No sólo éramos los mejores compañeros en la oficina, sino también los mejores amigos y los mejores amantes.
Un día por la tarde cuando ya todos se habían marchado del trabajo, nos quedamos Esteban y yo porque teníamos que terminar un informe, pensábamos que estábamos solos, así que nos bajó el hambre sexual y nos pusimos a comernos uno al otro, mi lengua iba del agujero de culo a su verga húmeda, de pronto sentimos a nuestras espaldas el sonido de la puerta al abrirse y sin dar tiempo a arreglarnos las ropa vimos entrar al jefe, y aunque todo el mundo sospechaba que la relación que teníamos entre mis compañeros y yo era más que sólo amistad, por las bromas, y los toqueteos delante de los otros trabajadores, lo cierto es que nunca habíamos llegado tan lejos como tener sexo en la oficina.
Inmediatamente pensé que estaba despedido, ya me veía sacando mis cosas mientras los otros cuchicheaban a mis espaldas, pero no ocurrió nada de eso, el jefe con una sonrisa nos instó a seguir la fiesta, extrajo su miembro del pantalón, era muy hermoso por lo cual intenté tocarlo de inmediato, pero el jefe me hizo entender que no quería ser tocado, sólo deseaba mirar nuestra lujuria.
Nos desnudamos completamente con Esteban e hicimos un 69, el jefe nos miraba mientras se pajeaba furiosamente, el precum caía de la punta de su pene y se confundía con la baba que caía de su boca. Luego le dimos el espectáculo que estaba esperando, me abrí las nalgas con mis manos, mientras la verga de Esteban entraba profundamente en mi culo, el jefe nos miraba con una cara de lascivia impresionante, sin embargo no se dejaba tocar ni nos tocaba, sólo miraba el espectáculo y disfrutaba de su paja. Esteban se corrió dentro de mí y yo en su mano. El jefe se acercó a mí para ver se muy cerca como me resbalaba por mis piernas el semen de Esteban, luego se corrió abundantemente sobre mi cara, sus chorros calientes inundaron mi cara, alguno fue a dar a mis labios. Se arregló rápidamente el pantalón y salió de allí sin decir nada.
Esa noche nos juntamos todos en el departamento de siempre, miramos una película mientras alguno metía su pene en mi boca o yo metía mi pene en algún culo, sin embargo estábamos aburridos, entonces decidimos ir a una disco gay, y aunque ninguno era muy asiduo al baile, nos decidimos a ir a divertirnos un rato, ninguno se bañó porque desde hacía un tiempo comenzamos una competencia cuál de todos duraba más tiempo con olor a macho, semen, culo, pene en el cuerpo sin bañarse.
La disco estaba llena, mucho jovencito creyéndose el centro del mundo, música a todo dar y hombres con un trago en la mano como si todo el mundo le aburriera. Nos fuimos a la pista y aunque no era la música que solíamos escuchar, igual hicimos el intento de movernos, alguien pasó por nuestro lado y le dijo a su acompañante: – hay mucho olor a verga por acá, como si recién hubiesen estado tragando leche y se fueron, nosotros nos reímos a todo dar, nos gustaba hacer saber que nuestro pasatiempor favorito era pasar cogiendo entre machos.
Cerca de la medianoche comenzó un show de travestis, algunas canciones, un sketch muy divertido etc. Luego llegaron ellos los stripper, wow! eran 3 y nos calentamos inmediatamente con los 3, no tardaron mucho en quedar en bolas, un maravilloso espectáculo mirar como se cimbraban esas nalgas al caminar, como se movían ese par de testículos cargados de leche y esas vergas duras que apuntaban justo a la cara de nosotros que los mirábamos extasiados.
Terminó el show y nosotros estábamos que reventábamos de ganas de coger de nuevo, de echo mientras bebíamos apoyados en la barra unas cervezas, mi mano estaba dentro del pantalón de Manuel y lo hice correrse ahí mismo, saboree mis dedos impregnados en leche y no me importó si alguien se había dado cuenta. Estábamos en esas labores cuando llega uno de los stripper a la barra a pedir una cerveza, no se había sacado su vestimenta de actuación, es decir, una pequeña pieza de tela que se perdía entre sus nalgas dejándolas al descubierto, yo babeaba mirándolo y por delante, la pieza apenas cubría su hombría, la cabecita del miembro salía por sobre la tela y el macho hacía esfuerzos por guardarla mientras bebía su cerveza. Nos acercamos a él y sin preámbulo le preguntamos si cobraba y cuánto por su participación en una fiesta privada, el hombre nos dio su precio, pero nos dijo que había cosas que no hacía, por ejemplo no se dejaría penetrar ni besaba o acariciaba.
Al rato lo teníamos en el departamento, lo rodeábamos lujuriosos mientras se sacaba la ropa, quedó desnudo, bailaba, nosotros en éxtasis. El primero que atacó fue Esteban quien se arrodilló y se echó la verga del stripper a su boca ansiosa, los demás seguimos como fieras y comenzamos a tocar al hombre por todos lados, chupar, intentar besar, morderle las tetillas, aunque el stripper quería dar la impresión de que no estaba gozando con aquello, sus quejidos lo delataban, su verga durísima pasó de boca en boca, uno metía sus grandes huevos en la boca, entre dos pasaban sus lenguas por la cabeza y tronco de la verga a punto de reventar.
