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Paola (parte 3)
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Me quedé dos días más con Paola en la casa, en los cuales la pasamos casi todo el tiempo en la cama. Ella era insaciable y yo estaba como potrillo joven. Disfrutar de una chica así, tan joven, linda, fogosa, sensual y abierta para el sexo, era algo que no contaba con volver a gozar. Fui aprendiendo cuales mimos la calentaban más (los pezones eran uno de sus puntos más sensibles), cómo disfrutaba más mis lamidas y dedos. Ella, por su parte, rápidamente se amoldó a coger sin apuro, a estirar los mimos y caricias, a mantener el tiempo de penetración y mantenerme la pija dura. Estaba descubriendo, según sus dichos, un sexo más rico y pleno.

Me fui a casa porque, pese a que no tenía obligaciones, había algunas cosas a atender como recibir a la piba que limpiaba o ir a mis sesiones de pilates y por otro lado extrañaba las rutinas que ya eran parte de mi vida. El miércoles llegué a casa y volví a mi mundo. Pero el wasap fue la vía de mensajes entre los dos y los mensajes eran todos de un formato bastante parecido, con Paola a la ofensiva de escribirme. “Mi conchita te extraña” o “Quiero chuparte esa pija hermosa” son una muestra de nuestra correspondencia virtual. El viernes me llamó a la mañana para avisarme que a la tarde iba a mi casa y pidiéndome que le haga sopa de cebolla y una bondiola al horno con mostaza y canela.

A las 18 horas sonó el timbre y, cuando abrí la puerta, Paola entró como torbellino, me abrazó, me besó y me dijo que no haga planes porque pensaba secuestrarme todo el fin de semana. Ya había pensado que por ahí venía la mano y me había surtido de ingredientes para cocinar hasta el lunes. La calmé, le dije que me encantaba que se quede y quince minutos después estábamos desnudos en la cama acariciándonos.

– “Hoy voy a llevarte por otro camino del sexo. ¿Estás dispuesta a seguirme?”, pregunté.

– “Donde quieras, mientras sea coger con vos”

Le dije que se ponga boca abajo, le di dos nalgadas y le ordené que cerrara los ojos. Fui a la mesa de luz y abrí mi caja de juguetes, saqué una venda ciega y se la pusa, luego extraje unas esposas de cuero forradas por dentro en felpa con las cuales le amarré las muñecas y se las até al respaldo. Después le coloqué una mordaza con una pelota de goma suave que le tapaba la boca. Ella me dejaba hacer sin hablar. Me puse sobre ella, le unté con crema con alcanfor la espalda y empecé desde el cuello hasta los pies con masajes de caricias mezcladas con besos, fui acariciando su espalda, sus nalgas, los muslos y bajé despacito hasta los pies. Los tomé en mis manos y los fui masajeando y así, parte por parte, fui aflojando su cuerpo, cuidándome bien de evitar cualquier masaje en sus zonas erógenas. Me llevó veinte minutos que se aflojara totalmente.

Volví a subir hasta sus nalgas y pasé mi dedo sobre la raya, rozando apenas su ano y su vagina. Tembló toda cuando lo hice. Seguí acariciando su espalda, la besé toda y besé su cuello. Luego, con delicadeza, la hice girar. La besé en la boca y fui bajando y besándola. Me quedé un rato largo en sus pechos, succionando sus pezones. Ella me dejaba hacer y respondía con jadeos y gemidos.

Empecé a lamerla parte por parte, después le apliqué cubitos de hielo en los pezones para rápidamente chuparlos hasta calentarlos en mi boca. Le ponía cubitos en el clítoris para después lamerlo hasta calentarlo. Me pase quince minutos en esos jueguitos, alternándolos con chirlos, fustazos, pellizcones. Dolor y placer mezclados. Cubitos, chupadas, chirlos, lubricantes, fustazos, lamidas, pellizcos. Se retorcía de placer y alternaba entre gemidos, quejiditos y suspiros. Me paré, le di un fuerte chirlo y le pregunté.

– “Decime con la cabeza si o no ¿te gusta entregarte a mí para que te haga esto?”. La cabeza se movió frenética y rápidamente para asentir. “¿Vas a ser mi putita y mi sumisa?”. Otra vez el si fue intenso.

Le solté las manos ordenándole que dejé la venda y la mordaza y volví a besarla y acariciarla, bajé a su conchita para lamerle suavemente, ella abrió las piernas para darme lugar. Fui pasando la lengua por sus labios hasta alcanzar el clítoris, el cual apenas tocaba con el aliento o muy leves toques de mis labios. Su cuerpo se tensaba y se arqueaba ante el contacto. Cuando la noté lista, comencé a introducir un dedo y después dos, muy de a poquito, moviéndolos suavemente, mientras seguía lamiéndola. Allí llegó su primer orgasmo. Esperé que pasara y continué con los dedos y la lengua, besando y succionando cada tanto el clítoris.

