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Otra insatisfacción con mi esposo y la primera vez con Miguel
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Como mencioné en mi presentación y primer relato, al poco tiempo de haber nacido mi hijo (Roberto), mi esposo (la verdad nunca nos casamos, pero como vivimos juntos un tiempo y es el padre de mi hijo, así le digo) tuvo una serie de problemas de salud que le dejaron varias secuelas, entre ellas problemas de movilidad y dificultades para tener y mantener una erección. Además, cambió de trabajo y decidió que nos mudaríamos a otra parte de la ciudad, ya que su ingreso disminuyó importantemente. Obvio, ya no tendríamos el estilo de vida de los años anteriores, pero aún no quería que yo trabajara.

Desde que se me empezó a notar el embarazo dejamos de tener relaciones –afortunadamente el chofer que teníamos era mi amante, pero eso lo contaré después- y después del parto se vinieron los problemas de salud de Beto (mi esposo), por lo que el sexo era muy escaso y pues la verdad yo sí necesito sexo en mi vida. Claro que con el niño todo el día en casa y yo sin ninguna forma de socializar, más que los vecinos, pues solo me quedaba masturbarme; pero quería sexo, fantaseaba con que me cogieran.

Una noche, ya con el niño dormido y después de que se bañara Beto al volver del trabajo -como siempre- me paseÉ por la casa desnuda a ver ayudaba a despertarle el deseo a mi esposo. Digo, sé que le costaba la erección, pero podía intentarlo, además yo lo ayudaría –podía jalársela y mamársela- y él también podía satisfacerme comiéndome la panocha o dedeándome. Lejos de incitarlo, recibí un “vístete, Ana, ¿para qué andas toda encuerada?”.

Pero no me rendí, ya acostados empecé a jalársela, se le fue parando -tenía ese problema después de la enfermedad- y entonces empecé a mamársela, Beto gemía; poco a poco se le puso lo suficientemente dura como para montarlo y lo hice.

-Ay, qué rico. Necesitaba sexo, amor.

-¿Ya querías sentirla adentro, Ana? –asentí-.

-Ay, sí, mi amor, necesito sexo, necesito coger. Cógeme más, ¿sí?

-¿Necesitas que te cojan, Ana? ¿Necesitas verga?

-Sí, necesito que me beses, me acaricies… que me cojas mucho, Beto.

-Hagamos la lucho, mi vida. Estás bien buena, eso ayuda; me encantan tus tetas y tus nalgas, Ana.

-Todavía te gustan?

-Por supuesto, amor… es solo que me cuesta trabajo. Y no sabes cómo me excita oírte gemir, recordar cómo gemías cuando te podía coger bien.

Como pasaba cuando cogíamos después de la enfermedad de Beto, cuando sentía que se le bajaba la erección, se la volvía a jalar o a mamar hasta que se le pusiera dura de nuevo y lo volvía a montar o él me acomodaba en alguna posición que le gustara y me la metía; le gustaba mucho ponerme de perrito y ponerme frente a un espejo para ver mis caras. Cuando le costaba mucho trabajo me decía que me masturbara y él también lo hacía viéndome; a veces me pedía que le contara alguna cogida que hubiésemos tenido o alguna que yo hubiera tenido con alguien más, esa era como la última opción para excitarse.

En un momento en que se la estaba mamando para que recuperara su erección, comencé a pensar en vecinos que había notado que me comían con la mirada, en el señor de la tienda que me veía las tetas, en cómo sentía la mirada del señor del agua en las nalgas… y me excitó mucho imaginar que se las estaba mamando a ellos, que me manoseaban, me encueraban y me cogían rico. De hecho, me excité tanto que seguí mamándosela a Beto hasta que acabó en mi boca y me tragué su lechita.

Finalmente pude dormir, pero a partir de ese momento comencé a pensar en coger con más personas. En ese momento no lo supe, pero Beto se quedó pensando en que él lo que quería era volver a escucharme gemir como antes, lo que él ya no podía provocar.

Pocos días después de esa ocasión comencé a vestirme más provocativa –lo que en realidad no hago siempre- escotes más pronunciados, faldas cortas, ropa entallada o pantalones que se les notara el calzón. Así andaba por los andadores, iba al súper, a la tienda, platicaba con vecinos; en aquel momento yo tenía 23 años, así que podía coquetear con los de 19-20 o con los de 50; había muchas opciones.

El primero con el que cogí fue un vecino, se llamaba Miguel y tenía 25 años. Era estudiante de maestría de tiempo completo, así que en realidad pasaba mucho tiempo en su casa; cosa que aprovechamos bastante jejeje. Usé el viejo truco de que necesitaba ayuda para colgar unos cuadros y necesitaba su ayuda para clavar unos clavos en la pared; obvio después de algunos día de coqueteos e insinuaciones.

