Cuando recibí su solicitud de amistad hace algunos días no lograba reconocerla. Ha pasado tanto tiempo y muchas de esas memorias se van borrando paulatinamente. Y mi experiencia con Ximena, fue una que creo mi consciente con ese sentimiento de culpabilidad de alguna manera siempre intentó bloquear.
Ximena era esa chica recatada de la escuela, muy aplicada en sus estudios que inclusive pertenecía al grupo de los que muchos llaman “nerds”. En la escuela solo coincidí con ella en dos clases y es como también conocí a la China, así le llamábamos a su amiga quien era de nacionalidad taiwanesa, chica flaca y con unos lentes de una gruesa graduación. En cambio, Ximena era muy atractiva, de un semblante deportivo pues incluso representaba a la escuela en el deporte del tenis. Tenía un rostro ovalado, cabello y ojos oscuros, de una altura de aproximadamente un metro y sesenta y cinco. No tenía mucho busto, pero si una bonita y redondita cola. Le lucían muy bien los pantalones vaqueros que vestía bien ceñidos a su atlético cuerpo. Era de esas chicas populares de la escuela y muchos querían con ella, pero no recuerdo haberla visto con novio o con muchos amigos del sexo opuesto. Sé que muchos querían con ella, pero Ximena de alguna manera procuraba estar alejada de chicos como yo.
Mi caso era diferente. Aunque fui aplicado para mis estudios que inclusive me gané algunas becas, la mayoría me conocía por promiscuo, por andar como dicen por ahí: de pica flor. No lo podía negar y aunque esto me causaba mucha estima por ser aceptado por muchas chicas, también me afectaba en llegar a chicas que no solamente me gustaban por su belleza física, pero también por la manera que eran. Y Ximena era esa chica que me gustaba mucho y sabía que yo le gustaba, pero se imponía mi reputación y cuando nos conocimos la chica más extrovertida de la escuela de nombre Gabriela, procuraba a toda costa hacerle saber a todo el mundo que ella era mi novia; inclusive cuando realmente ya no teníamos nada entre sí.
Cuando ya no la miraba muy seguido a Ximena fue porque ya no coincidimos en ninguna clase y las veces que le miraba era siempre en los recreos con su grupo de “nerds”. No recuerdo las circunstancias, pero un día la China me invitó a un asado en su piscina. Sé que yo le caía bien a la China, pero estoy seguro de que ella debía de intuir que ella no era el tipo de chica que me atraía. Me fui con mi amigo en el vehículo que mi madre me permitía conducir, pues él verdaderamente estaba obsesionado con Ximena y sabía que estaría ahí esa tarde.
Cuando llegamos ya había un buen grupo y se oía la algarabía alrededor de la piscina. Resulta que los padres de la China se habían ido desde el viernes a Las Vegas y llegarían hasta el domingo por la tarde. La fiesta o el asado se extendió hasta horas bien entrada la noche y ahora que Ximena me contacta por medio de estos medios sociales me llegó el recuerdo de esta íntima experiencia.
Ese día Ximena vestía un traje de baño de dos piezas de color verde olivo. Con su altura y semblante atlético se miraba espectacular, era la que atraía la mirada de los muchachos que estábamos ahí, especialmente que era bien conocido que ella no tenía novio. Su cabello espeso quebrado y oscuro siempre lo lució corto y tenía un cuello delgado y de tez clara donde siempre se le veía una cadena de oro y como medalla una rosa. Se le miraba sensual. Era muy bonita, pero lo que más me gustaba de esta chica era esa sonrisa dulce y coqueta. Sus labios eran simétricamente gruesos y usaba este color rojo en sus labios que siempre me dieron los deseos de besarla.
Aquella tarde después de haber pasado nadando en la piscina, ya para eso de las siete de la noche y que nos preparábamos para hacer un baile en la sala, salió Ximena vistiendo un pantalón corto color blanco, donde se le miraban esas piernas sedosas y atléticas que tenía, una blusa color negra que le caía sin llegar a cubrirle el ombligo, calzaba zapatos tenis y todos nos pusimos a bailar el uno con el otro. No era cuestión de parejas, todos bailábamos con todos, pero sin la intención de presumir, éramos Ximena, mi amigo y yo, los que por tener esa sangre latina sobresalíamos en el baile.
A eso de las diez de la noche salí a refrescarme a solas cerca de la piscina, pues con ese ambiente y el ponche alcoholizado se sentía mucho calor. No sé si me siguió, pero segundos después la veo aparecer a Ximena. Hice como que no la había visto y caminé a paso lento hacia un lado de la casa por donde estaba realmente oscuro pues había dos árboles de naranjos o de cítricos. También se podía salir por ahí, había un portón, pero la mayoría habíamos entrado al otro costado de la casa. Ximena se acercó por la entrada del camino y me preguntó:
– ¿Qué haces allí?
– ¡Refrescándome… meditando! -le respondí.
– ¿Te puedo hacer compañía? -me preguntó.
