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Palabras y lenguaje corporal en un garito
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—¿Y a qué te dedicas? —preguntó Julio a una chica de pecho generoso mientras sostenía un vaso de bebida en la mano. 

—Soy enfermera —respondió Paula con voz algo achispada mientras apartaba un mechón de cabello rizado.

El garito estaba medio lleno y la música a esas horas de la noche no sonaba muy fuerte, y se podía hablar sin dificultad. Las luces fijas, de colores, mantenían el local envuelto en ese misterio psicodélico de rostros brillantes con maquillaje, escotes generosos, olor a perfume y traseros de todo tipo que danzaban con más o menos gracia.

—Ah, que guay. ¿Y qué has hecho hoy?

Paula se rio, aquel tipo estaba dándole conversación. No era George Clooney, pero tenía su encanto.

—Muchas cosas.

—¿Qué cosas?

Paula tenía una debilidad, le encantaba que se interesaran en lo que ella podía decir. Muchas veces sus palabras le parecían a ella misma aburridas, sin color, pero aquella noche eso no iba a pasar.

—Pues a ver, esta mañana puse un par de inyecciones, vende a una chica el dedo. Asistí a exámenes de tetas.

—¿tetas?

—Sí, tetas, eso que tenemos hombres y mujeres… bueno, estás eran de las grandes, ya sabes, de mujeres.

—Vaya. —dijo Julio impresionado por lo directa que era la chica.

Paula notó que le había pillado por sorpresa y fue más allá.

—Ah, se me olvidaba, también afeite los pelos del culo de un chico joven, más o menos de tu edad.

—Bueno… interesante trabajo.

El ritmo y volumen de la música cambiaron, acelerándose, y casi todos los presentes se contagiaron empezando a "mover el esqueleto" con más brío.

—¿Y tú en que trabajas? —Dijo Paula a su compañero de conversación acercándose más para hacerse oír.

—Yo trabajo en una peluquería y también doy masajes. —respondió el chico acercando su boca a la oreja de su compañera.

—¿Con final feliz? —levantó la voz Paula para hacerse oír.

—Sí, todos los clientes terminan "felices" con el peinado —contestó Julio ignorando adrede el comentario.

—¿Ah sí? —dijo Paula poniendo cara de estar pensando.

—Bueno y también porque les meto el dedito en el culo. —concluyó el chico dejando caer las palabras en el oído de la mujer.

Paula soltó una carcajada y Julio se unió a la risa mientras se fijaba en su compañera. Era atractiva, inteligente y divertida. Se lo estaba pasando mejor de lo esperado aquella noche.

—Oye, en un rato, cuando esto acabe, ¿te apetece dar una vuelta? —le dijo un momento después.

Paula le miró a los ojos y respondió.

—¿Y por qué no ahora? estoy un poco pedo y no me vendría mal algo de aire libre.

La nueva pareja salió a la calle. La noche era hermosa y la brisa algo fría, ayudaba a aclarar las ideas.

—Sabes Paula, eres una chica divertida, inteligente y además guapa.

La mujer se ruborizó ligeramente.

—Gracias por el cumplido… tú también estás…

—¿bueno? —dijo Julio haciéndose el interesante.

—Pasable. —respondió Paula con una sonrisa burlona.

—Solo pasable. —protestó el aludido.

—¡Tonto! —dijo la chica golpeando a su compañero con el puño cerrado en el brazo.

—Ay, perdón. —añadió dándose cuenta de que se había dejado llevar.

Julio la sujetó por los hombros y la miró a los ojos, luego la besó en los labios. Paula respondió al beso con pasión, abriendo la boca y permitiendo que las lenguas se encontrasen.

Aquello era adictivo.

Terminada la demostración de cariño continuaron caminando. En un momento dado entrelazaron sus manos.

La electricidad del contacto los hizo más felices.

—¿A dónde vamos? —preguntó uno.

—A mi casa. —respondió el otro.

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