Este relato es la continuación de “Profesora particular (6): Unos días de vacaciones (parte 8)”.
Voy a la fiesta de Dami, la amiga de Raúl, con mi alumno particular Fernando, con su hermano Leo y su novia Bea, y con los primos de ellos, Jorge y Ángel. Allí comemos, bebemos, charlamos y, sobre todo, bailamos. Aunque es una fiesta de matrimonios y parejas, nos lo pasamos bien. Leo está todo el rato al lado de Bea y yo bailo con los chicos. Raúl me saludó al entrar y me presentó a su mujer. La verdad es que me llevo un chasco, porque pensaba que él estaría más que nada conmigo. Casi no me dice nada en toda la noche. Quizá se avergüenza de lo que hicimos el otro día.
Sus amigos, que tan cariñosos y atentos conmigo estuvieron, tampoco se separan de sus parejas. Solo algunas miradas tímidas sin que se note mucho. La verdad es que no es lo que esperaba de la fiesta. Sinceramente, pensaba que yo sería la princesa y que todos me colmarían de atenciones. Pero bueno, ya te digo, me lo paso bien con Fernando y sus primos. Lo cierto es que me siento muy querida por ellos tres y muy cuidada. Nos reímos y bailamos todo el rato. Y está claro que les gusto.
Ya muy tarde les digo a los chicos por marcharnos y ellos acceden. Leo y Bea ya se han ido hace un rato y seguro que están pasándoselo bien en la cama. Me despido de Raúl con un par de besos, así como de su mujer y de algunos de los invitados.
Nos vamos paseando hasta nuestra casa, que está cerca. Creo que Fernando y Ángel han bebido algo demasiado, mientras que a Jorge se le ve bien. Aunque son más de las cuatro, no quiero todavía estar sola en mi habitación y les pregunto a los muchachos:
-Oye, ¿qué os parece si venís a mi cuarto y seguimos hablando y riendo y eso?
-¡Sí, perfecto, venimos un rato y seguimos la fiesta, ja, ja, ja! -me sorprende Fernando al ser el primero en contestar y acceder.
-¡Qué bien, Esther!
-¡Sí, sí!
-¿Pero os vais a portar bien conmigo, no, chicos?
-¡Claro que sí, Esther! –responde Fernando.
-¡Nos portaremos muy bien, Esther!
-No hagamos ruido, que no vayamos a despertar a los demás. Quizá alguien no vería bien que estuvierais en mi habitación.
-Bueno, no pasa nada, no haremos nada malo. –dice inocente Fernando.
-Ya, ya.
Tomamos una botella de licor fresco de la nevera y nos vamos a la habitación. Charlamos, bebemos y reímos un rato hasta que les digo:
-¿Veis bien que ya nos acostemos? Es muy tarde y yo ya estoy muy cansada, chicos.
-Sí, es cierto, ja, ja, ja, nos ha pasado el tiempo volando. –contesta Ángel.
-Vale, Esther, pues ya nos vamos. –dice Fernando.
-Bueno, si lo deseáis, podéis quedaros a dormir aquí. A mí no me importa. Al contrario, me gustaría.
-¿Sí? ¿Podemos dormir aquí contigo? –pregunta Ángel.
-¡Por supuesto! Hay confianza, ¿no? -le contesto.
-Sí, sí, por supuesto.
-¿Qué te parece, Fernando, os quedáis a dormir aquí?
-Vale, por mí sí –dice muy tímido pero contento.
-Pues va. Pero solo dormir, ¿eh? –les digo muy pícaramente.
-Sí, claro, Esther –responde Fernando, muy sonrojado.
-Hace calor, ¿verdad? No hará falta el pijama –les explico.
Aunque no quiero asustar a Fernando, me quito la camiseta y la faldita y quedo solo en ropa interior, un body blanco de encaje muy fino. Jorge y Ángel se quedan solo en calzoncillos y Fernando, aunque duda un poco, también. Se le ve un buen paquete y aseguraría que está cachondo. Al ver que le miro los calzoncillos, disimuladamente se tapa con la mano.
