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Primera vez dominando a una sub
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Era una tarde como cualquier otra de la nueva normalidad.

Como tengo algunos temas médicos, me indicaron que por precaución deje de ir a la oficina todos los días, que solamente vaya para lo imprescindible.

Soy Gerente General de una compañía, por lo que claramente puedo manejar muchas cosas desde casa, a través de la computadora, pero me aburro.

Hace unas semanas por decidí ir para una reunión con tres gerentes, donde quería estar presente dado que los temas eran muy importantes e involucraban una gran inversión.

Cuando llegué, subí directamente desde la cochera donde me dejó mi chofer y por el ascensor privado llegué al piso de la sala de reuniones donde me esperaban. Luego de saludarnos a la distancia, tomamos asiento y pedí que nos traigan café.

No iban cinco minutos de la reunión que golpean la puerta de la sala y luego que uno de los gerentes le diera el ok, ingresó una joven de unos 20 años, de bastante buen cuerpo por lo que dejaba entrever el uniforme de la empresa.

Con paso ágil fue sirviendo a los gerentes, y noté que no levantaba la mirada de la bandeja. Cuando llegó a mí simplemente dijo “Señor” y dejó el café a un lado junto con dos sobres de azúcar.

Terminada la reunión pedí que mi chofer me espere en la puerta del edificio y luego de unos minutos bajé.

Cuando salgo del ascensor privado me encuentro a la joven, que al verme, nuevamente bajó la mirada y me dijo “señor, buenas tardes”, tras lo cual, salió a paso rápido delante de mí.

Cuando subo al auto y emprendemos la marcha, veo a la joven en la parada del bus, justo en el momento que empezaba a llover. Le pedí al chofer que diera la vuelta y al acercarnos vi que seguía allí. Indiqué al chofer que se detenga y abriendo la ventanilla le ofrecí a la joven llevarla. Primero no aceptaba, diciendo que no quería incomodarme ni sacarme de mi recorrido. Luego aceptó y subió al auto.

Como su casa era en la misma dirección que la mía, pero más alejada, le indiqué al chofer que primero me deje a mí y luego la llevara. Ella no hablaba, simplemente miraba hacia adelante. Pero se podía ver su nerviosismo por como sujetaba su cartera.

Obviamente, pregunté su nombre y a pesar que suponía que me conocía, le dije el mío y estiré mi codo para hacer el “nuevo saludo Covid” y relajar un poco la situación.

Me dijo que se llamaba Mariel, y por mis preguntas me contó que vivía con sus padres.

Llegamos a mi casa y le indiqué que le diera su dirección a Jorge tranquila, que era mi chofer personal y hacía años que trabajaba para mí y que era de mi confianza.

La semana siguiente, me avisan que iban a mandar al final unas carpetas para firmar. Como era el último día de mi chofer antes de sus vacaciones, indiqué que él traiga a otra persona, así él no tenía que volver a la oficina.

Efectivamente, sobre las 5 de la tarde llegó el auto, la mujer que trabaja en casa abrió la puerta y era Jorge con Mariel. Los hizo pasar, nos saludamos y le indiqué a Jorge que quería hablar con él en privado.

Pasamos a una sala, mientras Mariel se quedaba con mi empleada en el recibidor.

Mi intención era darle a mi chofer un sobre con dinero como premio por un buen año de trabajo, su cumplimiento y dedicación.

Antes que yo pudiera sacar el sobre o hablar, Jorge me dice:

-Perdone si le incomoda lo que le voy a decir, pero me siento en la obligación.

-Si Jorge decime -le dije preocupado ya que rara vez me comentaba algo fuera de la oficina y referente al trabajo.

-El otro día cuando llevé a la señorita a su casa, me preguntó si era normal que Ud. llevara empleados, que no parecía tan malo como lo pintan en la oficina, pero que Ud. tiene una mirada que le provoca escalofrío. Le conté la verdad, que varias veces me ha indicado llevar personal a sus casas, que era un buen hombre y sobre la mirada que yo no lo notaba.

-Quédate tranquilo Jorge, gracias por contarme.

Después le di el sobre, le desee buenas vacaciones, que se cuidara y lo esperaba a su regreso.

