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Pillados en el acto sexual
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Todos mis relatos son experiencias verdaderas y quizá lo único que omito son apellidos o nombres de ciudades para preservar la privacidad de los involucrados en estas anécdotas. Este es un recuento de una forma breve de las veces que he sido pillado o han estado a punto de pillarme. Algunas de estas experiencias las he compartido de una manera más extensa en el pasado, otras nunca las he compartido porque simplemente hasta ahora me doy cuenta de que son muchas. Quizá es por eso por lo que un buen día decidí relatar mis experiencias y de esa manera tener un conteo de ellas más preciso, pero siempre es imposible… siempre se me olvida alguna. Bueno, pasemos a esas experiencias donde me pillaron follando o casi me pillaban.

Todas las experiencias al ser pillado son más que penosas, pero que te pille tu propia madre es algo que uno tiene que vivir con pena por muchos días, y mi madre no solo me pilló una vez, sino que tres veces. La primera vez fue con una chica de nombre Fabi, quien era nuestra vecina. No era mi novia, pero ese día nos calentamos mientras nos refrescábamos en la piscina y de un beso pasamos al otro, hasta que los besos llegaron a las partes íntimas. Nos fuimos a meter al guardacoches el cual tenía un ático, pero que era visible esa zona si uno entraba por la puerta de atrás. Fabi ya se había corrido y creo que fue por eso por lo que mi madre escuchó los jadeos y decidió investigar, pero yo todavía trabajaba para tocar el cielo con un vaivén endemoniado donde le daba a Fabi de perrito. A punto de correrme estaba cuando entra mi madre y nos sorprende. Fabi se echó sobre la cama y se cobijó y yo me subí los calzoncillos tan pronto como pude, pues los tenía abajo entre mis rodillas. Mi madre solo le dijo a Fabi que se vistiera y se fuera a su casa y mi madre me dio el primer sermón con respecto al tema. Similar experiencia vivimos con Gaby y una gemela idéntica de nombre Valeria, mi madre nos pilló cogiendo en el mismo ático.

La primera vez que me pillaron afuera de mi casa y más que todo en la casa de la chica en turno, fue con la exótica y bella Tamara. Una chica que me trae buenos recuerdos y con quien todavía tengo contacto a pesar del tiempo. La madre de Tamara era una mujer vietnamesa y su padre un anglo norteamericano y Tamara era una chica rubia, de buena altura, pero con ojos achinados. Realmente era muy linda la chica y al igual que Fabi, no era mi novia, las cosas se dieron de una manera como si se tratara de una investigación, de un aprendizaje. La excusa fue el baile de ritmo de salsa, el cual Tamara quería aprender a bailar y del cual yo tenía cierta experiencia pues mi madre me involucró en ese baile. De esa manera, de baile en baile, llegamos al primer beso y escaló a lo que vendría a ser una rutina de sexo oral. Con Tamara solo eso tuvimos: Sexo Oral.

Recuerdo que la primera vez fue Tamara la que tomó la iniciativa. Ella no iba a la universidad los viernes y yo salía a las dos de mis estudios. Me iba a su casa y sabíamos que su madre estaba ahí todo el tiempo. Poníamos música en su habitación y practicábamos el baile para no irritar a su madre con ese ritmo para ella desconocido. Ese día Tamara tenía otras intenciones y comenzó a tocarme el miembro sobre el pantalón. Dejábamos la música con cierto volumen y ese día Tamara me sacó la verga del pantalón y comenzó a mamarla. En un par de minutos me había corrido en su boca. Ella se molestó y me dijo: Tony, eres un chico muy guapo, pero si no controlas cuando correrte serás una decepción para las muchas mujeres que quieran follar contigo.

