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Obsesión prohibida
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Era una noche fría de diciembre donde era la época en la que los estudiantes regresaban a casa, una pausa para celebrar la Navidad en el calor de sus hogares.

Y entre esas pausas estaban los encuentros entre los viejos amigos.

Hacía mucho tiempo que no se encontraba todo el grupo. Al estudiar cada uno en una ciudad diferente era difícil coincidir. Quedaron donde siempre, en la pista de básquet. Era un sitio muy íntimo porque aparte de estar lejos del centro, solo tenía una luz blanca que provenía de la única lámpara de calle dónde la claridad solo daba vida al aro de baloncesto y un banco marrón.

Como siempre Cris fue el primero en llegar, incluso lo hacía expresamente ir antes para poder jugar un rato solo. Le relajaba y le alejaba de la realidad que vivía en su casa. Era el único que no se había movido de su ciudad.

El siguiente fue Diego, de los pocos días que lo podías ver ya que estudiaba en Estados Unidos una ingeniería química. Sin duda puede que no el más inteligente pero sí el más persistente en sus objetivos y sueños.

Ni siquiera habían tenido tiempo a abrazarse Diego y Cris cuando de repente aparece Matthew. Un loco del surf. Se dedicaba a enseñar en diferentes escuelas. Apasionado del deporte y la comida sana, siempre era la envidia del grupo. Todas las chicas se fijaban con él. Y no era para menos, parecía sacado de Hollywood con su melena rubia, ojos marrones claros, una gran sonrisa y su gran cuerpo esculpido de tanto deporte. Y aun así el tipo era una persona muy humilde y amable. Era el amigo más fiel que podrías tener. O eso pensaban ellos.

Y por último Rodri. Pero no venía solo. Los tres chicos se quedaron perplejos al ver una silueta femenina que acompañaba a su amigo. No sabían nada. Rodri les había preparado una sorpresa: se había enamorado de Minerva. Una chica dulce a primera vista, tímida con unos ojos marrones y profundos que anunciaban una alma libre y apasionada. La tez suave y clara, entre bronceada y blanca. Un equilibrio perfecto. Con su pelo marrón claro y liso que casi le llegaba a la altura de los hombros. Y aunque con eso bastó para dejar boquiabiertos a todos sus amigos, Minerva poseía unas curvas exquisitamente sensuales. Líneas delicadas y armoniosas que anunciaban unos pechos suaves, de magnitud moderada invitando a la mirada a explorar el suave valle entre ellos. No era nada exagerado pero era perfecto. Igual que su parte trasera. Una forma que parecía destinada a ser admirada, realzada por la suavidad de su piel.

Era un tesoro oculto, una maravilla digna de ser descubierta en la quietud de la intimidad.

– Os presento a mi pareja, Minerva -Dijo Rodri.- Nos conocimos en las clases de historia de la fotografía. Vi que ella llevaba una cámara analógica igual que la que tiene mi padre y lo usé de excusa para hablar con ella. Y aquí estamos. -Rodri miró a Minerva y sonrió. Ella se sonrojó.

Los tres amigos seguían asimilándolo, no daban crédito y ante la ausencia de su respuesta Minerva se adelantó.

– ¡Hola! Encantada chicos. Rodri siempre habla de vosotros y lo que os echa de menos. ¡Ya tenía ganas de conoceros! – Sonrió Minerva, se le notaba algo nerviosa.

– ¡Hijo de puta el Rodrigo! Que bien se lo tenía guardado el cabrón. Como me alegro que por fin encuentres a alguien. ¡Demasiado virgen estabas! – Bromeó Cris.

Ese comentario típico de Cris ayudó a romper el hielo y acto seguido el grupo se puso a reír. Aunque Matthew solo esbozó una sonrisa medio forzada. No lograba asimilar lo bonita que se veía Minerva. Matthew era un chico pasional, se enamoraba frecuentemente. Hacía tiempo que no sentía una electricidad por alguien tan palpable. Pero Rodri era su mejor amigo desde pequeños, se consideraban hermanos de diferente sangre. Siempre cuando podían estaban juntos, eran uña y carne. Así que Matthew intentó apartar ese pensamiento y se conectó de nuevo con el grupo.

– ¿Jugamos al 21? – Preguntó Diego. – A ver quién llega antes a hacer 21 puntos, ¡Que he practicado mucho en Estados Unidos!

Todos los chicos gritaron un sí con energía y hubo un gran abrazo grupal entre ellos. Tenían mucho amor para repartir después de tanto tiempo sin verse. Eran como niños pequeños en el patio de la escuela. Después de tanta excitación empezaron a jugar los chicos. Solo ellos porque Minerva decidió no entrar en el juego y quedarse mirándolos desde el banco. Pues al final sentía que fastidiaba el ambiente y también le ilusionaba ver a Rodri y sus amigos contentos.

