La polla del vecino.
Sonia, una morenita, alta, de largas y moldeadas piernas, ojos grandes y negros como la noche, melena de cabello negro azabache que le llegaba a la cintura, anchas cadera y culo redondo y prieto, se despertó. Eran casi las seis de la mañana. Estiró brazos y piernas para desperezarse. Le vino a la mente su vecino Antón, un hombre maduro, alto y muy fuerte, casado y con hijos. Lo había visto en la parte de atrás de la casa duchándose con una manguera. Él también la viera a ella y meneara su gorda polla cubierta de champú mientras le sonreía.
Recordando la polla llena de espuma y su mano subiendo y bajando por ella, se quitó de encima la sábana que la cubría, las bragas, mojó la yema del dedo corazón en la lengua y lo pasó por un labio vaginal, por el otro… Metió medio dedo dentro de la vagina recordando el cabezón de la polla, luego con el dedo mojado acarició el clítoris… Al rato, gemía en bajito para no despertar a sus tres hermanos y a sus padres. Se puso boca abajo, metió una mano por debajo de su cuerpo y se siguió acariciando el clítoris.
Después metió dos dedos dentro de la vagina y volvió a recordar la polla con su gran cabezón. Su bello culo se movía al compás de los dedos. Al rato se volvió a poner boca arriba. Chupó los dedos y se quitó la combinación. Sus tetas grandes con areolas oscuras y pezones generosos quedaron al aire. Mojó dos dedos en la lengua y acarició con ellos los duros y erectos pezones, después se amasó las tetas un par de minutos. Pasó un dedo por la raja y le salió empapado, lo chupó. Luego metió tres dedos dentro del coño y se lo folló… Lo folló con tres dedos para atenuar el sonido del chapoteo que hacían los dos dedos.
Luego cogió la almohada, la llevó a la boca y la mordió. Con los tres dedos dentro de su coño y otros dos volando sobre su clítoris se corrió retorciéndose y ahogando sus gemidos de placer en la almohada e imaginando que aquella enorme polla entraba en su coño y se lo llenaba de leche.
Al acabar se chupó los dedos pringados de jugos, se vistió, se lavó y fue a desayunar.
Mientras se calentaba el caldo, metió en un hatillo la tortilla de patatas que hiciera la noche anterior, un trozo de pan de bolla casero y una botella de vino tinto que llenó sacándolo de un garrafón y poniendo sobre ella un embudo.
Después de desayunar cogió el hatillo y fue a la cuadra de las cabras, les abrió la puerta y se fue con ellas al monte. Al estar a unos cien metros miró para atrás y vio su casa, una casa de piedra, sin revestir donde dormían sus hermanos y sus padres. Era la puta Cenicienta y lo sabía, y lo peor es que también sabía que para ella no habría príncipe salvador.
Hasta el coño
-¡Estoy hasta el coño, Pedro! Papá es un hijo puta maltratador, mamá es una borracha por su culpa y Juan y Lucas no hacen más que meterme mano. Me voy a ir del pueblo.
Pedro, el hermano bueno de Sonia, que fuera a hacerle compañía mientras apastaba las cabras, estaba sentado a su lado bajó un roble, le dijo:
-Para irte de aquí necesitas dinero y no lo tienes.
Sonia miró a su hermano a los ojos, se echó el cabello hacia atrás con las manos y echó pecho fuera.
-¿Tú crees que valdría para puta? -le preguntó.
Sonia valdría para puta y para puta de lujo también, aunque se tendría que quitar de encima su vestido azul desteñido, las zapatillas con ventilación y ponerse unas ropas acordes con su metro setenta de estatura, sus gordas y duras tetas, sus anchas caderas y su culo redondo y prieto.
-¡No sabes lo que dices!
-Sí que lo sé. Podrías hablar con don Basilio. Ese paga bien por follar. Sería una sola vez
-¡No me jodas, Sonia! Si casi le meto unas hostias al viejo cuando me dijo que me daba mil pesetas si te convencía para follar con él por dinero.
-Por eso te pido que le digas que si paga bien follo con él.
-¡Estás loca! -le dijo mientras se iba.
-Es mejor ser puta que esclava, Pedro.
-¡Estás loca, Sonia, estás loca!
Fiesta en casa.
