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Paseo en camioneta
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Sofia es una vieja amiga a la cual conozco desde muy chicos, durante dos o 3 años estuve enamorado de ella. Los primeros amores nunca se olvidan. Pero la vida te aleja o acerca a las personas. En este caso nos alejó y tal vez tardamos unos 10 años en reencontrarnos y ponernos al día.

Ella ahora es una mujer con dos hijas y un esposo que la ama. Ella sigue siendo la misma de siempre, es el centro de atención a donde vaya. Es muy delgada pero con una cintura curveada, en proporción a su 1.63 de altura, pechos pequeños, piernas delgadas y torneadas por el ejercicio. Una mención especial para su trasero, pese a ser pequeño es jodidamente redondo y firme. Todo eso lo sabe lucir usando jeans justos o faldas de licra entallados. Tiene los mismos ojos alegres de siempre, tal vez lo único que cambió es que el castaño de su cabello fue remplazando por un rubio oscuro. Si bien todo esto es suficiente para que levante miradas, cuenta con el extra de que tiene una forma sensual de ser y cada movimiento que realiza parece ser perfectamente planeado para ser parte de un hechizo cuya única finalidad es que nadie pueda quitarle un ojo de encima.

Por supuesto la cúspide de toda su hechicería es tener el placer de verla bailar. Tiene una licuadora en las caderas, no importa si es una quebradita, salsa, cumbia, bachata o reggaetón; tu mirada siempre ira a al movimiento de sus caderas.

Una vez dicho esto al reencontrarme con ella y retomar el contacto, las salidas y las pláticas eternas, después de un buen tiempo pude llevar a un plano más íntimo las charlas y en breve llegaron las fotos sexys y los mensajes sucios. Hasta que por fin se pactó una salida para ir a un hotel. Bien dicen que nunca te des a tu crush. Para nada fue lo que esperaba. Tiene una muy rara forma de gemir y gritar que le quita toda la diversión al momento. Basta una caricia en los hombros para que se derrita en gritos y gemidos más fingidos que llenan el cuarto y sinceramente pensé dejarlo hasta ahí. Pero mamá no hizo cobardes y he tratado de lidiar con eso durante algunos meses. Pero la penúltima vez fue un fastidio, así que decidí vengarme de alguna forma y ponerle fin.

Una muy larga introducción, pero aquí está el relato de la última vez que salimos.

Acordamos vernos para un rapidin éste sábado. Ya que iría a una fiesta de amigos de su marido y tenía un par de horas antes de ir al lugar dónde la esperaría su marido. Llego en su camioneta, traía una falda café claro, botas largas negras, blusa negra de manga corta y una chamarra del mismo tono que la falda. Nos saludamos efusivamente y antes de que arrancará le dije que se quitara la falda. Me dijo que estaba loco. Le indique en que calle se diera la vuelta y que ahí se la quitara en lo que esperábamos que el tráfico nos dejara avanzar. Hizo lo que le dije. Se medio levanto en el asiento del conductor, hizo girar la falda, la desabrocho y la deslizó. Llevaba un hilo dental negro transparente. Sus piernas se veían deliciosas. Le acaricie la pierna que tenía a mi alcance, separo las piernas para que mi mano subiera libremente entre ellas. Le bese el cuello y le dije en voz grabe: – No sabes lo mucho que quiero meterte la verga.- En eso el tráfico nos permitió avanzar y dar la vuelta.

Le dije en que calles meterse. Muy cerca del parque la Mexicana. A esa hora el tráfico es muy poco y hay muchos lugares oscuros. Cuando se estaciono, relativamente lejos del alumbrado público puso la radio, la comencé a besar y a meterle mano. Con la mano derecha busque sus nalgas duras y ella busco mi entrepierna. Con la mano en sus nalgas buscaba llegar al centro de ellas mientras amasaba con fuerza. Ella noto que ya estaba algo duro y me dijo: -Ya estás listo para mi.- Respondí que buscara bien y encontró que el anillo metálico que traía puesto en él. Me pregunto que era y se lo explique. Me dijo que eso no le gustaba. Pero la calle besándola. Solté su nalga para amasar con ambas manos sus pequeños pechos. Dejo sus quejas y las remplazo con leves gemidos contra mis labios. Aún nada de sus ruidos raros.

