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Papo, mi hombre (Parte I)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Papo quiere me ponga tetas. Me lo repite a diario, nada más despertar, mientras me hace el amor, cuando nos duchamos.

-Mírate nenita -dice mientras me besa el cuello frente al espejo y frota su verga por la raja de mi culo- eres una muñequita, ¿lo ves?, eres preciosa, imagina dos ricas tetitas aquí -señalando mi pecho- te vas a ver deliciosa mi nena…

Mi nombre es Sasha, tengo 19 años, soy travesti. Papo es mi hombre, un señor de 67 años con quien he vivido los momentos más intensos y ricos desde que me vine a su casa. Desde hace dos meses me prostituyo, Papo se encarga de conseguir los clientes y de cuidarme, yo de complacerlos. Siempre quise dedicarme a eso, a ser puta y he tenido que esperar a cumplir los 18 para salir de casa, convivir con Papo, convencerlo de que me dejara hacer lo que me gusta y finalmente con mis rabietas y morritos hacerlo.

Papo no me ayuda por el dinero, tiene de sobra para mantenerse, lo hace porque para él soy una niña y -a niñas como yo hay que complacerlas- Yo lo amo y lo he elegido como mi hombre, los demás son simples clientes a quienes atiendo y de quienes me beneficio sexual y económicamente. Y el negocio va viento en popa.

Descubrí mi homosexualidad a los 15 pero jamás me gustaron los chicos de mi edad. Siempre me fijé en hombres mayores, maduros, en el cole me enamoré de varios profesores, y es que los veía tan machos, tan ricos que muchas veces me encerraba en los aseos y me masturbaba fantaseando con ellos. Cuando creí que estaba listo para estar con un hombre acababa de hacer los 17 y a punto de acabar el cole. Y tales fueron mis deseos que conseguí a uno para que me desvirgara. Yo iba a por todas pero aquel profe no estaba muy seguro, le supliqué y hasta le firmé una hoja en blanco pues creía que iba tener problemas al estar con un alumno. Finalmente accedió y una tarde de inicios de junio me llevó a un pequeño estudio donde conocí el sexo en estado puro. Y duro.

Recuerdo que regresé a casa todo adolorido pero satisfecho. Me decidí por Artes y me matriculé en la universidad. Mis padres me alquilaron un mini apartamento cerca de la facultad y tuve relaciones con un par de compañeros que si bien suplían mis necesidades, no me llenaban plenamente. Entonces coloqué un anuncio en una página gay buscando a maduros activos y dotados. Recibí muchos mensajes, entre ellos el de Papo. En un principio me lo tomé a broma. ¿Un señor de 65 años ofreciendo sexo a un putito de 18? Quedé con algunos en un café cerca de la universidad, de todos ellos me gustaron tres con quienes me fui a la cama. Cuando le cité a Papo lo hice más por ponerlo a prueba que por querer abrirme de piernas para él. Pero me di con la piedra en todo el morro.

Papo llegó puntual y su figura no fue indiferente para aquellos que estaban en el bar. Un hombre muy viril, porte fascinante, delgado, muy intelectual, manos enormes, olor embriagador y como si eso fuera poco, detallista. Me trajo un regalo. Yo le había comentado que me gusta vestir de mujer en la intimidad, que travestirme es mi debilidad, nunca imaginé que su sorpresa fuese un delicioso conjunto de lencería que esa misma tarde lo usé para él.

Papo es un tipo encantador, delicado y muy inteligente. La charla no solo se dirigió al sexo -que también- me habló de muchas cosas y ya idiotizada con ese encanto luego de tocar temas de arte, literatura, filosofía, le sugerí irnos a mi apartamento. Me gustó y no había excusa para no conocerlo más íntimamente. Al llamar al camarero, Papo muy diligente pagó el consumo y me cruzó una mirada y una sonrisa de deseo que me flaquearon las piernas. Caminamos el corto trecho hasta mi casa y lo hice subir. Sus exquisitos modales me seguían idiotizando -o debo decir ya, enamorando- esperó a que yo le permitiera sentarse. Le ofrecí colgar su chaqueta y algo de beber. De broma me pidió un wisky pero se conformó con un vaso de agua. Soy fumadora y le pregunté si eso le molestaba. Por cortesía me dijo que no y hasta me aceptó un cigarro. Fumamos y el cruce de miradas aumentó. Yo ya estaba mojadita y me atreví a sentarme muy junto a él y a acariciar su pierna. Papo pasó el brazo por mi cuello y le ofrecí mi boca. Su beso me supo a miel quemada y a necesidad de hacerme mujer. Papo estaba muy excitado y procedí a sacarle la verga por la cremallera que ya había bajado hace rato. Su mano me paró en seco.

