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No sabía que era un trío, ni que mi culo era el premio
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Hace unos años, tuve el mejor trío de mi vida aunque no fue muy consentido que digamos.  Trabajaba para la misma empresa, pero en otra sucursal. Mi jefe y yo teníamos una obsesión con el cuerpo del otro. Siempre se me ha considerado muy sensual y no solo por mi cuerpo aunque mi 1.70 y mi contextura delgada de buenos atributos ayudan sino por mi forma de ser tan femenina, risueña pero muy disciplinada. Mi jefe tenía 47 años y un cuerpo atlético además de una actitud muy sexy. Siempre hubo roces físicos entre nosotros, miradas seductoras y bromas en doble sentido. Él, casado y yo, en ese tiempo, en una larga relación. No recuerdo bien como sucedió pero terminamos cogiendo casi día a día en su oficina, hasta que se transformó en una deliciosa rutina.

Un día recibo un mensaje que decía si esa noche me podía quedar con él.

-¿Tienes planes? Te quiero coger toda la noche.

-Me ofrecen lo mismo en casa jaja. Cuéntame más.

-Esta será inolvidable. Lo prometo.

-¿Hay algo especial?

-Te espero en la sala de reuniones a las 21:30

No me imaginaba que podría ser pero de todas formas avisé en casa, al salir de la oficina a eso de las 19:00 horas, fui a comer con unas amigas para tener energía durante la larga noche que se me venía. Todo trascurrió de maravilla hasta que llegó la hora de cruzar la avenida principal y dirigirme a la sala de reuniones.

Tomás me esperaba sentado, tomando una copa de vino. Me serví una para mí.

-Vamos a jugar –me dijo mientras me miraba con lujuria.

-¿Tenemos 5 años? Jaja Dale, dime que se trata

-Te encantará. Ven. -Dijo mientras yo bebía mi tercera copa de vino, pues con las chicas ya había consumido.

Comenzó a desvestirme mientras mencionaba lo que mi cuerpo provocaba en él, me hablaba al oído y rozaba mi piel con las yemas de sus dedos y besaba mis hombros. Yo ya estaba muy excitada respirando agitadamente. Quedé en ropa interior entonces comencé a desvestirlo. Aparte de un cuerpo atlético, su 1,86 es tan proporcional como al tamaño de pene. Es una bestia. Para que dimensionen, no cabe en mi boca pero siempre hago el esfuerzo. Bajé sus calzoncillos con mi boca y cuando estaba a punto de comerlo, me detuvo.

-Aquí comienza el juego, mi amor. ¿Te acuerdas de mis fantasías? Es el día.

-Lo que quieras, pero tú sabes mi condición. –esta constaba de no tener sexo anal pues las veces que lo intentamos terminé desgarrada y sin éxito para ninguno de los dos.

Se trataba de amarrarme y vendar mis ojos. Eso me excitó más y me dejé. Me volteó y amarró mis manos a la altura de mis muñecas, vendó mis ojos a tal punto que no veía una pizca de luz. Me tomó en brazos y me subió a la mesa de juntas. Comenzó a lamer mis pezones, a respirar en mi oído y a acariciar la parte interna de mis muslos sin llegar a tocar mi vagina. Me tenía loca de excitación. Volvió a tomarme en brazos esta vez, cruzando mis piernas por mi cintura. Podía sentir la cabeza de pene rozando mi vulva y estaba lista para recibirla. Comenzamos a besarnos cuando siento una mano extra tomando una mis nalgas por lo que doy un respingo.

-Tomás ¿Qué es esto?

-Una sorpresa mi amor.

-¡¿Quién es?!

-De eso se trata el juego.

Esto me sorprendió tanto que hasta sentí que perdí mi libido. No sabía si me agradaba la idea de tener sexo con alguien más de la oficina y sin mi consentimiento por lo que puse un poco de resistencia hasta que escucho decir “ponte lubricante” y entonces siento un dedo que está masajeando mi culo con toda la intensión de entrar. Debo admitir que me gustó.

-Relájate mi amor. Ahora dime, quién crees que es. Si adivinas, te suelto y decides si quieres seguir. Si pierdes, meterá el dedo hasta el final de ese delicioso agujero del que no puedo disfrutar libremente ¿Comprendes?

¡Estaba impresionada! Era tanta gente la que trabajaba con nosotros que no se me ocurría un nombre. Tomás no tenía amigos en la oficina y era un jefe más bien distante.