Le desabroche la blusa y se la quite junto con la chamarra. El sostén iba a juego con las transparencias negras entre sus piernas. -Pásate al asiento de atrás. – Le dije. Cuando lo hizo aproveche para nalguearla. No fuerte pero sonó sabroso. Se quejo y me estaba diciendo que no le gustaba. Pero me pase para atrás y quede sentado sobre ella con mis piernas a sus costados. Nuevamente la bese y deslice mi mano por su debajo de su hilo, separe sus pliegues y jugué un poco con mis dedos en esa dulce zona que amo tener entre mis labios. Cuando comenzó a gemir con esos ruidos raros deje de tocarla y me senté a un lado de ella. Me desabroche el cinturón, abrí el pantalón y lo medio baje mi verga brinco contra mi estómago y después calló gruesa y pesada en mis pantalones. Le dije: -¿Ves lo gorda y venosa que se ve con el anillo? ¡Ahora trágatela!- Se acomodo el cabello suelto detrás de las orejas, la tomo con una mano y se inclinó para llevárselo a la boca.

Comenzó a chupar y de inmediato solté: -Así puta, más abajo, trágalo todo.- Tomo ritmo. Y acomode el anillo con los dedos empujándolo con fuerza hasta la base. Eso hace que le dé un empujón de sangre extra y se ponga completamente duro, más gorda, más firme y las venas más marcadas. Por lo mismo ella ya no bajaba toda sobre mi dura y curvada verga. Así que recogí su cabello con una mano, sin jalarlo sólo sujetarlo y con la otra mano sostuve su cabeza y comencé a bombearme dentro de ella, más rápido y más profundo de lo que ella estaba lleno. De inmediato hizo esos sonidos deliciosos del sexo oral rudo.

Se levanto y respiro profundo. Se limpio la saliva de la boca y me dijo: -¡Maldito Rey cabrón!- Me beso y tomo a mi amigo con su mano y lo apretó con bastante fuerza. Supongo que esperaba que me doliera. Pero eso me gusta y más con el anillo porque se siente como se agolpa toda la sangre, como cuando aguantas mucho tiempo la respiración y sientes como se agolpa toda la sangre en la cara. Lo único malo es que después de eso se pierde un poco la firmeza. No el tamaño sólo algo de firmeza y las venas marcadas. Mientras ella me besaba busque con las manos su hilo y con los pulgares lo deslice hacia abajo. Ella coopero así que salió muy fácil aun a pesar de las botas.

La hice ponerse en cuatro. No era su pose de gato perfecta por el espacio. Pero aun así su culo se veía delicioso elevado, sobresaliendo de las sombras e iluminado por la luz del poste que estaba a la distancia. Quería comerme ese culo y lamer todo los pliegues y hendiduras. Pero la única consideración que tuve fue escupirme en la verga y embadurnar su saliva y la mía en la cabeza. Comencé a jugar con la entrada y sin esperar nada más ella inicio con sus gemidos raros. De verdad me hartan y tenía que detenerlos de alguna forma. Busqué su hilo, todavía con la cabeza de mi verga entre sus pliegues, casi adentro, casi afuera. Estire el hilo negro entre mis manos frente a mí y lo lleve a su boca, no para ponerlo dentro de su boca y que pruebe su propio sabor. Sino como una rienda delgada que cortaba sobre su boca. El movimiento que hice hacia el frente hizo que entrara por completo en ella. En el mismo momento que entre, grito y su hilo corto el mismo, porque la hizo cerrar la boca. Fue perfecto. El gemido ahogado, su cuerpo recibiéndome por completo y la sensación de poder y control. Hace que se me erice la piel el puro recuerdo.

Acomode el hilo para sujetarlo con la mano derecha justo como si fuera una rienda. Con la otra abrí sus nalgas para ver mejor entre las sombras como me deslizaba lento en ella. Se quedo quieta y gimiendo tanto como su calzón le permitía, podía sentir la expectación de ella, de que es lo que haría. Seguí moviendo lento y poco a poco sentí como se abría a mí, podía ir subiendo el ritmo lentamente. Tardo unos minutos hasta que ella comenzó a moverse, a hacer gala de es licuadora que tiene en la cintura. No es fácil mover libremente la cintura en esa posición y más con la restricción que tenía por su calzón y el espacio de la camioneta. Pero ella lo hizo parecer como si su culo tuviera vida y se moviera por cuenta propia.