-Quiero que te travistas niña bella -dijo sin parar de darme picos y de lamer mis labios- Ve y ponte lo que te di.

Abrí la bolsa y mi cara relució ante tan bello conjunto. Lo adoré. Papo se magreó la polla por encima del pantalón y me hizo un gesto de acatar su orden. Aquello se ciñó a mi menuda figura exquisitamente y me solté el cabello -lo llevo largo hasta media espalda- me retoqué con maquillaje y me calcé unos tacones aguja imposibles pero preciosos y que hacían conjunto con la lencería. Me di carmín rosa y brillo, estaba bellísima.

Papo enloqueció al ver a su niña hacerle un pase privado y admirar mi delicada figura de mujer con polla.

-Siempre creí que la mujer perfecta debe tener rabo -dijo al ver que lo traía engarrotado y fuera del tanga- eres preciosa, Sasha, si me lo permites quisiera tener el privilegio de hacerte el amor y mi mujer.

Papo esperó a que su niña lo desnudase y caí rendida ante su majestuosa verga. Nunca vi nada igual ni tuve el placer de tener algo así para satisfacerme.

-¿Cuánto te mide ésta belleza? -pregunté obnubilada por el grosor y longitud. Estaba de rodillas y asía sus gordos testículos con mis dos manos.

-No lo sé -dijo avergonzado- no me lo he medido nunca. Supongo que veintidós, quizá algo más…

Papo me acariciaba el cabello y lo hacía en cola sujetándome para que yo disfrutase de su sabor. Chupé el glande con delicadeza, lamí el frenillo, repasé sus venas hinchadas con mi lengua y finalmente engullí lo que pude de su portentosa verga. Papo suspiraba y seguía sujeto a mi cabeza. Su preseminal brotaba ya incesante por esa rajita enrojecida que ávida succioné. Me supo saladito y rico. Mamé media verga pues no me cabía más. Y me propuse -se lo dije después de hacerme el amor- que acabaría tragando toda esa polla así se me fuera la vida en ello. Papo rio encantado.

Yo estaba ya mojadita, dispuesta y receptiva. Antes de la cita me había hecho un enema y estaba lubricada.

-¿Me llevas a la cama, amor? -dije en susurros. Papo me puso en pie, nos morreamos y me levantó en sus brazos. Lo dirigí y entramos al cuarto. Con mucho cuidado me posó en la cama y se colocó encima de mí. Lo vi hermoso y abrí las piernas a la vez que le entregaba el tubo de gel para que lubrificara su sexo.

Papo me miró extrañado y entendí.

-¿Crees que todo esto -dije agarrando su verga y huevos- lo voy a desperdiciar dejándome encular con condón? Tú eres mi hombre, soy tu niña y como tu mujer que soy quiero que esta noche me hagas el amor, me dejes preñada y me conviertas en tu esposa. Ámame y no acabes nunca mi vida…

Papo se refregó el tarugo con gel y yo me puse saliva en el ano, levanté mis piernas hasta sus hombros y lo llevé a la entrada. Papo, mi bello Papo dio un empujón y me dolió. Lo cogí de la cabeza y le pedí que me besara mientras me penetraba. Volvió a empujar y me taponó el ojal, dilaté y entró por completo. Gemí y lloriqueé no por el dolor -que es parte motivante en el sexo anal- sí por la pasión de amar a quien me estaba usando y llenando con su cuerpo. Papo no paró de chupar mi lengua y yo de suplicarle que me diera a beber de su boca. Su saliva bajaba hacia mi lengua y su verga embestía mis entrañas con ansiedad. El misionero es la postura ideal para quedarse embarazada y para ser sodomizada por quien amas, y yo ya lo estaba amando. En Papo vi al marido, al amante, al maestro y yo quería un marido como Papo. Mi bello Papo.

En cuanto aceleró me morí de gusto y sin tocarme el orgasmo brotó de mi verga. Papo lo miró extasiado y deseoso de probar mi leche. Solo tuvo que agacharse un poco y sin sacar su verga de mi recto recogió con su lengua mi orgasmo. Se lo bebió!…

Me abracé a su cuello, morreo asfixiante y mis entrañas se llenaron de su cálido néctar masculino. Quedé preñada de Papo, marcada por mi hombre y futuro esposo. Qué bello es desear y ser deseada, qué bello es embarazarse de quien amas.

La verga de Papo palpitante seguía soltando esperma y yo con una felicidad total seguía exprimiéndola con contracciones anales hasta dejarlo seco, la quería toda, toda su leche, toda su esencia viril, todo el semen contenido en sus huevos, toda para mí sola.

-Soy tu mujer Papo -dije feliz- Te A-M-O mi vida. ¿Quieres ser mi marido?…

CONTINUARÁ…

 

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