Eso me recuerdo que me dolió y ella tomó esta rutina como algo serio. Después llegaba a que me mamara la verga y ver cuanto duraba sin eyacular. Al principio fue algo difícil, pero eventualmente logré controlar cuando me corría. Tamara procuraba estar en falda y siempre sin calzón, pues de esa manera también le daba sexo oral y ella si duraba desde el principio sus 7 a 10 minutos para correrse. Un buen día perdimos la guardia y cuando Tamara me estaba dando una rica mamada, no hemos escuchado cuando su madre ha abierto la puerta y mira a su hija con mi falo en su boca. No sé lo que le dijo, pues le hablaba a Tamara en su idioma nativo, pero pude ver su enojo y me subí el pantalón y me fui. Jamás volví a llegar a su casa, aunque siempre me encontraba con su madre, pues su esposo, quien era médico tenía un equipo de fútbol y yo jugaba con ellos. No sé si Mike su padre supo de lo acontecido, pero él nunca me mencionó nada.

Mi experiencia con Silvia fue una que narré en una versión más extensa y que titulé Historia de la Frontera: Silvia. Con esta linda chica comenzamos a follar un día después de habernos conocidos. Creo que yo le caía bien a su madre y prácticamente me había abierto las puertas del apartamento donde ellas vivían, que estaba muy cerca de mi casa. Con esta chica cogíamos por doquier, una vez lo hicimos en una calle oscura sobre mi moto… siempre tenía que llevar condones, pero si estos no estaban disponibles, Silvia nunca me negó su rico y redondo culo.

Ella acaba de venir a Estados Unidos y no tenía nada que hacer. En ese tiempo no estudiaba, no trabajaba y se quedaba sola en el apartamento. Yo iba casi todos los días después de las nueve pues estaba de vacaciones. Desde que entraba, era un maratón de sexo y es que, a esa edad de los 18 años, solo despertaba para seguir follando. Esa mañana ya lo habíamos hecho una vez y en la segunda, tenía a Silvia en posición de perrito en un sofá que se volvía cama por las noches y que todavía estaba en función de cama cuando yo llegaba por las mañanas. Este sofá estaba frente a la puerta de entrada y en ese momento le estaba dando por el culo a Silvia que solo gemía del placer, pues también hacía pausas para chaquetearle la conchita.

Estábamos acostumbrados a escuchar que las puertas de los demás apartamentos se abrían y cerraban, como también escuchar las voces y gente caminando por los pasillos. Esto ya no los quitaba la concentración cuando follábamos. No recuerdo si Silvia ya se había corrido o no, pero recuerdo que yo estaba en ese proceso de sacarle toda la verga del culo a Silvia y ver como le quedaba de abierto y luego se lo volvía a enterrar. En eso estaba cuando se abrió la puerta.

En ese momento ambos estábamos completamente desnudos y nos tomó algo de tiempo en vestirnos. Podía ver la pena de Silvia ante su madre y obviamente yo también estaba cabizbajo vistiéndome. Vi la mirada de la señora mirándome desnudo, pero no vi enojo, creo que ella sentía mas pena que nosotros. Entró a su habitación y minutos después nos gritó desde el pasillo: ¿Ya se vistieron? – Y había salido y la madre de Silvia no nos abochornó y más bien salió la madre dulce a darnos consejos, y todo se enfatizaba a que debíamos protegernos, pues una carga de un hijo era muy difícil en esos días. Creo que le caía bien a la señora, pues Silvia siempre me llamaba y me hacía llegar las invitaciones de parte de su madre para que llegara a desayunar o merendar con ellos. Llegó el punto que había veces que yo me quedaba a dormir en la sala con Silvia y su madre sabía que follábamos… no nos interrumpía. Se iba a su habitación y ya no salía. Creo que con el tiempo Silvia y su madre adquirieron una íntima confianza y un día Silvia me contaba lo que le decía su madre: ¿Y cómo te cabe tremenda pija en el trasero? -Me decía que eso si le daba pena hablar con ella, pero parecía que era un morbo de la señora que vivía con ella después de ver a su hija ser penetrada analmente por un buen pollón.

