Camila vestida con una chaqueta azul, una blusa blanca, una minifalda azul, calzando zapatos negros con tacón de aguja y con una bolsa en la mano, llamó a la puerta de su padrino, Emilio al abrir y verla se llevó un alegrón. Sabía a lo que venía. Le preguntó:
-¿En qué has venido?
-En autobús.
Al entrar en casa a Camila le llegó un olor a asado que abría el apetito. Emilio miró para sus piernas, unas piernas rectas desde la raíz del muslo hasta el tobillo con curvas en tobillos y rodillas y la polla se le puso nerviosa dentro del calzoncillo. Le dijo:
-Te miro y me parece que tienes andares de princesa.
Camila se dio la vuelta y sonriendo le respondió:
-¿Y cómo caminan las princesas?
-Caminan cómo tú -le dio con la palma de la mano en el culo-, con estilo.
Camila cambió de tema.
-Huele que alimenta. ¿Qué está cocinando?
-Estoy haciendo un conejo al horno. ¿Comiste?
-No. Traía unos pasteles y una botella de Tío Pepe…
-Eso es para el postre. Hice para comer y cenar, o sea, que sobra para los dos.
Tiempo después estaban sentados a la mesa comiendo el conejo asado con las manos, las patatas con el tenedor y largándole unos buenos tragos de vino tinto. Después de mandar un trago le preguntó Emilio:
-¿De qué hablaste con tu novio ayer al volver a casa?
-Seguimos discutiendo.
-¿Por dejarte a medias?
-Por eso mismo.
-¿Y?
-Y menos mal que ya iba satisfecha.
-Bueno, satisfecha, satisfecha no ibas.
-Calle, calle que en mi vida me había corrido dos veces seguidas.
-Ya va siendo hora de que me tutees que me haces sentir más viejo que el abuelo cebolleta.
-¿Y ese quién es?
-¡Qué viejo soy, coño, que viejo soy!
-Si pensara que eres un viejo no vendría a lo que vengo.
Comieron, llevaron los platos al fregadero y allí Emilio, detrás de ella, la cogió por la cintura, la besó en el cuello, le arrimó la polla al culo y le dijo:
-Tengo unas ganas locas de comerte el culo.
-¿Quién te lo impide?
Emilio le bajó las bragas, se agachó, le abrió las nalgas y lamió su ojete. Camila con una mano levanto la minifalda y con la otra se apoyó en el fregadero. De las lamidas, pasó a las folladas. La punta de la lengua entraba y salía del ojete mientras las manos de Emilio apretaban sus duras nalgas. Después el dedo medio de su mano derecha entró en el ojete mientras le lamía y mordía las nalgas. A este dedo le siguió el pulgar. La vagina se abría y se cerraba y se iba empapando. Emilio pilló un pequeño taburete que usaba para coger las cosas más altas de la alacena y se lo puso al lado para que Camila se subiera en él. Se subió y apoyó las dos manos en el fregadero. Emilio cogió con los dedos manteca que tenía en un tarro, sacó la polla empalmada, la untó de manteca, le metió de nuevo el dedo pulgar y le folló el culo con él. Luego le frotó la polla en el ojete. Camila sintiendo cómo los jugos que salían de su coño y bajaban por el interior de sus piernas, le dijo:
-Por el culo no que me lo rompes, padrino.
No le hizo caso. Le echó las manos a las tetas y magreándolas metió la punta de la cabeza. Camila estaba asustada.
-¡No metas más que la puntita!
A la puntita le siguió la cabeza entera. Fue como si le metiera un supositorio. No le desagradó.
-¡Cómo llena!
Emilio excitado como un toro y con la polla dura cómo una roca, le dijo:
-¡Llenar te voy a llenar yo el culo de leche!
Camila no se quería quedar cómo se quedaba con su novio.
-¿Y yo qué?
-Tú te vas correr cómo una perra.
Se la clavó hasta el fondo.
-¡Diosss!
-Enseguida te empezará a gustar.
