Hace tiempo que vengo cosechando esta fantasía que me revuelve la cabeza, poder sentirme tocada y disfrutada por mis hermanos. Tengo dos, uno mayor, Tomás, de veintiocho años y uno más chico que yo, Jacobo, de veintidós. Vivimos juntos en la casa de nuestra madre, separada.
Siempre sospechaba que mis hermanos guardaban algún tipo de fetiche conmigo, las veces que me vieron en paños menores o en bikini notaba como me saboreaban con la vista. Y yo debo confesar que me impregnaban diversas sensaciones cuando eso pasaba, notando cómo de en algunas ocasiones la excitación me hacía mojar la entrepierna.
Una noche ya supuse que era suficiente, tenía que resolver este asunto como fuese. Me daba la sensación de que mis hermanos me deseaban y yo no estaba pudiendo satisfacerles sus deseos. ¿Qué clase de mala hermana era acaso? Estaba tranquila en mi cuarto, tocándome mientras leía un relato pornográfico en Internet. Algo sobre incesto, que me puso a mil, acelerándome el pulso.
Me detuve en un momento… Quizás era el momento de aprovechar la situación. Nuestra madre estaba en este momento haciendo una guardia extra en el bar. Estábamos nosotros tres solos en la casa. Salgo de mi cuarto y voy por el pasillo a lo de Tomás. Golpeo suavemente la puerta de su cuarto.
—¡Oye Tomás! —susurro quedamente— ¿estás despierto?
—Sí, ¿qué quieres?
—Déjame pasar, ¿vale? Ya te cuento.
—Bueno, pasa, pero que sea importante.
Abro la puerta e ingreso al cuarto. Mi hermano Tomás era particularmente desordenado, sabía que tenía su colección de revistas traviesas debajo de la cama (¡todavía existen esas cosas!). No había nada particularmente interesante, salvo un ordenador que seguro debía usar para su pornografía y diversos trastos que no vale la pena mencionar.
El cuarto está a oscuras, mi hermano está acostado en la cama, en calzones. Me acerco a la cama y me apoyo en ella con mis codos. Tengo la cara de mi hermano a pocos centímetros.
—¿Qué quieres? ¡Mañana tengo que madrugar!
No pierdo tiempo en explicaciones, era ahora o nunca. Le como la boca de un fuerte beso. Evidentemente lo tomo un poco por sorpresa, pero no me rechaza. Más al contrario, me agarra del cuello y me retiene en el beso. En un momento nos separamos la cara.
—¡Ah, puta tenías que ser, Martina! ¿Qué carajos se supone que es esto?
—¡No me vengas con recriminaciones ahora, Tomás! Bien que te gustó.
No me responde, sino que directamente me vuelve a agarrar la cara para estamparme otro beso. Siento su lengua metiéndose en mi boca, y sus manos como me van magreando, tocándome los pechos, sintiéndome los pezones que ya están completamente duros por la excitación.
La verdad, cuando pensé en esto inicialmente no sabía con cuál de mis dos hermanos debía acudir. Creo que he acertado, Jacobo es todavía demasiado inmaduro e inocente para entender una cosa así. O eso pensaba yo…
—¡Jacobo! —grita Tomás— ¡Deja de manosearte tu polla y ven para acá!
Abro los ojos con algo de alerta, mientras palpita mi corazón.
—¿Jacobo? Pero él también…
—Sí, ¿qué te pensabas tú, que nació ayer? Se merece parte de la faena.
En eso, se abre otra vez la puerta del cuarto y veo a mi otro hermano, también en calzones.
—¿Así que ya está lista? No esperaba que tardase tan poco tiempo —dijo Jacobo con picardía.
¿Qué ya está lista? ¿A qué se refieren? ¿Sabían acaso que me moría de ganas de este momento? Bueno, poco importa ahora, tengo a mis dos hermanos listos acá, ambos con una tremenda carpa en los calzones, evidentemente listos para lo que se viene. Tomás me agarra desde la espalda y me tira con algo de fuerza al piso, cara arriba. Podría ser algo medio violento pero admito que no he impuesto mucha resistencia, después de todo estaba ansiando este momento.
—Tomás, espérate un segundo, tengo que ir un segundo al baño —dijo Jacobo.
—Si serás tonto, ¿en qué otro lugar piensas que será mejor mear que no sea en la chochita de nuestra perra?
—Momento, ¿cómo…? —medio que trato de interponer.
—Te callas y te bajas ya mismo la bombacha, Jacobo necesita descargarse una buena meada.
Mucho no me gustaba la idea, pero ya estaba aquí y el planteo era en el fondo justo, yo los busqué y ahora tenía que hacerme cargo de las consecuencias. Me bajé la bombacha y abrí la entrepierna, dejando a la vista mi chochita para que lo aprecie Jacobo.
Jacobo se baja el calzón y libera su polla completamente al palo, que para ser un chaval es bastante impresionante. Siempre sospeché que mi hermano menor se estaba desarrollando muy bien. Acercó la misma a mi vagina, y haciendo un poco de fuerza (entiendo que a los machos les cuesta orinar cuando están excitados), libera su meo caliente encima de mi chochita.
