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Nuestras primeras noches juntos
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Por viaje de trabajo a Concepción decidimos que esta es la oportunidad que buscábamos para poder pasar unas noches juntos.

Por agenda, no pudimos viajar en el mismo avión, tú viajaste en la tarde de ese mismo día. Yo estaba ahí esperándote, en la puerta de llegada de pasajeros. Apenas me ves, corres a abrazarme, nos besamos apasionadamente sin importarnos si hay alguien alrededor que nos pueda reconocer.

Vamos hacia el auto. Mientras tú subes, yo subo tu maleta en la parte de atrás. Me subo y antes de poner en marcha el motor nos volvemos a besar. Esta vez nuestras manos recorren los cuerpos, hace mucho que no se encontraban.

La calentura va subiendo y, aprovechando el rincón del estacionamiento donde dejé el auto, me empiezas a hacer un rico sexo oral. Es lo que necesitaba.

Tus manos acarician mis testículos mientras te metes mi pene entero a tu boca, tus labios me aprietan. No pasa mucho tiempo y exploto en un chorro de semen. Te tragas una buena parte. Otra rebalsa por tus comisuras y lo que quedó dentro de tu boca lo compartimos en un caliente beso, húmedo, con el sabor y tibieza del semen recién exprimido.

Al llegar al hotel, nos duchamos y cambiamos ropa. Ya son como las 9 PM y deseamos salir a comer algo. Llegamos a un pub en el barrio céntrico de la ciudad. Hay bastante gente, de todas las edades, pero encontramos una mesa. Me cuentas de tu viaje y de como el hombre que se fue a tu lado en el avión, te coqueteo todo el viaje. Sé que eso te gusta y aprovechaste de tener un viaje agradable.

Pasado un rato, en la mesa del lado nuestro, se sentó una pareja. Él casi de mi edad, tal vez un par de años más joven, pero ella no tenía más de 25. Llamó la atención de muchos alrededor, formaban una pareja muy atractiva.

Como las mesas estaban tan cerca unas de otras, era casi imposible tener una conversación privada, sin que se escuchara lo que decía el resto. Pasado un rato comenzó una ronda de karaoke. Tú me debías unas canciones y aprovechaste de tomar el micrófono. Todos aplaudieron tu interpretación, tanto así que pidieron que salieras a cantar al mini escenario que había. La canción elegida era para un dúo, pero tú sabes que yo no canto, ni en la ducha, así que Mario, el hombre que estaba a nuestro lado se ofreció a acompañarte. Tú no dudaste. Sabes que hay cosas que me gustan, y el que me saques celos es una de esas.

La canción les salió muy bien, incluso en un momento se tomaron de las manos, casi al final de la canción. Todos aplaudieron lo bien que les había salido. Mientras tanto, su pareja y yo empezamos a conversar, una que otra palabra, ya que estábamos atentos a su actuación al frente. Ella se llama Leonor, pero todos le dicen Leo.

Al terminar la canción, se vinieron asentar. Como Leo y yo ya estábamos conversando, no dudamos en juntar las mesas para seguir la charla y conocernos. Leo y Mario eran personas muy agradables, ambos con muy buena facha y estampa, de buena estatura y tonificados. Ellos no estaban casados, pero tenían un hijo pequeño y vivían juntos en Concepción. Habían salido a celebrar el nuevo trabajo que Leo había conseguido.

Ya cerca de las 1 AM, nos cuentan que se tiene que ir, ya que la niñera no puede quedarse más tiempo. Pero nos invitan a que sigamos el carrete en su departamento. Nos vamos los 4 en mi auto ya que ellos habían llegado en Uber.

Llegamos a su departamento, le pagaron a la niñera y le pidieron un Uber. Una vez que esta se fue, Leo y tú se pusieron más cómodas, secaron los zapatos y nos sentamos en el living. Mario trajo algunos tragos y Leo sacó algo para picar. Conversamos de todo un poco y quedó de manifiesto que nosotros éramos amantes y que yo estaba en Concepción por trabajo. Salieron algunas bromas en doble sentido, para ambos lados. Nadie se cortó, por el contrario, fuimos más explícitos cada vez que bromeábamos.

Mario se paró y trajo un juego de mesa. Era un tablero donde había que avanzar en la medida que los dados lo indicaban. Nada muy complejo, pero cada casillero tenía un número y una prueba que cumplir. Algunas eran preguntas y otras eran desafíos para cumplir. Si no cumplías con los desafíos debías pagar con alguna prenda. Pero también había casillas que te despojaban de alguna prenda.

Te mire y comprendí que estabas dispuesta a jugar. Así partió el juego. Obviamente partieron las damas jugando. La primera fuiste tú. Y tuviste que contar cómo te gustaba hacer el amor. Tu respuesta fue rápida y no dudaste en decir que te gustaba de cualquier manera que sintieras placer, de manera que pudieras llegar a ese orgasmo que tanto te gusta.

Leo fue la siguiente, pero saco un par de unos. Eso significaba, de manera automática, despojarse de una prenda. Leo ya no tenía los zapatos, ya que los había sacado, al igual que tú, hace un rato atrás. Ella andaba vestida de pantalón y blusa. No había mucho donde elegir, ya que pulseras y argollas no entraban en el juego. No lo pensó mucho y se sacó la blusa, dejando mostrar un listo sostén de encaje negro, que afirmaban un par de ricas tetas. Grandes y firmes, como sabes que me gustan. Sentí una erección en mi pene y tú lo sabías, porque miraste mi pantalón y viste el bulto que se había formado. Mario y tú aplaudieron cuando se sacó la blusa. Yo me quedé congelado, ya que no esperaba verla tan pronto así.

