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̶ ¿Por qué hace esto?  ̶ me pregunta.

Y es que todos preguntan exactamente lo mismo. No es la primera vez que hago esto, ni mucho menos, pero con este hombre sí. Y siempre llega esa pregunta. Con todos. Nadie se libra.

̶ ¿Vas a rescatarme?  ̶ contesto.

̶ Yo te lo daría todo. Te haría…

̶ A lo mejor es lo que quiero  ̶ interrumpo su discurso de machito protector ̶. ¿No lo has pensado? Quizá me gusta hacer esto… Me pone cachonda… Me moja como a una perra en celo…

Mi tono provocador, mis gestos, mi mirada, hacen que su polla se estremezca bajo su ropa, olvidándose por completo de su lado principesco, un héroe salvador, y dejando salir al degenerado que llevan todos dentro, al putero que todos ellos son.

Ambos estamos sentados en el sofá de su salón cuando se acerca a mí y levanto mi mano para detenerlo. Lo hace. Buen chico.

̶ Antes… ya sabes.

̶ Por supuesto  ̶dice, ya sin aires de protagonista de cine. Ahora, interpretando al villano.

Se levanta al instante y camina hacia un buffet. Abre uno de los cajones, del cual saca un pequeño fajo de billetes. Vuelve a sentarse, esta vez más cerca de mí.

̶ Aquí tiene, señorita  ̶ dice el putero, con suma arrogancia, al colocar el dinero sobre la mesita de centro.

Lo cuento. Está todo. Miro mi pequeño bolso unos segundos. Después, lo alcanzo para guardar el pago de nuestro ignorante títere.

Me incorporo y camino hacia el antiguo tocadiscos para subir el volumen de la música. Prince. Aunque ni idea del nombre de la canción. Se cree sofisticado…

Me acerco a él, sensual. Erótica. Bailo. Me acaricio. Desabrocho un botón de mi blusa. Después, otro. Y otro. Dejo a la vista el color rojo de lo que parece un sujetador. Bajo la cremallera de mi falda, dejando que se deslice por mis piernas hasta caer sobre la alfombra y mostrando mis braguitas rojas transparentes, con ligueros y medias a juego. Último botón de mi blusa. La abro. La dejo caer. Luego suspira. Suspira al descubrir que llevo uno de esos sujetadores que no cubren mis pechos, sino que los levanta, dejando a la vista mis erizados pezones.

La boca le hace agua. Embobado. Hipnotizado por mis enormes tetas naturales. Y ya se adivina el tamaño de su polla, prisionera bajo su ropa.

Me acerco a él, gateando. Soy una felina insaciable, capaz de cualquier cosa para satisfacer a mi hombre.

Él se deja hacer cuando desabrocho su cinturón. El botón de su pantalón. Su cremallera. Y bajo su calzón de diseño italiano mostrando su polla algo más que morcillona, para después sujetarla entre mis dedos. Juego con ella. La acaricio. Y solo me lleva unos segundos cuando consigo que la tenga dura como un pepino. Entonces, levanta su trasero a modo de ayuda cuando le estoy bajando el pantalón, quedando completamente liberado.

Deslizo mi lengua, desde sus testículos colganderos hasta su glande rojizo, ya húmedo por sus fluidos y descapuchado por su erección. Abrazo su punta hinchada con mis labios, para comenzar a deslizarlos a lo largo de su polla, llegando a introducirla hasta llegar a mi garganta. Y resopla. Resopla de placer. Se retuerce en su sofá cada vez que engullo su fallo, apretando con mis labios, acariciándolo con mi lengua.

Unos minutos más tarde, no puede más. Necesita que me lo folle.

̶ Mejor vayamos al dormitorio  ̶ comenta ̶. Estaremos mucho más cómodos.

Sonrío. Asiento. Y nos incorporamos para dirigirnos a lo que serán unos minutos inolvidables para él.

̶ Espera. Mi bolso.

Lo necesito cerca. Expectante. Sin él, nada de esto tendría sentido.

Manuel, nuestro chofer, se encarga de llevarme de nuevo a casa. Adoro este auto. El Audi Q8 es de lo más cómodo y espacioso. Incluso para follar en él.

Un par de curvas y llegamos frente a la verja de casa, en Sitges, a las afueras de la ciudad de Barcelona. Éstas se abren y el vehículo entra por el camino de piedrecitas. Bordea la fuente de las Diosas, y se detiene ante la entrada de la espectacular mansión.

̶ Señora…  ̶ dice Manuel, abriéndome la puerta del Audi.