Recibir ese líquido caliente dentro de mi vulva me acelera aún más las palpitaciones. El meo me cosquillea adentro y ciertamente me excita. Después de unos diez segundos baja el caudal del chorro, liberando ya apenas unas gotas. Mi entrepierna ya era un asco de orina, tenía todo el pubis, la vulva y parte de la pierna mojada.
—Bien hecho, Jacobo… Ahora me toca a mí —comenta Tomás.
¿Qué? ¿Él también tiene reservada una meada para mi conchita? En este momento, estaba tan excitada que no podía esperar menos. Sin embargo, Tomás tenía guardada una sorpresa para mí. Me levanta y me da vuelta, cara al piso. Me tantea las nalgas, separándomelas. Me imagino que debo en este momento tener el agujero del ano a la vista. Ahora entiendo lo que quiere hacer… Antes de poder reaccionar (si es que hubiese querido hacerlo), siento ahora otra vez un chorro, pero directamente dirigido a mi agujerito trasero. La orina no entra tan fácilmente pues debo decir que de ese lado soy bastante estrecha, aunque igual la sensación se me hace bastante deliciosa. Ya estaba sin palabras, olía a orina por todo el cuerpo prácticamente después de esta doble ducha amarilla.
—Ya estamos listos, ¿no Jacobo?
—Sí Tomás… ¿Quién empieza? ¿Sorteamos?
—No digas bobadas, ¿quieres? Déjame empezar a mí ya que tu apenas tienes experiencia para hacer gozar a una perra.
Sin mucho más preámbulo, Tomás me da vuelta para colocarme nuevamente de cara al techo. Estando yo con las piernas abiertas, hecha un asco, estaba lista para recibir la estocada. Mi hermano me muestra su polla, bastante grande también pero curiosamente no tanto como la de Jacobo, aunque su glande medio deforme me producía una cierta sensación de morbo. Sin esperar mucho más, introduce su pene en mi vagina, que ya estaba completamente lubricada por mis fluidos y por la orinada de mi hermano menor. El acceso a mi interior es sencillo, y mi hermano empieza a darme una follada que no tiene nombre.
En poco rato, estaba gozando como una posesa, gimiendo fuertemente mientras Tomás me daba para que tuviese. Rodeo con mis piernas el torso de Tomás, como para evitar que se pudiese arrepentir en algún momento. Tarde pensé en las consecuencias de esto, el escándalo que podría suponer quedarse embarazada. ¿Qué diría mi madre? Nada de eso pasaba por mi mente, solamente el instinto animal de gozar y de poder recibir el simiente de mi hermano en mi interior.
No tardó mucho, evidentemente su calentura era importante, pues antes que transcurriera apenas un minuto lo sentí como si estuviera convulsionando y noté como mi chochita se me llenaba de lechecita tibia, con un violento chorrón. Esto era más peligroso que la orina… Pero no estaba para pensar en esas cosas, no ahora, mi idea era disfrutar del ahora. Así y todo, no pude llegar al orgasmo, pero sentía que estaba muy cerca. Traté de retener a mi hermano dentro mío para que continuase con su trabajo pero no pude, él era fuerte y se sacó mis piernas de encima, retirando su polla de mi interior. ¡Hijo de puta! Me dejó al borde, totalmente caliente.
—Bueno Jacobo, termina tu que esta perra aún necesita más polla me parece.
Jacobo me levanta y me hace colocarme en cuatro, sintiendo cómo la lefa de Tomás se iba vertiendo fuera de mi chochita para mojar la alfombra. Mi hermano menor aparentemente quería ensartarme como si fuese alguna perrita, en la posición de perrito. Siento cómo se me monta encima.
Sin que pase mucho tiempo, vuelvo a sentir otra polla adentro, pero esta vez mucho más gruesa y larga. ¡Qué bien dotado que resultaba estar mi hermano menor! Las sensaciones no tienen nombre, realmente ahora sí estoy sintiendo las estrellas entre una mezcla de dolor al comienzo pero qué rápidamente se fue convirtiendo en placer; no puedo parar de jadear y de a ratos gritar, cuando alguna encestada es particularmente efectiva. Sentir la polla de mi hermano chapoteando entre una mezcla de orina, semen de mi otro hermano y mis propios fluidos hizo que rápidamente llegara a un orgasmo yo, desgarrándome a los gritos. Creo que eso aceleró aún más las cosas, pues casi inmediatamente sentí cómo se me volvía a inundar la conchita de más leche, pero esta vez era un verdadero torrente que me cubrió todas las entrañas. Sentí cómo se retiraba la verga de mi hermano.
Me caí al piso, agotada por toda la faena, con mi chochita absolutamente mojada con todos los fluidos que os podéis imaginar. Con un poco de suerte no llegaría a quedar preñada, pero preferí no pensar en eso ahora.
—Martina, tuviste lo que querías. Vete a tu cuarto tranquila —dijo Tomás.
Me levanté como pude, y estaba a punto de irme.
—Sí, y mañana sabes que mamá está también de guardia nocturna, así que ya sabés… —concluyó pícaramente Jacobo con un guiño.
Otro día os contaré cómo fue esa otra experiencia, había más recovecos de mi cuerpo para explorar…