-¡Venga, va, a dormir! –me acuesto en mi cama –Va, Fernando, ven aquí a mi lado, que tú eres mi alumno. Mi mejor alumno, bueno, o sea, el único que tengo, ja, ja, ¡ja! –todos ríen.
-¿No tendrás demasiado calor?
-No te preocupes por eso, si tengo demasiado calor, me quitaré el body y ya está, ¡ja, ja, ja! Es broma, Fernando.
-¡Ya, ya, je, je! –se acuesta a mi lado.
-Vosotros también podéis dormir en la cama, es bastante ancha.
No se hacen de rogar y corren a la cama. Así que estoy entre Fernando y Ángel y con Jorge al lado de su hermano. Lo cierto es que estamos bastante apretados, pero veo que a ellos no les importa. Y a mí menos. Enseguida se duermen. Es tarde y el alcohol hace el resto. Estoy acostada de lado, de espaldas a Ángel y de cara a Fernando. Le acaricio una mano. Él se despierta y la aparta instintivamente, pero al segundo intento, la deja en la mía. Cierro los ojos y acerco mi boca a su mejilla y le beso suavemente. Me sorprende cuando al cabo de unos segundos me ofrece sus labios y se los beso.
Disimuladamente, miro sus calzoncillos y es evidente su erección. Cuando acerco mi mano a su barriga y estoy a punto de bajar a sus calzoncillos, él me la aparta. Con un gesto me dice que no, y con la mirada señala a sus primos. Estoy a punto de decirle que da igual que ellos estén aquí, pero entiendo que eso le violentaría. Me rindo, le doy un besito en los labios y le susurro un “buenas noches”. Al cabo de unos segundos, él ya vuelve a dormir, plácidamente. Reposo mi cabeza en su pecho. Me siento protegida con él a mi lado. Este chico me gusta. Me duermo feliz.
Pasan solo unos segundos antes de que note dos manos en mis nalgas y besos en la nuca. Susurro:
-Angelito, no.
-¡Qué bien hueles, Esther!
-¡Pero si estoy muy sudada de tanto bailar!
-Hueles muy bien. Me he excitado mucho en la fiesta, bailando contigo y eso. Y ahora, así, en ropa interior… es que estás irresistible. Y más con tu culo pegado a mi cuerpo. –sin dejar de manoseármelo.
-Déjalo, hoy no, por favor –señalo a Fernando.
Pero él sigue besándome y no hago nada por detenerle. Es más, sus manos, con una habilidad que me sorprende, desabrocha la parte de debajo de mi body y me arremanga la parte de atrás hasta la cintura. Tengo el culo y el sexo expuesto ante él. Noto que me mojo cantidad.
-¡Por fin te la voy a meter por el culo! –dice a mi oído y ya noto su verga húmeda en mis nalgas.
-Angelito, no, que ellos se iban a despertar. Quizá otro día, si te portas bien… o sea…
-No, no, ahora, ¡ahora!
-Pero… es que los vas a despertar… cuidado… espera… a ver…
Sin dejar a mirar a Fernando y asegurarme de que no se despierta, expongo más mi culo a Ángel y él me separa las nalgas.
-¡Qué culo más bonito que tienes!
-Va, métemela. Poco a poco.
-¡Sí, sí, oh, ay!
-No, no… puedo, ¡oh!
El chico se corre en mis nalgas sin llegar ni a meter la punta.
-¡Qué vergüenza!
-No, para nada. Es normal. Ya aprenderás, eres muy joven.
Le agarro la pija y se la escurro bien. Extiendo su lefa en mis nalgas como si fuera crema hidratante. Huelo mis manos y le digo que me gusta el olor de su leche y que gracias.
-Esther, me sabe mal. Habría querido que te corrieras.
