No soy de ir a reuniones de encuentros de exalumnos, pero esta sería una especial para mí. Mi querida amiga Claudia vendría de Estados Unidos por primera vez en siete años para un reencuentro que ella misma había planeado. Ella fue mi confidente y paño de lágrimas en la universidad. Sabía sobre mis aventuras y sobre mi amor platónico, esa chica que estaba a doscientos años luz de mí. Aunque éramos muy amigos, Claudia no hablaba mucho sobre su vida. Lo único que supe de su vida amorosa fue que perdió su virginidad con su novio de escuela superior, el cual siguió rondándola hasta graduarnos de universidad.
El día de la reunión la fui a buscar al aeropuerto y casi no la reconocí cuando llegó. Aquella chica flaquita, tímida y con aspecto de chica que solo vivía para estudiar se había convertido en una mujer sofisticada, segura, que jamás pasaría por desapercibida en ningún lugar. Yo al igual que ella había evolucionado también. Ya no era el chico roquero de pelo largo y extremadamente despistado. Me había convertido en un exitoso abogado con porte de modelo de revista, pero sin los abdominales que usualmente estos tienen. Como era el mismo día de la reunión me pidió que la llevara al hotel para dejar su equipaje y luego la llevara al bar donde sería la actividad para terminar con los detalles de esta. Al llegar pude notar que solo había reservado una mesa. Esto causo mucha curiosidad pues esperaba que fuera un grupo más grande. Me aclaro que en la universidad ella no tenía muchos amigos y que solo sería yo y alguien más que había invitado.
Tomamos unos tragos hasta que llego la otra persona. Me sorprendió ver que era Michelle, mi amor platónico. Estaba tan bella como siempre, parecía que el tiempo no había pasado. Mi corazón empezó a palpitar y me dieron las tan trilladas maripositas en el estómago al verla. Resulta que Michelle fue empleada de Claudia hacía unos años y se habían hecho buenas amigas. Michelle sabía más de mí por Claudia en sus años de trabajo que lo que yo pude lograr compartir en la universidad. Claudia le había contado que yo vivía loco por ella y quería conocerme mejor. Aparentemente no fui tan invisible para ella después de todo pues luego me enteré de que yo le gustaba a ella también. Ya veía que mi gran amiga tenía planes de cupido y a mí no me molestaba su intensión.
Cenamos y bebimos hasta que nos indicaron que ya teníamos que pagar la cuenta pues había cerrado el negocio. Como la estábamos pasando tan bien decidimos irnos a bailar a una discoteca que estaba cerca del hotel donde Claudia se estaría quedando. Bailamos los tres como si fuéramos los mejores amigos de toda la vida. Ambas recibieron invitaciones de otras personas en la disco para bailar, pero prefirieron quedarse en nuestro cerrado circulo. Los tragos siguieron pasando y la distancia fue acortándose. Pronto me encontraba bailando en medio de dos bellas mujeres al ritmo de música electrónica muy sensual. Claudia estaba bailando detrás de mí cuando me dijo al oído besara a Michelle. Le dije que no quería hacerlo allí frente a ella para que no se sintiera fuera de grupo. Ella me contesto que lo hiciera que ella estaba allí por una misión, esta era juntarnos. Ella se iría a la barra a buscar tragos y yo debía hacer mi movida.
Al quedarnos solo, Michelle se sintió invitada a bailar más pegados. Así ella y yo abrazados, mirándonos a los ojos bailamos hasta que la cercanía de nuestras bocas hizo lo inevitable. Nos besamos casi tiernamente. La timidez se apodero de mí en ese momento. Tenía a mi amor platónico entre mis brazos y ni en mis más locas fantasías había imaginado algo similar. No desperdicie mi tiempo y la bese nuevamente, pero esta vez demostrándole la pasión que acumule con los años. Cuando nos separamos pudimos notar que Claudia estaba a nuestro lado con los tres tragos y una sonrisa que denotaba satisfacción. Había logrado regalarme una de las cosas que más había deseado en la vida. La sonrisa fue interrumpida por un movimiento brusco que hizo que derramara los tragos sobre la ropa de Michelle. Era una chica ebria que había perdido el balance y había aterrizado sobre Claudia. Demás está decir que aquel evento cambio el ánimo de Michelle pues se le había manchado su fino vestido blanco. Ella quería golpear a la intoxicada chica, pero pronto entendió que fue un evento desafortunado. Como toda mujer vanidosa, pidió que nos fuéramos pues no quería ser vista con aquel desastre en su traje. Claudia sugirió ir a su cuarto pues tenía ropa adicional que le podía prestar.