Lo arrastramos a la cama y allí dejó de oponer resistencia, sus principios quedaron en el olvido, abrió su boca a mi lengua y nos besamos apasionadamente, Óscar separó sus piernas y mientras Roberto chupaba sus bolas y verga, Óscar metía sus dedos en el agujero anal, el stripper se retorcía de placer, Esteban empezó a pasar su miembro por los labios del stripper, pero este se negaba a abrir su boca, sin embargo esa resistencia le duró poco porque finalmente abrió su boca un poquito, luego más y más hasta que entró toda la verga de Esteban yo no resistí la tentación y haciendo a un lado a Roberto me senté sobre la verga del stripper y comencé a cabalgarlo.
Óscar también se hizo a un lado y cómo había dejado el agujero ya dilatado del stripper Mario levantó un poco sus piernas y lo penetró, el stripper se estremeció, pero siguió chupando la verga de Esteban mientras yo lo cabalgaba y Mario le abría el agujero con su verga, Mario se notaba demasiado caliente así es que duró un breve tiempo y se corrió dentro, Roberto limpió con su boca la verga de Mario y luego, mientras Manuel se acomodaba, él guío con su mano la verga erecta y chorreando de Manuel al agujero del stripper. Acabamos al mismo tiempo, yo sobre el estómago del stripper, él en mi culo, Manuel dentro de su culo y Esteban en su boca, luego Roberto se corrió en mi boca y Óscar dentro de la boca de Esteban.
El stripper no dijo nada, sólo se metió al baño y después salió perfumado y vestido. recibió la plata, pero luego le dijimos que si quería le podíamos dar el doble si pasaba la noche con nosotros, no lo pensó mucho y aceptó, entre todos le sacamos la ropa y mientras bailaba le metíamos mano, él también había perdido sus temores así que no se quedaba atrás en besarnos y acariciarnos, se arrodilló y fue mamando una a una nuestras vergas, la música estaba alta. De pronto escuchamos golpes en la puerta, a la carrera nos vestimos todos y bajamos el volumen de la música. Abrimos la puerta y ahí estaban en el pasillo un par de policías y nuestra vecina alegando por la música a todo dar, por más que tratamos de explicar el error y decir que ya habíamos apagado la música, la señora no dejaba de alegar, Esteban enojado porque no entendiera cerró la puerta de golpe, la policía afuera nos obligó a salir y nos hizo notar que por haberlos agredido íbamos a pasar el resto de la noche en un calabozo, no lo podíamos creer, pero no podíamos hacer nada.
Nos metieron a todos dentro de un carro policial y nos llevaron con ellos. Cuando llegamos nos hicieron firmar unos papeles y nos dijeron que sin derecho a reclamo alguno íbamos a pasar ahí el resto de la noche y si uno de nosotros seguía con una mala actitud, no sólo sería el resto de la noche sino el otro día también y siguientes.
Después los dos policías que nos habían arrestados con condujeron al último calabozo, pude notar que los 3 calabozos anteriores estaban vacíos, nos metieron dentro y se fueron riendo. Nos sentamos separados, enojados sobre todo con la vieja bruja que nos había denunciado. Pasó un rato y me quedé dormido, sin embargo, me desperté al sentir quejidos indudablemente sexuales, el calabozo estaba con luz y se podía ver claramente a mis amigos en una orgía en el piso de la celda con el calabozo, me puse de pie de un salto y les dije que como se les ocurría que acaso querían agregar otro delito y no salir más de esa celda, que acaso no sabían que todas las celdas estaban vigiladas. Se arreglaron las ropas y se sentaron, yo estaba furia con ellos.
Pasaron unos breves minutos y aparecieron los policías que nos habían arrestados y dos más, en nuestra celda:- esto va muy mal, pensé. Se acercaron a la celda mientras decían: – vimos todo lo que estaban haciendo, parece que no se han quitado las ganas de la fiestita que tenían en el departamento, luego rieron. Uno de ellos, apuntándome con su bastón me hizo acercarme, lo hice temblando, la verdad tenía miedo, estábamos en una celda policial.
Cuando estuve cerca del policía, puso su bastón sobre mis hombros y me obligó a arrodillarme, sacó su pene erecto y lo metió por entre los barrotes de la celda, sin decir nada lo engullí en mi boca, y ahí comenzó todo, en cosa de minutos estábamos todos desnudos, en la celda. El stripper tragaba y tragaba la verga dura de uno de los policías, otro policía me daba duro con su verga toda dentro mío, al lado mío otro de los policías era doblemente penetrado por Óscar y Manuel, un policía jugaba con su bastón penetrando a Esteban, el bastón entraba y salía de su culo, luego entraba la verga del policía.
Sentimos ruidos por el pasillos y atinamos a vestirnos, pero los policías no se preocuparon, eran dos compañeros más que llegaban de un turno, se unieron a nosotros, aquello era un montón de piernas, culos abiertos, chorros de semen, vergas goteando que iban de culo a culo, bocas llenas de leche, gemidos y palabras diciendo: – quiero más, denme más verga. El stripper fue penetrado por todos los policías, él no cabía en sí de placer y al final de la noche se durmió en los brazos de uno de ellos, por mi parte no quería más guerra, tenía el agujero abierto y no dejaba de salir semen que se aposaba en el suelo, aun así uno de los policías más bien viejo, pero incombustible no paraba de penetrarme la boca hasta correrse.
Cuando llegó la hora de irse nos despedimos de besos entre los policías y nosotros, Esteban se llevó el bastón de regalo, el stripper intercambió teléfono con el policía con que había estado más tiempo, el amor se veía. Yo traté de peinarme un poco, pero era imposible, tenía todo el cabello pegoteado de semen. Nos llevaron a casa los mismos policías que nos habían apresado. Cansados, nos fuimos a dormir.
Pasó un par de semana y nos llamó el stripper para invitarnos a la playa con unos amigos suyos, pero esa es otra historia…