Recuerdo aquella noche, veníamos de regreso después de haber estado en una ciudad distante del pueblo donde vivíamos, después de haber consumado lo que nunca imaginé, me despedí de aquel hombre al que yo le llamaba: "mi príncipe", abordé mi automóvil y él, mi príncipe, se retiró caminando a su destino. Recuerdo que maniobré mi coche para verlo una vez más y despedirme de él aunque fuese a la distancia, y así fue, nos miramos sonrientes y yo sin tapujos le lancé un beso al aire, fue un beso tan sincero, yo me sentía viva, renovada, había una especie de fuego en mi interior que me llenaba de regocijo.
Si, conducía mi automóvil rumbo a mi casa donde me esperaban mi esposo e hijos, eran casi las nueve de la noche y yo, una mujer casada, con 40 años de edad acababa de entregarme a un hombre 15 años menor que yo, no me arrepiento en lo absoluto, meses atrás mi esposo me había sido infiel y yo le había perdonado, ambos, decidimos seguir adelante con nuestro matrimonio, pero a raíz de ese suceso, algo en mí interior había despertado y no me negaría a experimentar nuevas cosas.
Si, ese día le mentí a mi esposo, le dije que asistiría a un encuentro de temas de superación personal en una ciudad que estaba a 20 kilómetros de distancia del pueblo donde vivíamos, mi marido me hizo algunas preguntas sobre el evento, pero no puso resistencia, no había ningún obstáculo por su parte. Él se quedaría con nuestros hijos un rato, y luego los llevaría con su mamá, para luego recogerlos más tarde después de su práctica de tennis como cada viernes.
Si, iba con las emoción a mil por hora, mi corazón vibraba al saber que vería a mi príncipe en a aquella ciudad, tomé un camión y en menos de una hora estaba allá. Lo esperaba sentada en una pequeña plaza de aquella ciudad, cuando no pasaron ni 25 minutos y lo vi descender de aquel puente que desembocaba en la plaza donde me encontraba, nos acabábamos de mensajear por celular, y le había dado mi ubicación.
La adrenalina y la ilusión me abordaban, y fue entonces cuando aquel hombre menor que yo, me pidió que nos fuéramos a un hotel cercano, me sentía muy nerviosa, en mi mente pensaba en muchas cosas, había nervios, incluso hasta algo de miedo al pensar que alguien conocido me reconociera, miedo que superé una vez que nos internamos en aquel cuarto de hotel.
Ya instalados en el hotel, aquel hombre joven: "mi príncipe", no se contuvo, comenzó a besarme apasionadamente, mientras con sus manos masajeaba mis glúteos, nuestras lenguas revoloteaban entre las más placentera sensaciones, sí, yo una mujer casada, me estaba dando la oportunidad de experimentar nuevas cosas, y esa tarde nunca la olvidaré.
Aquel hombre no dejaba de besarme ni tocarme con sus manos, aún teníamos puestas nuestras prendas de vestir y yo sentía como sus labios se deslizaban por mi cuello, por mi rostro, por detrás de mis orejas y como sus manos me agasajaban, que sensación tan rica y tan hermosa.
Recuerdo perfectamente que comenzamos a desvestirnos, y yo le tenía una sorpresa preparada a aquel hombre más joven que yo, a mi príncipe, él me había pedido que el día que estuviéramos juntos yo usara ropa interior muy especial y no le quede mal, llevé una tanga con encaje para darle gusto, si, lo sé, yo, una mujer casada, me había vestido muy sensual para un hombre que no era mi marido, me había puesto ropa interior de lo más sexy para quedar bien con mi hombre joven: mi príncipe.
Fue entonces cuando nos acostamos sobre la cama de aquel cuarto, y ambos, ya solo quedamos con ropa interior, entonces noté perfectamente como su miembro viril, ya se encontraba erecto, su trusa de color blanco evidenciaba su falo, estaba completamente erguido, y sin él pedírmelo, me nació besárselo, recuerdo que él se acostó y yo le bajé la trusa, y con mis manos comencé a masajear su pene, sentí una necesidad muy intensa de chupárselo, y así lo hice, lleve su miembro a mi boca, tenía una necesidad muy grande de sentirlo en mis labios, y de que él sintiera un placer enorme.
Mis labios se pegaron a su falo como nunca lo hice con mi esposo, mi lengua lubricaba la cabeza de su pene en toda la superficie, parecía yo una mujer sedienta y su pene una fuente de agua, le besaba y chupaba la base, el tronco y la cabeza de su miembro viril como nunca imagine hacerlo.
Recuerdo que lo vi muy excitado al verme como me comía su pene a bocanadas, me nació decirle que si quería podía venirse en mi boca pero él quería penetrarme antes de venirse por primera vez, fue entonces que me hizo que me recostara y me bajó la tanga de encaje que ese día llevé para él.
Otra sorpresa más le tenía a mi príncipe esa tarde, me había rasurado mi vagina completamente para él, para que mi joven hombre me viera como dios me había traído al mundo. Él al verme lampiña de mi lugar más íntimo, se excito demasiado, cada vez más y más, y comenzó a besármela y a chupármela, que rico se sentía, que sensación tan electrizante, mi príncipe hacía vibrar intensamente a mi ser, era una delicia lo que vivíamos en ese instante.
En ese momento, ni mi esposo, ni mis hijos pasaban por mi mente, yo estaba como embrujada al fuego que desencadenaba aquel hombre joven en mi, y no había por mi parte resistencia ni remordimiento de que este hombre 15 años menor que yo, se estuviera dando un festín con mi cuerpo, cuerpo que le pertenece a mi esposo…
CONTINUARÁ…