– ¡Si no le temes a la oscuridad… ven!
La verdad que estaba muy oscuro, que apenas uno se podía ver sus propias manos. La vi caminar con desconfianza y me le acerqué y la tomé de las manos. Esos ponches si estaban bien cargados; yo que estaba acostumbrado a tomar alcohol sentí que me habían hecho efecto y creo que lo mismo sentía Ximena. Cuando la tomé de la mano sentí su nerviosismo, quizá pensaba de qué diablos hacía ahí conmigo. No la dejé pensar mucho y la besé en sus labios y ella había correspondido. Nos besamos como cuando se besan unos jóvenes… eso éramos. Besándola intentaba tomarla de sus nalgas y algunas veces bajé hacia sus piernas pues usaba pantalones cortos y quería sentir su piel. Ella cada vez que lo intentaba me llevaba mis manos a su cintura y recuerdo que me dijo: ¡Pareces un pulpo!
Nos besamos apasionadamente por largos minutos y a la vez le besaba el cuello. Quería llegar a sus pequeños pechos, pero ella no me lo permitió y no sé cómo pasó, pero posteriormente estaba frente de mí y la tenía por sus espaldas. Le continuaba besando el cuello mientras que con mis manos frotaba sus pechos por sobre su blusa. Sabía que sentía mi paquete bien erecto friccionando su pronunciado trasero y creo que eso le excitó y en esa posición besándole el cuello desde atrás logré desabrocharle su pantalón corto. Pensé que me lo iba a impedir, pero mi mano se deslizó hasta encontrar su monte venus.
De alguna manera su pantalón corto se bajó y se sostenía al nivel de sus rodillas. Mi mano acarició el calor de esa abertura de su conchita cálida y húmeda. Con mis dedos comencé a sobar su clítoris. Mi mano derecha en su vulva y mi izquierda en uno de sus pechos y seguía besando su cuello. Ximena suspiraba, gemía y sentía un temblor en sus gemidos y en su cuerpo. Con los minutos, mis dedos no solo masajeaban el exterior de su sexo, mis dedos se hundían a ese fuego exquisito de su vagina juvenil. Pude sentir su orgasmo, pues sus piernas temblaron por esa excitación y Ximena hizo un pequeño grito que supe que era de placer. Le he bajado su panti hasta su rodilla y de alguna manera en esa posición sobre su espalda le asomo mi glande a la entrada de su paraíso. Ella me quiso gritar un “no”, pero ya era tarde. Mi glande se hizo camino y le abrí esas reducidas paredes y ella solo exclamó: “No Tony”. Hice caso omiso y la seguí pompeando por unos cuantos minutos hasta que eyaculé en su deliciosa y húmeda vagina.
En ese momento se calló todo… la oscuridad quedó en silencio y recuerdo que Ximena se subió su panti y su pantalón corto de color blanco y yo hice lo propio y salté ese portón… subí a mi automóvil y me quedé unos cuantos minutos a pensar. De repente mi amigo se aparece, entra al coche y me dice antes que cierre la puerta: ¡Hueles como si te acabaras de comer una panocha! – Nos fuimos y al llegar a mi casa, solo podía vivir repitiendo lo que había vivido esa noche con Ximena.
No la vería hasta un mes después. Era el último baile de despedida para terminar aquel ciclo escolar de nuestra juventud. Me incomodaba verla… no sabía cómo responder y no sabía en realidad si ella querría acercarse a mí de nuevo. No estaba al tanto de las actividades de la escuela, pero esa noche Ximena sería coronada como la reina de ese año. Como dije… había muchos admiradores y yo apenas pude acercarme para felicitarla. Me vio y con su agraciada magia sensual recibió mi beso en la mejía y un abrazo. No intenté ni a sacarla a bailar en aquella noche… me sentía una basura ante ella. No recuerdo que palabras usó la China para decirme y me insinuaba que Ximena dormiría esa noche en su casa. No sé si era algo planeado, pero me encontré con Ximena en ese mismo lugar. Nos besamos apasionadamente e hicimos lo mismo de un mes atrás. La única diferencia que esta noche yo llevaba un par de condones. En esa oscuridad y parados hemos hecho el amor y Ximena se ha ido dos veces y las mismas me fui yo.
Esta noche había más luz, la luna iluminaba mucho más. Llevaba ese vestido de color marfil de superficie rustica. Esta vez me permitió desabrocharle el vestido y por primera vez saborear sus pequeños pechos. No se lo removí completamente, pero si le removí su panti el que quedó en un bolso de mi pantalón. Aquella noche en esa acera dura Ximena se ha recostado y me abrió sus piernas para sacarle un orgasmo oral. Me quiso bloquear, pues creo que no se lo esperaba, pero tampoco ella quería hacer mucho ruido y tuvo que ceder. Le hundí la lengua en su rica y húmeda rajadura y ella cedió al placer que le provocaba. Como cualquier joven inexperto, después de verla disfrutar de su orgasmo fácilmente me fui con una eyaculación que dejó con ese olor a cloro que neutralizo el aroma de los cítricos.
