Mi marido me atiende bien, pero antes de la pandemia lo sentía más caliente cuando me chupaba la vagina. Saúl me recibía después de regresar de hacer el amor con alguno de mis queridos, con ganas de comerme toda. Recuerdo cómo:
Llego satisfecha de una sesión de amor, con la boca y la vagina llena se semen de mi amante en turno, me recibe con un beso y de inmediato siento en mi pubis tras las ropas cómo se le endurece el pene. Le desabrocho el cinturón y la bragueta, le bajo de un tirón los pantalones y la trusa, mientras él me baja los calzones, los cuales termino de deshacerme de ellos con los pies.
Sin dejar de saborear el sabor de mis besos, me carga de las nalgas cuando me cuelgo de su cuello y me penetra resbalando en mi interior; lo abrazo con las piernas y a los pocos meneos el atole, que preparé unos minutos antes, se desborda bañándole los huevos y se desliza por mis verijas cubriendo gran parte de mis piernas en la zona superior. Cuando siento que el líquido que yo traía ha cubierto su tronco y escroto pues mi piel lo detecta en cada movimiento, bajo mis piernas y lo acuesto en la alfombra para que hagamos el 69.
Limpio todo su aparato con mi lengua, disfrutando el sabor de mi amante en cada lamida y lo aderezo con el presemen de mi cornudo, me detengo en su escroto para meterme uno a uno sus huevos; mis ojos, aunque cerrados, ven estrellas al sentir el viaje de la lengua en mi entrepierna que él lame frenéticamente, luego lame mis labios y mis vellos, mete la lengua extrayendo los jugos que destilo a borbotones, se prende de mi clítoris y lo sorbe haciéndome venir en un continuo tren de orgasmos que me dejan imposibilitada para seguir mamándole el pene abro mis brazos en cruz y él se acomoda para penetrarme.
Siento el peso de su cuerpo y el viaje de su verga en mis entrañas… yo sólo disfruto su calentura y sus besos, luego se vierte en mí y queda yerto e inerme sobre mi cuerpo…
¡Quiero volver a sentirlo así de caliente!