̶ Gracias, Manuel.

̶ ¿Necesita algo más la Señora?  ̶ me pregunta, educado como de costumbre.

̶ No, Manuel. Puedes ir a descansar  ̶ le sonrío ̶. Disfruta de tu fin de semana libre.

̶ Lo haré, Señora. Muchas gracias, Señora.

Abro la puerta con mis llaves. Entro en casa. La iluminación tenue de su interior me advierte de lo que sucederá en un rato. Se ha convertido en una liturgia. Un juego al que nos hemos aficionado.

La música me indica de su presencia en el salón principal, y hacia allá me dirijo. Lo encuentro tocando. Acariciando las teclas de nuestro piano de cola Kawai Shigeru e interpretando una de las cinéfilas melodías de Hans Zimmer.

̶ Qué peliculero eres  ̶ le digo, recostándome en el piano.

Él sonríe. Sigue tocando. Se cree un tal Grey. Pero no lo es. Sus juegos superan con creces a ese ficticio pelele.

̶ ¿Nos damos un baño?  ̶ me pregunta. Lo cual, asiento, encantada.

Y deja de tocar, para sujetar mis manos y arrastrarme hacia él. Me besa. Me besa apasionadamente. Y me mojo. Mojo mi coño al pensar en nuestras cosas. Nuestras fantasías. Nuestros juegos… Hoy, tendremos guerra.

El agua del jacuzzi está perfecta, aunque quizá me he pasado con la espuma. La música ambiental. La iluminación. Todo es perfecto. Logro ver a mi marido a través de la pantalla de cristal que divide la zona de relax con nuestro dormitorio. Se quita su camisa. Sus zapatos. Su pantalón. Su ropa interior… Y lo miro, desnudo. Me encanta. Su cuerpo depilado, aunque con un erótico matojo sobre su preciosa polla.

Pulsando un botón del mando, surge del mueble una pantalla de 55 pulgadas. Conecta el USB. Pulsa reproducir.

̶ ¿Qué tal ha ido?  ̶ pregunta, curioso, entrando en el agua burbujeante.

̶ Ah… Impaciente…  ̶ contesto, burlona.

Mi esposo es cofundador y presidente de una conocida multinacional. Diseñan y fabrican distintos tipos de microchips para el sector automovilístico, aunque en pocos meses iniciarán un nuevo proyecto enfocado a la domótica en viviendas. Un cerebrito, vamos. Un cerebrito con cuerpo de Adonis y fantasías oscuras.

Miquel Jardí. Así se llama el hombre que acabo de visitar. Es ingeniero en domótica y potencial candidato a liderar el último proyecto de mi marido. Aunque tiene un gusto nulo en cuanto a arte, decoración o ropa, es otro cerebro en su campo. Si no, no lo habría escogido para ello.

Y no. El Señor Jardí no sabe que soy la esposa de su futuro jefe. Solo cree que soy una vulgar puta, aunque de las caras. ¿Escort, se dice? Bueno, puta al fin y al cabo. Ya estoy ansiosa por organizar una de nuestras fiestas e invitarlo. La cara que ponen cuando descubren que soy la mujer del dueño de sus almas… No tiene precio.

̶ Pero, ¿te trató bien?  ̶ insiste en averiguar.

̶ Sssht… Ahora lo verás…  ̶ susurro posando mi dedo índice en sus labios.

Parece increíble que la grabación de alta definición proceda de una cámara tan diminuta. La pega es que mi bolso tiene que estar siempre cerca y en posición para cubrir un buen plano, y eso puede provocar sospechas. Aunque las imágenes son siempre para nuestra intimidad. No deben saberlo nunca. Son únicamente para nuestros juegos…

Y se excita. Lo veo en su rostro, mirando atento la escena. Acaricio su muslo bajo la espuma. Rozo su polla con mis deditos cuando, en el televisor, introduzco la del Sr. Jardí en mi boca para comenzar a lamérsela.

̶ Mmm…  ̶ suspira mi hombre, cerrando sus ojos al acariciar su polla erecta.

̶ Te gusta eh…  ̶ le susurro al oído ̶. ¿Ves lo que hace para ti la puta de tu mujer?

Su mano agarra el interior de mi muslo. Abro mis piernas para facilitar su camino y la desliza hasta rozar mi botón mágico. Y se entretiene con ello. Lo acaricia. Juega con él. Y me estremezco.

