Era un fin de semana, Martha estaba en su habitación aun sin levantarse, entraba el sol por su ventana, ella se revolvía en la cama, aun no deseaba levantarse, llevaba unas bragas negras, con un tenue diseño en gris, que se incrustaban de manera deliciosa entre sus nalgas, dejaban al descubierto parte de ese hermoso trasero blanco, sus nalgas redonditas y paradas se cotoneaban por toda la cama, como tratando de invitar a quien fuera el afortunado de poder poseerlas, unas medias negras con encaje en la parte superior que resaltaban los hermosos muslos y las torneadas pantorrillas que resaltaban el largo de sus piernas.
En la parte superior un pequeño camisón, de tirantes, dejaba al descubierto sus hombros, resaltaba sus senos, como un par de suculentos jarros de miel, apenas y le llegaba encima de la cintura; su rubia cabellera suelta contrastaba espectacularmente con el negro de su vestimenta.
De repente el sonido de la puerta la saco de su ritual, se levantó sorprendida y se preguntó: ¿quién podrá ser a estas horas?, generalmente nunca recibía visitas tan temprano en un fin de semana, se acercó a la puerta y pregunto quién llamaba. Del exterior se escuchó una voz de hombre: soy Fernando señora, soy el plomero que solicito esta semana; rayos pensó Martha, no recordaba que había solicitado este servicio, y yo sin estar vestida, pero ni hablar es necesario que pasen a arreglar el desperfecto en la cocina, abrió la puerta, era un hombre más alto que ella, moreno, vestido en un overol gris manchado de grasa, zapatos de trabajo, de apariencia tosca, de inmediato él se la devoró con los ojos de arriba abajo, mientras saludaba: buenos días señora, ¿puedo pasar a arreglar su cañería? Preguntó con un gesto que era evidente el doble sentido en la pregunta.
Martha lo dejo pasar por alto, se dio la vuelta y le indico al plomero: pase por aquí señor Fernando, este caminaba detrás de Martha sin dejar de mirarle el trasero, mientras que decía en voz alta: ¡que hermosa vista tiene su departamento señora Martha! Hasta hace que se me pare… la respiración; Martha de inmediato comprendió ese juego de palabras, como reflejo inmediato sintió necesidad de girarse y abofetearlo, pero lo pensó un segundo, estaba sintiéndose halagada por lo que ese burdo hombre le decía, así que decidió ir mas allá: empezó a menear su trasero al caminar, al llegar a la cocina le indico, mire señor Fernando esta es la tubería que tengo tapada, ¿usted me la podrá destapar?, a lo que él respondió: claro que si señora Martha, a eso me dedico, a destaparle la tubería a mujeres hermosas como usted.
Muy bien respondió Martha, pero hágame un favor, no me diga señora, que me siento mayor; claro que si Martha, dijo Fernando una mujer tan llena de vida y de atributos debe sentirse con mucha cuerda todavía.
Bien Fernando, aquí es, dijo Martha señalando el fregador, aquí es donde se tapó la tubería, ¿cree que pueda destaparla?, claro que si Martha, a linduras como usted yo les destapo lo que sea, contesto mientras se acomodaba en el mueble para empezar a trabajar en él, al acostarse en el piso pudo ver desde otra perspectiva las piernas de Martha, mientras las veía de arriba abajo Martha pudo notar que bajo el overol una carpa se empezaba a formar, el miembro de Fernando crecía y crecía al ver las piernas y las bragas de Martha, mientras decía en voz baja: como me gustaría metértela toda mamacita… Martha escucho perfectamente pero pregunto: ¿cómo dice Fernando?, que voy a empezar a meter mano en esta tubería Martha; ahhh muy bien, respondió Martha.
Bueno Fernando lo dejo trabajar, estoy en mi recamara por si necesita algo; claro que si Martha ahorita que termine aquí voy a terminar allá contigo; Martha de nuevo hizo como que no escucho, se fue a su habitación, con su rajita ya mojada, sentía como escurrían los jugos por la entrepierna, aquel sucio y maleducado hombre habían despertado en ella un deseo, que sabía ella no podía reprimir.
Como era acostumbrado, cuando se sentía excitada Martha comenzó a sacarse selfies con poses provocadoras, se tocaba los senos, se acariciaba la panochita, pero todo esto solo hacía que solamente se excitara más y más.
De repente escucho que tocaban a su puerta, la sacaron de sus pensamientos: ¿qué paso Fernando?, desde fuera se escuchó: ya termine Martha, -vaya que rápido contesto ella, ¿cuánto va a ser? Pregunto, -depende de la forma de pago, contesto Fernando, ella no entendió, y no quiso preguntar más, pase por favor le indico.
El entro al cuarto de Martha, mientras ella preguntaba ¿cómo es eso que depende de la forma de pago?, mientras que Fernando clavando los ojos en ella le respondió: si Martha depende de lo que tengas para pagarme, decía mientras bajaba el cierre de su sucio overol; Martha solo alcanzo a exclamar ¡pero que te crees!, ya no pudo decir nada más, del overol de Fernando salió un tronco de carne negro, erecto, con la cabeza brillosa, con unas gotas cristalinas sobre de la cabeza, se acercó a Martha y le dijo: abre la boca, mientras la sujetaba del cuello; Martha apenas y empezaba a entre abrir sus labios cuando ya tenía la cabeza de ese miembro en los labios, tratando de penetrar su boca.
