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Nunca lo imaginé de ella
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Parecía desinteresada de la vida, nadie del grupo podía se la podía imaginar como algo sexi. Su ropa era muy formal, siempre de pantalón y blusas que no marcaban su figura ni su sensualidad, sumado a eso los cincuenta y pico que tenía y su supuesta soltería aumentaban los rumores de que se había retirado del mundo del sexo.

Pertenecíamos a un grupo de trabajo del cual yo era su gerente, mis 35 años me habían dado un poco de experiencia y habilidad en el manejo del personal y conducir equipos de venta.

Después de una reunión de empresa, un viernes a la noche, fuimos a cenar y a festejar los éxitos del último trimestre que habían sido extraordinario. Ella, Lilian, estaba con nosotros, pero como siempre parecía casi ausente.

Las bromas y las risotadas no dejaban de sentirse permanentemente, los veinte integrantes de la mesa nos sentíamos exitosos y el buen vino abundante ayudaba a la alegría.

Las bromas empezaron a llegarme por mi reciente soltería (hacia tres meses me había separado y vivía solo). Yo me reía y me acuerdo que en un momento exprese mi cansancio y que necesitaba un buen masaje para poder dormir bien, pero que me conformaba con volver a mi casa y disfrutar de mi cama. Ahora que hago memoria la vi a ella varias veces mirándome, pero no sospeche nada.

Como a la una de la mañana informe que me retiraba y tres de la mesa, incluida ella, me pidieron que las llevara a sus hogares. Una por una fueron llevadas y cuando deje la última, suena el celular, veo que era Lilian que me dice:

– Lo siento me deje mi cartera en tu auto y la necesito por que mañana temprano salgo de compras. Por favor traémela, lamento molestarte.

Verifique que la cartera estaba en el asiento trasero y con algo de bronca le dije que me esperara en la puerta que enseguida estaría por allá.

Cuando arribé a su domicilio debí tocar timbre porque no había hecho caso a esperarme afuera. Y allí cambio el mundo, o cambio mi imagen de ella. Me abrió la puerta y la vi con su camisón negro transparente, nada de ropa interior, maquillada, su pelo suelto e increíblemente deseable. M perturbo. La mire y apure el trámite de entregarle su pertenencia y trate de irme cuando me dice.

– Prepare todo para el masaje que dijiste que necesitabas, no podés decir que no e irte.

No pude responder nada. Me tomo de la mano y me llevo a su living donde había un gran colchón en el suelo lleno de almohadones, un aroma ambiental increíble y una música sensual, algo así como jazz caliente.

Me hizo recostar, me desvistió muy suavemente y después de unos 20 minutos, más o menos de masajes en mi espalda, me puso dulcemente boca arriba, nuevamente la vi tan bella y sensual que me parecía mentira fuera la misma persona fría de la oficina.

Empezó a tomar suavemente mi pene y sostenerlo entre sus manos, en un momento me dijo que le parecía hermoso y excitante. Primero se lo llevo a su boca y lo mojo bien con su saliva, después empezó a acariciarlo de forma fantástica, casi mágica, con sus manos. Comenzó a masturbarme con un ritmo perfecto, suave, muy femenino. Empecé a sentir una gran erección, mucho placer.

En un momento quise acercarme a su boca y a sus pechos para besarla y saborear esos pezones fantásticos, pero me retiro y me dijo que eso viene después.

Seguía masturbándome y cuando ya casi terminaba y pensé que llegaría mi eyaculación, se detuvo y me presiono con su mano la base mi pene que latía a mas no poder. Me calme, pasaron uno o dos minutos y comenzó con su accionar de nuevo, hasta que empecé a sentir que terminaría y ella de nuevo contuvo mi leche y así repitió esta práctica cuatro o cinco veces. Al final mi cadera se movía de un lado a otro, mi corazón parecía que explotaba, casi pidiendo por favor le dije que quería terminar y llenarla con mi semen.

Fue la mayor acabada de mi vida, no paraba de salir mi semen caliente, salpique su cara y su pelo, ella seguía, ahora con más fuerza y velocidad moviendo de arriba para abajo hasta que no pude más y quedé derrotado tirado en medio de almohadones llenos de mis jugos.

Se retiró un momento y volvió con un lienzo mojado con agua tibia y me higienizo, me cubrió con una sábana y me invito a descansar.

Habrán pasado 20 minutos o más, abrí los ojos y la veo a mi lado totalmente desnuda, no pude resistir la tentación de comenzar a besarla y a lamer todo su cuerpo. Comenzó a emitir quejaditos de placer que se hacían cada vez más profundos, sus ojos cerrados, su cabeza tirada para atrás con su cuerpo arqueado levantando su vientre del colchón me invitaron a sumergirme en su hermosa vagina depilada cuyo exquisito aroma y sabor me sorprendieron.

Yo amaba el hecho de que sintiera placer y me lo demostrara. Su primer orgasmo fue con mi boca, mi lengua que no podía parar y sus muslos apretándome, sus gemidos, sus gritos… un paraíso.

Me puse boca arriba y ella me monto, comenzamos con movimientos suaves, mi boca llena con sus pechos. Y si, fue allí, que hizo un beso de Singapur que nos llevó a terminar juntos, cada uno con profundos orgasmos que nos sacudían, nuestras bocas juntas. Estuvo abrazada a mí un largo rato y cada tanto tenía como espasmos que parecían réplicas de lo vivido.

Desayunamos juntos. Me fui. Y nunca, pero nunca me permitió hablar del tema y mucho menos que se repitiera.

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