De hecho, una ocasión me ayudó con una compostura en la baño y se había llevado unos calzones míos. Volviendo al día en cuestión, yo traía una mini de mezclilla, hilo y una camisetita negra de tirantes sin bra. Él puso los clavos y yo me subí en un banquito para poner los cuadros; me toqueteó las nalgas y las tetas al ayudarme a subir y de bajada.

-De seguro me viste todo, ¿verdad travieso?

-Y quién no iba a aprovechar, además tú eres la que deja ver todito, Ana.

-Ah, ¿sí? ¿Todito? ¿Y se ve bien?

-Se ve muy bien –me abrazó y bajó sus manos hasta mis nalgas-.

-Ah, ¿sí?

-Bastante bien; te antojas mucho, Ana.

-¿Y como qué se antoja?

-Como esto –me apretó fuerte las nalgas y me jaló hacia él para que sintiera su verga dura en mi vientre, la verdad se sintió delicioso-.

-Mmm promete –lo besé y sentí cómo se le ponía más dura, yo también le acaricié la espalda y bajé hasta sus nalgas, él me manoseaba las nalgas y las tetas, mis pezones se endurecieron enseguida-.

-Estás buenísima, Ana… no sabes las ganas te tengo.

-A ver si es cierto –le mordí suavemente los labios-porque ando con muchas ganas, vecino.

-Ah ¿sí? –asentí- ¿y eso?

-Beto no me atiende… y yo necesito sexo, necesito que me cojan rico –le acaricié el paquete- necesito sentir una de estas.

-Pues cuando quieras, vecina.

-¿En serio?

-Por supuesto, mamita.

-Mmm qué rico.

Nos sentamos en la sala y empezamos a fajar bien rico. Mike me quitó la playerita y empezó a comerme las tetas, yo lo monté para sentir su verga dura en mi panochita apenas cubierta por mi calzoncito y le puse mis tetas en la cara, la minifalda quedó enrollada en mi cintura; le abrí la camisa para toca su pecho. Lo montaba simulando que estuviéramos cogiendo, él me agarraba fuerte las nalgas y me comía las tetas; yo estaba empapada y su verga durísima.

Entonces me hinqué en el piso, le abrí el pantalón y de hecho se lo quité, entonces se la jalé un poco, luego la tallé en mi cara –eso me encanta-“Me gusta tu verga”, le dije, “Es toda tuya, vecina”, entonces se la besé, la lamí y después empecé a mamársela.

-Mmmm… tenía muchas ganas de comerme una buena verga…

-Cuando quieras vengo a que me la comas, Ana; te la comes riquísimo, vecina.

-Mmmm… riquísima la tienes…

-¿Ya te cansaste de la tu esposo?

-Mmm… sí… además ya casi no me hace caso…

-¡¿Cómo no hacerte caso, Ana?! ¡Qué desperdicio! Lo bueno es que hay chance de atenderte… pero me hubieras buscado antes, vecina.

-Pues hay que desquitar el tiempo perdido –lo monté y me senté sobre su dura verga enterrándomela hasta el fondo suavemente- ay, no mames, qué rico.

-¿Te gusta, Ana?

-Uy, sí, la tienes durísima, Migue.

-¿Más que la de tu esposo?

-¡Ay, sí! ¡Mucho más!

-¿En serio?

-¡¡Ay, sí!! ¡No mames qué delicia!

-¿La sientes?

-La siento todita y hasta adentro, Migue. ¡Qué rico me la metes!

-¿Mejor que tu marido?

-Es que la verdad a él ya casi ni se le para y yo necesito coger, Migue.

-Ah, ¿sí? ¿Necesitas que te cojan? ¿qué te metan la verga, vecina? –asentí-.

-Cómeme las tetas, vecino… ay, no manches, así, así…  mmm… ¡qué rico!

-Estás bien pinche buena, Ana; yo te puedo dar reata cada que quieras, mamacita.

-Sí, por favor, vecino… necesito que me tengan bien atendida.

-No mames tienes escurriendo la papaya.

-¿Te gusta?

-Un chingo –se la apreté con la panochita- ay, cabrón, qué rico la aprietas; cómo le haces, vecina.

-¿Te gusta cómo te la aprieto?

-Un chingo… vamos a tu cama.

-¿Quieres cogerme en mi cama? –asintió-.

-Sí, quiero metértela en tu cama, quiero que te chorees ahí, quiero vaciarme en tu cama y embarrarte… quiero que huela a sexo y que tu esposo duerma en donde te cogí, en donde le pusiste los cuernos.

