En CuentoRelatos, yo hice un comentario en el relato “Perversión sexual de una amiga” que escribió Kama Luxuria, radicado en Chile. Mi comentario “Se antoja ser tratada así” reflejaba que me puse caliente al leerlo. Él me contestó con un comentario: “Mar, lo escribí pensando en ti, en tus fantasías, en lo que enciende tu imaginación y hace arder (mi) interior”.
Posteriormente, en un correo me precisó “de tanto leer sus relatos te imagine completamente follada por tu marido y amantes una noche de sexo y en la madrugada” y otras puntualidades más.
Le contesté el correo enviándole una foto y le comenté: "en este correo mencionas 'amantes', en plural, y sólo tengo uno. Él sí se deleita limpiándome la panocha. En esta foto ya pasé por la operación limpieza, debido a eso los labios y el clítoris están hinchados. Me puse tal como me ves en la imagen y le pedí que me penetrara por donde quisiera. A ver si te inspira algo…", refiriéndome a la foto. (Lástima que aquí no se pueden poner fotos, pero si alguien la quiere ver, puede solicitármela.)
La respuesta vino tres días después: "Sí que me inspiro ese brillo y color que tienen tus labios… carnosos, hinchados…. mmmm… imaginé estando ahí, chupando esa panocha" y continuaban otras escenas similares, donde concluyó con: "eyaculé largos chorros, me vacié por completo pensando en ti, Mar".
Le escribí que “Me hubiera gustado ver cómo salían los chorros. Además de sopesar los huevos antes y después… Exactamente eso es lo que me pone a mí a mil: lamer los huevos y ver salir el semen.”
Por respuesta recibí una fantasía erótica donde él, Kama Luxuria, explotaba al máximo mis gustos y le dije: “Sí he hecho con mi amante todo lo que dices, también con mi esposo, aunque nunca he visto un pene rasurado. Voy a intentar rasurar a alguno, el primero que se deje. ¡Me encantó la escena de la lamida de huevos! Ha de ser delicioso chuparlos sin pelos. También la de la masturbada”.
Me quedé pensando en chupar el pene y los huevos de mis amores sin vellos y continuó el día, pero pasó algo y, más tarde, en un descanso para llevarle una bebida a mi marido, se lo escribí: “Hace rato, cuando veía una serie con mi marido, le saqué la verga y se la chupé, pero me quejé de que, a veces se me metían los pelos en la nariz y me daba comezón. Él me cogió de la cabeza y sólo dijo 'Sigue mamando, mamita' y me empujó haciendo que su verga me llegara hasta la campanilla. Protesté reclamándole que me provocara arcadas y que se me hubiesen metido los pelos en la nariz. 'Pues córtamelos, a ver si bien pelona te gusta más', dijo despectivamente. '¡Mañana te rapo, cabrón!', le respondí. Así que ya anoté a uno para afeitarlo. ¿Ves en lo que terminan tus consejos?”
Al día siguiente, Kama Luxuria me escribió unos consejos para convencer a mis amores de que se dejaran rasurar y me aseguraba que “disfrutarás de una buena verga y un lindo par de huevos totalmente peladitos”, en los cuales se notaba su experiencia (en su cuenta dice tener 100 años, yo no lo creo). Pero para cuando lo leí, yo ya tenía rasurado a mi marido.
Ramón, mi esposo, es relativamente lampiño y se rasura con rastrillos desechables. No me veía yo manejando ese artilugio para rasurarle el pubis y los huevos, pero tampoco él iba a hacerlo por voluntad propia. Así que fui a comprarle como regalo una rasuradora eléctrica y cumplir la amenaza que le hice el día anterior: “'¡Mañana te rapo, cabrón!” En la tarde, después de comer, lo calenté como sé que le gusta, lo desnudé y empecé a rasurarlo.
–¡Qué te pasa, mamita! –protestó estupefacto.
–Estoy cumpliendo lo que te dije ayer, cabrón –y continué con mi trabajo mientras que él, por su parte, lo permitió atacado de la risa.
–¿De dónde sacaste esa máquina? –preguntó extrañado.
–Te la compré y quiero ver si funciona bien –dije sin dejar de hacer lo mío.
No fue tan sencillo el trabajo porque tuvo muy parada la verga y me estorbaba, aunque sí fue propicio para que sus bolitas quedaran accesibles. Yo tomé nota de las posibles dificultades que me encontraría con las de Bernabé, las cuales son mucho más grandes; las que tengo en casa me caben juntas en la boca, aunque, sí, la tengo que abrir mucho. Al final, vi mi obra y quise paladearla. ¡Qué lindo disfruté de los huevitos juntos en mi boca!
Mi marido también se puso más sensible a las caricias de mi lengua que deambulaba libremente desde el glande hasta el culo, pasando por los huevitos y el periné.
Otra agradable sensación fue la de sentir los vellos de mi panocha en su pubis al cogerme de frente y en los testículos cuando me la golpeaban al encularme…
–De una vez te advierto que no dejaré de cogerte, aunque te pique y raspe los labios del tamalito, mientras me crezcan los vellos, así lo quisiste –me dijo y no entendí por qué.
–No entiendo. ¿Por qué lo dices?
–Cuando tú te has rasurado para ir al balneario sin que se te salgan los pelos del traje de baño, pasan como dos semanas o más para que no me raspen cuando te cojo –me explicó.