El juego siguió, fue mi turno y después el de Mario. Solo fueron casillas en las que hubo que responder. Sorteamos bien esa ronda. El ambiente se notaba un poco más hot. Estábamos un poco desinhibidos por el trago y el ambiente era perfecto. La segunda ronda comenzó. Lanzaste los dados y te tocó una casilla que te pedía despojarte de una prenda. Me preguntaste que cual me aconsejabas, si tu polera o tu pantalón. Yo te pedí el pantalón, pero que tú tenías la decisión final. Me hiciste caso y te decidiste por el pantalón que llevabas. Pero antes de sacártelo, Leo dijo que tenía que ser al frente de todos, no de donde estábamos sentados. Así que te paraste y te pudiste al centro de la habitación y te lo sacaste al compás de la música, de una manera sensual y provocadora. Tu hot pants lucía fantástico y junto a tu polera te veías muy atractiva.

El juego siguió de esa manera, fuimos perdiendo prendas hasta que todos quedamos solo con nuestra ropa interior. Es decir Leo y tú con sus calzones y sostenes y Mario y yo en calzoncillos. Pensamos que el juego paraba ahí, pero creo que ninguno quería que parara. La mirada de nosotros cuatro se cruzaron y sin decir nada, seguimos jugando. Entre preguntas y pruebas eróticas, cada vez más eróticas. Además nosotros mismos pusimos más condiciones que dejó el juego más caliente, ya que quien perdía una prenda, debía ser despojada por el acompañante del sexo opuesto de la otra pareja. Es así como Mario te despojo de tu sostén. Lo sacó solo con una mano, como un profesional, mientras te miraba fijamente a los ojos. Se podía notar desde lejos tu respiración agitada. A mí me tocó lo mismo con Leo, y lo hice bajo tu atenta mirada. Para verme la cara cuando descubriera ese tremendo par de tetas frente a mí. Al poco rato, estábamos todos desnudos, sin pudor. En este momento cada pareja se comenzó a besar, de manera apasionada y caliente. Por la ubicación en que cada uno estaba, podíamos ver perfectamente que estaba haciendo la otra pareja, la luz era lo suficiente para vernos detalladamente. Te toque y estabas en un charco de secreción. Me contaste que llevabas mucho rato así. Me dijiste que tenías ganas de todo esa noche.

Vimos como Leo empezó a besar el pene de Mario, que tenía un muy buen tamaño y grosor. Ella se puso en una posición tal que dejó su sexo frente a nosotros. Obviamente lo hizo a propósito, se notaba como corrían sus fluidos desde su interior. Me pediste que me sentara para tú montarte sobre mí. Así lo hice. Me montaste y partiste cabalgándome. Cuando te dejaste de mover supe que habías llegado a tu clímax. Sentí como tu orgasmo me transmitía esa electricidad que nos gusta. Cuando acabaste, vimos como Leo y Mario nos miraban, con deseo y lujuria. Leo tenía restos de semen de Mario en sus pechos y boca. Yo aún no acababa.

Te saliste de arriba mío y tus fluidos corrían por tus piernas. Leo te preguntó algo al oído y asentiste con tu cabeza. Te sentaste a mi lado y Leo se tragó mi pene, perdiéndose en su boca. Qué bien lo chupaba. Parece que quería seguir gozando, ya que recién había hecho acabar a Mario de la misma manera. Mientras me chupaba mi pene, con su mano tocaba tu sexo, que estaba todo mojado. Me pidió que le avisara cuando fuera a acabar. Eso hice y te hizo una seña para que entre las dos recibieran mi semen en sus bocas. De esta manera nada se perdió, ya que entre las 2 me vaciaron. Lo que quedó en tu cara Leo te lo limpió con un beso erótico.

Mario miraba esta escena mientras se masturbaba para revivir su buen miembro que tenía. Una vez que ustedes se despegaron, Leo besó en la boca a Mario, con la mezcla de semen de ambos. Tú me besaste y pude sentir el sabor de esa rica eyaculación que Leo me hizo.

Todos habíamos acabado, a excepción de Leo. Tú me pediste permiso con tu mirada y entendí perfectamente que querías hacer. Tomaste a Leo y la acostaste boca arriba. Hicieron un rico 69. Te encargaste de cada rincón de ella, de manera tierna y dominante. La hiciste acabar después de escuchar sus gemidos al accionar de tu lengua y labios. Tu cara volvió a quedar empapada, pero esta vez por culpa de los fluidos de Leo. Me contaste que era tu primera vez que besabas otra vagina y que te había encantado. Te besé y pude comprobar el gusto a miel que tenían los fluidos de Leo.

El día había sido largo y ya eran cerca de las 4 am. Nos teníamos que ir. Nos vestimos y despedimos como amigos de toda la vida. Nos quedaban un par de días en Concepción y decidimos juntarnos al día siguiente. Pero eso es otra historia a contar.

Llegamos al hotel y apenas cruzamos la puerta de la habitación, nos despojamos de todo he hicimos el amor, rudamente hasta quedar casi inconscientes. Ni siquiera tuvimos fuerza para ir a limpiarnos.

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