-Qué cabrón eres, vecino. Vente, vamos al cuarto -me levanté, me acomodé la tanga y me fui caminando al cuarto antojándole mis nalgas-.

-Mamacita, qué ricas nalgas te cargas.

-Pues ven… disfrútalas, vecino.

En el cuarto me tiró en la cama, me quitó la tanga y comió la panochita delicioso; me vine como hacía tiempo no lo hacía. Enseguida, así como estaba de misionero, me abrió un poco más las piernas y me la metió.

-Ay, no mames, Migue, la tienes durísima, ¡qué rico, no mames!

-¿Te gusta, vecina? ¿Te gusta así durita, Ana?

-Me fascina, no mames, Migue.

-Mejor que el pito guango de tu esposo, no, ¿Ana?

-¡Ay, por supuesto! Pinche verga flácida que tiene, en cambio la tuya está deliciosa, Migue.

-Puta madre, qué rico rebotan tus tetas, Ana –aceleró sus embestidas-.

-Ay, cabrón, qué rico, síguele, Migue, síguele… ay, no mames me voy a venir otra vez, así, así… ay, no mames…

-Sí, putita, vente, mójame la verga con tus jugos, Ana –luego me puso de lado y me siguió dando bien rico un rato más- ahora ponte espaldas y apóyate en la cabecera, Ana –me acomodé como dijo y me la metió de nuevo, fue rica esa posición, además me agarraba las tetas mientras me penetraba; se escuchaba cómo entraba su vergota en mi panochita y cómo chocaba su vientre en mis nalgas; eso me calentó mucho-te caes de buena, Ana y si el pendejo de tu esposo no aprovecha, yo sí te voy a atender como se debe, vecina.

-Sí, papito, cógeme cuando quieras; aquí voy a estar esperando para que me des verga, Migue.

-¿Te encanta la verga, verdad putita?

-Ay, sí, vecino, me encanta coger.

-Nomás para eso me pediste que viniera, verdad Ana, para abrirme las piernas y que te la metiera –asentí-.

-Sí, Migue, me urgía una buena cogida.

-Eres una puta, Ana –me susurró- ahora empínate, putita, quiero ver ese culote –me acomodé de perrito y me incliné un poco más levantando las nalgas- mira nada más ese pedorro, vecina; pinche culote rico que te cargas.

-¿Te gusta, vecino?

-Me encanta, pinche Ana.

-Todo tuyo, papi.

-Pinche atascadota que me voy a dar, culona –me acarició las nalgas, me nalgueó, restregó la punto de su verga en la entrada de mi panochita y me la metió entrando y saliendo poco a poco hasta que entró toda-.

-Ay, Migue, coges delicioso, papito; ¡como necesitaba esto!

En esa posición me estuvo cogiendo, agarrándome de la cintura para metérmela e más duro, dándome nalgadas y presionando un poco mi culito, sin llegar a meterme el dedo, cosa que yo quería que hiciera, pero no se animó.

-Uy, ya me voy a venir, Ana… ay, no mames, qué rica estás, pinche vecina.

-Sí, vente, Migue, vente; échamelos, ándale.

-No mames, qué ganas tenía de cogerte, vecina… de verte mamándomela… de verte las pinches tetas rebotando… de verte empinada para mí, Ana.

-Soy tuya, papito, cógeme cuando quieras, Migue –en ese momento me la sacó, me dijo que me volteara, se hincó entre mis piernas, se la jaló un poco y se vino a chorros salpicándome desde el vientre hasta la cara; en cuanto acabó, se la mamé hasta que fue perdiendo la erección; yo sentía cómo escurrían sus mecos en mi cuerpo-.

Nos acostamos y nos quedamos platicando un rato.

-Ni creas que va a ser la única vez que cogemos, eh vecina. Estás demasiado buena.

-Jajaja no, no será la única vez, no te preocupes; coges muy rico –le dije agarrándole la verga-.

Poco después tenía que ir por mi hijo a la escuela, así que se fue, yo me bañé y fui por mi chamaco. Esa fue la primera vez que tuve sexo con Miguel, mi vecino, y en efecto cogimos muchas veces más.

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AnaOG1984
AnaOG1984
40 años, tres parejas, tres separaciones y varios amantes en mi haber. Independiente, sexosa.

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Comentarios

2 COMENTARIOS

  1. Excelente relato Anita, igual de excitante que los anteriores, eres una mmmmuy buena escritora de historias calientes, te felicito y ojalá pudiéramos compartir anécdotas saludos!!!

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