Le giró la cabeza con una mano y besándola le folló el culo muy lentamente. Al rato le dijo Camila:
-Ya me gusta, padrino.
-Y más que te va a gustar.
Camila con toda la polla dentro del culo, le echó una mano a los huevos, se los acarició, y le dijo:
-A ver si es verdad.
Emilio comenzó un mete saca especial… Al sacarla la sacaba del todo, la volvía a engrasar con manteca, volvía a poner la punta en el ojete y de un viaje, con suavidad, se la metía hasta el fondo… Camila gemía sin parar. Estaba gozando una cosa mala y se lo dijo.
-¡Hostias qué gusto, padrino!
-Gusto es el que vas a sentir cuando te corras.
Así estuvo un par de minutos, después comenzó un frenético mete y saca. El coño de Camila goteaba cómo un grifo cuando la polla de su padrino salió de su culo y entró en él. Tenía un coño estrechito. La polla le entró casi tan apretada cómo en el culo. Le dio caña mientras amasaba sus tetas y jugaba con los pezones. Al ratito, le dijo:
-¡Me corro, padrino!
Al comenzar a correrse se la sacó del coño, se la metió en el culo y se corrieron juntos, ella se corrió temblando, chillando cómo una coneja y haciendo un charco de jugos sobre el taburete y las baldosas de la cocina y él dentro del culo jadeando cómo un perro.
Al acabar Camila se dio la vuelta, le dio un pico y le dijo:
-¡Eres el amante perfecto!
-Me gusta que me des cera.
Emilio puso una rodilla sobre las baldosas. En el coño de Camila vio dos colgajos de jugos que parecían mocos, los lamió y después lamió el coño, al lamerlo se encontró con una especie de pasta babosa que se tragó, luego le echó las manos a las caderas y lamió su clítoris de abajo a arriba, después lateramente, al ratito de modo transversal, luego alrededor, y a continuación de modo aleatorio y metiendo y sacando la lengua en su vagina para ir tragando sus jugos, jugos que un tiempo después salieron en cascada cuando se corrió en su boca, diciendo.
-¡Qué bueno eres!
Camila se corrió como una loba y Emilio se hartó de beber de su coño fresquito.
De vuelta a la sala se sentaron cada uno en un sofá. Camila abrió la botella de tío Pepe y el paquete con los pasteles. Cogió uno, se levantó, fue junto a su padrino, se lo puso en la boca, él mordió un trozo relleno con crema, ella se comió el resto, después lo besó con lengua y a continuación poniendo cara y voz de mimosa, le preguntó:
-¿Está más rico el pastel que mi coño?
-No, prefiero tu coño. Sabe mejor
Se levantó, y le dijo:
-Voy a buscar un par de vasos.
Emilio miró para su culo redondito, vio cómo se iba moviendo de un lado al otro, y le dijo:
-¡Estás mejor que la empanada de maíz con berberechos!
Camila giró la cabeza, sonrió y le dijo:
-Con las ganas que me comió el coño no me cabe la menor duda.
Camila volvió con los vasos y el tarro de manteca. A Emilio no le salían las cuentas.
-¿Le vas a echar manteca a los pasteles?
A Camila sí le salían.
-No, es para tu polla. Sé que los hombres tardan en empalmarse después de correrse.
-¿Y quieres ponérmela dura untándola con manteca?
-Eso y otra cosa.
A Emilio le latía que le gustara el sexo anal. Pensó que ya puestos en harina tenía que intentar traerla a su terreno.
-Sabes, tengo una fantasía que sé que me la pondría dura.
-¿Cuál es?
-¿Ver a una mujer con un cuerpazo cómo el tuyo haciendo un striptease?
Camila rompió a reír.
-Yo haciendo un striptease, quita, quita.
-Verte debe ser una gozada. Fijo que me empalmaba cómo un burro.
-Un striptease no lo sé hacer, pero una paja, sí. ¿Te vale?
-¿Y si hacemos una paja mirándonos sin llegar a corrernos?
