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Nuestra experiencia con masajes tántricos
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Días atrás le había comentado a mi novio que me llamaba la atención la idea de ir a un lugar a que nos hicieran masajes eróticos. Tuvimos una discusión, terminamos y por supuesto el tema del masaje quedó olvidado para mí. 

A los días vino a mi casa, seguíamos “terminados” por lo que le había dicho que no quería nada diferente a salir a cenar y tomarnos un par de cócteles simplemente para hablar.

Ese día se desocupó temprano y llegó a mi casa sobre las 5:30 de la tarde, yo acababa de llegar también. Me dijo que necesitaba entrar porque tenía que enviar unos correos electrónicos desde su computador, accedí pero con la advertencia de que debíamos comportarnos.

Una vez terminó lo de su trabajo, nos pusimos a hablar y le comenté que estaba teniendo mucho dolor de espalda por esos días, así que se ofreció a utilizar unas técnicas que podrían servir para aliviar mi dolor.

Me pidió que me acostara en la cama y que me quitara la camisa porque necesitaba ver bien mi espalda. Yo accedí sin ningún morbo, cabe resaltar que ese día estaba en falda y tenía medias veladas.

Me acosté en la cama, me quité la camisa y él empezó su masaje (bastante reconfortante a decir verdad). En medio del masaje me soltó el brasier según él porque necesitaba tener mejor acceso a mi espalda (yo seguía boca abajo). Me cambio de posición y quedé frente a él, con las tetas al aire, yo estaba muy concentrada en el excelente masaje que me estaba dando y no le puse mucho morbo al asunto, pero él sí, tocarme y verme las tetas lo arrechaba.

El masaje terminó, me hice la loca y me vestí nuevamente, él se quedó esperando que lo dejara tocarme, pero simplemente actué como si él se tratara de un profesional en el tema y no más, pero yo sabía que estaba arrecho y me encantaba tener el control de la situación así.

Después de eso nos sentamos nuevamente en el comedor a hablar de cualquier cosa. Me estiró la mano pidiéndome que me acercara y yo accedí. Terminé sentada en sus piernas en una forma bastante “inocente”. Él me daba picos por toda la cara tratando de llegar a mi boca y yo no se lo permitía, le recordaba que habíamos terminado y que esas cosas no deberían volver a pasar. Con sus manos me tocaba todas las piernas, acercándose peligrosamente a mi cuquita, pero yo quitaba la mano o hacía algún movimiento que lo obligaba a retroceder. Finalmente terminé cayendo y le permití que me besara. Nos empezamos a besar muy muy apasionadamente y yo sentía cómo se mojaba mi cuquita.

Estábamos sentados en el comedor, frente a la ventana que da la calle (vivo en el primer piso de un conjunto), la gente pasaba y nosotros besándonos como unos locos desesperados. Para ese momento ya tenía sus manos en mis piernas, mis nalgas y no tardó mucho en llegar a mi cuquita. Cuando por fin lo hizo pudo sentir cómo chorreaba, estaba muy muy mojada. Yo estaba muy arrecha, sus besos y sus manos me vuelven loca y mi cuquita siempre responde con una humedad muy generosa. Me bajó la falda y después las medias veladas y los calzones.

Empezó a hacerme con sus dedos en mi clítoris delicioso, en menos de nada tuve el primer orgasmo. Apenas me dejó descansar y volvió a lo suyo, yo muy excitada, disfrutando toda la situación, arrecha a más no poder, él tocándome delicioso y mi cuquita respondiendo más húmeda cada vez. Así seguimos un ratito más, él tocándome delicioso hasta que mis piernas empezaban a temblar avisando la llegada de otro más, yo abriéndome para que él pudiera entrar mejor y me hiciera llegar de nuevo hasta que lo logramos, me vine delicioso, otra vez gracias a sus manos. Después de eso, empecé a pedirle su verga, la quería con todas mis ganas, quería chuparla primero y luego clavármela todita entera. No me lo permitió, ni siquiera me dejó que se la tocara por encima del pantalón.

