un experto del cunnilingus. Puede estar horas amorrado a un conejo, y la verdad, es un portento. A todas nos gusta pasar por taquilla. Gema siempre nos lo presta encantada porque ella también es de las que le gusta que todos visiten sus dominios.

Y Pedro, ¿qué puedo decir de él? Aunque es el de mayor edad, es también el semental. Le llamamos cariñosamente “Destroyer”. Calza un nabo que es la envidia de sus socios de contienda. Está doblado hacia abajo como un arco. Más bien, se le parece a un pepino. Es una polla formidable y el alma de la fiesta, aunque está tan solicitado que tiene a veces que recurrir a estimulantes para intentar contentarnos a todas. Casi hacemos cola para recibir nuestra ración mensual. Añadir también que es la verga más lechera que he visto. Cuando va a llegar al culmen, solemos estar alerta, sobre todo para no perdernos el espectáculo de su primera eyaculación.

En esos momentos, todo se parece más a una atracción de feria que a una orgía. Su fetiche consiste en que nos arrodillemos todas, una al lado de la otra para que él vaya salpicándonos una por una, y puedo asegurar que pude ir y venir rociándonos como si lo hiciese con una manguera con intervalos. Ahora bien, después de eso, es sabido por todas que es él quien tiene que limpiar sus desechos. Cada palo que aguante su vela. Decir por último que después de haber pasado todas por la piedra, ya sabemos por qué Chelo siempre lleva la sonrisa puesta. ¿Y quién no la llevaría?

Bueno, ahora me toca a mí ¿no? Yo soy menuda, mido 1, 57 cm. para 45 kilos. Poca cosa, lo sé, pero es lo que hay. Soy morena, de ojos marrones, como buena española. Mis pechos son pequeños, ¿o son diminutos? Bueno, da igual, dicen que lo importante es el conjunto, así que… una cosa tengo clara y es que no entra dentro de mis planes hacerme ningún implante mamario. No me avergüenzo de mi cuerpo, sino que por el contrario, estoy orgullosa de él. Dicen que “teta que mano no cubre, no es teta, sino ubre”, así que… contenta por eso.

Bueno, ya habréis deducido con este palmarés que me encanta el sexo, más que el sushi, que ya es decir. No lo practico todos los días, sólo los fines de semana, excepto cuando hay un apretón, en ese caso recibo la ayuda de mis dedos y la de un compañero de látex que nunca defrauda.

Adivino que mis padres creen que soy bollera porque no entienden que con veintiséis años no tenga pareja, ni la haya tenido nunca. Comprendo que se lo planteen, pese a que yo se lo haya intentado explicar por activa y por pasiva. No puedo contarles que no soy mujer de un solo hombre, para mi son de quita y pon, y si alguno me gusta más de lo normal, puede que repita. Por consiguiente, creo que no serán abuelos nunca, pero eso no se lo diré.

¿Cuál es mi ideal de hombre? No sabría decir. Me gustan todos, pero siempre hay preferencias, está claro. Como he dicho, me decanto por los mayores, de treinta hacia arriba. En cuanto a las cualidades físicas, no soy muy exigente, aunque no le hago ascos a un adonis. Lo que sí que requiero es que sea un buen amante, de los que se preocupan por satisfacer a su pareja y no estén pensando en correrse cuanto antes, preocupándose únicamente por su placer. Me es indiferente que esté casado o no, pero si lo está, tiene que saber que esa noche es mío y a su mujer, ni mencionarla. Yo no creo en la fidelidad. Tarde o temprano se quebranta ese pacto y todos sienten la necesidad de estar con otro. La causa puede ser la monotonía, el morbo o el simple el hecho de desear a otro en un momento dado.

Es posible que las creencias de alguien le obliguen a mantenerse fiel por sus condicionamientos religiosos, por respeto a su pareja o por cualquier otra causa moral, pero la realidad es que detrás de esos condicionantes hay un deseo por otras personas, al margen de la pareja, con lo cual, aunque solamente sea con los pensamientos, ya se está siendo infiel. Por lo tanto, me da igual que estén casados o no. Por mi experiencia sé que los casados se entregan más y son mejores amantes. Eso debe significar algo. Que lo piense cada uno.

En el grupo de amigos de nuestras bacanales están todos casados y eso significa algo, pero al menos son liberales y reconocen la necesidad de cambiar y probar otras delicias. Comparten a sus parejas porque saben que humanamente es lo normal, puesto que la monogamia es un concepto cultural que no comparte nuestro instinto animal.

Como ya he dicho, los casados son los mejores amantes. Por supuesto yo hablo desde mi propio criterio, el cual no significa que sea el correcto, es el mío y punto. La mayoría con los que he estado se entregan con todo lo que tienen para complacerme, y suelo repetir unas cuantas veces hasta que me canso. Ha habido algunos incluso que con tan solo una noche, hasta me han propuesto dejar a su esposa. ¿Qué significa eso? ¿Que soy muy buena? ¿Que su relación está en la cuerda floja? ¿O ambas cosas? No lo sé, pero en tal caso me jacto de ello porque están corroborando mi teoría.

Por poner un ejemplo de un caso flagrante que me toca muy de cerca y viene a cuento de lo que estoy hablando. Es también una demostración de lo engorroso que puede llegar a resultar que una relación, aunque sea solamente sexual, se prolongue demasiado. A mí me generó un profundo desasosiego porque era una situación excesivamente complicada y difícil de gestionar. Un hecho que no busqué, pero que del que al fin y al cabo también soy culpable por involucrarme principalmente, pero también por no saber cortar a tiempo. Hablo de unos amigos de mis padres, de los de salir todas las semanas a cenar, de los que viajan juntos todos los veranos y de los que, cuando los hijos éramos críos nos quedábamos a dormir en una u otra casa como si fuésemos familia, de ahí que haya un firme vínculo entre ellos. Tienen su misma edad, es decir, casi cincuentones.

Pues bien, tuve una aventura con Fernando (el amigo de mi padre) y estuvimos follando a troche y moche durante tres meses hasta que vi que la cosa se estaba desmadrando. Estaba completamente dispuesto a todo con tal de tener una relación más allá del sexo conmigo. Tuvo una cruzada de cables y prometía hasta dejar a su mujer y enfrentarse a mi padre por mí, pero para mí sólo era sexo, del mejor, ¿por qué no decirlo? ¿Alguien puede imaginarse la situación? De pensar la reacción de mis padres ante tal declaración de intenciones hace que se me erice el pelo. Ante la insistencia de Fernando y mi negativa, poco a poco se fue desvirtuando una relación que para mí era únicamente carnal, pero él estaba enchochado y quería ir más allá. De no haberse ido por la tangente no me hubiese importado seguir fornicando con él de forma esporádica, pero tuve que poner punto y final porque me sentía cada vez más acosada. Aún sigo sintiéndome así, de modo que trato de evitarlo a toda costa en la medida de lo posible.

Mi vida sexual ha sido intensa desde sus inicios y no me arrepiento de ello. Me gusta el sexo y no pienso renunciar a él limitándome a una relación monogámica que no tiene ningún futuro, como tampoco entra dentro de mis planes ser madre, por lo tanto, aún no sé cómo decirles a mis padres que nunca serán abuelos.

Supongo que estaréis a la expectativa de cuando empieza la acción. Pues bien, no hay acción que valga. Esto es un manifiesto de mis delirios, inquietudes y manías que me han llevado a plantearme muchas veces si mi proyecto de vida es una falta de madurez y por ello maduraré algún día, o si por el contrario, nunca llegaré a encajar en esta sociedad. Igual va y alguien piensa como yo.

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