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Provocando a dos hermanitas traviesas (2): Espiando
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Recomiendo leer antes la primera parte del relato (dejo el link al final de este relato).

Hasta donde le alcanzaba la memoria, Judith siempre tuvo complejo de inferioridad con Sara. No sólo se trataba de que su hermana mayor fuera mejor estudiante, tuviera más amigos y un éxito arrollador entre los chicos, sino que además envidiaba (y en secreto admiraba) ese cuerpo tan voluptuoso que tenía: esa melena y sus ojazos verdes, esas tetas tan generosas, que hacían babear allá por donde pasaba, y ese culazo carnoso y blandito, que daba ganas de agarrar incluso a ella.

No es que Judith estuviera mal ni mucho menos. Lucía una hermosa melena rizada de color castaño, con mechas rubias en las puntas, ojos color miel a juego con su peinado y un rostro agraciado que completaba una sonrisa de no haber roto un plato.

Tampoco tenía nada que envidiarle en cuanto a la delantera. Cierto es que sus tetas eran más pequeñas que las de Sara, pero aun así tenían un tamaño considerable y estaban incluso más enhiestas que las de su hermana. Y aunque tenía menos culazo, gracias a su afición al fitness lo tenía más duro y redondito que el de ella.

Judith no se daba cuenta de todos estos detalles y le costaba admitir que, en secreto, anhelaba tener unas tetas como las de su hermana (o quizás precisamente las de la misma Sara) para jugar con ellas y hacer travesuras, igual que con su culo.

Hacía poco que se había mudado con ella al piso de estudiantes, que sus padres alquilaron para tal fin en la capital de provincia, por motivos académicos. Su familia procedía de un pueblo valenciano demasiado lejos de la ciudad, por lo que no era práctico tomar el autobús o el tren dos veces al día, ida y vuelta, para acudir a las clases universitarias.

Y aunque la convivencia no era en absoluto problemática, justo al contrario, Judith sí que había empezado a notar ciertos cambios en Sara que no sabía cómo procesar.

Su hermana iba más ligera de ropa que de costumbre, incluso cuando todavía hacía algo de frío, aprovechando la libertad de vivir lejos del yugo familiar. Su familia tampoco es que fuera excesivamente estricta, pero Sara aprovechaba la ausencia de sus padres para lucir camisetas holgadas peligrosamente cortas y escotadas, o simplemente pasearse por el piso en ropa interior o lencería.

Aún recordaba cierta conversación semanas atrás…

– ¡Tíaaa, que tienes las largas puestas! – le dijo

– ¿Eh? – la miró Sara sin entender

– Que vas marcando todo… ¡en la camiseta!

– ¡Ahhh! Jajaja. Es que aún hace un poco de frío… ¡menos mal que se acerca el veranito! – celebró Sara

– Tía, pues tápate un poco hasta que haga más calor…

– Es que me gusta ir así de suelta y cómoda por casa, aprovechando que los papis no están.

– No, si ya me doy cuenta… yo lo digo no te vayas a resfriar. – respondió Judith a regañadientes

– ¡Naaah, estoy bien así! Ya sabes lo cómodo que es no llevar nada debajo…

– ¿Cómo que nada? – Judith la miró sorprendida

– Nada de nada… – dijo Sara sugerente mientras se subía la camiseta para dar una visión fugaz del sexo depilado a su hermana

– ¡Alaaaaa, pero serás guarra tía! – dijo Judith avergonzada, mientras se tapaba la boca aguantando una risa nerviosa

– ¿Qué pasa? Me gusta llevarlo fresquito y al aire, ahora que podemos.

– Ya veo, ya… – y vaya si vio, Judith no pudo apartar la mirada mientras Sara se alejaba por el pasillo meneando su apetitoso culo

Y es que Judith se quedaba embobada viendo perderse el hilo del tanga entre los generosos glúteos de su hermana, en caso de que llevara uno puesto ya que sino Sara le daba una vista privilegiada de su sensual culo desnudo. También se quedaba mirando las tetas de su hermana cada vez que ésta no la miraba, deleitándose en cada detalle. Y es que Judith nunca se había fijado especialmente en las chicas… pero eso estaba a punto de cambiar.

Un par de semanas después, Judith tocó suavemente a la puerta de su dormitorio, aún era temprano, pero tanto ella como su hermana debían prepararse y desayunar para ir a clase, se acercaban los exámenes finales. Estaba acostumbrada a despertar a su hermana, pero esta vez Sara no respondió.

