Esta historia es real, tan real que nos podría condenar al infierno. Pero ya dicen que con el demonio correcto el infierno es el paraíso.
Mi esposo y yo atravesamos una crisis se pareja, y decidimos hacer una cena para tratar de poner un fin al menos a los problemas. Como nos costaba ponernos de acuerdo en las diferencias que teníamos, decidimos sumar a un tío de mi esposo que es sacerdote para que mediara en la situación.
La cena fue normal, hablamos y entré charla y charla nos tomamos casi dos botellas de vino. Y nos reímos más de lo que discutimos. Para todo esto ya era tarde, y el tío sacerdote se tenía que ir a su parroquia. Pero insisto en que se quede un rato más, y él accede, pero con la condición de que si se hacía muy tarde se tenía que quedar a dormir en nuestra casa. A lo cual no nos negamos. En un momento mi pareja se levanta para ir al baño y yo sigo hablando con el tío, todo normal hasta que noto que no sacaba la mirada de mis tetas, se veían poco por el escote, pero parecía gustarle. Me sentí incómoda pero llena de morbo, jamás se me había pasado por la cabeza que un sacerdote me podía generar tanto morbo y me sentí mojada de solo imaginar que podría pasar si me dejaba llevar…
Mi marido volvió del baño y noté que le hace una señal absurda a su tío y se empiezan a reír cómo dos tarados. Mi marido le insinúa que no hay camas disponibles y que va a tener que dormir en nuestra cama o sea los tres juntos. A lo que me opongo, pero estos dos ya lo habían decidido.
Así que me levanté y me quise ir a la habitación, pero me sentí mareada, por lo que me apoyé sobre el hombro del tío, y él sujetó mi mano y me quiso abrazar sin evitar tocarme las tetas y pasó la otra mano por mi cintura rozando mi cola, todo eso me puso más incómoda, porque la verdad me estaba mojando la tanga.
Entre los dos me llevaron a la habitación y me ayudaron a sacarme los zapatos, pero ya era todo muy caliente, yo me dejé caer en la cama, el tío me besó en los labios con tanta lujuria que solo dejé que me desnuden y me hicieran lo que quisieran, lo estaba disfrutando. Mientras que uno me besaba las tetas, el otro me sacaba la tanga junto con el pantalón y ahí estaba yo desnuda y con dos hombres solo para mi solita.
El solo hecho de abrir las piernas y sentir la verga de mi marido hasta el fondo me hacía sentir el orgasmo intenso mientras tenía enterrado hasta la garganta el vergón del tío. Fueron cambiando de posiciones, de lugares y yo sentía que esa noche era la puta más santa.
Me cogieron el culito como los dioses, esa mezcla de dos sabores de semen diferentes en mi boca me volvía loca, así que les pedí que esa noche me volvieran a coger dos veces más… y nos quedamos redimidos en el silencio después de tanto sexo.
Será el secreto mejor guardado y el que nos inició en el mundo de los tríos y otras cosas más…