Caminamos hacia el hotel y yo era el centro de atención del área pues iba agarrado de manos con dos bellas damas. Al llegar al cuarto Claudia sugirió abrir el minibar para seguir compartiendo. Aquel cuarto era una suite por lo tanto tenía una salita con sofá donde Claudia y yo esperamos a lo que Michelle se cambiaba. Una vez salió quede perplejo. Solo tenía una blusa, pero aún no tenía pantalón. Su panty blanco casi imperceptible al ojo revelo el cuerpo que tanto había deseado. Al parecer sus caderas no cabían en el pantalón que le habían prestado y prefirió dar el mensaje en persona para que yo la notara. Le dije que su trago estaba servido que nos hiciera compañía y así lo hizo. Nos reímos y hablamos de nuestro pasado cuando Michelle nos preguntó que, siendo tan cercanos, si nunca paso nada entre Claudia y yo. Yo le dije que éramos muy cercanos para eso, pero Claudia le dijo que yo nunca la había notado como mujer. Esa contestación me dejo confundido pues no era del todo cierto. Yo siempre la encontré linda pero nuestra amistad estaba primero.
Michelle hizo la observación que en la disco había notado cierta química que no es normal entre mejores amigos. Yo lo había notado, pero se lo atribuía al alcohol. Me lanzo un reto de besar a Claudia para ver que reacción tendría. Mire a Claudia y está mirando pícaramente accedió a la prueba. Casi dirigidos de la mano de Michelle finalmente nos besamos. La sensación fue diferente a la que había tenido antes esa noche. Se sintió natural, como si nos conociéramos en esa faena de años. Los dos sabíamos que hacer con la boca del otro. Fue un beso perfecto que hizo lo que el de Michelle no logro, excitarme. Ella era mi mejor amiga de años y ahora era la mujer que mejor me había besado en toda mi vida. Ese beso fue seguido por varios, casi se nos olvida que Michelle compartía el sofá con nosotros. Una vez nos separamos Claudia me dice que la intención era que lo hiciera con Michelle y no ella. Me sentí casi regañado y procedí a besar a Michelle. Sin planearlo estaba compartiendo besos con dos mujeres bellas y ellas no tenían ninguna objeción con ello.
Entre besos quite la blusa prestada que tenía Michelle. No tenía sostén así que rápido jugué con su pecho. Lamia sus pezones mientras alternaba con besos. Al mismo tiempo sentí que Claudia desabrochaba mi pantalón dejando al descubierto mi erecto miembro. Comenzó a masajearlo con una mano mientras con la otra mano me agarro mi cara, demandando atención. La bese y fue Michelle quien tomó el mando de mi miembro, pero esta vez con su boca. Estaba allí compartiendo mi cuerpo con Michelle, pero mi atención la tenía Claudia. Procedí a desvestirla, primero la parte de arriba. Como no podía moverme por lo que hacía Michelle, fue Claudia quien puso sus pequeños pero duros senos en mi boca. La agarraba por la cintura y la apretaba sobre mí. Quité su pantalón como pude y su panty también.
Al poco tiempo sentí que Michelle me soltó. La mire alejarse del sofá mientras me decía que ese no era su momento. Ese era el momento de Claudia y no quería quitárselo. Claudia le dijo que no le molestaba, pero ella insistió en dejarnos solos. Realmente no se fue, solo se movió a otro mueble y observo silenciosamente nuestra excitante escena. Claudia no perdió tiempo y se terminó de trepar sobre mí. Mirándome fijo sin pestañar agarro mi miembro y se dejó caer sobre él. Ambos soltamos un gemido al unísono. Ella cerró sus ojos y comenzó a moverse sobre mí como desnudista profesional. Yo chupaba sus senos y mordía su cuello. En la lejanía pude percibir un tercer sonido. Era Michelle que no resistió la escena y decidió jugar consigo. Esto me encendió más aun y se lo hice saber a Claudia con mis penetraciones. La tomé por la cintura y la recosté boca arriba. Baje a explorar su sabor con mi boca. Me bebí sus jugos una vez la llevé al orgasmo. Me pidió casi rogando que la penetrara nuevamente. Me recosté sobre ella y la penetre como misionero lujurioso hasta que termine descargando todo mi deseo en su vientre. Nos miramos casi pasmados por lo que había ocurrido. Le había hecho el amor a mi mejor amiga y me gustaba el hecho.
Un grito de placer interrumpió el momento. Era Michelle que estaba a punto de terminar. Se contoneaba a la vez que jugaba casi abusivamente con su humanidad. Nos quedamos abrazados mirando como nuestra cómplice lograba emular lo que habíamos hecho segundos antes.
Así los tres nos vestimos y hablamos del suceso. Resulta que el plan era claro. Claudia quería cumplir un negocio inconcluso conmigo a la vez que quería que yo completara el mío. Ellas tenían un plan entre sí y se había cumplido una parte. Claudia se fue dos días después, nuestra amistad nunca fue igual. Había mutado a algo más íntimo.
Con Michelle fue otra cosa. Al salir esa noche la lleve a su apartamento donde hicimos el amor por seis horas corridas. Claudia lo supo al momento pues la llamamos para que nos escuchara. Esta vez fue ella quien tuvo el momento a solas. Salí con Michelle hasta formalizar una relación. Jamás voy a olvidar esa noche. Tuve lo mejor de los dos mundos y los dos mundos me tuvieron a mí.