Después de besar y chupar mi depilada vagina, aquel hombre joven: mi príncipe, comenzó a besar intensamente mis senos, mi vientre, y luego mis piernas, en estas últimas sentí un poco de pena porque tengo un poco de varices, pero a mi príncipe poco le importó y eso me hizo sentir muy bien.
Fue entonces que la mirada de aquel hombre 15 años menor que yo me lo dijo todo, el brillo de sus ojos me decía que ya quería enterrarme su miembro, su pene, yo deseaba sentir su fuerza, ya quería tener su tranca dentro de mi, y sin dudarlo, con otra mirada le correspondí con un si, en ese instante, mi príncipe se puso enfrente de mí, yo estaba recostada y con sus manos, sujetó mis piernas y las colocó encima de sus hombros, me quería penetrar desde ese ángulo, y eso elevó aún más el fuego en mí, nunca antes con mi esposo había practicado esta posición y yo me encontraba dispuesta a experimentar nuevas cosas.
Yo estaba rendida completamente a mi príncipe, dejé por completo que tomará la iniciativa, y pasó lo irremediable, pude ver como aquel hombre más joven que yo; con su mano derecha encaminó su pene a mi parte más íntima, su pistola de carne estaba lista para darme unos balazos en mi interior, yo esperaba ansiosa su pene, mi vagina ya estaba más que lubricada, recuerdo que colocó la punta de su miembro viril en mi vagina y mientras mis piernas se encontraban en sus hombros, el sujetó con mis manos mis caderas para poco a poco introducir su falo en mi, creo que esta posición le permitiría tener una mayor penetración, y así lo sentí.
Cada centímetro de su pene en mi interior era un regalo hermoso, mágico, que sensación tan indescriptible. Después de meterla lentamente, finalmente logró estar dentro de mi, su pedazo de carne estaba instalado por completo en mi interior, piel a piel, y el comenzaba a danzar en mi terreno más sagrado.
En mi mente persisten las imágenes de ver a mi joven hombre con un mete-saca intenso, me descargaba su falo a diestra y siniestra, que sensación tan hermosa, mi príncipe me estaba dando unos macanazos de carne como nunca antes había sentido, esa posición me hacía sentirme más completa, recuerdo que mi joven hombre descargaba su pene en mi con ritmo rápido, entraba y salía, yo recibía con emoción todas sus embestidas, recuerdo sentir sus testículos chocando en mi piel y generando un ruido similar al de un aplauso, eso me excitaba aún más.
Sí, yo una mujer casada, me estaba dejando follar por un joven 15 años menor que yo, cada embestida que me daba sacaba chispas de las más bellas sensaciones en mi ser, me llovían descargas de su pene, mi vagina era una milpa que el regaba con macanazos de carne, y yo, sumisa, con las patas arriba de sus hombros las recibía sin tapujos.
Me estaría metiendo su pene en esa posición por unos 9 o 10 minutos, nuestros cuerpos cada vez más se acercaban al primer orgasmo, entonces, él decidió montarse encima de mi, en la posición de misionero, y comenzó a follarme, ¡que rico!, mientas me penetraba nos besábamos intensamente, y sus manos aprovechaban en sujetarme mis nalgas, me sentía amada, querida, deseada. Mi príncipe me estaba dando con su falo más y más descargas, cada vez más rápido, y de repente, se escuchó que la cabecera de la cama se había agrietado, por el movimiento incesante, había daño, eso nos dio un poco de risa y no nos detuvo, bajamos el colchón al piso, y seguimos follando en la misma posición.
Ambos nos encontrábamos muy encendidos, el primer orgasmo se avecinaba, estaba cada vez más cerca, cuando de pronto, con insistencia sonó mi celular, al principio no deseaba contestar, pero la insistencia nos orilló a parar y le dije con los dedos a mi príncipe que guardara silencio, le mostré la pantalla de mi celular, quien me llamaba era mi esposo.
Sí, me estaba llamando mi esposo, justo cuando otro hombre tomaba lo que a él le pertenecía, justo cuando me entregaba sin remordimientos a aquel hombre joven, al principio me entró un poco de intriga la llamada de mi marido, me dieron nervios al pensar que mi esposo se hubiera dado cuenta o algo por el estilo, pero no fue así, resulta que me llamó para preguntarme una duda acerca de unas cosas de la casa, y también preguntó sobre a qué hora terminaría el "seminario" de superación personal", le dije que quizás dos o tres horas más, y el no mostró alguna réplica o enojo, finalmente colgué.
Recuerdo que en cuanto colgué, me dirigí inmediatamente a mi joven hombre y lo besé apasionadamente, quería seguir sintiendo su vara en mi, ansiosa por tener nuevamente su pene en mi ser, le dije que me penetrará con insistencia.
No acostumbro a decir al acto de tener relaciones como muchas personas dicen "coger", pero recuerdo que después de la llamada de mi esposo le pedí que nuevamente me hiciera suya, le dije: "cógeme príncipe", "metérmela de nuevo" "te quiero sentir otra vez".
Si, lo sé, mi piel blanca de señora de 40 años, de mujer casada, era entregada a un hombre 15 años menor, lo hacía sin miedo, sin remordimientos, les juro que no pasaba en mi mente la imagen de mi marido, yo una mujer con esposo, solo quería entregarme a este hombre joven: mi príncipe, quería dárselas, ser solo de él, y él tomaba mi piel ajena para darse tremendo festín.
Nos volvimos a colocar en la posición de misionero, él encima de mi, y comenzó nuevamente a darme sus embestidas, no dejábamos de besarnos apasionadamente, sus manos agasajaban mis nalgas, y su pene se descargaba en mi vagina, que hermoso sentirlo, me estaba entregando a otro hombre, le daba mi piel ajena a mi príncipe.
Yo, alguna vez creí, que solo sería la mujer de un hombre, pues nunca llegué a tener relaciones con ningún otro masculino ni antes de casarme ni después de casada, solo hasta este momento con mi príncipe.
Y es así que estábamos a segundos de venirnos, no le impuse restricción a mi príncipe, si él quería venirse dentro de mi que así fuera, yo estaba en un estado vibración supremo, mi joven hombre me había llevado a punto que nunca logré experimentar con mi esposo, recuerdo que empecé a gemir intensamente cuando el orgasmo arribo nuestro acto, me vine y él se vino, que sensación tan maravillosa, era indescriptible, me sentía en un sueño, recuerdo como el descargaba en mi interior su esperma, que sensación tan deliciosa, aquel hombre joven vertía su semen en mi interior, su leche se depositaba en mi ser, en el interior de esta mujer casada, y yo mojada completamente en un estado mágico comencé a llorar por lo que acababa de hacerme sentir, recuerdo que le dije: "que hermoso, hiciste estallar mi magia más interna" y él con sus manos cubrió mis lágrimas, lágrimas llenas de la emoción más pura, nunca mi esposo me había llevado a tal situación. Y le dije a mi príncipe: "nunca antes había sentido cosa igual".
Terminamos ese primer acto, y nos recostamos un poco sin dejar de besarnos, nuestras miradas sabían que habría más sorpresas en aquella tarde y así fue…
CONTINUARÁ…