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Recuerdo de la fogosa Sra. Norma: Te la voy a ordeñar
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Alrededor de mis 18 años tuve mi primera experiencia sexual con una mujer mayor y ella me lanzó a coger con dos mujeres más que me llevaban un par de décadas en experiencia. Olga, la primera, creo tenía unos 35 años y ella me presentó a Yaneth y a la Sra. Norma, esta última creo era la mayor en este círculo de amigas y a la cual le calculé unos 45 años.

La experiencia con Olga me parece una experiencia fascinante, pues podía sentir ese coqueteo seguro de una mujer que sabe lo que quiere y el de un chico como yo en esa época, que no tenía la seguridad de entender a cabalidad sus insinuaciones. Con Yaneth que fue la segunda, todavía me costaba conciliar la idea que había llegado a su casa con la sugerencia absoluta que íbamos a follar. Y con la Sra. Norma, como comencé a llamarla, esta mujer estaba dispuesta a no dejar nada a la deriva y mostrarme toda la experiencia sexual de sus 45 años.

Toqué la puerta y ella me abrió. Estaba un tanto nervioso e inseguro pues la verdad no sabía que esperar además de la seguridad de encontrar sexo. Nunca la había visto en mi vida y lo único que sabía era que todas ellas eran amigas. Esta era la época de los teléfonos alámbricos y no conocíamos la internet. Cuando abrió la puerta vi a una mujer de cabello corto, oscuro y ondulado sonriéndome y le pregunté:

– ¿Es usted la Sra. Norma?

– ¡Hola Tony! Me dijeron que eras un chico muy guapo, pero nunca imaginé que eras verdaderamente un muñequito. Y no me llames señora, solo dime Norma. -me dijo.

La experiencia con estas tres mujeres ocurrió en un lapso de dos o tres meses y era Yaneth la que me había envuelto en esta cita a ciegas con una mujer que ella describía de bonita y con hambre de sexo pues llevaba ya un par de años divorciada y que no tenía relación alguna. Para ese tiempo, en el pico alto de mi sexualidad, todo lo que me venía en la mente era follar a toda mujer que se me pusiera enfrente y follar con una mujer madura como Olga y Yaneth, habían sido deliciosas experiencias que no dudé en lanzarme a otra más. Realmente no vi los 45 años de Norma. Lo que vi fue a una mujer atractivamente maquillada y con deseo de sexo. Me gustó su perfume y me dio un beso en los labios como saludo.

Era de altura promedio y con un cuerpo que podría describir de llenita sin ponerle el adjetivo de obesa. Usaba una falda regular pero abierta de los encajes donde se podían mirar unos muslos bien ejercitados y un trasero grande bien proporcionado. Vestía una camisa blanca y roja de botones a rayas y un brasier blanco que le sostenían unos melones de buen tamaño que haciendo memoria deberían estar en la copa C. La Sra. Norma era una mujer bonita según mi recuerdo, pero a mi edad, su edad merecía respeto y no me podía despegar de esos parámetros establecidos en mi subconsciente. Me ofreció un té frío y nos sentamos a conversar de muchas cosas donde ella resaltaba mi altura, pues me acercaba al metro noventa.

Quizá pasamos un poco más de una hora hablando y sin ningún indicativo o sugerencia sexual. Ella se levantó y me tomó de la mano y me invitó a conocer su casa. No era una casa muy grande, pero sí se miraba muy bien decorada y estaba en una zona de alto nivel en los suburbios de Los Ángeles. Cuando salimos al patio que era encerrado de cristales polarizados, pude ver una yacusi a un lado, una especie de sala y cantina al otro y tenía hasta una hamaca colgando. Ella me sonrió con esa sonrisa perfecta que tenía y me dijo:

– Aquí quiero que me hagas tu puta y que me folles como te lo hayas imaginado. ¿Se te antojo Tony?

– Por supuesto. -le contesté.

– ¡Me gusta el timbre de tu voz! Tienes ese vibrar del seductor.

– ¿Puedo darme una ligera ducha? -le pregunté.

– Por supuesto, pero después de que te coma todo… sabes, me gusta el olor de tu piel sudada… quiero probarte así. -me dijo.

