Es verano y esta vez estamos junto al mar, con algunas cervezas en el cuerpo y el color propio del sol. Aunque le incomoda un poco el calor y el sudor, él es más de frio y montaña, las bragas de los bikinis, las chicas jugando vóley en la arena y los toples, lo convencieron de disfrutar de la brisa y las olas…
Pedazo a pedazo hago fotografías mentales de su cuerpo. Flash: cabello castaño, cejas perfectas, pestañas largas, candonga en la oreja. Flash: boca suave y pequeña, barba gruesa, tatuaje en el cuello. Escuchábamos un poco de reggae, reggaetón, rap, salsa, nos reíamos de nuestras historias, por encima de las gafas, observaba con discreción a las chicas que se paseaban orgullosas de sus cuerpos, naturales, de ficción, pequeños, grandes, negros, blancos, canela, la diversidad de la naturaleza femenina… sus manos acariciaban mi espalda, piernas, nalgas, me aplicaba aceite para acentuar mi color canela.
Le gustaba ver a las otras mujeres, las detallaba, se sorprendía y las admiraba, pero siempre regresaba su mirada hacia mí, mi braguita roja en medio de mis nalgas le hacia sonreír de manera especial.
Ese día planeamos ir a la playa, divertirnos un poco entre cerveza y sol, jugar un poco dentro del mar, dejarnos llevar por las olas, reírnos cuando éramos arrasados, caminar y recolectar conchas, piedras, recuerdos.
Estábamos los dos en medio de cuerpos bronceados, gafas que ocultaban miradas perversas, sensuales, tímidas, vestidos de baño de colores cubriendo pezones, senos pequeños, grandes, tatuajes y aretes, agua que refrescaba la lívido y lujuria, risas de complicidad, música y humo, éramos los dos rozándonos con los dedos, jugando a descubrirnos en medio de la gente, nos coqueteábamos con miradas, besos ligeros y apasionados, aceite en el cuerpo y deseo de follar en el aire.
Por primera vez me deshice de mi sostén delante de muchas personas, por primera vez dejaba al descubierto mis pezones, grandes, rosados, con lunares e historias de dedos y mordiscos, mis senos talla 36, naturales, estaban al natural, sin nada que los sostuviera, los ocultara, como si fueran parte del paisaje.
Una cerveza fría para los 38 grados que hacían, y un beso apasionado en medio de las olas para el calor de mi entrepierna. Nos encendimos poco a poco, jugábamos en las olas, mis brazos rodeaban su cuello, mis senos se estremecían en su pecho, mis ojos café oscuros y su mirada picara se reían de nuestras caricias en el agua, sus dedos tocaban mis nalgas y mi vagina estaba tan cerca de su hombría, que podía sentir cada erección.
Mi lengua juguetona en medio de su boca y por su cuello, cada vez que pasaba mis labios por su oreja, el apretaba con sus manos todo mi culo, mis manos acariciaban su pelo y mis piernas se enredaban con las suyas y de repente, sentí sus dedos dentro de mi, llegaron a mi culo con la frescura del mar y el calor de su cuerpo, oh su cuerpo, bronceado, dorado, músculos dibujados y firmes, tatuajes que resaltaban en su figura canela por el sol y yo estaba ahí, en medio del mar, sintiendo sus dedos penetrarme con tanta sutileza y sensualidad, que lanzaba pequeños gemidos para que no nos descubrieran y así, quedarnos otros minutos debajo del agua, ahogando las ganas de comernos.
Baje mi mano a su pene, lo toque, lo saque de su bañador, lo manoseaba, lo frotaba con mi abdomen, mi vagina, las olas nos empujaban, nos movían y cada vez, era más excitante estar en el mar a punto de correrme…
Nos besamos apasionadamente, jugando con las lenguas, mordiendo los labios, respirando cada vez más rápido, las manos entrelazadas, los cuerpos calientes, pequeños pellizcos en mis pezones, dedos en el interior, buscando la zona para hacerme correr, cada vez más cerca, estaba mojada y no era el agua del mar, estaba mojada de ganas, me subí en su cadera, el busco la posición para penetrarme, me lo hundió profundamente y me vine, como un estadillo, como una ola feroz, sentí mi vagina palpitar, apretar su hombría… acaricié su cabello, nos vimos a los ojos, sonreímos y seguimos jugando con el mar.