Me sentó en el comedor y me pidió que me acostara y abriera mis piernas, yo sabía qué venía: su lengua. Rehusé un poco, aun pataleando por su verga, pero finalmente hice lo que me pidió y abrí mis piernas para que él tuviera todo el acceso a mi cuquita. Empezó a lamerme las piernas recorriendo el camino hacia mi cuquita y cuando llegaba daba apenas un lengüetazo tímido y seguía derecho. Eso me arrechaba muchísimo. Yo me abría, pidiéndole más. Después empezó en forma, lamiendo mi clítoris suave y después chupando, luego empezó a meterme su lengua y yo sentía que me explotaba, siguió así un rato más hasta que no aguante y me vine de nuevo gracias a las delicias que hace su lengua en mi sexo. Él sabe cómo lamer, cómo chupar y cuándo subir la intensidad para que logre venirme, su lengua es realmente maravillosa.

Después de eso traté de quitarme, mi clítoris quedó muy sensible pero él no me lo permitió, me abrió las piernas de nuevo y empezó a pasar su lengua suavemente otra vez hasta que me familiaricé de nuevo con la sensación y mi cuquita siguió lubricando. Siguió chupando, lamiendo y yo enloquecida gimiendo y retorciéndome de placer, así siguió y logró hacerme venir, dos veces más. Quedé rendida por tanto placer pero seguía queriéndolo a él, su verga que me llena y me estremece, se lo pedí pero se negó, me dijo que no era el momento.

Me bajó de la mesa y me dijo que me vistiera para que saliéramos a comer. Me pidió que no me pusiera las medias y que me cambiara a otros calzones que tenía por estrenar, yo hice caso. Así que salí en mi falda sin medias y con unos cuquitos diminutos.

Subimos al carro, empezamos a hablar de temas varios, en seguida le entró una llamada de trabajo y se concentró en el tema, mientras yo simplemente escuchaba y bobeaba en el celular.

No habíamos andado más de 5 calles, él seguía en su llamada y llevó sus manos a mis piernas, empezó a acariciarlas y las abrió. Encontró mi cuquita, mojada por supuesto, y empezó a juguetear con ella. Masajeándome como me gusta sobre el clítoris haciéndome arrechar muchísimo.

Paramos en un semáforo, él seguía en su conversación pero con sus manos en mi cuerpo y yo retorciéndome de placer junto a él. Cuando paramos empezó a meterme su dedo, lo hace siempre de una forma muy precisa y con la intensidad perfecta. No pasaron dos minutos y yo ya estaba gimiendo desesperada por otro orgasmo que me había regalado.

Me miró con una sonrisa cargada de morbo y siguió en su llamada. Yo tratando de recuperarme. Estuve en su llamada todo el camino y sin decirme a dónde nos dirigíamos. Por la ruta que había tomado supuse que íbamos a algún restaurante de la zona rosa de la ciudad.

Finalmente colgó y me pidió que le ayudara a ubicar una dirección, cuando la encontramos bajamos del carro, ya yo sabía a qué lugar habíamos llegado, lo había buscado días antes cuando se me ocurrió lo de los masajes eróticos.

Nos anunciamos y nos abrió una mujer, joven, flaca y de cara agradable, estaba en un vestido muy pegado.

Nos explicó la metodología, había tres intensidades.

La primera incluía masaje tántrico para los dos con una chica en ropa interior, finalizando con un masaje en el área genital.

El segundo incluía lo mismo que lo anterior pero esta vez la chica podía estar desnuda y tenía más interacción con la masajista.

El tercero incluía lo anterior, con acceso incluso a cualquier parte del cuerpo de la masajista por parte de los dos.

Escogimos el tercero y escogimos a la chica que nos atendió recién llegamos.

Subimos unas escaleras, entramos a una sala oscura, amenizada con música suave, luz amarilla un poco tenue, y una cama totalmente pegada al piso “oculta” bajo unas cortinas azules que dejaban entrever todo.

La masajista nos dijo que nos cambiáramos y que ella nos alcanzaría en un momento.