Pasamos a la sala Mariel, me senté en un sillón y ella en otro y empezó a separar las carpetas sin hablar ni mirarme.

-Señor gusta algo antes que me retire -me preguntó Carla mi empleada.

-Mariel, quieres tomar algo, café, jugo, gaseosa, agua.

-No señor, no deseo nada, no quiero molestar.

-Por favor, que deseas.

-Un té si es posible.

-Carla, Un té para la señorita y un café y un whisky para mi.

Comenzó a pasarme carpetas, yo las leía, firmaba y sellaba. Por la visión periférica veía que Mariel mantenía la vista baja sentada.

-Señorita su te

-Señor su café y su whisky.

-Gracias Carla

-Señor, me puedo retirar a mi casa -me dijo Carla

-Por supuesto, ya es hora.

-Gracias, y por favor, si cena no lave los platos ud. Para eso estoy yo.

-Dale, anda y deja de retarme -dije sonriendo.

Dejé a un lado la carpeta que leía y le dije a Mariel que tomara el té tranquila. Así lo hizo y le saque charlas de cosas banales mientras yo tomaba mi café y minutos después, le pedí que me pasara la carpeta.

Ella se levantó, me la alcanzó y seguimos trabajando. Cuando quedaba la última, me la alcanzó y se quedó parada esperando. Cuando terminé, se la di y se agacho para agarrar el resto que estaban en la mesita, mientras me ponía de pie.

Sin saber por qué lo hacía, simplemente puse una de mis manos sobre su trasero. Para mi sorpresa ella no se inmutó y se quedó así hasta que retiré mi mano.

Se dio vuelta, miró para abajo y se quedó esperando.

-Dejá las carpetas en la mesita, le indiqué

-Si señor

-Por qué no reaccionaste cuando te toque el trasero?

-Porque me gustó -dijo sonrojada y mirando para abajo y continuó- Ud. irradia poder, carácter, pero a la vez es gentil.

-Te gusta el poder?

-Me gustan los hombres así, que no dudan en tomar lo que les gusta.

Dicho esto, me senté en el sillón nuevamente y tomando mi vaso de wisky le dije:

-Sácate la chaqueta y la camisa, esperando una duda o negativa

-Si señor

Rápidamente lo hizo y quedaron dos hermosos senos a la vista y seguí

-Ahora la pollera, que en seguida se quitó y puso en otro sillón

-Párate al lado de mi sillón

Cuando estuvo ahí, pasé la mano por su entre pierna y noté como su diminuta tanga estaba húmeda. Se la quité y volví la mano al lugar

Su sexo estaba completamente depilado, inmaculado. Acaricié su clítoris, y sentí como sus piernas vibraban. Hundí mi dedo en su vagina, lo moví suavemente y la sentí estremecer.

Lo retiré y lo acerqué a su ano, un temblor en su cuerpo, y lo fui metiendo lentamente. Por primera vez, un gemido, un signo sonoro que algo le sucedía. Cuando llegó a la primera falange, y tras otro gemido le dije:

-Separa las nalgas y baja hasta tenerlo todo adentro.

Para mi sorpresa, lo fue haciendo, entre gemidos y pequeños quejidos. Cuando lo tuvo todo adentro, la miré a la cara, y le indiqué que me mire.

-Te gusta, y mucho. -Le dije mirando a sus ojos.

-Sí señor -dijo remarcando el señor.

Sin sacar mi dedo de su ano, me levante y deje caer mi pantalón y mi bóxer. Tomé su mano y la lleve a mi pene que ya estaba listo. Comenzó a acariciarlo y suavemente a masturbarme. Saque mi dedo de su ano, y automáticamente ella giró, se puso de rodillas y comenzó a chuparme mientras apoyaba su mano en mi trasero.

Cuando tome su cabeza por detrás, apretando su pelo, simplemente dejó caer sus brazos y tomó sus manos en su espalda.

Cuando acabé en su boca, se cuidó de no dejar nada fuera.

Se levantó, sus brazos al costado del cuerpo, mirada al suelo, callada.

-Vestite

-Si señor

Lo que sigue queda para otro relato.

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