-¿Pero lo conozco? –decía mientras ese dedo intentando penetrarme me comenzaba a calentar más de cuenta y ya daba mis primeros gemidos.

-Claro, dame un nombre.

-¿Carlos?

-No. –y antes de que terminada de decir esas dos letras, el dedo del desconocido ya estaba dentro de mi cavidad anal entrando y saliendo. Explorando cada centímetro.

-¡Ohhh! mi amor, ¡no sé quién es!

-Dame otro nombre. ¿Quién te gustaría que fuera? –Me preguntaba exponiéndome ante un desconocido.

-¡Ay! No sé. ¿Raúl? ¿De finanzas?

-No mi amor. Perdiste. Debe entrar otro dedo –decía a mi oído y de manera lujuriosa. Sentía como Tomás disfrutaba mientras el extraño metía otro dedo y yo me mojaba y arqueaba mi espalda. Sentía como mi culo se iba abriendo ante él.

-Ponte más lubricante. No quiero que le duela. Otro nombre. Piensa bien porque no sé si otro dedo puede entrar ahí. –decía mientras intentaba abrir más mi culo con sus manos.

-¿Es hombre? ¿Profesor? ¿Es un estudiante? ¡Ohhh mierda! ¡¡¡DAME UNA PISTA!!!

-Jajaja ¿ves? Podría haber traído hasta la profe en la que pensamos jaja –le decía a su amigo– Si amor. Es hombre y trabaja en el piso de nosotros. Es administrativo. No es profesor ni menos estudiante, aunque suena interesante.

Sus dos dedos me tenían muy caliente. Tomás ya se había sentado conmigo en brazos y le abría mi culo con las manos para que el otro entrara con más facilidad mientras chupaba el lóbulo de mi oreja y con su pene rozaba mi vulva.

-¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! –Casi había olvidado el juego sintiendo como esos dedos me penetraban una y otra vez.

-¿Nombre?

-¡Luis! –ya casi no podía pensar. Estaba disfrutando mucho pero tenía miedo de quién podía ser el misterioso amigo de Tomás.

-Error. ¿Cabe otro dedo? –mientras decía eso, siento un líquido caliente caer en grandes cantidades por todas mis nalgas. Era lubricante.

-¡Mi amor, no! Paremos con esto –decía pero en realidad estaba muy caliente.– ¡Ohhh! Ya no puedo más.

-Mi amor, te queda una oportunidad. Si no adivinas, tu culito será todo de él – decía mientras seguía abriendo mis nalgas para darle más espacio a los 3 dedos que salían y entraban con dificultad de mi culo.

-Tomás, te… ¡Oh! Te dije que sin sexo anal.

-Pero mi amor, yo te prometí que no lo haría. Será él quien te follará el culo en mi presencia.

Estas palabras en mi oído sintiendo como me penetraba con los dedos me volvieron loca.

-Tomás, penétrame.

-No mi amor. Vamos a continuar jugando.

-Estoy muy caliente y chorreando. Siento tu pene duro ¡¡¡Penétrame por favor!!! –Le rogaba.

-¿Quién puede ser? ¿Quién tiene tu culo en sus manos? Vamos, que quizás te libras.

-Es Roberto –dije solo por decir un nombre.

-¿Segura? No mi amor. Lo siento. Ahora a disfrutar, decía mientras se levantaba conmigo en sus brazos para entregarme al ganador de mi culo.

-Mi amor, por favor penétrame. Mira como estoy.

Me ignoró y me llegó hasta el sillón de la sala de reuniones donde el misterioso ganador se había acomodado para recibir su premio. Vendada y con las maños atadas a mi espalda, sentía como me dejaba en su duro falo.

-No me iré a ninguna parte. Sabes que conmigo siempre estás segura. Hay mucho lubricante en tu culo –dijo mientras me lo agarraba como si me fuese a sacar– y él también tiene mucho lubricante. Disfruta mi amor. Te tengo otra sorpresa para más ratito.

-¡¡Quita mi venda!! Quiero saber quién… ¡Ayyy!

En ese momento, sentí como un erecto y grueso pene entraba en mi culo mientras me iba sentando. Grité de placer y dolor mientras escuchaba la respiración agitada del señor X. éste me agarraba los pechos y torcía mis pezones mientras lamía mi cuello. Lo sentía sediento de sexo, caliente.

Estaba sentada en el pene de un supuesto compañero de oficina. Era muy morbosa la situación. El comenzó a moverme a su antojo y descansé un poco en su pecho mientras gemía por el placer de estar siendo enculada tan duramente.

