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Persiana americana
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Tiempo de lectura: 3 minutos

“Tus ropas caen lentamente. Soy un espía, un espectador. Y el ventilador desgarrándote, sé que te excita pensar hasta dónde llegaré”.

Escuchando este tema despertó en mí una sensación nueva que al principio me asustó un poco. Me excitaba terriblemente la idea de espiar a alguien, una forma distinta y morbosa de disfrutar del sexo. No me agradaba la idea de elegir a alguien que no quisiera participar de esto por lo que pensé que seguramente habría foros y lugares en la basta internet que abordaran esta temática.

Di con un foro sobre sexo en todas sus aristas, desde salud y cuidados hasta fantasías. Entre en una sala de este último típico y me dispuse a iniciar un hilo que titulé como la canción y que transcribo a continuación.

“Persiana americana.

Buenas tardes, buenas noches. Mi nombre es Joaquín, tengo 32 y soy voyeur. Busco una mujer exhibicionista en mi ciudad para compartir el morbo.

Espero ofertas y sugerencias por mensaje privado”.

La verdad que tenía más ansiedad que esperanzas, pero así y todo publiqué la reseña. El posteo tuvo algunos comentarios de conciencia, otros que daban ideas del tipo “aprovechá tal oportunidad” y nunca faltan los comentarios en desacuerdo afirmando “Me inhibo si me miran”.

Así pasó una semana y una mañana que entro a la página me encuentro con un mensaje en el buzón.

Carla: Hola Joaquín, mucho gusto. Me presento, yo soy Carla, tengo 34 años y me encantó tu propuesta. Desde algún tiempo que me excita la idea de ser observada. A veces salgo con faldas sin ropa interior o con remera sin corpiño para que se me marquen los pezones, pero nunca me animé a exhibirme en público ni ante extraños más que nada por seguridad.

Entablamos una charla con Carla y fuimos entrando en confianza. Entendía su preocupación y su deseo de procurar la seguridad ante todo y en lo personal me parecía importante transmitírsela. Al fin y al cabo, la idea era pasar un buen rato y cumplir una fantasía.

Finalmente acordamos un encuentro: iba a ser un día sábado ya que ni ella ni yo trabajábamos ese día ni teníamos obligaciones que cumplir. Me dio su dirección y me citó a las 10 de la mañana. Previamente me comentó que su atuendo de entre casa siempre era ropa interior, desnuda o a lo sumo una remera, así se sentía más cómoda.

Llegó el día.

Toqué el timbre y la puerta se abrió, no me recibió nadie ni salió mi nueva amiga a saludarme. Pareció una de esas películas de terror en las que se ve que las puertas se abren solas en las típicas casas abandonadas. Dudé unos segundos, pero finalmente entré.

Me encontré con una escena cotidiana, Carla estaba desayunando en la mesa y me ignoraba completamente, hacía de cuenta que yo no estaba ahí, no había nadie más que ella en la casa con su rutina y sus cosas. En seguida entendí que era parte del juego de ser espiada y me encantó la premisa. En un rincón había un banquito a cierta distancia de donde ella estaba, quedaba de perfil y pude observar sus piernas desnudas y su cuerpo cubierto por una remera desteñida que le daba un aire muy sensual. Después descubrí que sólo vestía remera y culotte, nada más.

Ella terminó de desayunar, levantó las cosas y ordenó todo. Se dirigió al baño y dejó la puerta abierta, por mi parte yo me descalcé y desvestí quedando sólo en bóxer. La observa desde el marco de la puerta, ni ella ni yo hablábamos, era como si fuera un fantasma.

Salió del baño y se dirigió a la sala a mirar televisión, se sentó con las piernas cruzadas en posición de flor de loto, yo me senté frente a ella en el piso alfombrado. Ella se desperezaba, estiraba sus brazos, se acariciaba los pechos, movía su remera. ¡Me estaba dando un verdadero espectáculo!

A esta altura yo ya tenía la pija a reventar, comencé a tocarme sobre el bóxer en el momento en que ella se acostó boca arriba en el sillón, subió su remera dejando al aire unas hermosas tetas que ya tenían los pezones parados, separó sus piernas y se comenzó a frotar sobre su ropa interior. Sus pies apuntaban hacia donde yo estaba por lo que tenía una vista privilegiada del show que me estaba regalando mi amiga Carla.

Sus caricias eran cada vez más intensas, metió una mano dentro del culotte y con la otra mano se pellizcaba un pezón, al “estar sola” comenzó a gemir como si tampoco tuviera vecinos. Presa de la excitación se despojó de toda su ropa y ya sentada en el piso metía sus dedos con lujuria en su concha y amasaba sus tetas.

En ningún momento me miró e hizo oídos sordos a mis gemidos que juntos a los suyos componían una melodía afrodisíaca.

Para este entonces yo me había quitado el bóxer y me masturbaba furiosamente. Acabé abundantemente como hacía mucho tiempo no me sucedía.

Ella convulsionó y parecía que estaba en trance con la respiración acelerada, acabó una, dos, tres veces y se dejó caer sobre la alfombra. Se levantó suspirando y fue a servirse agua. Pasó por al lado mío como si nada.

Sin tocarnos, sin siquiera hablarnos nos estábamos dando un gran placer mutuo. Una forma distinta del sexo.

Así transcurrió el resto del día, con el mirón ignorando y la chica exhibicionista cumpliendo con su rutina y con más pajas a lo largo del día.

Cuando caía la tarde y despuntaba la noche al fin me habló para ofrecerme unos mates entre risas, los cuales acepté y hablamos desnudos de lo que nos había parecido la experiencia. Nos hicimos muy amigos después de eso. Ya han pasado varios meses y casi es rutina de volver a aquella casa embrujada con persianas americanas cada fin de semana.

Si les gustó comenten, si no les gustó comenten. Si les parece una buena temática, si tienen alguna sugerencia sobre alguna otra los leo.

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