Tomé un vibrador pequeño de la mesa de luz y comencé a pasarlo por su clítoris, cambiando de a ratos la intensidad de la vibración. Continué con el vibrador, mis lamidas y mis besos. Tomé un consolador y fui jugando con él en su vagina, mientras con el vibrador apenas acariciaba su colita y después apoyándolo sobre su clítoris. En ese momento, puso sus manos en mi cabeza y la empujó contra ella. Mientras yo lo chupaba ya en forma intensa, acabó por segunda vez. Me quedé un rato quieto mientras ella jadeaba y recobraba el aliento.

Volví a su hermosa conchita, lamiendo y jugándole con mis dedos. Tomé de la mesa de luz otro consolador y empecé a jugar introduciendo uno muy de a poquito en su vagina mientras la lamía y con el otro, mas pequeño, jugaba suavemente sobre su ano. Volví otra vez a jugar con su conchita y su colita, con todo el cuidado y suavidad necesaria. De a poco, ambos consoladores fueron entrando en ella acompañados por los besos y lamidas. En un momento, volvió a forzar mi cabeza contra su pubis, arqueó el cuerpo, gimió un rato y acabó con un grito ahogado mientras sus manos se crispaban contra mi espalda y apretaban mi cabeza. Después aflojó toda la presión y quedó laxa, quieta y silenciosa. Fui retirando muy despacio ambos consoladores, me puse al lado de ella y empecé a besarle el cuello y los pezones.

La hice levantar, la llevé contra una pared donde tengo dos ganchos colocados, le volví a colocar las esposas y la ate a los ganchos. Le acerqué un banco acolchado y la levanté para sentarla y le até los tobillos, mediante pulseras de cuero afelpadas, de dos cuerdas que tenía agarradas a ganchos en el techo para que le sostuvieran los pies, dejándole las piernas abiertas y colgada del gancho y las sogas, con las nalgas apenas apoyadas en el banco. Me dediqué a lamerle su conchita, acariciarla, pasarle el vibrador, lubricarle el culito para jugarle con mi dedo, ponerle un consolador con vibrador en su vagina mientras le pellizcaba los pezones, le chupaba el clítoris, le daba chirlitos y la llevaba así durante quince o veinte minutos. Creo que a esa altura ya había acabado dos veces más. Le quité la mordaza y la venda y me miró con cara de goce y deseo. La desaté, le quité la mordaza y la ayudé a pararse. Las piernitas le temblaban.

– “ Me encanta todo lo que me hacés. Me encanta ser tu nena”.-

– “Vení”, le dije. La llevé hasta el comedor y me senté en el sillón. “Haceme una linda mamada, putita”

Con toda presteza se dedicó a lamerme, besarme, dar besitos y chupar mi pija mientras me masturbaba despacito. De vez en cuando le daba indicaciones que seguía al pie de la letra. La tomé del brazo para pararla y le dije que se sentara sobre mí dándome la espalda. Cuando lo hizo la sostuve en alto para ponerle la pija en su conchita y ella fue bajando despacito hasta tenerla toda dentro. Así acomodada, le acariciaba los pechos, las piernas, el clítoris, le daba besos y chupones en el cuello (lo cual le encantaba) y la dejaba moverse a gusto. Diez minutos después llegó al orgasmo mientras la abrazaba y ella se abrazaba a mis brazos.

Después la levanté tomándola de las nalgas y le dije que pusiera mi pija en la entrada de su culito. Así hizo y nuevamente fue ella quien reguló la entrada de la pija hasta que la sentí totalmente apoyada en mi y penetrada a fondo. Nos quedamos un rato así, charlando, acariciándola, besándola, ella recostada sobre mí.

– “¿Te gusta estar así sintiendo mi pija en tu cola?”

– “Me encanta. Todo el sexo con vos me encanta. Ya ni sé cuantas veces me hiciste acabar, guacho”.

– “Bueno, ahora quiero que vos me hagas acabar”

La hice levantar, que se arrodille en el sillón y se apoye contra el respaldo, dejándome toda expuesta su hermosa cola. Me paré detrás de ella y le metí la pija en ese culito hermoso y empecé a nalguearla a la vez que la cogía con todo, saliendo y entrando de ese agujerito divino. Ella movía la cola para ayudarme en mis estocadas hasta que me derrumbé sobre ella sostenido con las manos sobre el respaldo y le acabé, largando un chorro de semen en su culito.

– “Así papi, así. Llenala de leche a tu nena. Dame toda tu lechita en la cola papi”.-

Tardé un rato en poder pararme, salir de dentro de ella y caer desfallecido en el sillón. Paola se puso a mi lado y me acarició suavemente.

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