Creo que mi experiencia con Marta Lucía se podría decir que nos pillaron, más en sí fue que nos expusimos a que nos vieran. Era una vacación en grupo a las playas de Ensenada México y aunque Marta Lucía no era mi novia, teníamos ambos una enorme atracción. Esa madrugada me quedé a dormir en la habitación donde a un lado tenía a Marta Lucía y al otro lado a Angie. Marta Lucía fue la que inició todo, masajeando mi pene sobre el pantalón corto. Al despertar bien, fui yo quien le puse mis manos por sobre su trasero el cual era realmente espectacular. Desde ese momento comenzaron los besos y pasamos a la fase de mamarles los pechos. Con algo de trabas Marta Lucía me quería impedir a que le bajara las bragas, pues a un lado estaba Angie y en la cama estaban otras dos chicas. Nos envolvimos en una toalla playera y le hice su primer oral a esta linda chica quien vivió un orgasmo a aprieta dientes, pues no quería hacer ruido para que nadie se diera cuenta. Pasamos al baño a limpiarnos y terminamos con un rico oral que me hizo Marta Lucía y donde le salpiqué ese bonito rostro. Pero luego cuando nos fuimos a acostar de nuevo, todavía calientes y con ganas de más sexo, de juego en juego le lubriqué las nalgas y sorprendentemente terminamos haciendo sexo anal, donde por la posición de “la cajita” o de lado, le podía masturbar la conchita a esta linda chica mientras le penetraba analmente y tuvo un orgasmo espectacular. Cuando recobramos la respiración normal y dispuesto a dormir, escuchamos la voz de Angie quien preguntaba: ¿Ya no van a seguir cogiendo?

Quizá la situación más embarazosa fue la experiencia cuando nos pilló el padre de Hope Farge. Hope era una chica alta, se podría decir de cuerpo esbelto y atlético. Si no tenía mucho busto, pero si tenía un bonito y redondo trasero. Antes de follármela ya la había visto en ropa interior, pues ellos tenían una piscina a la que yo le daba mantenimiento y alguna vez la sorprendí cambiándose en el quiosco cerca de la piscina y una vez ella me sorprendió extendiendo su ropa interior o bikini de baño cuando llegaba a limpiar la piscina y fue como todo comenzó.

Hope era unos cuantos años mayor que yo, estaba creo en su último año para graduarse de la universidad cuando todo esto sucedió. Me sorprendió extendiendo sus calzones y me preguntó: ¿Qué te imaginas? – En ese momento no sabía qué contestar y le respondí con lo primero que se me vino a la cabeza: ¡Qué te los quitaba! – recuerdo su mirada que me absorbía y se acercó a mi diciéndome: ¡Quítamelos! – Ese día llevaba un pantalón corto de color beige y unos pantis estilo bikini de color blanco. Se los removí y fue el primer sexo oral que le di y donde escuché esos gemidos cuando alcanzaba un orgasmo. Luego ella me correspondió, pero no quería que me fuera en su boca, quería que me la pajeara y me fuera en sus nalgas, pero eso de la autosatisfacción no era lo mío y ella me preguntó: – ¿No te puedes correr? -le expliqué que nunca me masturbaba y ella tomó mi falo y se lo restregaba entre sus nalgas. Pasamos cierto tiempo así, hasta que creo que le gustó y encontró placer sintiendo mi glande masajear su ojete. Este en cierto momento quedó trabado en su culo y se lo hundí. Creo que le causó dolor, pero también placer y continuamos con un vaivén y unas embestidas que la llevaron a correrse de nuevo. Con todos aquellos gemidos hizo que acabara y le llené el culo con una rica corrida.