Quedamos los dos en ropa interior, el ambiente estaba muy lujurioso y los dos estábamos arrechos, yo moría por su verga, se lo pedí de nuevo y esta vez sí accedió. Me puse en 4 en una silla que había allí frente a nosotros, me corrió el hilo chiquito que tenía puesto y empezó a clavarme delicioso. Me bombeaba toda su verga en mi cuquita y me hacía gemir delicioso, sentía lo húmeda que estaba cuando su verga salía y entraba de mi. Lo estaba deseando, anhelando, me ponía como una perrita para recibir más su verga y que entrara toda en mi cuquita. La sensación de tenerlo adentro es única, yo sé que él también lo disfruta muchísimo.

Así estuvimos un rato hasta que llegó la masajista, esta vez en una Ropa interior negra de encaje y con tacones. Tenía un cuero delicioso, era flaca, con unas piernas y un culito muy lindo, tetas pequeñas pero provocativas. Trajo un vino y dos copas, nos sirvió un poco y tomamos un sorbo.

Después cerró la puerta y empezó a explicarnos. Nos puso frente a frente y nos indicó que nos acariciáramos entre los dos. Mientras eso pasaba ella se hizo tras mío y pasó su mano por todo mi cuerpo. Empezó por las piernas, subiendo hasta llegar a mi entrepierna. Luego mi tronco y mis brazos hasta que se posó en mis tetas, yo seguía en ropa interior.

Luego hizo lo mismo con él. Debo decir que la escena me encantaba, era muy excitante ver cómo lo teníamos entre nosotras dos, acariciándolo. Yo lo besaba mucho y le cogia la verga mientras ella le pasaba sus manos por todo el cuerpo.

Nos seguimos acariciando entre los tres, ya estábamos muy arrechos. Mi novio me quito el brasier y yo le quité el brasier a ella, Paulina se llama. Quedaron nuestras tetas al aire para que él las disfrutara y se notaba en su cara que lo estaba disfrutando.

Yo empecé a acariciarle sus pezones muy cuidadosamente hasta que los sentí duros, y les pasé mi lengua mientras acariciaba su cuerpo también con mis manos. Mi novio hizo lo mismo y empezó a chuparle las tetas. La escena era muy morbosa, los dos, juntos, disfrutando de otra mujer. Todos nos tocábamos, muy arrechos ya y ella sugirió que pasáramos para iniciar el masaje. Para ese momento mi novio y yo ya no teníamos ropa interior, pero ella aún tenía calzones así que él sugirió que se los quitáramos entre los dos.

Con la boca se los bajamos hasta que quedó completamente desnuda y la tocamos toda, incluso su cuquita. Tenía un cuerpo delicioso, eso hacía que todo fuera más excitante.

Sugirió que me acostara yo primero, boca abajo. Mientras los dos se acomodaban a lado y lado de mis piernas. Ella empezó a indicarle a mi novio cómo pasar su boca por todo mi cuerpo con una “técnica especial”, que valga decir, él la utiliza desde que nos conocimos y me encanta como lo hace, de hecho siempre se lo pido. Él “siguió” sus instrucciones y empezaron los dos a recorrer mi cuerpo desde mis pies hasta mi cuello. Era electrizante sentirlos a los dos así, yo solo sentía cómo me mojaba cada vez más. Ella pasaba sus manos suave por todo mi cuerpo y él la seguía. Yo estaba boca abajo pero podía ver nuestras siluetas porque había un espejo en una de las paredes laterales que aunque estaba cubierto por la cortina, permitía ver los movimientos perfectamente. Así veía cómo ella me tocaba a mí y él nos tocaba a los dos, era muy excitante.

Paulina abrió mis piernas y mi cuquita quedó expuesta. Destapó un aceite y untó sus manos, cuando ya estaban lo suficientemente lubricadas empezó a masajearme la entrepierna hasta llegar a mi cuquita. Cuando la tocó todas mis sensaciones se alborotaron el triple y ya empezaba a jadear y a gemir. El masaje en todo mi clítoris fue perfecto, con la intensidad necesaria y justo en el punto necesario. Era una delicia.

Mientras eso pasaba mi hombre observaba excitado y me besaba en la boca.

