Bien pues si ya estáis todos, sigamos con nuestro relato, escucharme atentamente, oír mi voz pausada, melosa, sensual describiendo lo que paso, así que como os decía…
Las tres salimos maravilladas de lo bien que follaba aquel chico al que mis amigas por su cuerpo no echaban más de 25 años, las tres nos pasamos horas hablando de él hasta que llegó el día de la cita, una cita ciegas preparada en principio por él y luego ya iríamos viendo.
El día llegó, era sábado y me había citado en un aeropuerto privado, no sabía más, tenía que estar en el hangar número 5 a las doce del mediodía y allí estaba yo con vestido de color camel sin mangas con dos cintas gruesas sobre mis hombros, dos bolsillos delanteros bastante amplios y abotonado por la espalda desde la mitad de la misma hasta el final del vestido, unas sandalias y la ropa interior de encaje negra tanto el sujetador como mis braguitas, unas bragas brasileñas muy seductoras con encajes de flores que casi no daban pie a la imaginación, como complemento un pequeño bolso para meter lo justo y necesario.
Ese día se había levantado un poco ventoso y más en aquella parte de la ciudad teniendo que sujetar mi pelo y mi falda para que no se volaran, iban a dar las doce en punto cuando apareció una moto que paró justo a mi lado, era mi cita, era mi campeón, él ya había visto mi rostro y en el momento que se quitara el casco yo vería el suyo, pero de momento lo que veía me gustaba, como decían mis amigas estaba cañón, venía vestido con unos pantalones vaqueros, zapatillas blancas y una camisa también blanca por fuera del pantalón, en su mano un ramo con seis rosas rojas que me ofreció nada más bajarse de la moto.
-Hola, Lara, esto es para ti. -¿Cómo sabía mi nombre?, yo no se lo había dicho y sin embargo parecía conocerme y esa voz, esa voz.
-No te asustes al verme, tú no digas nada y sigamos adelante. –Estaba claro de que nos conocíamos ya, pero ¿quién era él?, mi cabeza no paraba de intentar reconocer aquella voz que me resultaba tan familiar, pero dudaba, si era quien yo creía, iba a ser la chica más feliz del mundo y estaba a nada de saberlo, empezó a quitarse el casco y… premio.
-Que tal primita, aquí me tienes.
-¿Fran?, ¿eres tú de verdad?, pero… ¿Pero no estabas en París?
-Estaba, pero me enteré de que mi prima preferida estaba haciendo locuras y quise ganar para impedir que cualquiera te llevase por ahí, ahora… tú me dices si continuamos llegando hasta aquí, porque sabes lo que siento por ti y desde luego que yo quiero continuar.
-Sí.
-Sí que Lara.
-Que si quiero continuar.
Abrazándome a él nos empezamos a besar, desde un principio en algún lugar de mi corazón sabía que era él desde el principio, aunque intento ocultar su voz, aunque fuera a la única que no beso cuando estuvimos en el hotel, sentía que era él, Fran y yo habíamos tenido una pequeña relación ya hacía tiempo, relación que nos obligaron a dejar nuestras familias, fue con él con quien me inicie en el sexo, fue mi primer amor y quizás el destino o un juego loco me podría unir nuevamente a él.
Fran tenía 26 años y pilotaba aviones desde los 18, desde que nuestras familias nos separaron él se fue con 21 años fuera de España instalándose primero en Londres y más tarde en París donde monto con un amigo una pequeña compañía de aviones privados, la verdad que le habían ido muy bien las cosas y en poco tiempo se había convertido en el dueño de una pequeña empresa muy fiable del sector, empezando primero con una pequeña avioneta cessna y ahora tenían hasta 6 aviones pequeños para ser alquilados, había venido a Valencia en uno de ellos pilotado por el mismo y allí era donde nos dirigíamos, a su avión y luego a París, la cita no podría haber empezado mejor.
Antes de partir, él miraba los controles y hacia las últimas revisiones, yo estaba dentro del avión cotilleado un poco, era un avión precioso con capacidad para seis personas, asientos de cuero negro, todo muy lujoso, estaba tan ensimismada que no me di cuenta de cuando entro por detrás y me empezó a besar el cuello, sabía muy bien que me encantaba, que me excitaba hacerme chupetones por el cuello, lamer mis lóbulos a la vez que acariciaba mis senos por encima del vestido y con la otra mano ya estaba buscando mi sexo, metiéndose por debajo del vestido, me conocía bastante bien, sabía lo que me gustaba y lo estaba aprovechando a la perfección.