-En eso hay solución.
Tomo sus manos y las acerco a mi sexo. Él empieza a acariciar mis labios y yo hago que sus dedos lleguen a mi clítoris. Me introduce algunos en la vagina. Y otros en el culo. Hago por no gemir. Me sorprendo al ver que Jorge se ha despertado y se arrodilla para llegar con sus manos a mis pechos. Me desabrocha la parte de arriba del body y descubre mis tetas. No tarda en magrearlas y chuparlas. Aunque Fernando duerme entre él y yo, Jorge consigue juntar sus dedos a los de su hermano. Yo separo mis piernas para abrirme más para ellos.
No sé si tengo cinco, diez o veinte dedos en mi vagina, aunque veinte no puede ser porque también tengo no sé cuántos en el culo. Pero lo que sí sé es que me corro como una loca, varias veces. Al cabo de unos minutos en que tiemblo de tanto placer, Jorge se saca el miembro y lanza su esperma a mis tetas. Yo le escurro bien en ellas me la extiendo como una loción corporal. Me pongo bien el body y ahora sí que ya nos quedamos dormidos.
Por suerte, soy la primera en despertarme y puedo ponerme el body sin que me vean desnuda. Me voy a duchar y cuando vuelvo, la habitación ya está vacía. Debo reconocer que eso me disgusta un poco, pero así es mejor porque los demás no se enterarán de que hemos pasado la noche juntos los cuatro.
Pero se ve que todo el mundo les ha visto salir de mi cuarto. Como es normal, mamá está disgustada:
-Esther, ¿pero a quién se le ocurre?
-Mamá, volvimos tarde de la fiesta y… o sea… sólo hemos estado durmiendo. No hemos hecho nada malo.
-Pues claro que no. ¡Solo faltaría! ¡Si son solo unos niños!
-Son jóvenes, mujer –Manuel también se mete en la conversación y me guiña un ojo –Seguro que solo tirarse en la cama se habrán quedado dormidos y hasta esta mañana. ¿Verdad, Esther?
-Sí, sí, claro. Es que habíamos bebido bastante y… o sea…
Entiendo que mamá se preocupe por el que dirán, pero me molesta que me haya reñido delante de todos.
Aunque son muy bonitos, no me apetece ponerme los bikinis recatados que compre antes de venir. Pero tampoco no puedo ponerme los de niña porque no sé ni donde están, los tendrá alguno de mis amantes. Y además no están limpios. Así que decido pedir a Bea uno de sus bañadores que tanto lució hace unos días. Ella se siente halagada ante mi petición.
-¡Con un cuerpo como el tuyo, te van a quedar de muerte, Esther!
-Bueno… tu cuerpo no tiene nada que envidiar al mío.
-Gracias, Esther. Pero ya me gustaría tener tus pechos y tus caderas.
-Bueno, no sé… o sea… me encanta tu silueta tan estilizada.
-Ya, pero… mira… la verdad es que siempre he estado acomplejada de tener poco pecho… pocas curvas en general.
-No te creo, Bea. ¡Pero si eres un pivón!
-¡No será tanto! A veces dudo de si a Leo no le gustaría que… bueno… que tuviera más tetas, vaya.
-A ver, como yo lo veo, Bea, se os ve muy bien, muy enamorados, muy acaramelados.
-Ya, sí, eso sí. Oye ¿qué te parece si yo me pongo uno de tus bikinis?
-Sí, claro, perfecto. Mira, estos están por estrenar. Pero los de… o sea… esos pequeñitos no porque no están limpios.
-No, no, la verdad es que no me atrevería a ponerme esos tan pequeñitos. Es que parecen de niña. Y, Esther, debo decirte, en confianza, que se te veía todo. ¡Es que todo, todo!
-¿Cómo? ¿Y por qué no me dijiste nada? Nadie me dijo nada. Yo no sabía… o sea…
-Es que incluso Leo me lo comentó. Me dijo que no entendía cómo usabas esos bikinis de niña.