Cómo le gusta jugar con sus marionetas. Para el Sr. Jardí solo soy una prostituta recomendada por mi marido. Lleva poco tiempo en Barcelona, así que le hizo entrega de una de las tarjetas de nuestra empresa ficticia “La doncella”, por si se sentía solo y necesitaba compañía… y un buen polvo. A mi hombre le excita verme con otros hombres. Con los que él decide. Siempre él decide. Y a mí me excita que le excite. ¿El tema del dinero? Es evidente que no nos hace falta, pero nuestro juego caería por su propio peso de no cobrar por el “trabajo”. Introducimos ese dinero en el interior de un jarrón barato que exponemos en nuestro salón, como si este fuera un objeto de enorme valor. Y para nosotros lo tiene. Es especial. Y nuestros invitados lo admiran como si fuera una valiosa obra de la antigua China. Putos ignorantes estirados. El día de nuestro aniversario lo rompemos y al día siguiente volvemos a comenzar. El pasado año recaudamos más de 20.000€, los cuales destinamos íntegramente a una fundación que lucha contra la explotación infantil en el tercer mundo. Este año andamos muy fogosos. Superaremos esa cantidad.

Nos masturbamos mutuamente en nuestro jacuzzi cuando, en las imágenes, nos levantamos el Sr. Jardí y yo para dirigirnos a su dormitorio.

Me asiento sobre mi marido, clavándome su polla de una estacada y comienzo a mover las caderas, replicando la manera en la que me follo al Sr Jardí. Primero, muy despacito. Y acelero el ritmo a medida que siento su polla más y más gorda en mi coño hambriento. Él agarra mis caderas, intentando perforarme entera, sin dejar fuera un solo centímetro de su taladro percutor. Y acelero. Acelero tanto que comienza a caer agua y espuma al suelo de mármol.

̶ ¡Aaaah!  ̶ grito de gusto.

̶ Te gustan las pollas… ¿verdad, puta?  ̶ susurra, excitado.

̶ Me gustan las pollas…  ̶ pronuncio entre gemidos.

̶ No te escucho…  ̶ susurra.

̶ ¡Me gustan las pollas! ¡Aaaah!  ̶ exclamo, fuera de todo control.

̶ ¿Qué eres…? Dímelo…

̶ Soy tu puta… Aaaah…  ̶ logro pronunciar ̶. ¡Soy tu puta!

Y grito a tiempo que me corro. Su polla me llena por completo y en ningún momento deja de penetrarme. Bien duro, como a mí me gusta ser follada. Y cuando ya han pasado unos segundos desde la corrida pusilánime del Sr. Jardí, me levanta como a una muñeca de trapo, haciéndome apoyar los brazos y mis pechos sobre borde del jacuzzi, ya con la mitad de agua, dejando bien alto y abierto mi culo para…

̶ ¡Aaaah!  ̶ grito tras clavarme toda su polla.

Me folla el culo de manera sobrehumana. Tan rápido y duro que ni en una porno. Soy toda suya. Su juguete.

̶ Dímelo…

Pero apenas le oigo decir nada.

̶ ¡Dímelo!  ̶ exclamo, esta vez.

̶ ¡Eres mi puta!  ̶ grita.

̶ ¡Soy tu puta! ¡Tu puta!

̶ Mi… Mi… Aaah ¡Aaa!

Siento un potente chorro caliente en mi interior. Su leche espesa conquista mi culo, entregándome a él por completo, ayudándole con mis últimos movimientos de cintura. Hasta su última gota de esencia me pertenece ahora. Y cae rendido por tal esfuerzo sobre mi espalda, sintiendo como su polla decrece aún dentro de mí.

Adoro las fiestas en casa. Es demasiado grande para estar siempre tan vacía. Éste es su hábitat natural: Buena música al piano, gente elegante y algún que otro famoso bebiendo cava, una pareja furtiva escondida en algunas de las habitaciones…

̶ … y hablando de la reina de la casa  ̶ comenta mi marido al acercarme. Luzco un vestido rosa de fiesta corto de Chanel, a juego con unos “Manolos”, y mi collar y pulsera Divas de Bvlgari. Tengo tan buen gusto…̶ Te presento al Sr. Jardí. Él se encargará de dirigir la nueva sección sobre…

La copa del Sr. Jardí estalla en minúsculos pedacitos de cristal tras estrellarse contra el suelo. Parece haber visto a un fantasma. Pálido como el culito de un bebé albino.

̶ ¿Se encuentra bien, Sr. Jardí?  ̶ pregunto, con mi delicada sonrisa de mujer sofisticada.

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