Estaba jugando con ventaja, pero a mí no me importaba porque en esos momentos estaba flotando por una nube, retiraba mi melena ofreciéndole mi cuello como si de un vampiro se tratase, mis bragas empezaban a mojarse aunque él ya lo sabía porque su mano se había encargado de levantar mi falda apretando con su mano mi vulva, era algo que había olvidado, como me tocaba y como me acariciaba, con que maestría lo hacía y como me volvía loca a cada momento.
Tenía su pene rozando continuamente mis nalgas, aquel pene que tanto me gusto y que ahora empezaba a recordar, faltaba más de media hora para despegar, lo justo para un polvo rápido, así que dándome la vuelta empuje a mi primo hasta uno de los amplios sillones y tentándole a que me follara me puse delante de él, mirándole me subí el vestido bajándome las bragas y para cuando me senté encima de mi primo ya él se había sacado el pene de sus pantalones y con su mano lo iba guiando y metiendo en mi vagina, a partir de ese momento un baile sensual, moviendo mi pelvis de un lado a otro sin que su pene saliera de mi interior.
El premio había comenzado en Valencia, llevamos 15 minutos en el aire y mientras Fran pilotaba yo me aseaba en el baño, limpiándome de los restos de su semen en mi vagina y entre mis muslos, me ponía nuevamente las bragas, me arreglaba el vestido y me maquillaba un poco porque la próxima para era París y allí que, me preguntaba mirándome al espejo. Nada más llegar Fran me llevo a comer a un sitio muy lujoso, me veía un poco cohibida no solo del sitio, sino de cómo iba vestida y nuestra próxima parada una boutique de ropa donde me regalo un vestido largo negro precioso junto a dos entradas para la ópera que sabía que me apasionaba, Fran seguía jugando con ventaja.
La tarde fue deliciosa, de compras, paseando por los Campos Elíseos, sentados en la hierba junto al Sena tomando un helado, reíamos continuamente y hasta me había olvidado del estúpido concurso, me daba igual follar o no, me daba igual todo porque con él, era todo maravilloso. Eran las siete y media de la tarde cuando por fin nos fuimos a su piso para arreglarnos e ir a la ópera, su piso un ático en una de las zonas más exclusivas de París con toda la ciudad a nuestros pies, estaba guapísimo con esmoquin y yo al mirarme en el espejo con aquel vestido me parecía un sueño, maquillada y enjoyada parecía una princesa de cuento de hadas.
Busque a Fran en el salón, en la cocina, le llamaba, pero no contestaba, subí las escaleras al segundo piso donde tenía un pequeño estudio y allí le encontré, era una especie de buhardilla toda acristalada desde donde se podía ver perfectamente París de noche con una envidiable vista de la torre Eiffel, tumbado en la cama Fran me miraba con solamente un eslip negro en su cuerpo y cogiendo dos copas de champán me ofrecía una, parecía que el plan había cambiado y era un plan que no me desagradaba.
Ya desde el último peldaño antes de entrar le veía tumbado en la cama y desde ese momento mis manos estaban quitando las tiras del vestido sobre mis hombros, a medio camino me paraba para bajármelo del todo y lo dejaba en el suelo, casi al pie de su cama me quitaba el sujetador negro y al pie de su cama me quitaba los zapatos de tacón que me había comprado para la ocasión, me subí en aquella cama enorme y gatee hasta el despacio, hasta llegar a sus labios.
Me encantaba como olía, su perfume me atraía como las flores a las abejas, le besaba por toda la cara, lamía hasta el último rincón de su piel, bajando y dibujando con mi lengua sus músculos hasta su eslip que fui retirando muy despacio, mirándole a la cara. Desde la última vez que le llame desde el piso de abajo, ninguno de los dos volvió a pronunciar ni una palabra, la música suave envolvía mis besos sobre su cuerpo y la luz de la ciudad permitía que nos viéramos entre las sombras.
Con su glande entre mis labios, recorriendo su pene con mis labios y con sus testículos en mis manos acariciándolos lentamente, llegando a meterlos en mi boca le iba oyendo gemir, sus manos acariciaban mi pelo, enredándomelo entre sus dedos mientras que notaba como mi boca envolvía su pene, Fran tenía un pene increíblemente suave, su olor y sabor me atraían, mis bragas para entonces eran un trapo mojado con el que él empezó a jugar tras cambiarme un poco de posición, sus dedos se habría camino entre mis labios para penetrar en mi vagina y hacerme que dejara de lamer su pene teniéndolo metido en mi boca.