Sin perder mucho más el tiempo me tomó de la mano y ella se sentó en el sofá mientras me desabotonaba el pantalón y me desprendía del cinto. Bajó el cierre y mi verga crecía al saber lo que se venía. No le escuché muy bien y creo que dijo algo así: ¡Que linda verga tienes niño! – Sin mucho protocolo se dedicó a besar mi glande tiernamente y con los minutos me desesperaba, pues yo quería que se la metiera y mamara. Me sobaba los testículos y me arañaba las nalgas. Me quité la camisa y estaba viendo como esta mujer madura se daba gusto y me daba gusto mamando mi falo. Ella solo me preguntaba constantemente: ¿Te gusta?

Comenzó a tragarse mi verga y sentía como le llegaba al esófago y sus ojos se pusieron rojizos. El piso que era de madera se comenzó a salpicar de su saliva y mi líquido seminal y luego ella comenzó a decirme: -Quiero que te corras en mi boca, quiero sentir que me llenas la boca con tu corrida… dámela muñequito, quiero saborear tu lechita. Hasta el momento era ella quien me la mamaba, pero una vez ella comenzó a hablarme de tal manera, que comencé a literalmente a follarle la boca. Ella solo decía cuando se la sacaba por unos segundos: – Así, así Tony… córrete muñequito. – Le di un embate violento y sentía como mis bolas pegaban en su quijada y se lo dejé ir que hasta se atorzonó. Literalmente se la tragó y siguió mamándome la verga al ver mis gestos y escuchar mis gemidos de placer y me arañaba las nalgas. Ella solo se levantó a alcanzar una toalla que estaba colgada cerca del yacusi, la remojó y se limpió su rostro para luego limpiar con la misma mi verga. Me preguntaba: – ¿Te gustó muñequito?

Se me acercó y comencé a desabotonar su camisa y remover su sostén. A eso iba cuando ella me interrumpió para extender el sofá, pues este se volvía una cama. Puso otra toalla sobre el colchón y continué la faena de desvestirla. Sus pechos estaban reconstruidos y se miraban sólidos y apetecibles. Al bajar su falda me encontré un cuerpo que, si bien se miraba grueso al principio, tenía sus curvilíneas y un abdomen sino del todo plano, pero estéticamente apetecible. Vestía un pequeño bikini de color naranja que apenas le cubría su conchita y hacía ver su trasero apetecible, aunque encontré algunas estrías. Me subí por sobre ella en posición del misionero y comencé con chuparle las tetas. Miraba como su piel se erizaba y la Sra. Norma me tomaba acariciando mi cabello. Me hice de un lado para por sobre el bikini masajear su conchita, la cual ya estaba muy húmeda y podía sentir lo ligoso de su jugos vaginales. Su piel olía a coco y a alguna otra fruta tropical y me dediqué a lamer su piel por sobre su abdomen hasta llegar sobre el monte venus. Comencé a remover su bikini y ella me asistió encorvando su cuerpo para facilitar mi maniobra.

Tenía un pequeño arbusto de vello púbico, pero en todo su alrededor lo tenía depilado. Su conchita es pequeña y de labios un poco gruesos. Su clítoris solo es visible si uno le abre los labios. Jugué a chupar sus labios por unos momentos y podía ver como la piel de sus brazos y entrepiernas se erizaban. Solo podía escuchar sus gemidos y de vez en cuando decía: – ¡Qué rico… tienes y sabes usar tu lengua deliciosamente! -decía. Le puse una de las almohadas debajo de sus nalgas y de esa manera elevar su trasero y que me dejara su orto expuesto. No sé si intuía mi intención, pero sacó un gemido de placer cuando sintió mi lengua en su culo el cual miraba como lo contraía. Era un ojete sin vello alguno y se lo chupe por alrededor de unos diez minutos, los cuales hicieron que vertiera un manantial de jugos que no tardó en humedecer la almohada. Ella comenzó a masturbarse la conchita mientras sentía mi lengua en su ojete y de repente me dijo: -Méteme la verga, que estoy a punto de correrme.