Paulina siguió masajeándome, mi novio tocándonos a las dos. Ella se concentraba en mi cuquita y él se ocupaba de las otras partes de mi cuerpo, con los movimientos precisos y volviéndome loca de placer. Así estuvimos un rato hasta que me vine. Un orgasmo delicioso que me invadió todo el cuerpo, estaba demasiado arrecha y quería más. Ella siguió tocando por un rato y luego se detuvo y me indicó que era hora de empezar con Álvaro.

Álvaro se acostó boca arriba, con su verga muy muy dura y parada, se veía demasiado provocativa. Repetimos el ejercicio que habían practicado en mi al inicio. Las dos nos pusimos a sus pies y empezamos a recorrerlo palmo a palmo con nuestros labios hasta llegar a su cabeza. Sus expresiones, sus jadeos (inusuales en él) me hacían ver que estaba muy excitado y eso me arrechaba más a mi. Estaba feliz dándole placer a él, y él estaba feliz de vernos a las dos desnudas y dispuestas para él.

Luego empezó el masaje, Paulina se llenó sus manos de aceite y le agarró la verga. Dura, deliciosa, deseosa de sentirse apretada en mis manos, las suyas, mi cuquita, mi boca, mi culito.

Ella seguía masajeando y mientras yo lo recorría por todo su cuerpo, besándolo; llegaba a su cara y ponía mis tetas para que las chupara.

Volvía a su verga y le ayudaba a ella a estimular su verga, me ponía de espalda para que su vista fuera la cara de ella y mi culo. Mientras ella masajeaba yo chupaba su verga, volteaba para ver su cara y eso me arrechaba más.

Ella le propuso un masaje prostático y él accedió. Se puso un guante, se echó mucho aceite y empezó a estimular su culito. Mientras yo no me separaba de su verga, la chupaba, la masajeaba, le pasaba mis tetas, y él seguía muy excitado.

Ella empezó el masaje en su culo, él se veía muy excitado. Yo miraba fijamente lo que ella hacía deseosa de aprender para poder repetirlo cuando estuviéramos solos. Mientras seguía estimulando su verga. Él estaba arrecho hasta decir no más, ella le pidió que contuviera su orgasmo y así lo hizo él.

Ella siguió estimulando y yo fui a darle besos, le pregunté si quería clavarme y él me dijo que sí. Me senté encima de su verga, dándole la espalda a él y quedando frente a frente con ella. Y empecé a moverme delicioso mientras ella me chupaba las tetas, estimulaba mi clítoris y le cogia las bolas a mi novio. La escena era de locos; yo encima de él, cabalgándolo mientras ella me daba placer también. Estando así tuve un orgasmo indescriptible, la estimulación en mi clítoris que ella hacía y el movimiento sobre la verga de mi novio lograron una bomba en mí y me vine delicioso, caí exhausta encima de él, aun dándole la espalda, sentía mil vainas, entre esas que estaba más tragada que nunca.

Después de eso ella salió y nos dejó solos para tener un poco de privacidad. En ese momento me volteé estando sobre él para quedar en nuestra posición favorita. Empecé a moverme como nos gusta y los orgasmos no demoraron en llegar, uno tras otro, se sentía todo muy caliente y mojado por cada una de las veces que me vine. Eso hacía que fuera más delicioso, sonaba delicioso. Yo seguía encima de él, nos besábamos, nos mordíamos, me cogia las tetas, me apretaba las nalgas y yo seguía. De todas las veces que me vine en ese momento, recuerdo particularmente un momento en el que él levantó mucho la cadera y yo me afinqué lo más que pude, con su verga toda toda adentro, los dos quietos. Increíblemente, no hubo movimiento pero me corrí. Por la posición, por sentirlo todo dentro de mi, por la arrechera, el morbo, las ganas, lo que sea que haya sido, pero me vine para él y fue particularmente rico.

Caímos exhaustos, nos quedamos un rato ahí acostados, llegó Paulina de nuevo y nos indicó que podíamos vestirnos de nuevo.

Nos arreglamos, salimos del sitio y ahí sí fuimos a cenar, como era el plan inicial.

Ya se imaginarán el tema principal de la cena…

Tuya,

I.S.

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