Pablo: A veces pienso que lo mío no es normal, o tal vez le debe pasar a muchas personas, no puedo entender como tanto vos como yo sentimos el mismo placer cuando tenemos relaciones, que cuando vos me contás que tenés alguna aventura con alguien, o simplemente alguna situación erótica, inclusive una simple fantasía morbosa.
Y esto fue producto de lo bien que nos hemos llevado en la cama, esa misma manera de sentir el placer a través del placer del otro, sin importar como se lo obtenga, cuando ambos sabemos que cualquier forma de placer que busquemos va a ser en función de excitar al otro y pensando en la excitación que a la vez va a producir eso en nosotros.
O sea que en realidad se produce una cadena de placeres, la primera en la concepción de la fantasía por hacer realidad, la segunda en concretarla, la tercera al relatarla al otro y la cuarta en la cogida desenfrenada que nos provocan todas las anteriores.
Por ejemplo sé que en este momento estás viajando hacia el turno que tenés con la masajista, elegido por supuesto en hora pico, debés estar viajando en un colectivo colmado de gente que sale del trabajo, habrás esperado en la cola para entrar y quedar por el centro del bondi, habiendo ya elegido algún pendejo para acomodarte parada delante de él, de esos que te gustan a vos, que son los que más se calientan, esos que sabés que después se van a matar a pajas pensando en vos, y excitado va a intentar varias veces tomar el mismo colectivo a la misma hora con la esperanza de volver a encontrarte.
Por la ropa que falta sobre el respaldo de la silla, sé que te pusiste la pollera plisada corta y la blusa escotada negra, esa que te marca los pezones, por supuesto sin corpiño, ahora debés estarle rozando con las nalgas contra el jogging del pendejo, apenas, hasta que empieces a notar que se le pone dura la pija, eso es lo que más te gusta, tantearlo primero para después encerrársela entre los cachetes y empezar a sentir el calor de la pija que todavía apunta hacia abajo, entonces vas a empezar a empujar un poquito, solo por ese placer que te proporciona el sentirla crecer a lo largo de tus nalgas y rozarte ya el ojete. Él ya debe estar empujando también, después va a meter la mano en el jogging y se la va acomodar para ponerla en punta y hundírtela bien en la culo, sé que te estás agarrando de pasamano del asiento, de manera que en cada empujón del pibe también se te calce el caño en la concha.
Y ahora debés estar llevando tu mano hacia atrás buscando eso que tanto te gusta que es modelarle la poronga, como vos decís, a través del pantalón, tus dedos van dándole forma cada vez más grande al bulto, apretando y soltando levemente te vas sintiendo una escultora de ese pedazo de carne tibia que ya debés estar ansiando apoyártela contra tu concha, y el deseo crece cuando te imaginás como me voy a poner cuando me lo cuentes, cuando te pida los detalles, la respiración agitada, el tamaño de la pija, la humedad de tu concha… por eso tratás de que tu mano también recuerde para también contar, te levantas la pollera para sentir la dureza contra tu bombacha, pero no te basta, como siempre estás empapada y no podés parar, necesitás que él lo sienta, le bajás el elástico del pantalón y la pija salta hundiéndose más en tu culo, ahora sentís todo el largo de la poronga deslizándose entre tus nalgas, pero vos la agarras y comenzás a pajearla llevándola de a poco entre tus piernas, metida entre tu raja empapada, eso necesitabas, apretarla entre tus muslos y moverte para sentir como la cabeza hinchada te roza el clítoris, y sentir el tronco de la poronga surcando la raya de tu culo, del pendejo está desesperado empujando y agarrándote con ambas manos de las caderas, vos quisieras metértela ya, pero tenés que bajarte, entonces te calienta aún más el pensar que lo vas a dejar al pibe con la pija afuera goteando, apretás las piernas y comenzás a estremecerte mientras acabás, y así le liberás la pija de entre tus piernas y con la mano mientras giras se la acomodás dentro del pantalón, y te vas hacia la puerta trasera, tocás el timbre y antes de baja llegás a ver las maniobras del pendejo para esconder la pija al palo.