Mientras jugaban en ese momento ella se fijó con todos los amigos que tenía Rodri, sentía que todos transmitían mucha paz y felicidad. Analizó a cada uno de ellos con determinada exactitud. Al final no tenía nada que hacer y le hacía curiosidad esos amigos que tanto hablaba su pareja.

En concreto de Matthew, su mejor amigo. Sin duda del que más interactuaba. Él aseguraba que Matthew le había demostrado como nadie su amistad, siempre estaba en los momentos buenos y malos. Mientras lo observaba se dio cuenta del buen físico que tenía el mejor amigo de Rodri. Le vió jugando con esa seguridad en sí mismo, esa elegancia que desprendía en hacer las cosas, que sin querer Minerva lentamente llevó su mano a la comisura de sus labios, mordiéndolos con una sensualidad apenas contenida con su mirada intensa y tentadora hacía Matthew. Era puro instinto. Y justo en ese preciso instante, Matthew elevó su mirada, enfocándose en Minerva. Notó su pequeño desliz cuando ella apartó la vista rápidamente y cruzó las piernas con un gesto fugaz.

Fue el primer contacto visual entre ellos.

El grupo siguió jugando, el primero que llegó a 21 puntos fue Matthew. Así que una vez que él ya había conseguido el objetivo fue a descansar en el banco tentado por la presencia de Minerva.

Una vez sentado Matthew sentía el calor sobre su piel ligeramente sudada, por lo que se despojó de la sudadera, dejando al descubierto una camisa blanca de manga larga y tela fina. En el proceso mientras él luchaba por quitársela su abdomen quedó al descubierto solo por un momento y Minerva no pudo evitar la tentación y su mirada cayó directamente en su perfecto y bronceado abdomen. Justo al terminar la acción, él se dio cuenta del examen que ella había hecho con sus ojos y en ese momento fue el segundo contacto visual. Matthew hizo una sonrisa pícara. Ella apartó la vista rápidamente y se enrojeció de vergüenza. La confianza que emanaba de él la envolvía como una oleada irresistible.

– Así que eres la novia de mi buen amigo Rodri, ¿verdad? – Matthew soltó con un tono pícaro, tratando de romper el hielo.

– Parece que sí, eso dicen. – Respondió ella con una sonrisa, consciente de la tensión en el aire.

– Rodri tiene buen gusto, eso no lo niego. – Él la miró y esbozó una sonrisa. Matthew transmitía mucha calma.

– Oh, no hay duda de que Rodri tiene un excelente gusto en los amigos también. – Ella respondió con una chispa de complicidad en sus ojos, jugando al juego con Matthew. Aunque su corazón pertenecía a Rodri, no podía negar la atracción que Matthew despertaba en ella.

Inesperadamente, los tres amigos hicieron acto de presencia. Habían concluido el juego y rápidamente se enfrascaron en una animada conversación. El tema sobraba, había tantas cosas por comentar. Aunque la charla fluía con diversión y distracción, Matthew no podía apartar de su mente a Minerva. Discretamente, buscaba el encuentro visual con ella, y cuando lograban sostenerlo por escasos segundos, una tensión palpable se apoderaba de sus cuerpos. Para Matthew, el saber que no debería, pero no poder evitarlo, solo avivaba su deseo por ella. Minerva, por su parte, compartía la misma conciencia de lo incorrecto, pero eso la hacía crecer más su adicción.

La noche avanzaba y llegó el momento de regresar a casa. Matthew fue el único que trajo su coche, así que se ofreció a llevar a todos sus amigos de vuelta a sus respectivos hogares. Dejó primero a Cris, luego a Diego y finalmente solo faltaban por dejar a la pareja en casa de Rodri. Los llevaba a la segunda casa familiar que tenía Rodri donde estaban solos. Estaba un poco lejos pero a Matthew no le importaba . Quería mucho a su amigo, y además, le daba la oportunidad de pasar más tiempo cerca de Minerva, quien continuaba buscando su mirada a través del retrovisor.

Una vez llegaron a la vivienda de Rodri, se dispusieron a despedirse. Cuando llegó el momento de decir adiós a Minerva, el beso en la mejilla pareció extenderse en el tiempo, creando una tensión palpable entre los dos. Ambos deseaban algo más, anhelaban ese contacto que la relación y el respeto por Rodri no les permitía.

Acto seguido, Matthew se encaminó hacia el apartamento de sus padres, ubicado a unos 20 minutos. En el trayecto, no podía apartar de su mente a Minerva y a Rodri. Las contradicciones eran demasiadas y decidió dejarlo a un lado.

Una vez en casa, buscó comodidad al cambiarse, pero justo en ese momento, recibió una notificación. Era un mensaje de Minerva a través de Instagram. Matthew sintió un nerviosismo repentino y abrió el mensaje.

"Me he dado cuenta de que olvidé mi bolso en tu coche. Lo necesito para poder regresar a mi casa mañana. ¿Sería posible que lo trajeras ahora? Rodri está durmiendo."

Matthew se encontró ante una decisión que podía cambiar el rumbo de la noche.

Capítulo 2 próximamente.

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