Tomé la posición de rodillas e hincado ante ella le he hundido la mayor parte de mi verga mientras ella se sigue masturbando el clítoris. Le hago un vaivén semi lento y explotó con un orgasmo e intensifiqué mi embate. Sentía como su vientre hervía y como sus paredes vibraban del placer y hasta parte de su entrepierna parecía vibrar con un tic incontrolable. Parecía exhausta cuando su orgasmo había cesado y se puso a reír y me dijo:

– Ahora sé el por qué estas mujeres me hablaron de ti.

– ¿Qué le dijeron?

– Que sabías complacer a una mujer en la cama. Creo que no solo es eso… eres un chico guapo y eso añade a la excitación, pero además tienes un miembro que sabes usar como herramienta del placer. Voy a envidiar a la mujer que te atrape, aunque dudo que eso suceda… No naciste para una sola mujer. – me dijo.

Me llevó de la mano al baño de su habitación y siguió con sus halagos mientras me enjabonaba y masajeaba mi falo. Sus nalgas se miraban apetecibles y ahí en el baño aproveché para ponerle mi verga entre sus nalgas y frotarle mi glande. Me tenía que agachar para hacerlo y ella viendo mi esfuerzo me lo preguntó:

– ¿Quieres meterme la verga en mi trasero?

– Me gustaría. -le contesté.

– Te lo voy a dar, pero con lo que tú tienes prefiero yo tener el control, así que lo vamos hacer en la cama.

Me dio una breve mamada y ella me pidió que me sentara con mis piernas extendidas sobre la cama mientras ella hacía lo mismo y se sentó frente a mí y comenzó a hundirse mi verga en su conchita la cual se sentía muy bien lubricada. Luego ella me pidió que yo me acostara y se puso de cuclillas con su trasero apuntando a mi verga y tomó mi glande y comenzó a frotárselo en el ano. Ella me miraba con esos ojos de la lujuria y disfruta en cogerse una verga joven que ya le había provocado un buen orgasmo. Mientras ella conllevaba esta acción me hacía una plática morbosa que hacía que mi verga despidiera más líquido pre seminal.

– Tienes una verga muy hermosa y una carita de angelito, que de solo sentirla y ver tu carita lo haces a uno acabar. Tony, cariño… ¿Te gusto?

– Usted es una mujer muy linda. -le dije.

– ¿Qué es lo que más te gusta de mí?

– La verdad que toda.

– ¿Imaginaste estar follandome el trasero cuando me viste?

– La verdad que lo pensé… no se lo puedo negar.

– ¿Te gusta cogerte un trasero?

– Si… me encanta.

– La verdad que una vez lleves a una chica a la cama dudo que alguien te lo quiera negar.

– ¿A usted le gusta?

– ¡Me encanta! Especialmente esta que estoy a punto de probar.

Diciendo esto y sentí como su esfínter me atrapó mi glande. Ella sonrió y solo gimió exagerando el placer. Podía verla en cuclillas con sus piernas abiertas y cómo su conchita emanaba jugo vaginal. Con una de sus manos se apoyaba y con la otra dirigía la penetración. Ella continuó diciendo:

– Se siente… la verdad que se siente la invasión. ¿En cuántos culos habrá entrado esta verga ya? De seguro en el de Olga y Yaneth… de ellas estoy segura no se lo perderían.

Sentía como su culo vibraba y a la vez también mi verga desaparecía. Ella solo miraba mi excitación pues con toda certeza sabía que me estaba gozando con aquella vista y sensación. Luego de unos minutos mi verga había desaparecido y pasó de estar en cuclillas a literalmente sentarse con toda mi verga hundida en su culo. Me comenzó a hacer masajes en el abdomen y luego me masajeaba los huevos. Ella me hizo una observación:

– ¡Tienes aguante! Otro chico de tu edad ya se hubiese corrido.

– ¿Ha estado con otro chico de mi edad?

– No… no me mal entiendas. Digo… en mi juventud, con los chicos que tuve sexo no tenían la resistencia de aguantar que tú tienes. No… es la primera vez que estoy con un chico de tu edad y accedí por la recomendación que dio Yaneth, quien fue la que me insistió y convenció.

– ¿A usted le gusta hacerlo así?