Tomó el pomo de la puerta, la abrió lentamente y justo iba a llamarla otra vez cuando descubrió que Sara estaba completamente desnuda en la cama. Se acercó varios pasos, sin hacer ruido, y comprobó que sus pezones estaban duros… tal vez por la brisa que se colaba por la ventana.

Pero lo que más atrajo su mirada fue el sexo de Sara, sin un solo vello. Se subió a los pies de la cama muy lentamente con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco, y se acercó para contemplar de cerca, por primera vez, la rajita y los labios de su hermana… a apenas dos palmos de ella.

Lo miró con intensidad y de repente le dio mucha hambre, le dieron muchísimas ganas de comérselo… se imaginó a sí misma acercando la boca y hundiendo la lengua en su coñito, deslizarla arriba y abajo, provocar que su hermana despertara mientras se lo comía… y sentir cómo Sara enredaba las manos en su nuca mientras se lo daba de comer ya despierta, susurrando su nombre: “Judith, Judith, qué me haces…”

Mientras no dejaba de pensar en eso, Judith acercó su boca a apenas unos centímetros del coñito de su hermana, ya casi tenía decidido hacerlo y sacó la lengua para recorrer los centímetros finales y hundir su boca en tan deseada gruta. Pero justo cuando estaba a punto de deslizar la punta de la lengua entre sus labios, Sara se removió en sueños.

Judith se asustó y se arrepintió en el último instante, recorrió de puntillas el trecho que quedaba hasta la puerta y la cerró suavemente sin hacer ningún ruido. Trató de recuperar la compostura y una vez se calmó, llamó más fuerte a la puerta para esta vez sí despertar a su hermana.

– ¡Gordaaa, despierta que vamos a llegar tarde! – la llamó cariñosamente

– ¡Hmmfff, ya voooy! – escuchó que decía Sara mientras se desperezaba

– ¿Voy preparando el desayuno? – preguntó a su vez Judith

– No, yo me encargo del desayuno. ¡Tú vete duchando que luego te tardas media hora! – refunfuñó Sara

– ¡Está bien, buenos días!

Judith fue rápidamente a la ducha, y aprovechando que su hermana estaba preparando el desayuno, colocó la manguera del agua justo en el coñito, entre sus labios, y no pudo dejar de pensar en Sara acompañándola en la ducha de rodillas, dándoselo de comer y acabando en su boca, mientras le temblaban las piernas.

Tras ese incidente todo fue con normalidad, hasta que Judith notó algo nuevo: desde hace apenas un par de días, Sara sonreía más que de costumbre, y cada vez que le preguntaba ésta le devolvía miradas evasivas y respuestas enigmáticas.

Así que Judith urdió un plan para descubrir a qué se debían tantas sonrisas, y qué es lo que hacía Sara últimamente, tantas horas encerrada en su habitación.

– Gorda, hoy no me esperes para cenar que voy a llegar muy tarde. Me voy a quedar estudiando en casa de una amiga. – inventó ella

– ¡Ok! No hay problema, yo estaré con mis cosas. – dijo descuidadamente Sara

– Cuídate mucho, nos vemos por la mañana.

– ¡Chaooo! – se despidió Sara mientras Judith cerraba la puerta del piso

Una parte del plan sí era cierta, puesto que había quedado con su amiga María para cenar y charlar un rato de sus vidas. No tenía intención alguna de quedarse estudiando, sino esperar el tiempo suficiente y regresar… solo que eso Sara no lo sabía.

Tras la cena y ponerse al día con María (decidió no contarle de momento sobre las escenas de la cama y el baño, le daba vergüenza confesárselo) decidió que ya había esperado bastante y puso rumbo a su casa, que quedaba a pocas manzanas.

Llegó al portal, tomó el ascensor y se descalzó antes de abrir la puerta, con aplomo metió la llave en la cerradura y abrió la puerta muy lentamente, con cuidado de no hacer ningún ruido. Dejó los zapatos justo en la entrada y cerró tras de sí con el mismo sigilo que había entrado.

Judith se sentía toda una espía y notaba cómo la adrenalina del momento la impulsaba a avanzar lentamente por el pasillo. Llegó a la habitación de su hermana y descubrió con sorpresa que Sara se la había dejado entreabierta, descuidándose al dar por sentado que estaría sola en casa, dedujo.

