Juan se despertó con ganas de orinar. El sol se colaba por las rendijas de la persiana y los cálidos rayos acariciaban sus brazos desnudos llenos de vello. Levantando la cabeza, descubrió que la sábana que cubría su cuerpo se levantaba a la altura de su entrepierna. Deslizó la mano derecha bajo la tela de sus calzoncillos y se acarició el abultado pene fruto de un sueño erótico que, como a menudo le sucedía, era incapaz de recordar.
Estaba a gusto en la cama, pero estaba perdiendo su lucha con la vejiga llena. Normalmente le gustaba jugar con esa sensación de "hacérselo encima" y aguantar. Allí no corría peligro, sabía que en cualquier momento podía entrar en el cuarto de baño y aliviarse. Lo que más le fastidiaba era cuando estaba a punto de alcanzar un orgasmo, con el miembro y las pelotas hinchadas, y de repente le entraban ganas de mear y tenía que quedarse a medias.
Diez minutos después, a regañadientes, se levantó. Camino del baño, en camiseta de hombreras, el pene colgaba ladeado hacia la izquierda escapando bajo la pernera del slip.
La nalga derecha le picaba.
Se rascó justo antes de entrar al servicio.
Cerró la puerta, se bajó los calzoncillos y se la sujetó, acariciando el capullo con la yema del dedo índice. Justo antes de dejar escapar el pis recordó que en la habitación de al lado dormía su amiga. Había llegado la noche anterior después de horas de vuelo y se había ido a la cama pronto.
Tiró de la cadena.
El torrente de agua ahogó el sonido de la ventosidad que precedió al furioso ruido del pis chocando contra la taza. La meada densa y abundante olía ligeramente a amoniaco.
Se lavó las manos con jabón olor a rosas y se echó un poco de colonia a granel de lavanda en el pecho.
Volvió a tirar de la cadena.
********************
Mientras tanto, en la habitación de invitados, Susana, vestida con un camisón semitransparente de color celeste, se despertó estirándose y trató de abrir los ojos restregando la mano por ellos y eliminando parte de las legañas.
Sonrió.
El viaje había sido largo pero allí estaba finalmente, en un lugar diferente, distinto y lleno de posibilidades.
Juan se había despertado. La verdad es que se moría de ganas por ir a darle los "buenos días". Ayer estaba cansada, al 50%… su cuerpo, aun así, pedía marcha, pero su cabeza decía otra cosa. Lo quería todo, pero para eso tenía que estar llena de energía.
Y ahora lo estaba.
Se levantó y fue al baño en cuanto oyó volver a Juan.
Se lavó la cara y orinó.
Al salir no volvió a su cuarto.
****************
La puerta del dormitorio de Juan estaba entornada y Susana llamó.
Juan, que estaba tumbado boca arriba enfrascado en sus pensamientos, se sobresaltó.
– Adelante. – dijo.
Susana empujo la puerta y se quedó en la entrada.
Juan la miró de arriba a abajo lleno de deseo.
– Puedo acostarme en tu cama. – dijo con candidez.
Juan, reaccionando unos segundos después, afirmó tragando saliva y haciéndose a un lado para dejar hueco a la recién llegada.
Los muelles de la cama protestaron mientras Susana se deslizaba bajo la sábana para quedar acostada de lado, mirando a su amigo.
– Ha pasado tiempo.
– Un poco.
Juan acarició el rostro de Susana.
– Acércate.
La aludida obedeció acercándose. Los labios se encontraron.
Susana cerró los ojos disfrutando del sabor de la boca de Juan y con algo parecido al ansia introdujo su lengua explorando cada rincón.
Luego le llegó el turno a las tetas. Con la ayuda de su anfitrión se quitó el camisón y el sujetador y dejó que la manoseasen mientras de su boca se escapaban gemidos y por su piel corría el placer.
Excitado, Juan abrazó a su compañera y deslizó la mano bajo sus bragas atrapando sus tiernas nalgas. Los dedos acabaron hurgando más abajo, perdiéndose en la raja, localizando el ano para acabar descubriendo la entrada a la vagina. Allí se detuvieron, pringándose con el lubricante natural y explorando el interior, haciendo que el cuerpo de Susana se estremeciese temblando.
El hombre, finalmente, sacó la mano y ayudándose con la otra se quitó la camiseta y se desprendió de los calzoncillos. La mujer, atenta a los movimientos de su amante, agarró el cálido miembro y agachándose sacó la lengua y empezó a lamerlo. Juan, le acarició el cabello durante unos instantes para luego, inclinándose hacia delante, quitarle las bragas y comenzar a besarle el culo. Susana cambió de posición dando la espalda a Juan que quedo tumbado boca arriba, con el trasero de la mujer al alcance de su rostro mientras ella comenzaba a chuparle el pene.
La siguiente postura fue la del perrito. Juan enfundó su herramienta en un preservativo y enculó a Susana. Primero atacando y envistiendo el coño por detrás y luego, en consenso con la receptora, intentando introducir el pene por el agujero del culete, despacio. La sensación de control, unida a la respuesta positiva de su amiga que disfrutaba y pedía más, no hicieron más que aumentar el deseo de ambos.
Juan, maestro en el arte de aguantar, resistió los espasmos con el miembro palpitando a punto de explotar contrayendo las nalgas. Esperando a que su compañera llegase ahí.
Susana comenzó a temblar, la espalda arqueándose, el cuerpo descontrolado. Juan dejó escapar un grito y se dejó ir, el semen disparado cayendo sobre las nalgas y la espalda de Susana. Luego se dejó caer sobre ella para notar el tacto de cada centímetro de su piel y sentir la electricidad. Quería fundirse en ella, transformarse en lengua que baila con otra lengua un tango lleno de saliva y sensualidad.
Minutos después, rendidos por el ejercicio, ambos amigos descansan sobre la cama. De vez en cuando una caricia, de vez en cuando una sonrisa.
Para ser el primer día no ha estado mal.
El plan para mañana es bañarse juntos.