-¿A sí? ¿Eso dijo? ¡Qué vergüenza!
No sé si Bea se creyó que yo sabía que los bikinis minúsculos no me tapaban nada. Y qué cabrón es Leo criticándome a mis espaldas y luego aprovechándose de mí. La charla con Bea me hace pensar que quizá sí que Leo busca en mí lo que no encuentra en su novia. Ahora entiendo su pasión por mis pechos y por mi culo. Bueno, y por lo que me ha contado, con su novia no puede hacer cosas que conmigo sí. Pero no le perdono que me critique.
En mi cuarto, me pruebo el minibañador de Bea, el que por detrás es como si estuvieras completamente desnuda, excepto un hilillo entre las nalgas, y por delante, dos centímetros de tela arriba y tres centímetros abajo. Suerte que estoy completamente depilada. A Bea le quedaba de muerte y a mí… no sé, quizá es demasiado descarado. Como yo tengo más curvas, es que me tapa aún menos que a ella. A ver, si me lo pongo con mucho cuidado, consigo que no se me vea nada, pero por poco que me mueva… Es el último día y tengo ganas de causar sensación.
Y sí, cuando al llegar me quito el vestidito, noto cientos de ojos pegados a mí. Así que decido dar espectáculo con posturitas sexis, caminar sensual, risitas, etc. Al principio procuro que no se me vea nada, pero enseguida disfruto enseñando ahora un poquito una aureola, después un poco el culo, al rato un pezón… incluso ligeramente la vulva… En el agua tengo a chicos y mayores a mi alrededor, no perdiéndose detalle de mi cuerpo. En la arena, jugamos a palas y luego a petanca. Cuando me inclino para recoger las bolas, lo hago con toda la intención para que se me vean bien los pechos y, para los mirones que estén por atrás, el culo.
Leo aprovecha que Bea vuelve a estar medio dormida para invitarme a dar un paseo y me guiña un ojo. Le digo que no, que ya que no le gustan los modelitos que uso en la playa, que vaya con su novia.
-Pero Esther, si me encantas, ya lo sabes.
-No es lo que me dijo Bea.
-¿Qué querías que le contestara cuando me iba diciendo que si se te veía esto que si lo otro?
-Pues no sé… pero me ha dolido.
-Esther, venga, vamos a pasear y lo ¡hablamos, va. Como ayer.
-No, no ¡ve con tu novia!
Al cabo de un rato, Fernando se acerca a mi toalla y me dice, en voz baja:
-Esther, perdona, lo siento. Lo que pasó anoche… yo.., es que había bebido mucho y…
-Fernando, pero si no pasa nada.
-Tú tienes novio y yo te besé y…
-No le des mayor importancia. Estábamos allí… en la cama…
-No te respeté, te pido disculpas.
-Que no es nada importante. Además, me encantó que nos besáramos.
-¿A sí? Pero tu novio…
-Por unos besos tampoco… o sea… -y le doy un piquito.
-¡Esther!
-Ya está, ¿ves? No pasa nada. Oye, voy a pasear un poco. ¿Quieres acompañarme?
-Es que… les dije a Leo y a los otros que ahora iba con ellos a jugar a pelota en el agua.
-¡Vale, pues que vaya bien!
Camino muy sexy cerca del agua. Miro a ver si veo al señor Joaquín por la zona donde estaba ayer. Me habría gustado saludarle y también que me tomara algunas fotos, pero no le veo. Después de caminar un rato, doy media vuelta y veo que Raúl se acerca corriendo.
-¡Esther, hola, guapa!
-Hola, Raúl. ¿Qué tal?
-Bien, bien. Oye, ayer me supo mal no haber podido atenderte mejor.
-Me lo pasé bien en la fiesta, no te preocupes.
-Ya. Sí, ya vi que bailaste todo el rato y eso.