Mahia: Sí, esta perversión compartida es una catarata de placeres, yo estoy aún disfrutando de mi orgasmo en el colectivo, y a la vez pensando que vos en casa te debés estar pajeando con solo imaginar lo que acabo de hacer, y que no debe diferir mucho de la realidad que viví en el bondi, además sigo pensando en el pendejo, que ahora debe estar deseperado tratando de apoyársela a alguna mina para acabar, no debe aguantar esperar volver a su casa para hacerse una paja en mi nombre y ya se la debe estar tocando disimuladamente tratando que no se den cuenta los pasajeros, a eso se suma mientras camino hacia lo de la masajista el flujo me está chorreando por los muslos, y eso me excita aún más, aún faltan dos cuadras para llegar a la casa de masajes y espero no se seque la bombacha así la masajista que elija lo note cuando me desvista, me pregunto cómo te gustaría que la eligiera, bajita, tetona, con cara de puta o de inocente para que me excite más el seducirla, siempre es una distinta, para probar, para descubrir si esa perversión que vive en nosotros también vive en ellas. Creo que igual que yo preferirías que la elija con cara de inocente.
Antes de tocar el portero verifico con mis dedos que la bombacha está húmeda, me da gana de dejarlos ahí, pero mi urgencia prefiere dejar marcado el flujo de mis dedos en el botón del portero.
La recepcionista verifica mi turno y me pregunta con quien quiero que me hagan el masaje, le pido me muestre quienes están libres, son solo tres, me las presenta, las tres visten calzas y musculosas:
María responde al tipo puta, alta, rubia, un lomo infernal, ojos verdes, me sonríe y se pasa la lengua por los labios.
Elena es la típica masajista, media gordita, castaña con el pelo recogido, ojos castaños, buenas tetas que salen del escote, se le trasparentan unos pezones grandes y negros, también me sonríe.
Judith es chiquita, debe tener mi edad, morocha de rulitos, unas tetas medianas en punta paradas, un culito redondo como trazado con compás, unos labios muy sensuales, no le veo en este momento el color de los ojos porque mira hacia abajo, entonces también bajo la vista y me encuentro con la calza encajada en unos labios carnosos, lo cual me decide de inmediato a elegirla. Se lo comento a la recepcionista, y Judith a media voz me dice que la siga.
Al seguirla me doy cuenta que no solo se le mete en la raja sino también la tiene bien metida en el culo, e indudablemente sin bombacha, eso me calienta aún más, pero no condicen estos detalles con su mirada evasiva.
Cuando llegamos a su gabinete me pide que me desvista, me trata de Ud., la miro entre divertida e intrigada, comienzo a desabrocharme la blusa, esa bien escotada que te gusta a vos, lo hago despacio porque sé que ya comienzan a aparecer mis tetas y quiero ver la reacción de Judith en cuanto me vea con los pezones parados. Está concentrada acomodando las toallas pero veo que por momentos gira la cabeza hacia mí vigilando mis movimientos, cuando termino de abrir la blusa detiene más la mirada, y vuelve a lo suyo, buena señal pienso.
Ahora me quito la pollera dándole la espalda para que pueda ver mi culo, que no tiene nada que envidiarle al de ella, está por poner la toalla sobre la camilla y se detiene, yo sigo agachada alargando el sacarme la pollera para que se deleite mirándome ahora ella a mí la bombacha bien metida en el culo.
Le pregunto si tengo que sacarme la bombacha, me contesta con un hilo de voz como quiera, le digo que prefiero dejármela, en realidad lo que prefiero es que se dé cuenta que la tengo empapada de flujos, y me acuesto en la camilla boca abajo con la cabeza apoyada en los brazos cruzados, mientras ella me coloca la toalla atravesada en el culo.
Se unta las manos con el aceite que cuelga de su cintura y se instala en la cabecera de la camilla para masajearme los hombros, ahora para mi deleite tengo la visión de su concha frente a mis ojos, no vas a poder creer lo gruesos que tiene los labios, están tan cerca ahora que cuando la acerca estirándose para frotarme la espalda hasta puedo sentir el olor, no sé si lo hace a propósito o de pura inocente, es fácil probarlo, saco uno de mis brazos de debajo de la cabeza y lo dejo colgando de la camilla con el codo hacia arriba, ahora queda entre sus piernas, cuando se acerque otra vez, el codo le va a rozar la raja, veremos si la retira o la deja, aquí viene, sus labios se apoyan en mi piel, parte de mi codo se hunde entre ellos, detiene el masaje un segundo, creo que mira para cerciorarse contra qué se apoyó, y completa el masaje hasta la cintura hundiéndose el codo en la calza más aún, yo estoy que vuelo, ahora se aleja y vuelve a los hombros y al cuello y comienza a bajar lentamente por la espalda, yo hipnotizada por esa raja que se va acercando hasta que roza nuevamente mi codo, una leve presión y se aleja.
