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Puesta a imaginar la quiero grande, gorda y dura
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Puestos a que nuestra imaginación vuele, volemos.

Y puesta a volar hoy quiero que seas tú quien vuele conmigo y me hagas el amor.

Y el vuelo me lleva a esa gran ciudad donde siempre hay algo que hacer, donde por casualidad tú y yo nos encontramos esperando un taxi a la salida de un hotel, yo dispuesta a pasar una velada maravillosa con mi marido, un marido que suele estar de reunión en reunión dejándome continuamente sola, imaginemos que estoy de pie esperando en la parada del taxi y suena el móvil, no es una llamada, es un mensaje,

Puestos a imaginar, imaginemos que lo guardo malhumorada, decepcionada y enfadada en mi bolso y pienso, "otra vez sola en esta ciudad", otra vez que vuelvo sola a la habitación del hotel mientras me pregunto, ¿Por qué me molesto y me pongo tan guapa para él?

La velada que iba a maravillosa, disfrutando junto al hombre que amaba y con el que me case ya hace unos años antes de que él se casara con su trabajo, la velada que se presentaba realmente deliciosa a primera hora de la mañana, a la que me iba a llevar a la ópera y a cenar en un lujoso restaurante y luego, más tarde, ya en la habitación del hotel…

Llevaba toda la tarde arreglándome para él, para que me viera guapa y que presumiera de mujer, horas de peluquería y de manicura, de maquillaje delante del espejo, esa noche que él me había prometido tan especial y para la que me compre un vestido de color rojo que favorecía tanto mi figura, un vestido casi palabra de honor con una abertura en la falda que subía desde mi tobillo hasta casi más haya de mis muslos dejando ver una de mis piernas y lo mejor de todo, la lencería que había escogido con cuidado para esa noche, a todo eso lo acompañaba un pequeño bolso a juego y unas sandalias de tacón, pero ahora, ahora todo iba a volver al armario hasta que tú, te fijaste en mí.

Puestos a imaginar, imaginemos que salías por la puerta del hotel dispuesto a coger un taxi no se sabe dónde, cuando viste allí a una mujer vestida de rojo con los labios carnosos del mismo color que el vestido y radiante de felicidad, un segundo nada más apartaste la mirada y de pronto en un momento todo aquello desapareció ante ti, el vestido se volvió oscuro al igual que el ánimo de aquella mujer, una mujer nuevamente decepcionada por una llamada, por un mensaje.

Puestos a imaginar, imaginemos que muy caballerosamente te interesaste por mí cuando mis lágrimas asomaban al atardecer de aquel día y tú, tu muy amable me ofreciste para acompañarme por aquella ciudad, no a la ópera, no al restaurante lujoso pero si a pasear, si a cenar y a reír por las callejuelas escondidas de la ciudad, me estabas ofreciendo una velada menos lujosa pero más bohemia.

Puestos a imaginar, imaginemos que al salir de una de aquellas cantinas en las que comimos, reímos y nos miramos, de una de aquellas no importa cuál me cogiste de la cintura y yo te lo permití, la gente nos miraba al vernos pasar, miraba a dos extraños que iban agarrados por su cintura hablando y riendo olvidando todo lo anterior y encima de ellos como un haz de luz, como la de un foco que les ilumina en su caminar, ven como dos extraños parados en la calle uno frente al otro, mirándose en la mitad de la noche empiezan a besarse.

Puestos a imaginar, imaginemos que los focos caen y ahora la iluminación escasa por las tenues farolas de las calles estrechas por las que discurríamos nos oculta de miradas indiscretas y en una esquina no más allá de aquel primer beso, en lo más oscuro de la calle apoyada en la pared yo siento tus besos sobre mi cuello y deseo y espero que tus manos acaricien mi cuerpo por encima de mi vestido, siento tu cuerpo abrazarse al mío, siento tu mano deslizarse furtivamente aprovechando la abertura de mi vestido buscando mi sexo, apretando mi vulva por encima de mi tanga y sintiendo la humedad en tus dedos.

Puestos a imaginar, imaginemos un taxi de vuelta al hotel, mi marido espera en la suite presidencial del último piso en el ático, ante mí una decisión difícil, quedarme en el cuarto piso o subir al ático, en el ascensor los últimos besos y las últimas caricias cuando la llave abre la puerta, entro con lágrimas en los ojos, voy directa a la ventana para ver la ciudad en su noche más oscura casi sin luna y sobre la mesa una tarjeta.

Habitación 420, cuarto piso.

Puestos a imaginar, imaginemos que decido quedarme contigo esa noche, decido dejar que me poseas haciéndome tuya mientras mi marido espera y duerme unos pisos más arriba, la ciudad ante mí, sintiendo tu aliento en mi nuca, mi respiración se dispara y mi corazón parece salirse de mi pecho cuando empiezas abrazarme por detrás, tus manos rodeando mi cintura y tus labios besando mis hombros desnudos.