La maestría con que me tocaba no hacía más que excitarme más y más, quería ser suya, no me importaba lo que hiciera con mi cuerpo, lo único que deseaba era ser suya y entregarme a él, Fran me puso boca abajo para besar mi espalda y desde mi nuca bajo a mis glúteos, quitándome las bragas muy despacio a la vez que me besaba y me daba pequeños mordiscos con su boca, separándome un poco las piernas repasaba con su lengua mis labios tremendamente humedecidos, abriéndome las nalgas bebía de mi vagina con su lengua y sus dedos me hacían perder el control, poco a poco sus movimientos me iban desplazando hasta el final de la cama, con mi cabeza ya por fuera y mis manos tocado el suelo.
Fran se metió entre mis piernas, sentía todo su cuerpo sobre el mío, fue penetrando con su pene muy despacio en mi interior, mi vagina una vez más se separaba y abría para él, entrando y saliendo de mí haciéndome gemir, haciendo que mi cuerpo temblara con cada penetración y con cada empujón que sentía por detrás mi cuerpo se escapaba más y más de la cama hasta estar con mi sexo en el límite de ella, mis muslos verticales a ella y mi espalda un poco arqueada con mi cara y mis manos apoyadas en la alfombra de pelo suave que están debajo de mí, Fran con sus manos en mis caderas se elevaba hacia el techo como un lobo aullando a la luna, formando entre nuestros cuerpos una Y perfecta.
Fran me penetraba con más vigor, pausando sus penetraciones y haciéndome gritar en cada una de ellas, me mordía los dedos cuando no un cojín que encontré en el suelo al pie de la cama, le sentía elevarse con sus manos en mis caderas empujando con fuerza su pene dentro de mi vagina, los dos disfrutamos cada vez que se hundía en mi interior, yo porque la sentía entrar tan profunda que estaba friccionando toda mi vagina y él al sentirme tan lubricada que no hacía falta empujar mucho porque ya ella sola se metía hasta el fondo de mi vagina, metiéndomela entera.
Fran se retiró y me levanto sentándonos los dos en el centro de la cama, empezaba a sentir un orgasmo cuando se quitó y estaba segura de que él también estaba cerca, fue una gran idea porque ahora sentada sobre él, sobre sus piernas cruzadas sentándome entre ellas y con mis piernas abrazándole el cuerpo nos podíamos ver, nos podíamos besar y acariciar nuestro cuerpo a la vez que su pene dentro de mí se movía lentamente según moviera yo mi pelvis, el baile de nuestros sexos unidos ahora era lento y delicado, la sentía quizás incluso más dentro de mí pero prácticamente sin salir de mi vagina.
El tiempo pasaba y nuestros besos se multiplicaban, los dos disfrutábamos tanto que nuestros corazones bombeaban oxígeno a cada una de nuestras células para que aguantásemos más, subiendo y bajando mi pelvis de su pene los jadeos y gemidos terminaron por ser dominados por pequeños gritos y más tarde casi alaridos, tanto el como yo nos resistíamos a llegar al final, pero no podíamos aguantar más, llevábamos más de 20 minutos así, con su pene atravesando todas mis barreras, presionado contra mi vagina continuamente que fue inevitable que explotamos en un tremendo orgasmo, primero yo y luego él, París era testigo de ello, mi cuerpo temblaba al paso de una ola interna de flujo que pretendía salir de mí y otra que expulsada con violencia por él pretendía entrar en mí para llenarme.
-Lara, son tan solo las nueve y media, si nos damos prisa llegamos a la ópera. -Me preguntaba Fran mientras estábamos los dos tumbados y abrazados en la cama después de que nos hubiéramos derrumbado como un castillo de naipes al explotar nuestros sexos.
-Fran, me prometes que habrá más operas.-Le contestaba besando y acariciando su pecho.
-Te lo prometo Lara.
-Entonces olvidémonos hoy de ella de la ópera.
Separándome de él, me tumbé boca arriba le abría las piernas invitándole a que se metiera entre ellas y me volviera a follar.
Realmente fue un premio, un premio para los dos, mi primo y yo nos reencontramos de nuevo, yo deje de buscar el sexo fácil con estudiantes y me centre en hacerle feliz, allí los dos juntos en París.
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Lo siento chicos, el torneo para el año que viene se ha cancelado, estoy segura de que tú hubieras participado de saberlo y que yo te hubiera disfrutado, aunque… quien sabe… Quizás algún día organice otro.
¿Te gustaría participar?