–¿Y por qué no me habías dicho que te molestan? –pregunté, suponiendo que no le era tan molesto.
–Porque casi siempre te cojo “de perrito” y no se siente, pero cuando me cabalgas, me aguanto porque me gusta verte feliz arriba de mí, es un placer que sólo a mí me das –aclaró, pero me sentí mal con el final.
Efectivamente, a mi marido y a mí nos gusta más coger “de perrito”, pero también me gusta montarme en él y no sabía que le era molesto, pero que lo soportaba porque le gusta verme la cara de golosa. Pero no sólo es con él, mi amante dice que pongo una cara de puta cuando estoy disfrutando la cogida, y así debe ser, ¡me siento mujer! Supongo que también le causé desagrados a Bernabé cuando lo cabalgué mientras me crecían los vellos, pero él nunca me dijo nada. Ya le preguntaré el lunes, nuestro día favorito para amarnos, porque llego lo más cogida que puedo por mi marido y llena de su semen sin haberme bañado sábado y domingo. Gracias a eso, él me da unas lamidas por todo el cuerpo para limpiarme y se da unos atracones con el atole que me sale de la panocha, ¡le fascina chuparme cogida!
Mientras que llegaba el lunes, yo disfruté a mi marido lamiéndole el aparato completamente, y cada vez que se le paraba le hacía una ordeña, si era masturbándolo, me la regaba en la cara, las chiches y el ombligo, pero si era en la panocha, le jalaba el pene mientras reposaba para extraerle las gotas que se quedaron en el tronco y me untaba en varias partes del cuerpo ese rico producto lácteo para que mi amante goloso lo descubriera y lo saboreara con la lengua.
En la mañana del lunes, me metí el pene de mi esposo en la boca, le di jalones a los huevos y le acaricié la base dándole jalones para hacerlo venir mientras lo mamaba. Me tomé mi bibi y me puse a hacerle el desayuno a mi marido mientras él se bañaba. Al empezar a desayunar me preguntó a qué hora pensaba bañarme porque olía a puro semen. Le contesté que me gustaba oler a señora “enviejada” por mi marido y que yo lo disfrutaba mucho, y pensé que otro también lo gozaba limpiándome con la lengua y, después de las cogidas de rigor, me enculaba mientras me bañaba en la ducha, terminando así nuestra sesión semanal de amor. Aunque ese día sería muy especial, porque me llevaría la máquina de afeitar y vería si lograba rasurar también a mi amante.
En cuanto mi marido salió, me vestí para hacer lo mismo y llegar a donde me esperaba mi otro amor, quien me recibió feliz y me encueró de inmediato, poniéndose a chuparme.
–Oye, ¿te puedo rasurar la zona del pene y las bolas? –pregunté y él me miró extrañado de la petición.
–¿Por qué quieres hacerlo? –preguntó suspendiendo sus caricias.
–Lo he querido hacer porque quiero lamerte yo también. Una vez que me rasuré me dijiste que sentías más lisito y me chupaste riquísimo, me sentí feliz. Por eso quiero hacerlo – le expresé.
– Nunca me he rasurado, además, dicen que da mucha comezón mientras crecen los vellos, no creo que me guste –se defendió.
–A mí no me dio tanta comezón mientras me crecía, pero me dijo mi marido que a él le causaba molestia cogerme mientras me crecía, ¿a ti te pasó lo mismo? –pregunté expectante.
–Sí, pero no te lo dije porque ya me había pasado antes y a quien se lo dije se molestó pues dijo que se había rasurado por primera vez y para mí. El verdadero tormento es cuando se suben y se mueven arriba, ¡parece que te pasan una lija!, pero es bastante soportable porque es grato ver la felicidad que sienten.
–¿A cuántas te has cogido así, depravado? – pregunté enojada, pero sólo obtuve una carcajada como respuesta.
–Fue hace mucho tiempo, ya ni la chichona de mi exesposa se rasura por esa razón –dijo alegremente, lo cual aproveché para sacar la máquina de mi bolsa.
–Bueno, ahora pagarás tú por eso –dije y lo tumbé en la cama para empezar mi trabajo.
–¡Ja, ja, ja, sí que estás loca mamita!
Cuando terminé, lo primero que hice fue lamer el escroto. Le pedí que se pusiera de pie para admirar cómo le colgaban los testículos de toro que tiene y seguí disfrutando. Acaricié con mi cara todo el aparato y sus alrededores, llenándolo de besitos. Lo empecé a masturbar y continué hasta que me ordenó “¡Abre la boca, mamita!”, y la abrí para recibir su rico esperma…
En la ducha lo enjaboné sin despegar mis manos de su verga, ¡se veía hermosa bien parada! “Encúlame”, le ordené y se volvió a venir. Me limpió muy bien con el agua de la regadera, metiéndome el dedo para hacerlo mejor, me retorcí de placer al tener un orgasmo más, el último. Una vez vestidos, sacudí la colcha y tiré los pelos al bote de la basura, pero la sonrisa no se nos borraba al recordar mi maldad.
A los dos días recibí un mensaje donde me contaba que su esposa le preguntó la razón por la que se había rasurado, “seguramente fue la chichona quien te lo pidió” le dijo ella enojada. Pero después supe que también a su exesposa le extrañó.