Empujó suavemente la puerta, lo suficiente para asomar la cabeza, y aguzó el oído para escuchar lo que Sara decía en esos momentos…

– Y claro que los alcanzo. ¿Quieres que me los lleve a la boca? – susurró Sara

Judith sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo… y entendió que su hermana estaba en llamada con algún chico, lo más probable. Se preguntó si Sara se sentiría atraída también por las chicas, pero sus pensamientos fueron interrumpidos…

– Ufff, te siento comérmelas, siento tu lengua chupándomelas. No dejes de mimar mis pezones. – la escuchó responder

Judith empezó a sentir calor y notó cómo se humedecía entre los muslos, sabiendo que su hermana lamía sus pezones a escasos metros. Humedeció los dedos con su saliva y tomó el ejemplo de Sara, acariciando bajo la ropa y deslizando las yemas directamente sobre la piel, un círculo tras otro por las aureolas y los pezones.

– Ufff, hazlo…

No sabía aún a qué se refería, pero no tardó en averiguarlo. Vio cómo Sara se acomodaba en la silla, abriendo sus muslos, y entendió que había empezado a deslizar los dedos entre los labios de su coñito.

– Te sientooo… – gimió sensualmente

Judith se encendió y llevó su mano adentro del tanga tal y como estaba haciendo su hermana, y al unísono, ambas deslizaron los dedos al mismo tiempo sintiendo el mismo placer, sin que Sara fuera consciente de ello.

– Siii, es tuyooo – prometió ella – Cómeme, soy tuyaaa. Mmmm. – gimió sensualmente

Judith imaginó que se lo decía a ella, y deseó regresar a aquel día en que a punto estuvo de comérselo, acelerando el movimiento de sus dedos mientras pensaba en chuparle el coñito a Sara todas las noches.

– Más, dame más. Bésame mientras me la meteees.

Y entonces Judith supo que Sara estaba deslizando los dedos adentro, hundiéndolos hasta el fondo más y más rápido. Tomó ejemplo de su hermana y clavó los suyos en el coñito mientras se apoyaba en el marco de la puerta, derritiéndose y deleitándose con sus sensuales gemidos.

– Ufff, quise esto desde el momento en que me defendiste en el chat.

Empezó a hacerse una idea de qué tipo de persona estaría al otro lado de la llamada, pero Sara lo dijo con tanto morbo que, lejos de molestarse, Judith deseó ser esa persona y terminó por correrse intensamente imaginando unirse a ellos, para ser traviesos los tres juntos.

Cerró la puerta del dormitorio con sumo cuidado y regresó por el pasillo apoyándose en las paredes mientras recuperaba el aliento, escuchando aún de lejos los salvajes gemidos de Sara.

– Dios, me vas a hacer adictaaa. ¡Aaaah! – gimió Sara muy fuerte

Judith sonrió al escucharla y, deseando dejarla muy caliente por lo que pudiera pasar en días posteriores, abrió de nuevo la puerta del piso y la cerró con fuerza para que Sara la escuchara llegar.

Aprovechó para recolocarse la ropa y ponerse los zapatos, dándole también tiempo suficiente a Sara para recomponerse, y entonces recorrió el pasillo hacia el dormitorio de su hermana para avisarle de que había llegado. Abrió su puerta y la descubrió tumbada en la cama, aparentando leer.

– Gorda, que ya estoy aquí.

– Ya lo veo… ¿qué tal la cena y el estudio? – Sara intentó ocultar la frustración de no haber podido llegar al orgasmo

– Pues muy bien, pero estoy muy cansada y no doy para más.

– Sí, se te nota el cansancio en la cara. – se solidarizó Sara

– Es que fue un estudio muy intenso. – sonrió Judith mientras sentía el olor a sexo aún presente en la habitación, sus pezones se endurecieron de nuevo, pero se apresuró a decir – Bueno, descansa que es tarde, buenas noches.

– Tú también descansa, buenas noches. – se despidió Sara

Judith se fue a su habitación y en la lejanía oyó cuchichear a su hermana unos minutos más, pero no supo que dicha conversación la incluía a ella hasta un tiempo después, cuando al fin estuvieran todas las cartas sobre la mesa.

Y es que, aunque todavía no conocía a Javier, las cavilaciones de éste estaban más cerca de la realidad de lo que ninguno de los tres podía llegar a imaginar. Continuará.

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Provocando a dos hermanitas traviesas (1): La llamada

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