-¡Fue divertido!
-No sabía que estaría mi mujer. Volvió el día antes y… claro…
-Es normal, no pasa nada. Gracias por invitarme.
-Oye, con este bañador estás…
-En realidad, casi no lo debes ver, ¡porque con la poca tela que tiene! Vale, Raúl. Adiós.
-No, no, espera. Aunque estoy aquí en la playa con mi mujer y mis hijos, he buscado una excusa para venirte a saludar.
-Vale, muy bien.
-Hoy es tu último día aquí y… bueno… no querría que te fueras así.
-¿Así cómo? Mira, yo debo volver a la toalla y tú…
-Es arriesgado… pero verte tan irresistible con este bañador me ha decidido venir a saludarte.
-Vale ya está.
-Ven, vamos a dar un paseo…
-¿A dónde? Raúl, pero… -me acerca una mano a mi cintura desnuda y me acompaña por la arena, alejándome del agua.
-Te invito… será un momento… además tengo una sorpresa para ti… creo que te va a gustar.
-¿Una sorpresa?
Nos acercamos a una casita blanca, quizá de pescadores, que vivió mejores tiempos. Me sorprendo cuando Raúl abre la puerta con unas llaves y más cuando veo que por dentro, la casita está como nueva.
-¿Qué? ¿Te gusta?
-Sí, pero… o sea…
-Esta casita es mía, bueno, mía y de mis mejores amigos. Nos va muy bien así cerca de la playa, para venir a tomar algo y eso. Aquí podemos estar tranquilos tú y yo.
-¿Y tu esposa? No puede ser que venga y…
-No, tranquila, ella no sabe de la existencia de la casita. En realidad, ninguna pareja de mis amigos lo sabe.
-¡Pues vaya sorpresa que me das!
-Bueno, esto no es la sorpresa.
Raúl me sirve una copa, brindamos y bebemos. Él no resiste más la tentación y aparta unos centímetros la pequeña tela que cubre mis pechos y empieza a mamármelos. Aparta ligeramente la parte de abajo del bañador e introduce un dedo en mi vagina. Lo saca y lo huele y lo chupa con cara de gusto. Yo le digo que si le agrada, que me meta más. Me penetra con casi toda la mano. Le pregunto si quiere también saborear mi culo y me mete un dedo y lo huele y lo chupa con placer. Deja de mamar para besarme en la boca. Jo me pongo en cuclillas y le saco el miembro y se lo chupo. Él me agarra la cabeza y me folla la boca. Cuando veo que está muy excitado le digo:
-Espera, no te corras. Hoy no tengo el culo escocido y me encantaría que… o sea… ya sabes…
-¿Sí? ¿Te gustaría que te de porculo?
-Si tú lo deseas… ¿te gusta meterla por el culo, no?
-Bueno, la verdad, yo casi nunca… Solo una vez a mi mujer, hace años, pero ella no…. Y otras novias que tuve tampoco… ni con chicas con las que ligo…
-Debo decirte que yo soy virgen por ahí, bueno, casi virgen. Hasta hace poco yo nunca antes…
-La verdad es que me he pajeado muchas veces estos días soñando que te daba porculo.
-Pues va, tu sueño se hará realidad.
Le doy la espalda, me arrodilló en la alfombra y pongo los codos en el sofá y levanto el culo para Raúl. Él se agarra el pene y lo encara a mi ano. En ese momento se oye un ruido en la puerta. Alguien abre con llave.
-Pero Raúl ¿no me dijiste que tu mujer…?
-Tranquila, Esther. No es mi mujer. Es la sorpresa.
-¿Cómo la sorpresa? –intento taparme con el hilillo del bañado, lo que resulta imposible –¡Oh, Diego!
-Hola, Esther. Ya veo que interrumpo algo. –mira fijamente mi culo desnudo en pompa.