Aquello se repetía a cada semana que llegaba a limpiar la piscina, pues su padre trabajaba durante esas horas. Un día salió temprano y no nos dimos cuenta de que estaba allí y nos sorprendió cuando tenía a su hija literalmente culeándola a más no poder. Estábamos ambos desnudos y recuerdo la expresión de su hija a su padre: ¡Papá, por qué no avisas cuando llegas! -y su padre solo le contestó más sorprendido que nosotros: ¡Perdón! Pero ¿cómo me iba a imaginar que encontraría una escena así? – Él se fue adentro de la casa y yo salí apenado por el portón lateral de la misma. Lo sorprendente para mi fue la siguiente semana que no me aparecí a limpiar la piscina y el Sr. Farge me llamó por la noche a la casa y pidió hablar personalmente conmigo. Realmente me sentía apenado, pues literalmente me encontró culeando a su hija, pues era todo lo que hacíamos, pues pocas veces me permitía hacerle sexo vaginal, creo que Hope, le encontró el gusto al sexo anal. Sabía que no me iba a matar y que en una pelea cuerpo a cuerpo no tenía oportunidad de hacerme daño, pues era de estatura baja y yo media un metro ochenta y ocho y con más volumen que él. Fui a su casa un tanto nervioso y me dijo: – Mira muchacho, yo no soy quién para juzgarte a ti o a mi hija… ustedes ya son mayores e imagino que saben lo que hacen. Conmigo no ha cambiado nada y quiero que sigas dándole mantenimiento a la piscina si tú estés dispuesto. No sé a qué les lleve esta relación, pero eso es mucho de ustedes y yo no voy a intervenir. Yo fui joven también y los entiendo. – Me dio el pago de $45.00 de un trabajo que todavía no había hecho y me pidió que llegara el siguiente día. Esos $45.00 dólares significaban mucho para un muchacho de 18 años por esa época, si relativamente un doce de cervezas en ese entonces solo costaba entre $2.99 a $3.49 dependiendo el origen. Seguí dándole mantenimiento a la piscina y al igual a su hija, a quien me culeaba cada vez que llegaba y siempre era por la puerta trasera, eso le gustaba a Hope.

Creo que la única vez que casi me pillaban no era cuestión de juventud. Ya tenía 45 años y en esos años me estaba follando a la vecina de la casa de atrás. Era una chica rusa de aspecto latino de unos 33 años y con un cuerpo esbelto, bien definido, de tetas pequeñas y culito redondo y sólido. Ella me comenzó a coquetear por teléfono y terminamos cogiendo en mi cama. Tenía un hijo de necesidades especiales y su marido era médico y ahora no recuerdo su especialidad. Trabajaba en un hospital en otro estado por tres días consecutivos y un día en un hospital local, así que cuando estaba afuera en otro estado, yo llegaba a darle tratamiento a su mujer. Joanna era una mujer muy caliente y fogosa en la cama, pues cuando le faltaba su marido y no la podía asistir yo, también tenía una gran cantidad de juguetes sexuales. Creo que su marido sabía de los juguetes sexuales, pero no de los traspasos infieles de su mujer. No sé si yo era el único que se la llegaba a coger, pero si sé que era el más conveniente, pues vivía a un lado de ella. Creo que su sirvienta sospechaba, pero ella no hablaba muy bien inglés y tenía ese aspecto de ser hermética y retraída. Creo que su sirvienta escuchaba cuando llegaba a su casa y literalmente culear a Joanna, pues esta mujer gemía y jadeaba como loca al correrse.

Cuando yo llegaba, Joanna cogía conmigo o jugaba con sus juguetes. Me sorprendía su libertad de hacerlo, pues parecía que disfrutaba que la vieran como utilizaba todo aquello para encontrar placer. Un día se sinceró conmigo y me dijo: Sabes Tony, tienes una cara bonita, un cuerpo que me excita, pero lo que más me gusta de ti, es esa verga que me tortura cuando me culeas. No solo que es grande y gruesa, sino que me puedes sangrar el culo si verdaderamente te lo propones. – Algunas veces vi un hilo de sangre cuando me la culeé, pero esta chica si me llevaba al agotamiento cuando cogíamos… era esa chica de resistencia y creo que era una de las pocas o quizá la única donde experimenté calambres en el proceso de follármela.