Nos vemos reflejados en el cristal y empiezas a desabrocharme la cremallera de mi vestido, mi vestido rojo cae al suelo ayudado por tus manos, no llevo más, solo mi tanga y mis sandalias de tacón sobre mi cuerpo, uno y dos pasos y ya no hay nada que me una al vestido, ahora mis pechos son tuyos y los acaricias suavemente, podría haber sido mi marido el que estuviera conmigo en esa situación pero no, yo decidí que fueras tú, un desconocido hasta hace poco.

Tus dedos van acariciando mis brazos desde mis hombros hasta mis manos uniendo al final nuestros dedos, haciendo que mi cuerpo se estremezca y siento como acaricias mi vientre y recorres la goma de mi tanga, metiendo poco a poco tu mano por debajo de ella hasta llegar a mis labios humedecidos, tus dedos recorren mi vulva y sacándolos me das a probar el néctar de mis labios.

La excitación de ambos va en aumento, me giras y nos empezamos a besar nuevamente, nuestras leguas profundizan dentro de nosotros y empiezo a desabrochar tu camisa pasando mis dedos por tu pecho acariciando tus músculos bien definidos y me imagino tan excitada como lo estoy ahora escribiendo este relato para ti.

Tus pantalones han desaparecido y tengo entre mis manos tu pene a la altura de mi cara que poco a poco voy metiendo en mi boca, empapándolo con mi saliva a la vez que mis manos siguen acariciándote tus abdominales, mis labios dejan entrar y salir tu pene produciéndote gran placer, mi lengua la empieza a recorrer entera, desde tus testículos acariciados por mis manos hasta tu glande, lamiéndola por un lado y por otro como si fuera un helado y al final bien repasada se vuelve a meter hasta mi garganta y ahora te imagino tan excitado leyendo estas líneas que te imagino como me levantas y bruscamente me apoyas en el frío cristal del ventanal.

Puestos a imaginar, imagino que puedo sentir el cristal frío en mi espalda cuando mi interior arde, siento como recorres con tus manos mi cuerpo, como las yemas de tus dedos dibujan y delinean mis curvas, mi vagina se llena de flujo para que puedas entrar suavemente, para que tu pene así como estás pensando ahora penetre dentro de mi cuerpo, que lo sientas abrazado por mi vagina que le da la bienvenida y así me imagino como apartándome el tanga hacia un lado y levantándome una pierna, allí de pie apoyada en el frío cristal con mis sandalias de tacón me empiezas a follar.

Ya no me imagino porque ahora te siento dentro de mí, como tu pene entra y sale de mi vagina y como los jadeos se extinguen y gemidos aparecen por vez, te siento, te abrazo y no quiero soltarte porque quiero ser tuya esta noche, mis nalgas presionan el cristal cada vez que entras dentro de mí y a la vez que mis besos te devoran.

Me coges en brazos y sin sacar la espada de la vaina me tumbas en la cama, mis piernas abiertas para ti, tu avance dentro de mi vagina es cada vez más profundo, pero hay un detalle que hemos olvidado, algo que hemos postergado demasiado tiempo, la excitación y la pasión no han permitido que te pongas un preservativo… pero eso ahora ya… eso ya no nos impide continuar.

Empezamos a gemir a gritar y molestar a nuestros vecinos, el colchón se hunde cada vez que me penetras y yo estoy a punto de recibir tu preciado líquido y tú que navegas en mi interior esperas una tempestad, no quiero imaginar, quiero sentir el orgasmo junto a ti, quiero que tu semen salga al encuentro de mis flujos y que se unan igual que nuestros sexos.

No quiero imaginar, quiero sentir tu lado tu cuerpo abrazándome porque quiero arañar tu espalda en el momento que arqueo la mía y que mis piernas tiemblen y que mi respiración se acelere por que acabas de provocarme un orgasmo maravilloso y quiero sentir tus besos mientras nuestros cuerpos sudorosos descansan.

Un momento de descanso para quitarme el tanga y mis sandalias de tacón, un momento que me imagino apoyada en tu pecho jugueteando con tu bello, un momento para que mi mano acaricie tu pene y se reincorpore a la acción, nos imaginó allí tumbados en la cama yo sentada a horcajadas sobre ti con tu pene muy dentro de mi vagina, nos imaginó tumbados boca abajo los dos, tu cuerpo sobre el mío mientras me haces el amor, nos imaginó duchándonos juntos y volviéndome hacer el amor.

Puesta a imaginar, todo esto lo imagino contigo porque quiero imaginármelo contigo, mientras tengo ahora a mí chico durmiendo junto a mí en mi cama.

Puesta a imaginar y como no puedo contigo, voy a despertarle para que me haga el amor como tú me lo acabas de hacer y apague el fuego de mi interior.

Puesta a imaginar la quiero grande, dura y gorda como la he imaginado contigo.

Espero que hoy vuelvas a soñar e imaginar como yo contigo, te espero en este mundo y solo en este mundo donde estoy a tu lado, en tu cama y si me hacéis sentir… si lo haces… no dudes que lo sabré y te lo diré.

De todo corazón un enorme beso para ti.

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