Me acostumbré a usar calzones. Para mi ahora es normal porque representan mi verdadera naturaleza…
El miércoles pasado, me llamaron para invitarme a ver una película en pantalla gigante en casa de un amigo nuevo. Él es un artesano que conocí en la tienda donde comercializan nuestros productos. Nos quedamos de encontrarnos en su casa este miércoles al anochecer y de ahí partir al lugar de la invitación.
Mi amigo artesano se llama Javier. Es de estatura normal, de unos 35 años, soltero y muy divertido. En muy pocas ocasiones nos hemos visto, creo que simpatizamos naturalmente. Pero, he notado que lo que más le gusta de las mujeres es su trasero. Cada vez que pasa una mujer, se fija en su culo y como se mueve… Y siempre dice: "está rica para montarla". Cada vez que él hace eso de mirar y expresar sus palabras, aprovecho el momento de mirar sus entre piernas, y me he dado cuenta disimuladamente, que tiene un buen bulto escondido en sus pantalones de mezclilla. Eso me excita y me vuelve de inmediato la necesidad de sentirme hembra. Me he convencido por los escasos momentos que hemos compartido, que Javier o es muy caliente o está escaso de cariño.
¡Bueno ese era el dilema que daba vueltas en mi cabeza hasta antes de ver la película!
Juntos con Javier, partimos a la casa del anfitrión de cine.
En la sala acomodada, había unas 10 personas. Todos eran hombres de edades entre 25 y 40 años. De inmediato, me di cuenta que era cine erótico. Muchos se conocían entre ellos, eran amigos. Sólo 3 más Javier, eran amigos del dueño de casa. Yo, no conocía a nadie más que mi amigo. Nos saludamos y compartimos palabras y copas.
Lo más novedoso es que no llegó ninguna mujer ni tampoco salió ninguna mujer en la pantalla. Fue cine erótico de machos con travestis afeminados. Eso me hizo sentirme apetecible y seguro de mi condición y deseos.
Exclamaciones eufóricas como: ¡Pártela, a esa perra! o ¡Dale duro a esa putita, cabrón!, me estremecieron, provocando deliciosas ganas…
Por fin terminó la función y después de la algarabía y tragos, se fueron en grupos de la casa. Sólo quedamos, el dueño de casa, Javier y yo. Ahí, me percate que ellos eran muy amigos. Jorge, el dueño de casa se notaba muy contento y extremadamente excitado. En un momento, algo se susurraron a los oídos, me hice el desentendido en busca de una copita. Tenía sed de todo…
En esas ocasiones, los hombres perciben lo que se trata de ocultar. Cuando volví, ya estaban de acuerdo porque Javier, me abrazó tiernamente diciendo: él es un amigo especial muy sensible y lo invite para que lo conocieras. Después de algunas palabras, nos fuimos al dormitorio. Me desnudaron, mientras mi cuerpo tiritaba ansioso. Mis calzones celestes saltaron por el aire como palomita mensajera con buenas noticias.
Prácticamente me asaltaron en la cama como dos pervertidos delincuentes sexuales. Comenzaron a repartirse mi cuerpo como un territorio recién conquistado. Javier, que tenía algo de más confianza, me tomó de la cintura y me puso de rodillas con las piernas abiertas al borde de la cama, me dio unas fuertes palmadas en las nalgas y dijo: ¡por fin este culo me lo voy a comer! Yo sabía que ese era su plato favorito… Mientras tanto, Jorge jalaba su verga enorme en mi boca, atragantándose por su volumen y dureza, sin embargo, sentía sus palpitaciones porque desesperadamente me agarraba con sus dos manos con fuerza el pelo para que no me escapara de sus caprichos…
¡No tenía otra opción que entregarme!
Javier, volvió a golpear mis nalgas con más fuerza, el aullido no pudo escapar completamente. Mojó bien mi trasero acariciándolo y enseguida lo embistió dando el primer empujón, sólo otro grito mío logró. Necesitaba intentarlo otra vez y eso lo hizo con más empuje, pero otro grito más fuerte ocurrió, aunque mis nalgas aflojaron un poco. Desesperado, volvió a golpear con sus palmas diciendo: ¡Tendrás que ser mío, puta caliente! Yo, no pude contestarle afirmativamente porque tenía la boca llena de placer. Pero, me arrepentí enseguida de esa afirmación silenciosa cuando dio el siguiente empujón… Fue como si me hubieran partido en dos mitades. El grito retumbó en todo el dormitorio. ¡En esos momentos de martirio, odié a todos los hombres de la tierra!
Después de esos instantes de arrepentimiento, llegó dulcemente la recompensa. Comencé a sentir en todo el cuerpo, las delicias maravillosas del placer sexual. Mi cuerpo se agitaba moviéndose sin control alguno, y los gemidos repetidos e incansables lo confirmaban más y más. Sentí, que nos elevamos el uno pegado al otro más allá del dormitorio, las estrellas revoloteaban a nuestro alrededor, acariciando nuestros cuerpos sudados con el extraño y especial perfume de los deseos…
De pronto, varios chorros de néctar caliente, estaban atrapados en mi boca sin poder salir. Comencé a tragarlos todos. Agarrado fuertemente con mis brazos a la cintura de Jorge para no perder el equilibrio, deseaba tragar más. Pero él se detuvo. Luego, comenzó lentamente a moverse en forma circular, y retrocediendo un poquito lo empujaba como bestia enloquecida produciendo arcadas en las profundidades de la boca que podía soportar con alguna dificultad. Él también, necesitaba entregarme más néctar preparado en sus entrañas para que pudiera beber y saciar mi sed. Entonces, consciente de ello, apresuró su trabajo mientras con mis brazos lo atraía hacia mí para que no escapara cuando más lo deseaba… Eso hicimos naturalmente sin previo aviso… Se derramó con todo lo que quedaba dando un alarido de placer intenso… Con espanto lo bebí a borbotones, saciándonos. ¡Eso es lo que más le gusta a los hombres! Le había dado el placer que necesitaba y él me hizo feliz bebiendo.
Javier, galopaba apegado a mi espalda, con sus dedos apretados a mis pezones que estaban hinchados mientras feliz movía mi culo como puta experimentada. El dolor se había evaporado cuando estábamos suspendidos en los cielos. No había ninguna restricción para que saliera y entrara todas las veces que quisiera… Yo me estremecía con cada movimiento que hacía, lanzando orgasmos interminables, hasta que se derramó con todo lo que había acumulado sin que pudiera evitar de parte mía un intenso grito de hembra satisfecha…
¡Esto explica, quizás, porque los hombres se juntan a ver esas películas!
Me fui con Javier a su casa, ya era tarde para devolverme a la mía. Ahí, volvimos a saciar las ganas. Me montó a su regalado gusto, sin ninguna oposición mía. Con él, fui obediente en todo. Me sometí a sus deseos más primitivos. El dilema que daba vueltas en mi cabeza fue resuelto: Es caliente… y muy caliente.
Me sentí hembra a cada segundo, mientras fui suya, infinitamente suya… hasta el amanecer cuando cantan los gallos.