Esa noche había fiesta en el pueblo de al lado. Los padres de Sonia se fueran a emborrachar y Juan y Lucas se fueran con sus novias. Sonia, desnuda, salió de su habitación y fue a la cocina donde Pedro jugaba al solitario mientras se tomaba un vino. Al verla se quedó boquiabierto. Sonia tenía un polvo brutal.
-¿Quieres comer mi coño, hermanito? -le dijo con voz seductora.
Se le acercó y le puso una teta en la boca, Pedro mamó tímidamente al principio y poco después le devoraba las tetas con lujuria. Sonia se subió sobre la mesa, se echó, abrió las piernas y le puso el coño mojado a su disposición. Pedro nunca había comido un coño y no sabía qué hacer, así que quitó la polla dura cómo una piedra, tiro por su hermana, la levantó por la cintura y se la metió, con dificultad, ya que era la primera polla que entraba en su coño y entró apretadísima. Pedro la folló buscando correrse…
Pero por más caña que le daba no le venía, estaba tan acostumbrado a hacer pajas que meter y sacar en un coño, cómo que no le iba tanto… A Sonia sí que le iba, y de tanto ir el cántaro a la fuente encontró agua, el agua de su corrida. Entonces sí, se corrió, se corrió viendo a su hermana sacudiéndose y viendo cómo sus ojos hacían cómo un semáforo estropeado, cambiar de color continuamente. Pedro se corrió dentro de ella.
Al acabar, le dijo Sonia:
-Tienes que hablar con don Benito.
-¿Después de amarnos aún quieres ser puta?
-Puta por un día, así si me dejaste preñada tendré a quien echarle la culpa.
-¡Qué puta eres!
Sonia, sonriendo, le dijo:
-Ya nos vamos entendiendo.
La cubana y el viejo.
Pedro se había quedado al cuidado de las cabras. Al volver su hermana de su primera vez cómo puta le preguntó:
-¿Cómo te fue?
Sonia se sentó a su lado, sacó del sujetador diez billetes de mil pesetas, y le dijo:
-Me quiere para él solo. Me va a pagar 10.000 pesetas cada mes.
-Dijiste que iba a ser solo una vez.
-Pero no sabía que me podía hacer rica.
-¿Qué le hiciste para que quedara tan contento?
-¿Quieres que te cuente lo que tuve que hacer?
-Sí.
-Te lo contaré dándote tu recompensa.
Sonia se quitó las bragas, le abrió la bragueta a su hermano, que ya estaba empalmado, se sentó sobre la polla dándole la espalda para que nadie los sorprendiera, y con toda dentro del coño, le dijo:
-Al llamar a la puerta del pazo me abrió Caridad, una criada nueva. Es cubana, casi negra y tiene un cuerpo de escándalo. Ya sabía que iba. Me llevó a una habitación tan grande cómo nuestra casa. Tenía una bañera preparada con agua templada. Me dijo que me desnudara y me metiera dentro. Al estar dentro me enjabonó la espalda. Me besó con su enorme lengua cuando me enjabonó las tetas… Estaba tan cachonda que eche una mano al coño para masturbarme, necesitaba correrme -Sonia sintió latir la polla de su hermano dentro de su coño-. No te corras.
-No lo haré, tranquila, sigue contando.
-Caridad me dijo: "No te está permitido correrte, las putas no se corren", y la cabrona, después de decirlo y de mandar que me pusiera en pie en la bañera me comió las tetas y me lamió el coño con su enorme lengua, y eso no fue lo peor, lo peor fue aguantarme mientras me enjabonaba la pepita con pepe empalmado y el coño empapado de jugos. Me latía el coño cómo te late a ti ahora la polla. ¿Te vas a correr, Pedro?
-Aún no.
-Caridad me secó con una toalla y siguió besándome. Al secar mi coño de agua y de jugos no me corrí de puro milagro. Después me vistió con un vestido de novia, con unos zapatos blancos, preciosos, y con un velo que cubría mi cara. Creí que iba a hacer una entrada triunfal en la habitación de Basilio, pero estaba equivocada. Entré a gatas y con una zapatilla en la boca. Basilio estaba desnudo sentado en el borde de su cama. ¡Que birria de hombre! Estaba esquelético y tenía una polla pequeña y arrugada. Al llegar a su lado cogió la zapatilla que Caridad me pusiera en la boca, y me dijo:
-Bien venida a casa, Carmen.