Ábrela bien, ordeno Fernando; mientras tanto Martha aceptaba la orden mientras trataba de ver la dimensión de ese miembro, Fernando empujaba su verga hasta la garganta de Martha, la jalaba de la nuca, y cuando ella sentía que empezaba a asfixiarse, él la sacaba y le ordenaba: ¡toma aire! Y le volvía a meter el pene dentro de su boca, Martha abría su boca lo más grande que podía, sus ojos empezaban a soltar unas lágrimas al sentir la falta de respiración, pero Fernando no la soltaba, metía el tronco de carne cada vez más fuerte dentro de la boca de ella mientras le decía, ¡comételo todo putita!
Esto encendió aún más a Martha que comenzó a mover su cabeza ella sola, hacia adelante y hacia atrás, mientras succionaba ese tubo negro, como si le quisiera sacar algo que tenía atorado.
Martha mamaba ya ese camote por sí sola, mientras Fernando solo observaba y le decía: ¡te gusta la verga Martha! Desde que te vi, lo imagen, tienes cara de ser una comevergas profesional.
Mientras Martha seguía devorándose el tubo de Fernando, este tomo una de las sabanas de la cama de Martha, mientras le decía: me parece que te gusta que te traten mal, estas de suerte, te voy a tratar como te gusta perrita.
Le saco el miembro de la boca, la hizo que se girara, la tomo de los dos brazos y se los coloco por la espalda, mientras con la sabana ataba sus muñecas, una vez que la ato le dijo: voy a hacer contigo lo que me plazca y tú vas a gemir pidiendo más y más verga putita.
La inclino hacia el frente, su cara cayó sobre el colchón, de rodillas con su culo levantado y las manos atadas, estaba a merced de Fernando, este de inmediato bajo las bragas de Martha, unas bragas mojadas ya de la excitación, dejaba el culito blanco a merced de Fernando, quien de inmediato comenzó a lamerle su ano, metía la lengua dentro de ella, para después pasar a su vagina, recorría sus pliegues, besaba sus labios, mordía su clítoris, Martha sentía que se desvanecía, una serie de sensaciones la invadían desde si entrepierna y le recorrían todo el cuerpo.
Entonces Fernando se arrodillo detrás de ella, ya sin el overol, pero aun con las botas de trabajo puestas, mientras le decía a Martha: vas a empezar a pagar la cuenta con metidas de verga mamacita, yo te digo cuando hayas completado, y le coloco la glande de su pene en la entrada de la vagina, solo se la presento, se la untaba a lo largo de la vagina, como paseando para reconocer el terreno.
La cabeza de su pene subía y bajaba sobre la rajita de la panochita de Martha, la cual al sentir de nuevo la cabeza en la entrada suplico: ¡métemela por favor, métemela!, a lo que Fernando respondió empezando a empujar ese tronco dentro de ella, sentía como la vagina de Martha se abría conforme el miembro de él iba penetrándola, Martha sentía como su vagina se iba llenando de ese miembro duro, venoso, sucio; hasta que los huevos de Fernando descansaron en las blancas nalgas de Martha.
Ya lo sentiste verdad putita, entonces ya sabes lo que vas a recibir: y comenzó a bombear su poderoso miembro, con movimientos de cadera Fernando sacaba y metía su pene dentro de Martha cada vez más fuerte, en cada embate los huevos de Fernando chocaban en las nalgas de Martha, comenzado a enrojecerle la piel.
En cada embate Martha emitía un sonido, mezcla de gemido, con respiración agitada, con suplica, no sabía que decir Martha, no atinaba, solo quería sentir ese miembro una y otra y otra vez dentro de ella.
¿Te gusta la verga putita? Preguntaba Fernando, ella solo decía: si, me gusta la verga, dame más papito; ella apenas y se reconocía, jamás se había imaginado poder decir algo así, estaba extasiada por completo: ¡cóbrate papi, cóbrate! Le gritaba.
Chorros empezaron a brotar de la vagina de Martha, mientras ella se convulsionaba al sentir una serie de orgasmos que se unían todos en un solo gran orgasmo que la sacudía, mojo el miembro de Fernando, se mojó las piernas, mojo su cama, mientras sentía que un escalofrió recorría su espalda y llegaba hasta su cabeza, solo atinaba a decir: ¡dame tu leche papi, dámela!
El comenzó a bajar el ritmo de bombeo, ahora era suave, despacio, sacaba su pene y lo paseaba por toda la rajita de su panocha, y lo paseaba por el ojo del culo par después volverlo a meter por la vagina, lo sacaba de nuevo y lo volvía a pasear, Martha pensó: me lo va a meter por el culo, pero el la saco de dudas rápido: ¿quieres que te coja ese culito, verdad?, -si papi, respondió Martha, -pues está demasiado rico, que se me antoja para otra sesión, así que si quieres que te coja por el culito vas a tener que solicitarme otro servicio.
Saco su pene, la incorporo y le arranco la blusa de tirantes, dejando al descubierto sus senos, coloco el pene entre sus tetas y comenzó a bombear de nuevo, él las tomaba de los pezones y los jalaba, trataba de cobijarse el miembro con las tetas de Martha, ella apenas trataba de reponerse de sus orgasmos cuando sintió que Fernando se puso rígido, apretó aún más los pezones de Martha y comenzó a escupir semen por su pene.
Martha recibió chorros por todas partes, en sus tetas, en su pecho, en el cuello, en la cara, hasta en el pelo, soltó un grito ahogado: ¡ahhh que rica estás!
La desato de las manos, se puso de nuevo el sucio overol, se encamino a la salida y volteo para decirle: si quieres que te de verga en tu culito pide un nuevo servicio, tomo su caja de herramientas y se fue.