-Me gusta la idea
Camila estiró las piernas, se recostó en el sofá, metió una mano dentro de las bragas y jugó con su coño mientras miraba cómo su padrino se tocaba la polla por encima del pantalón. Al rato bajaba las bragas hasta los tobillos, abría las piernas y se acariciaba el clítoris con dos dedos. Emilio sacó la polla morcillona y comenzó a menearla… Pasado un tiempo, al meter Camila los dos dedos dentro del coño, sacarlos, chuparlos y volver a meterlos a Emilio la polla se le puso dura. Poco después ya los dedos chapoteaban dentro del coño; "¡Clash, clash, clash…!" La polla y la palma de la mano de Emilio estaban mojadas. Camila mirando cómo la mano bajaba y subía, subía y bajaba, comenzó a gemir cada vez más aprisa.
Llegara al punto de no retorno. Sus ojos se cerraron de golpe, paró de gemir mientras se encogía, y acabó gimiendo de nuevo, mirando para la polla erecta.
Al acabar, con una cara de felicidad que daba gusto verla, subiéndose las bragas, le dijo:
-No pude aguantar. ¿Unos pasteles y un traguito para reponer fuerzas?
Emilio guardando la polla, le dijo:
-Cómo tú digas.
-Después igual me animo.
-¿A qué?
-Si me animo ya lo sabrás.
Un tiempo después se animó y lo supo. Camila puso música de piano en el móvil y comenzó a hacer un striptease. Contoneando las caderas quitó la chaqueta, y la tiró al piso, desabotonó la blusa y después la tiró sobre la chaqueta. Luego se quitó la minifalda. Quedó en bragas blancas y sujetador a juego, medias negras con ligas rojas y los zapatos de tacón de aguja. ¡Qué cuerpazo tenía!
Se dio la vuelta y sin dejar de bailar contoneando las caderas movió los brazos cómo si fueran alas de mariposa en vuelo. Se quitó el sujetador, se dio la vuelta de nuevo y se lo tiró a la cara, después se acercó a él, y bailando le restregó el culo en la cara, después lo bajó, se sentó sobre su polla morcillona y se contoneó apretándola con su culo. Emilio le bajó las bragas. Camila dejó de bailar, se dio la vuelta, le quitó la camisa, los zapatos y los calcetines, los pantalones y los calzoncillos. La polla ya estaba de nuevo gorda y dura. Cogió el tarro de la manteca y le untó la polla y los huevos con ella. Se dio la vuelta, le cogió la polla con su mano derecha, la puso en la entrada del ojete y echando el culo hacia atrás la metió hasta el fondo, luego le dijo:
-¡Te voy a romper la polla, padrino!
Emilio le agarró las tetas, le apretó los pezones y le dijo:
-Y yo a ti las tetas.
Nadie le rompió nada a nadie. Camila folló a su padrino con suavidad, ya que si lo folla duro la que se rompería el culo sería ella. Emilio quería gozar el máximo tiempo posible y después follarle el coño y hacer que se corriera, pero Camila lo iba a sorprender. Se dio la vuelta, se sentó sobre la polla, le echó los brazos alrededor del cuello y mirándolo a los ojos le dijo:
-Quiero que nos corramos juntos.
-¿Y si quedas preñada?
-Quedé.
Camila movió su culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, lento al principio, a medio gas después y al final a toda hostia. Follándolo a toda hostia vio cómo su padrino se ponía tenso. Sintió su polla latir dentro de su coño. Vio cómo sus ojos se cerraban y luego sintió el primer chorro de leche dentro de su coño. Camila soltó un gemido que más que gemido parecía un suspiro. Su boca se posó sobre la de su padrino, Emilio le metió la lengua dentro, buscó con su lengua la lengua de su ahijada y después se la chupó. Cuando el coño de Camila comenzó a correrse y su coño apretó la polla y la bañó con su corrida, echó la cabeza hacia atrás, su cuerpo se curvó, y exclamó:
-¡¡¡Aaaah!!!
Siguieron con la fiesta, pero aquí acabo el relato porque me entraron unas ganas locas de hacer una paja.
Quique.