Había pasado una semana desde el encuentro con Federico y desde entonces, no volví a saber de él. A pesar de que tenía su tarjeta comercial, me pareció prudente esperar su llamada. Sin embargo, registraba en mi Instagram varios mensajes de Carlos, mi excompañero de colegio y desvirgador en una noche de gemidos de sillón. Me contaba que a pesar de que no podía explicarse como habíamos terminado teniendo sexo, lo único que deseaba era volver a “coger mi culito rosado”. Además, elogió mis fotos en la página de la marroquinería e insistió en juntarnos de nuevo en el departamento de Juan para ver en directo como me quedaban los pantalones de cuero que había modelado. Finalmente, decidimos volver a encontrarnos el sábado siguiente.
Lo que más me gustaba de Carlos era su altura, me llevaba una cabeza . Yo apenas superaba el metro setenta y era delgado, destacaba en mi rostro, unos labios rojos y carnosos herencia de mi madre. Por otro lado, me había dejado crecer el flequillo lacio y castaño un poco más allá de las cejas, por tanto acostumbraba acomodarlo constantemente pasando los dedos por cara. Otro detalle que desdibuja cualquier atisbo varonil eran los enormes lentes de pasta por delante de unos ojos pequeños y almendrados, huidizos al contacto visual.
Pensé que sería más fácil para Carlos, si me presentaba a la cita con un look más binario, acentuando mis rasgos femeninos. Para eso me pinte las uñas de negro y me calce los pantalones de cuero con una campera de hule azul encima de la remera blanca, por último, deje los zapatos por unas zapatillas de lona. Toque timbre, Carlos bajó a abrirme, juntos subimos los tres pisos por escalera.
Mi compañero estaba nervioso, lo tomé de la mano y con el dedo gordo comencé a frotar su palma; cuando entramos al departamento, me estiré y lo besé en la boca delicadamente, él sonrió tímidamente. Me senté en el sofá y mi anfitrión fue por una cerveza a la heladera cuando escuché movimiento en la habitación de Juan.
-¿Está Juan? pregunte contrariado.
-Espero que no te importe, disculpa que no te avise -dijo Carlos sin levantar la vista
-Creo que son cosas que tenés que avisar -conteste frunciendo la boca.
Escuché una puerta correrse, giré la cabeza, Juan estaba de pie en shorts y con el torso desnudo. El entrenamiento policial había logrado efectos en su cuerpo, definitivamente era por lejos más atractivo que Carlos.
Me puse de pie y me acerque a Juan, gire sobre mis pasos y lo roce con la cola, el me pellizco con ganas.
-Mmm, quieto vaquero, usted tiene que esperar su turno-susurre mirando intensamente a sus ojos
-Traiga las esposas y siéntese en la silla -ordene pegando un taconazo en el suelo. Sonriendo y mordiendo la lengua, el policía me entregó las marrocas y tomó asiento poniendo las manos detrás del respaldo. Procedí a esposar y luego me senté en su regazo abrazándolo, y acercando la boca sin permitir que me besara.
-Quieto vaquero -exclame mientras amasaba su pene visiblemente erecto. Me saque la ropa de un tirón quedando solo en remera y tanga. Volví a sentarme sobre su regazo dándole la espalda, él solo atinó a besarme el cuello y la nuca; con un ademán lo llamé a Carlos que se acercó dándome un sonoro chupón. Me desprendí de la bombachita dejándola caer al suelo para luego, doblarla en cuatro e introducirla con cuidado en la boca de Juan. Doble la cintura en noventa grados apoyando los brazos en las rodillas de mi rehén, mientras con dulzura comencé a besar sus bolas y a chupetear su pene que lucía preciosamente venoso y rojo.
Escuche la hebilla del cinto de Carlos caer al suelo, gire la cabeza y con los ojos lo invite a acoplarse. El paso su dedo índice ensalivado por mi ano y de forma abrupta me penetró hasta el fondo. Mi exclamación de placer casi le cuesta una mordida al glande de mi rehén. Carlos movía el pene de forma riquísima por mis entrañas, no podía dejar de gemir y sollozar de placer: me costó bastante mantener el ritmo de la felatio que intentaba complacer al dueño de casa. Juan escupió la mordaza casi al mismo tiempo que el lechazo desbordo mis fauces. El ahogo me hizo toser con lagrimeo pero en la retaguardia los bombazos se replicaban con más fuerza y mi pene estaba re duro, empecé a frotarme. Juan intuyo el movimiento y con la parte interna de sus muslos se las arregló para masturbarme, enseguida lo ensucie todo. Sentí a Carlos arquear de placer su cuerpo, su pija me hizo levantar los pies en el aire, sollocé de dulce dolor y caí de rodillas al suelo.
Extenuado, camine hasta la heladera y destape una cerveza mientras Carlos liberaba a Juan. Los tres nos recostamos en el suelo boca arriba, abrazándonos; dado que estaba en el medio, aproveche para jugar con las pijas de mis anfitriones. Sonó el timbre.
-Es el delivery -susurro Carlos mientras se incorporó luchando con el sopor.- Vení -Juan me tomó del brazo y me cargó sobre su hombro derecho mientras me agarraba fuerte de una nalga. Pataleando me llevó a su habitación.
-Shhh -murmuro mientras me tapaba la boca con su enorme palma. Vení, dame las manos- dijo besándome en el cuello. Extendí mis brazos con las muñecas juntas y el me esposo, de un chirlo me dejé caer boca abajo sobre el colchón.
-Ahora se dio vuelta la taba -musito el agente del orden. Rápido me puso un pañuelo entre los dientes y lo anudo tirante a mi nuca, mis comisuras dolían, imaginé que estarían húmedas y coloradas por la presión de la mordaza.
Me penetro de una y un sollozo largo escapo de mi boca atada. Su pija era mucho más carnosa que la de su amigo, incluso la adivine más rugosa. Sin lugar a dudas, su estado físico era mejor dado que bombeaba como motor nuevo. Yo no podía dejar de gemir de placer, entre cortando la respiración, largando salivazos entre los dientes. Sobre el último tramo del coito me tomó del cabello con fiereza, a la vez, la mano libre me frotaba la pija que no tardó en descargarse. Cuando terminó, Juan se derrumbó encima de mi espalda, su cuerpo era pesado… con esfuerzo me deslicé al suelo y bajé la mordaza.
-Que bien cojes, no digas nada a Charly -susurre con una sonrisa malévola. Juan guiñó el ojo mientras salía del dormitorio.
Me recosté de perfil en la cama y cerré los ojos, estaba fundido. Adivine los pasos de Carlos en la habitación, enseguida quedamos cucharita. Yo seguí inmóvil, como haciéndome el dormido. Mi amante levantó la remera que me cubría la cola y con la pija a media asta me penetro. Largue un gemido corto acomodando las nalgas en un movimiento pélvico ondulante que encendió la mecha. Los pijazos aumentaron en frecuencia ; esposado, tome la mano de Juan y lleve a mi boca. Allí empecé a gemir al mismo tiempo que lamía y besaba su mano. En pocos minutos sentí el forro inflarse por la leche; finalmente hubo un desacoplé y pude dormir unos minutos. Cuando desperté ya no estaba esposado.
Comimos y nos quedamos dormidos sobre el colchón, mire la hora y eran cerca de las tres. Yo al otro día trabajaba así que me pegué un duchazo y me fui sin hacer ruido en un Uber a casa.