Sentí que podía ser más fuerte el movimiento ya. Así que eso hice me moví con fuerza dentro de ella, pero quería más. Con la mano libre tome su mano izquierda, que estaba firmemente aferrada a el asiento. La lleve a su espalda, sosteniéndola ahí y la machaque, no hay otra forma de describir lo que estaba haciendo, más que, la machaque con la verga, con todo mi cuerpo mientras la tenía inmovilizada por la mano y la cabeza. Cada centímetro de mi verga y cada musculo de mi cuerpo sólo trabajaba en penetrarla Le dije entre jadeos: -¡Me encanta tenerte así puta y llenarte de verga!- Le estaba dando sin piedad, chocando fuerte y el sonido de nuestros cuerpos opacaba la radio. El anillo hace que te acerques tortuosamente al final, pero que no puedas acabar tan fácilmente. Para poder acabar tienes que quitarlo y para quitarlo tienes que perder firmeza en la elección. La espalda ya me estaba matando por estar encorvado en ese reducido espacio. Así que le indique que cambiáramos. Le solté al mismo tiempo el brazo y el hilo. Le dije que no soltara el hilo. De verdad lo último que necesitaba era oír sus gemidos raros. Le sobe el brazo que le había estado sosteniendo mientras la besaba aún con el calzón en la boca.

Fue difícil y raro, pero jodidamente sucio y rico. Me senté y ella instintivamente se sentó sobre mi dándome la espalda con las piernas a los costados de las mías. Se levantó lo suficiente para que yo me guiará contra su caliente abertura y se dejó caer. Entre gemidos, pujidos y su tanga dijo que ya no tenía tiempo, supongo vio la hora en el tablero. -El anillo hace más tardado todo y por lo dura que tengo la verga no va a salir, así que tienes que ser ruda y darte de sentones con ganas hasta que me venga.- Le expliqué gruñendo. Enseguida comenzó a hacer círculos, ochos y menearse de atrás para adelante. Le dije que eso siempre era rico pero con el anillo necesitaba ser más ruda o no acabaría pronto. Se inclino entre los asientos de enfrente y comenzó a dar de sentones. Fue agarrando el ritmo hasta que lo hizo bastante rápido, el espectáculo era jodidamente bueno, pero yo también quería acabar ya. Ella pujaba muy rico entre el jadeo de su respiración y el calzón en su dientes. Moví la cadera para ir agarrando el ritmo y que nuestros cuerpos chocaran a la par.

Podía sentir que estaba cerca de acabar, pero el maldito anillo no me dejaba y era una tortura cabronamente deliciosa. Con las manos me agarre del asiento sobre mi cabeza mientras nuestros cuerpos se golpeaban, sentía la camioneta moverse toda y por debajo de sus pujidos, mis gruñidos y la radio se oían los muelles de la camioneta. Por un momento fue como si todo se apagara y no podía oírla a ella o a mí, sólo era el retumbar de mi corazón en la cabeza y explote, explote tan fuerte que pensé se me detendría el corazón, explote tan fuerte que sentí como disparaba desde lo más profundo de mis entrañas, uno tras otro de los disparos de semen. Gritaba con los dientes apretados, hice tanto esfuerzo que hasta la cabeza me dolió en la nuca. Tuve un momento de no saber que estaba pasando y cuando reaccioné estaba bañado en sudor, ella también brillaba con perlas de sudor en la espalda y nalgas. Estaba recostada hacia el frente entre los asientos respirando fuerte y jadeando. Aún estaba dentro de ella. Pero no quería moverme.

No quería que las cosquillas eléctricas me dejaran. Sentía como aún el semen fluía a fuera, no en chorros o descargas, sólo fluía hacia fuera. Aún no recuperaba el aliento. Ella como pudo se movió a la guantera, saco toallitas húmedas, me las aventó en el pecho y se tiró en el asiento a lado mío. Me dijo: – Eres un cabrón de mierda.- Le tomo un tiempo moverse y comenzamos a limpiarnos. El anillo salió por fin. Me lo arrebató de las manos, lo miró a contra luz y dijo: -Creo que me gusta el Precioso, traelo la próxima vez.

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