Mi mirada está fijada en su concha, mido cada milímetro que se acerca, trato de sacar el codo lo más afuera posible, pero la guacha se ha propuesto hacerme desear, varias veces apenas la apoya, hace una leve presión y retrocede como si intentara solamente hacerme desear.
Cambia y se va a los pies de la cama y empieza a hacerme reflexología en las plantas, mi concha está que arde, la aprieto lo más que puedo contra la camilla, primero el derecho después el izquierdo y comienza a subir por las pantorrillas con ambas manos hacia mis muslos, eso ayuda para que mi pelvis se aplaste contra la camilla y mi concha destile más flujo.
Aprovecho y me deslizo hacia ella, doblo la rodilla derecha y dejo que el otro pie sobresalga de la camilla, ahora sé que debe estar viendo la mancha de flujo en la bombacha gris que está empapada, tal vez eso la caliente y en el ir y venir del masaje se tiente y se calce mi pie entre sus piernas, muero por sentir mi empeine entre esos labios, y hacerla chorrear.
Se estira hasta mis nalgas y siento como mi pie izquierdo queda atrapado entre sus piernas, ejerce una leve presión y se estira un poco más masajeando mis muslos, y vuelve a presionar, giro el empeine y se inserta en los labios, esta vez al bajar las manos por los muslos sigue apresando el pie ente sus piernas, una, dos, tres veces vuelve a presionar, a tal punto que ya siento sus jugos correr entre mis dedos, mi deseo se alterna entre la concha de Judith, la pija del pendejo del bondi que en este momento se debe estar pajeando y la tuya que también te la estarás meneando imaginando lo que yo lo estoy haciendo.
Me libera el pie y me pide que me dé vuelta, mis tetas contentas, están tan parados los pezones que me los pellizcaría ya, pero voy a esperar, eso me calienta, y la guacha comienza a pasarme el aceite como en las porno, primero por los hombros y rodea las tetas hacia las costillas y masajea debajo sin tocarlas, y sigue viaje hacia mi vientre, ahora pasan cerca de mi boca los pezones de ella bien marcados por la transpiración en la musculosa, ¡cómo los chuparía! pero quiero que ella tome la delantera, no puedo evitar apretar mis piernas y soltarlas, apretar y soltar, como si tu pija estuviera en el medio de ellas, la del pendejo en el colectivo, o como mi pie estaba hace un rato entre las piernas de ella, no doy más…
Por fin comienza a masajearme las tetas, suavemente, con la palma primero, después pellizcando los pezones, cada vez se me ponen más duros, en cualquier momento voy a acabar, se corre a un costado y con una mano me masajea las tetas y con la otra el vientre, sus dedos comienzan a meterse apenas debajo de la bombacha, yo me agarro a los bordes de la camilla, tratando que mis nudillos queden cerca de su concha, deseo que se apoye en mi mano mientras me masajea, ella baja la vista y por primera vez sonríe mirando mi mano, sigue masajeando el vientre y sus dedos rozan mis pendejos dentro de la bombacha, a la vez siento apoyada en mi mano por un instante los gruesos labios de su concha, y cuando comienzo a sentir la humedad de su calza, la retira, también su mano de mi bombacha, doblo las piernas y las entreabro, y comienzo a mover la pelvis apenas hacia arriba y abajo, como tratando de alcanzar su mano con mi clítoris, ella se acerca cada vez más a mi raja y cada vez apoya más su concha en mi mano… No puedo más Pablo! Le agarro la mano y se la llevo a mi concha y la aprieto obligándola a que me pajee, la turra me sonríe, saca su mano y me toma de la muñeca y me obliga a que yo me siga pajeando y ella se baja la calza hasta las rodillas, trae una silla, la coloca a un costado, se sienta, abre las piernas y me ofrece una visión inmejorable de su inmensa argolla chorreando y en la que se mete tres dedos y comienza a bombear.
Yo también giro y abro lo más que puedo las piernas para darle una mejor visión de mi paja, y las dos mirándonos a los ojos nos desesperamos por calentarnos mutuamente, tratamos de sacar la conchas lo más que podemos hacia la otra como una ofrenda, movemos nuestras lenguas como si las tuviéramos entre los labios de un 69, y así, enloquecidas ambas al ver que ella acaba con un chorro en medio de un grito apagado, yo la sigo apretándome con las dos manos la concha y arqueando el cuerpo tres veces en convulsiones sucesivas que me dejan exhausta mientras grito tu nombre, ¡Pablo!
Ella se levanta, camina hacia mí, saca los dedos de su raja y me los mete en la boca, yo juego con mi lengua mientras solo me dice:
-Chupa preciosa, que la semana que viene te espero con tu marido.