-¡Qué vergüenza! Yo… no…
-Esther, tranquila. Esta es una parte de la sorpresa. Avisé a Diego y él, claro…
-Pero si molesto, yo me voy.
-No, bueno, es solo que… ha sido una sorpresa… -sigo intentando tapar mi culo en vano.
-Diego, la chica más guapa de la playa, va a dejar que se la meta por el culo.
-Es que hoy ya no me duele y… lo tengo muy caliente –digo avergonzada.
-Yo venía para ver si me la mamaba, pero poderte dar porculo ya sería increíble.
-Ponte a la cola, ¡ja, ja, ja! –rie Raúl.
-Bueno, no sé, quizá… ven, te la chupo un poco y… después de Raúl … o sea… ¡Hum, que rica está tu polla, Diego! Oh, pero… ¿Qué? –se oye abrir la puerta –¿Más sorpresas?
-Sí, Esther. Todos los amigos que estos días han estado viéndote en la playa y el otro día bailando saben que estás aquí –van entrando hombres de distintas edades. –No te importa ¿verdad?
-Ay… bueno… no sé… o sea…
-Es que tu cara de ángel, tu cuerpo… ¡eres un sueño!
-¡Gracias! Pero… no sé, yo nunca … con tantos hombres…
-Mira, cuando tú lo desees lo dejamos…
-Ya… sí… pero me sabría mal que… si les gusto tanto… va… empieza tú a follarme el culo y… quizá los demás… después…
-Pero me has dicho que eres casi virgen por el ano…
-Así es… pero intentaré que todos … o sea… venid a que os la chupe mientras Raúl me da porculo. ¿Sois siete?
-Bueno, todavía faltan algunos amigos.
-¿Aún más sorpresa? –me avergüenza que eso me ilusione y excite.
Raúl ya me folla el ano y yo chupo y masturbo tantas vergas como puedo. Me siento protagonista de una película porno. Me corro varas veces antes de que Raúl eyacule en mis entrañas y me la meta luego en la boca para que se la limpie bien. Diego es el siguiente en encularme y, aunque tenga el culo empapado y abierto, le cuesta un poco porque su pene es grande. Pero consigue endiñármelo hasta el fondo. Me encanta.
La puerta de la casita se va abriendo de vez en cuando y van apareciendo desconocidos que se alegran de verme en pompa. Se van turnando en mi culo y en mi boca. Se hace tarde y llamo a mamá y le digo que he ido a comer con unos amigos. Me pregunta si estoy bien, que mi voz es como de cansada y que hablo raro porque estoy comiendo y es verdad, ya que tengo dos vergas en mi boca. No sé cuántos ya me han llenado el culo, pero la cola no se termina y por un momento me viene a la cabeza que quizá me cabrían un par simultáneamente y eso me excita cantidad y me corro, pero no me atrevo a proponerlo por lo que iban a pensar y porque seguro que me haría mucho daño.
Llamo a mi novio porque no le he dicho nada en toda la mañana y no puedo evitar algún gemido cuando precisamente en ese momento, con una verga en el ano y no sé cuántos dedos ni de cuántas manos en la vagina, eyaculo cantidad. Mi culo rebosa de lefa y mi vagina rezuma de mis líquidos. Para mí que más de uno repite porque la cola no se termina nunca. Por suerte, son chicos educados y me tratan con cariño, sin insultos ni nada de eso, mientras me maman, me huelen, me lamen, me besan, me acarician y me enculan. Me siento muy cerda, pero eso aún me da más morbo.
Oscurece cuando me despido y me pongo bien el microbañador empapado de Bea.
Me tiemblan las piernas cuando voy por la calle y me da vergüenza ir así casi desnuda. Mamá y papá me miran muy mal y lo comprendo. La expresión de los chicos y mayores muestra que sospechan, con razón, que he estado con alguien. Pero no se pueden imaginar que ha sido con tantos. Debo reconocer que este último es el mejor día de mis vacaciones en la playa y uno de los mejores de mi vida.