Siempre nos tuvimos ganas, siempre.
Nos gustábamos mucho, pero solo nos habíamos encontrado en un beso, y nos quedamos con ganas de más, de mucho más, pero nos habíamos conocido en un tiempo en el que no podíamos llegar a más.
El tiempo pasó, no volvimos a cruzarnos, pero aún nos teníamos en nuestras fantasías.
Hace un par de días nos vimos, cruzamos miradas vergonzosas, nerviosas, el recuerdo de aquel beso volvió y las ganas escondidas durante todo este tiempo también.
El formaba parte de mi pasado, de mis recuerdos, de mis ganas y mis deseos. Era parte de aquella época libre, de estudiante y soltería que ya formaba parte de mi pasado.
Hace ya varios años atrás, una noche, en una reunión organizada por un compañero de facultad, nos presentaron y la conexión fue instantánea, se podía sentir la atracción entre nosotros.
Recuerdo aun esa noche, estaba sentada junto a unas amigas, riendo de cosas de chicas, cuando se acercó sonriendo y se sentó a mi lado.
Pasamos la noche juntos, bailamos, coqueteamos, él tomaba mi cintura para hablarme al oído con la excusa de la música a alto volumen, podía oler su cuello cada vez que se acercaba y me excitaba cada vez que lo hacía.
En un momento de la noche buscamos un lugar más apartado de la gente para poder hablar mejor, conocernos un poco más. Nos sentamos en un sillón, en el patio, lejos de nuestros amigos.
Aprovechamos la privacidad para tornar la conversación más privada también.
Nuestros cuerpos se acercaban cada vez más, se rozaban, parecía inocente, pero nos buscábamos, nos tocábamos, nos sentíamos.
Me acerqué sutilmente a su boca y lo besé tímida, pero acaloradamente, sentí sus manos en mis pechos y las mías buscaban su entrepierna, olía exquisito, pero besaba mucho mejor.
Y nos encontró la mañana, la luz del día se hizo presente y nuestros cuerpos debían separarse, la noche había llegado a su fin y con ella se iba nuestro intenso encuentro.
Y nos quedamos con ganas, con muchas ganas.
Esa madrugada quedó en mi memoria, y estaba segura que también en la de él.
Pasaron varios años sin saber el uno del otro.
Por cuestiones laborales volví a la ciudad donde estudié mi carrera, y por esas causalidades de la vida, nos encontramos nuevamente, frente a frente.
Él era el representante legal de la firma en donde yo comenzaba a trabajar.
Me hizo una entrevista de trabajo y cuando leyó mi nombre en el currículum vitae se le dibujó una sonrisa pícara en su hermosa cara, al mirarme y comprobar quien estaba delante suyo, sus ojos brillaron y los míos respondieron de igual manera.
En la intimidad de su oficina volvimos a sentarnos juntos, nuestras bocas se encontraron en un beso largo y caliente, las lenguas se buscaban y se encontraban y nos excitamos mucho. Lamentablemente estábamos en su lugar de trabajo y su secretaria arruinó el momento llamando a la puerta.
Cruzamos teléfonos, la entrevista llegó a su fin y nuestras ganas mutuas volvieron a nuestros cuerpos excitados.
Unos minutos después de salir del lugar recibo un mensaje suyo; quería verme y terminar con un sexo explosivo nuestros encuentros anteriores.
Quedamos en encontrarnos por la noche en un bar céntrico. Elegí un vestido negro y el pelo recogido como outfit de esa cita.
Él vestía un jeans, camisa blanca y un saco negro.
Nos sentamos en una mesa en el centro del lugar, tomamos unos tragos y conversamos mucho, nos reímos mucho y nos coqueteamos con ganas y memoria de aquella noche.
Ya entrada la madrugada, la calentura y el descontrol nos encontró bailando. Yo rozaba mi cuerpo contra el suyo, mis caderas se balanceaban sobre su pelvis y su pene se agrandaba y endurecía con mis movimientos sobre él.
Y nos fundimos en un beso caliente, nuestras lenguas se rozaban, jadeantes nos acercamos a una pared, sin soltar nuestros labios apoyé mi espalda y tomé su cintura acercándola hacia mi cuerpo.
Sus manos se deslizaron por mis muslos subiendo mi vestido, en un acto salvaje y casi instintivo gire mi cuerpo, apoye las manos contra la pared y arquee mi espalda para que mi culo encuentre su pene.
Sentí su virilidad, su dureza sobre mi excitado y hambriento trasero.
Tomó mi cabello y apoyó su jadeante boca sobre mi cuello. Casi con desesperación corrí mi ropa interior y bajé el cierre de su pantalón.
Sentía su placer en mi oído, sentía su calentura, sentía nuestras ganas de más, busqué con mis manos su pene y lo humedecí con mi éxtasis y me lo metí.
Con movimientos fuertes me cogía contra la pared. Sus manos apretaban mis caderas en cada arremetida, jadeaba en mi cuello y podía sentir su corazón galopar en mi espalda.
Yo estaba empapada, me calentaba todo, el lugar, su cogida, él, yo, su calentura, todo era muy sexi.
Pero tenía ganas de más, quería saborearlo.
Giré rápidamente y mordí su boca agitada mientras jugaba con su pene duro y mojado entre mis manos. Lo sujeté de sus nalgas y me puse de cuclillas frente a él.
Y lo saboreé. Lamí con placer nuestra excitación, succioné y mordí su miembro mientras él sujetaba mi cabello acompañando los movimientos que mi cabeza realizaba bajo su cintura.
Podía ver su calentura, sentí su placer y tragué su éxtasis.
Me puse de pie acomodando mi vestido y mientras mis besos invadían su boca, acariciaba su pene y subía el cierre de su pantalón.
Tomó mi cara con sus manos y mordió mi boca, y un sonido casi gutural salió de él, -¡me enloqueciste!- me dijo.
Bueno, volvamos a vernos entonces, le contesté, mientras apoyaba mis tetas en su pecho.
Me tomó con fuerza de la cintura, nos besamos fuerte y con la certeza de un nuevo encuentro, pero teníamos que despedirnos.
Subimos a su auto y me llevó hasta el hotel, no podía bajar conmigo porque yo compartía habitación con una amiga que me había acompañado.
Al llegar al hotel y acercarme para besarlo, siento su mano colarse por debajo de mi vestido, abrí mis piernas para facilitar la caricia y desaté mi vestido dejándolo caer y quedando desnuda frente a él.
Sus manos recorrieron mi cuerpo, mi piel, apretaba con firmeza mis pechos al momento que los succionaba, deslizaba sus manos por mi espalda y sujetaba mis caderas que se movían buscando sus caderas, quité su camisa y rozamos nuestras pieles, sentí su pene dentro de mí. Su boca se ahogaba entre mis pechos y yo me movía sobre su pelvis con calentura y placer.
Y nos sacamos las ganas de todo, de aquella primera vez, de la siguiente y de la próxima. Nos tocamos un largo rato después, mientras nuestros corazones encontraban la calma, nos acariciamos y masturbamos mutuamente hasta casi entrada la mañana.
Y con beso corto le dije: -hasta luego, nos vemos.
Me bajé del auto y llegué a mi habitación para ducharme y empezar el viaje de nuevo a mi ciudad.
Esta primera semana recibí un par de mensajes donde me decía que nuestro encuentro debía repetirse cuanto antes…
Estoy contratada y con nueva aventura.