El segundo palo lo hicimos parados y Ximena solo apoyó sus brazos en contra de la pared. Al principio comenzamos con unos embates violentos por nuestra ansiedad de hacernos sentir el uno al otro, pero en el silencio de aquella oscuridad se oían los cacheteos de sus nalgas chocando con mi pelvis. La penetración se volvió más lenta y delicada pero profunda. Con los minutos la vi experimentar su segundo orgasmo y aunque Ximena no me lo anunciaba, podía sentir su temblor en sus piernas y como su vagina vibraba. Suspiró tragándose sus propios gemidos y solo aceleró ese vaivén para saciar la excitación que vivía. Era mi segundo palo y lo habíamos iniciado después de terminar el primero (ventajas de la juventud). Me tomó otros cinco minutos después de oír acabar a Ximena que sentí de nuevo la explosión y no me importó como se oía ese cacheteo de sus nalgas, se las golpeé a placer hasta que me salió la última gota.
De nuevo, Ximena se mostró un tanto inquieta y no sé por qué… no lo recuerdo; salte aquel portón y mi amigo que me esperaba en mi coche me vuelve a decir: – Hoy si sé, hueles a la panocha de la China. Nunca se lo rectifiqué, pues tampoco quería herir sus sentimientos, pues sabía que Ximena era su amor platónico. No me di cuenta hasta días después que lavaba mi ropa que encontré su bikini color oro en el bolsillo de mi pantalón. Me gustó mucho encontrarlo pues me hacía revivir ese momento cuando se los bajaba. Estaban secos y tostados donde sus jugos vaginales se habían secado. Los olía y me recordaba de la rica cogida que nos habíamos dado.
Quizá hubiésemos empezado una relación pues ambos nos gustábamos, pero cerca de mí siempre había una chica que intentaba ligarse conmigo y eso de coger con chicas diferentes se me había hecho ya una adicción a temprana edad. Creo que Ximena lo intuía y la última vez que la vi de lejos fue cuando estuvimos en la ceremonia de graduación.
Cuando Ximena me contactó y volvimos a recordar esas vivencias, realmente olvidaba detalles que ella dio a luz al recuerdo de esos días. Enfatizó con decirme que fui yo el primer hombre en su vida. Me dijo de una manera muy sentimental que yo había sido ese primer beso y que había perdido la virginidad y logrado su primer orgasmo ese mismo día. Hice el recuerdo y remonté esa primera noche en la piscina. Llegué a casa y en esos días usaba de esos calzoncillos blancos de algodón y recuerdo esa mancha rojiza en ellos. Vagamente pensé en que Ximena estaba en su menstruación, pero ella me aclaraba que ese día había perdido su virginidad. En esa plática me dijo algo que me alivió de ese sentimiento de culpa de esos años: – Nunca nadie me había besado… ese día ese muchacho que tanto me gustaba me besó y me hizo el amor… me hiciste sentir esa primera sensación que me mantuvo enamorada de ti hasta que un día conocí al que vendría a ser mi marido. Esa noche lo perdía todo, pero lo ganaba todo… me hiciste tu mujer y lo disfruté como toda una mujer y pensé… que quería sentirlo una segunda vez. -Yo le pregunté:
– ¿Por qué dijiste “no”? Me sentí culpable tiempo después por lo que había pasado.
– Creo que solo quería camuflar mis deseos y en verdad quería decir “si”. ¡Qué bueno que no me hiciste caso! En ese momento solo quería sentirte.
También me contó lo afligida que se sentía esa primera vez que lo hicimos, pues cuando entró al baño a limpiarse de esa primera corrida que le deje ir, ella no se esperaba ver tanto liquido blancuzco con esa mancha rojiza. Me dijo que le quedó una sensación de ardor, pero también no entendía ese enorme placer que fue su primer orgasmo. Se lo contó a la China y pasaron hablando de lo mismo con ella sobre esa primera cogida que hasta cree que su amiga se masturbaba viviendo en su fantasía el relato de Ximena. Vivió esa semana con mucha incertidumbre hasta que se sintió aliviada de ver llegar otro ciclo menstrual ocho días después.
Ximena tiene un doctorado en psicología al igual al que obtuvo mi madre. Hemos platicado y me ha liberado de esas culpas del pasado. En su última plática ella terminó diciendo algo que me hizo sentir muy bien:
– No te sientas culpable Tony, pues yo lo quería. Desde que te conocí siempre soñé un momento como ese. Fuiste mi fantasía y mi realidad y goce de ambas. Sabes y siempre te lo quise decir: ¡Que hermosa verga tenías! Sueño de vez en cuando con ella.
Sigue viviendo cerca de la misma vecindad de la escuela. Fue un secreto que ella junto con la China llevan en común, pues como también hacemos muchos de los varones en esa época, la China fue espectadora sin yo darme cuenta de esa segunda y última cogida que nos dimos con la hermosa Ximena.