– La verdad que me fascina… incómodo en un principio, pero excitante todo lo que se viene después. ¿Cómo te gusta a ti? ¿Te gusta cómo estamos?

– Si.

– Pero… ¿Cómo quisieras ponerme?

– Así esta bien… me gusta cómo se siente.

– ¿Te gusta cómo te la aprieto?

– La verdad que si… me gusta.

Esta mujer así sentada sobre mi verga contraía el culo y podía sentirlo. Ella tomó otra posición y esta echó su espalda apoyándose en sus brazos y me pidió que tocara su clítoris. Ella comenzó a mover su pelvis de forma lenta y podía ver mi verga aparecer y luego desaparecer en su apretado culo. El movimiento lento me permitía masajear su clítoris el cual se sentía hinchado. Mis testículos estaban húmedos de toda la lubricación que producíamos. Ella me pidió que se lo frotara más fuerte y seguía con ese vaivén semi lento. De repente aceleró el movimiento de sus caderas y yo seguía sobándole su hinchado y palpitante clítoris. Ella comenzó a decirme: ¡Me vengo, me vengo, me vengo… Por Dios, me vas a hacer acabar. – La Sra. Norma solo gritaba y gemía y ahora era ella quien se masturba y yo ahora podía enviarle un embate. Explotó diciendo: Córrete conmigo, me vengo… échamelo en el culito cariño… lléname el culito. -Aquella cantaleta me excitó tanto que segundos después de su corrida le dejé ir mi segunda descarga.

De nuevo pasamos al baño a ducharnos y pude ver ese ojete rojizo y blancuzco de mi corrida. Me enjabonó, me roció la verga con agua tibia y volvió con una felación a una verga semi flácida. Esta vez mientras me la mamaba en el baño comenzó a hacerme masajes en el ojete que rápidamente mi verga volvió a tomar grosor. Ella solo exclamó: ¡Juventud, divino tesoro… que potencia tienes! – La verdad que uno a esta edad se repone de una manera increíblemente rápida. Recuerdo esos días de mi juventud que me llevaba a chicas al motel y salíamos exhaustos de tanto coger que una vez creo que me fui hasta diez veces. Los huevos ardían a ese punto. Esta mujer me dijo que me la iba a ordeñar al verla de nuevo erecta y salimos de nuevo al sofá cama.

Me pidió que me pusiera en cuatro sobre la cama sin mucho protocolo y luego de acceder, ella se fue directo por sobre mi a chuparme el orto. En sus manos llevaba aceite para bebé y comenzó a pajearme la verga mientras me seguía chupando el culo. Aquello era alucinante, fascinante que en cualquier momento me correría. Me chupaba las nalgas, me recorría su lengua entre ellas hasta chupar mis huevos y seguía pajeandome la verga. Ella volvía con su misma pregunta: ¿Te gusta? – No creo que haya pasado ni diez minutos cuando sentí ese cosquilleo por mis hombros y recorrer mi cintura y de repente llegó a mis huevos empujado una buena descarga. La Sra. Norma se sonreía y me hizo que me volteara para luego continuar con una rica felación y mis testículos solo vibraban.

Ese día lo hicimos dos veces más, donde la Sra. Norma me montó y le saqué dos corrida de frente y luego a la inversa y nuevamente hicimos un anal, solo que esta vez la puse en cuatro a la orilla de la cama y luego ella se sostenía de la orilla de la yacusi mientras estaba parada. Fue un día de buen sexo, de un sexo de memorias agradables y el cual repetimos en dos ocasiones más, donde cierto día jugamos con juguetes sexuales y la Sra. Norma me permitió hundirle esas bolas chinas y con ellas adentro le he dado una cogida que aullaba de tanto placer.

Hoy recuerdo esa cogida con esa bella señora que el año pasado llegó a sus ochenta y que este pasado fin de semana pasó a mejor vida. Nunca había escrito nada de ella, más la mencioné quizá en alguno de mis relatos. La verdad que siempre me recordaba pues en sus 45 años cuando la conocí, era una mujer bella y muy fogosa en la cama. Son de ese tipo de mujeres que tienen vigor para coger y dejarte con los testículos vacíos, pero vibrando de placer.

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