Un día llegué como siempre fue la rutina por ese tiempo y subí hasta su habitación donde ella follaba con su marido. Quizá fue la única que no me llevó a otra habitación… no sé si era morbo, pero su casa tenía siete habitaciones, pero siempre la culeaba en su habitación matrimonial. Teníamos ya follando más de una hora y Johanna había acabado un par de veces y yo iba por el empate cuando escuchamos los pasos por las gradas. Eran las cinco de la tarde y Johanna que sabe que su sirvienta nunca llega a su habitación me dice con tono de aflicción: ¡Tony, metete a ese armario! No sé si esa sea la traducción adecuada, pero en inglés le llamamos “closet” y es un espacio que en estas casas podrían ser más grande que una habitación normal. Era el espacio donde Johanna guarda su ropa y zapatos. Entré y me quedé ahí en silencio, pensando si Johanna había podio deshacerse de la evidencia de mis zapatos y mi ropa que había dejado en el buró de un lado de su cama.

Con los minutos se fueron hacia la sala al piso de abajo y yo estaba desnudo, solo con mi celular el cual logré tomar al salir de su cuarto. Tiempo después supe que Johanna había metido todas mis pertenencias debajo de su cama. El problema era que yo no podía salir, estaba desnudo escondido en un closet o armario. En la noche he escuchado como el doctorcito se la coge… un palo y se fueron a dormir. No podía salir, pues en mi pantalón estaban mis llaves y un artefacto que apaga las alarmas. No tenía otra que esperar. Sé que es un nuevo día porque escucho el trino de los pájaros y yo no he dormido por temor a roncar y simplemente porque en ese estado no podía dormir. Ellos salen a tomar el desayuno y Johanna me lleva en un plato algo de comer. Solo ríe y me dice que ella me hará saber cuando salga. Junto con el desayuno me lleva mi ropa y me visto y me da un sentido de seguridad más amplio. Tengo el celular en silencio y mi hermana Kashira entra en pánico… no ha escuchado de mí en 24 horas. Llama y llama y mi celular se muere sin batería. No sé lo que le pasa por la mente a mi hermana y a mi hijo. Son los días libres del doctor y eso me dice que podría pasar ahí los siguientes dos días.

Johanna me dice que saldrán con su esposo a caminar al río, y que salga en media hora. Yo hago el cálculo y sale un imprevisto… al doctor le han llamado y se mantiene dando información acerca de algunos pacientes. Yo ya he bajado las escaleras y estoy en la sala y en ese momento el doctor termina la conversación. La sirvienta me ha visto bajar las gradas y sabe que había estado ahí desde el día anterior, pero Johanna sabe que su esposo no me vio bajar las escaleras y le dice a su esposo con una historieta que él y yo podría encontrar sentido: Cariño, es el señor Zena, nuestro vecino y quería pasar atrás a recoger las pelotas de tenis que arrojan a nuestro patio. La verdad que nunca había llegado por las pelotas, y pasé al patio trasero y lancé unas cuantas docenas al patio trasero de mi casa. Lo increíble para mi fue pasar más de 24 horas escondido en un armario y escuchar a Johanna, ser cogida por su marido.

No sé si se me ha escapado alguna experiencia, pero ya cuando llegas a tu quinta década, hay muchas cosas que olvidamos y de seguro se me escapa alguna, especialmente si eres una persona promiscua como yo lo he sido. A mi me admira cuando alguien me dice que solo se han follado a tres o cuatro mujeres en su vida… o más aun cuando solo a sido una… creo que eso es especial. En cambio, yo, pensé que follarse a cincuenta chicas eran pocas, pero creo que para mis 21 años ya me había follado las cincuenta y a mis 50, intento recordar cuantas mujeres han pasado por mi cama y creo que han sido más de doscientas.

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