Me acojoné un poco, Carmen cómo bien sabes era su mujer y está muerta. El vestido de novia debía ser de ella. No me dio tiempo a pensar más. Me puso un dedo en la barbilla e hizo que me levantara y me sentara a su lado, después se echó sobre mis rodillas y me dio la zapatilla.
-Castígame por engañarte con otras.
El viejo estaba loco, pero yo iba a lo que iba, le dije:
-Le voy a dar con poca fuerza que si le doy con fuerza lo rompo.
Caridad, que estaba desnuda, enseñando unas grandes tetas con areolas negras con pezones gordos cómo percebes y un coño rodeado de pelo negro rizado, cogió diez billetes de mil pesetas en un cajón y me dijo:
-Dale en las nalgas. Por cada vez que no le duela me quedo con un billete.
¡A tomar por culo! Si rompía que se jodiera. El primer zapatillazo que le metí con aquella zapatilla marrón con piso de goma negra hizo que el viejo chillara cómo un cerdo cuando lo están capando. Cuando Caridad me dio el último billete Basilio tenía el culo cómo si lo hubiera puesto en una parrilla. Al ponerse en pie le caía lagrimones por las mejillas pero la polla la tenía tiesa, y lo primero que hizo fue meterla en mi boca. Poco después, me dijo:
-Échate boca abajo sobre la cama.
Me eché con los billetes en la mano, el vejo se retiró y Caridad vino a mi lado. Con sus manazas separó mis nalgas. Su lengua lamió mi ojete tantas veces que a punto estuve de correrme, pero aguanté cómo una campeona. Luego el viejo puso su polla en la entrada del culo, y me dijo:
-Métela.
-Joder. ¿Sabes el dolor que se pasa cuando andas duro y un zurullo te queda atascado en el culo y no entra ni sale?
-Sé.
-Pues ese dolor sentí yo con la cabeza de su polla dentro de mi culo. Menos mal que Caridad vino con un poco de aceite que cogió en el cajón de una cómoda y se lo echó en la polla, entonces sí, entonces al empujar entró toda. Pasado un tiempo Basilio la quitó del culo y la metió en mi coño… No tardó en correrse y yo me corrí cómo una loba.
-¡Me voy a correr, Sonia! -dijo Pedro.
Sonia se quitó de encima, le cogió la polla a su hermano, la metió en la boca y se tragó su leche.
-Sigue contando -dijo Pedro al acabar de correrse.
Sonia volvió a sentarse sobre la polla de su hermano. La volvió a meter hasta el fondo y siguió hablando.
-Caridad, al quitarse el viejo, me dio la vuelta, me subió el vestido y pasó su lengua por mi coño empapado. Tenía unas ganas locas de que me comiera también las tetas, pero aquel jodido vestido lo impedía. Iba a conformarme con que me comiera el coño, pero me había olvidado que la puta era yo. Caridad subió a la cama y me metió el coño en la boca. Era mi primer coño y no sabía qué hacer. Saqué la lengua y ya se encargó ella de meterla y sacarla de su coño, de frotar sus labios, su pepita y su pepe…
Al ratito sentí la lengua de Basilio en mi coño. ¡Cómo mamaba el puto viejo! Me lamía un labio, me lamía el otro, me follaba el coño con sus dedos al lamer mi pepita y mi pepe…. Tiempo después y sin avisar, Caridad, comenzó a correrse en mi boca, yo empecé a sentir que me corría… ¡Qué me corro, qué me corro, qué me corro! ¡¡Me corro en tu polla, Pedro!
Pedro sintió cómo su hermana moviendo el culo alrededor le bañaba la polla de jugos calentitos, y le decía:
-Me gusta ser puta.
La propina.
-Baja los pantalones y ponte a cuatro patas que te voy a dar la propina, Pedro -le dijo Sonia.
Pedro se puso a cuatro patas. Sonia, detrás de él le cogió la polla tiró para atrás y empezó a ordeñarlo mientras le lamía y le follaba el culo con la lengua.
Pedro no tardó en correrse en la mano de su hermana, que al ver salir la leche metió la polla en la boca y se tragó el resto de la leche de la corrida.
Sonia no es que se hiciera puta ese día, era puta de nacimiento.
Quique.