-Tócame la vagina, por favor –le decía al desconocido. ¡¡Era una tortura llevar 15 minutos sin haber sentido nada en mi mojada vagina y necesitaba que tocar mi clítoris o metieran algo en ella!!

-Shhh…

Tomás me decía que él no podía hablar hasta que descubriera quién era pues lo podíamos repetir. Pero yo necesitaba con urgencia, mientras estaba siendo fuertemente penetrada analmente, que alguno me tocara. El desconocido me movía y me penetraba. Gemía como loco y gozaba de todo aquello tanto como yo. Tomás mencionó que ya volvía y le pedí, por favor que me tocará.

De pronto sentí como sus dedos entraban violentamente en mi vagina como si quisiera partirme en dos.

-Confórmate con esto –decía en mi oído mientras suspiraba y gemía

-¡¡Ahhh!! ¡Sii! No te detengas. ¡¡Dame más!!

Mi vagina era un grifo en donde escurría todo el fluido posible. Su mano quedó empapada en un segundo. Yo gritaba y me movía como una desesperada. Era delicioso lo que estaba viviendo.

-No puedo tocarte más –decía en voz baja con miedo a que descubriera quién había ganado mi culo.

-Pégame en la vulva. Te lo ruego. No está Tomas.

-Pero no grites.

Sus fuertes golpes al ritmo de las penetraciones anales me tenían a punto de perder la conciencia. Me gemía al oído, me penetraba y daba deliciosos agarrones en mi vulva mientras ella, seguía chorreando, demostrando lo caliente que estaba. Metió sus manos a mi boca para que chupara sus dedos.

De pronto llegó Tomás y quitó la venda de mis ojos y me besó metiendo toda su lengua en mi boca mientras su amigo seguía moviéndose dentro de mí. Me agarró la cabeza como para que yo no volteara

-Te has portado de maravilla, mi amor.

-Tócame la vagina. Mastúrbame.

-Tranquila jaja eres tan caliente.

Miré hacia atrás y me percaté que quien me penetraba era Sebastián, el coordinador académico y, dios… ya no lo volvería a mirar si no es con lujuria. Me cogía tan bien que no quería moverme de ahí. Saber que era él me excitó mucho más y comencé a moverme de atrás hacia adelante mientras él me besaba, me tomaba fuertemente del cuello y jugaba con mis tetas. Tuve un orgasmo muy ruidoso y mojado. Gemía y gritaba pero Sebastián seguía comiéndome la boca.

-¿Te gustó el juego, amor mío? Ven. Abre grande la boca. –Dijo Tomás mientras meneaba su pene directo a mi cara.

No me seguía moviendo y al parecer, Sebastián también tomaba un descanso pero Tomás me agarró de la cabeza y comenzó a penetrar mi boca lentamente.

-¡Te dije! Es exquisita. –Le decía Tomás a Sebastián.

-Sí. Realmente deliciosa –decía mientras acariciaba mis tetas.

-Y tú que querías contratar a una prostituta. Te di mi palabra que no te defraudaría.

Mientras ellos hablaban, yo gemía con la mitad de esa verga en mi boca y comencé a dar pequeños saltitos sobre el pene de mi compañero. Esto excito a ambos. Comenzaron a gemir. Sebastián me agarra de las tetas y Tomás del pelo.

-Mi amor, eres como una puta. ¿Te gusta?

Yo no podía responder pero emitía sonidos y movía la cabeza.

-Sebastián ¿le damos juntos? Me encanta verla así.

Y dichas esas palabras, Tomás y Sebastián comenzaron a darme frenéticamente uno por mi boca y el otro por mí dilatado culo. Escuchaba a ambos gemir y disfrutar. Me ponía más caliente aún.

Tomás terminó en mi boca, llenándola de su delicioso semen. Era abundante y me encantaba. Me lo trague con mucho placer mientras miraba a sus ojos y relamía mis labios para él. Mientras, seguía siendo penetrada incansablemente por su amigo. En eso, Sebastián me toma del cuello y me tira hacia su pecho. Sentí como su pene se hinchaba y lo ayudé moviendo mi cadera al ritmo, apretando mi culito al subir, hasta recibir la descarga de su semen en mi culo. Ambos caímos al sillón, de costado. Tomás de agachó y me beso.

-Eres única. Ven que es tu turno de disfrutar.

¡Yo ya no podía más! Sebastián se paró y tomo una copa de vino. Tomás sacó un gran dildo realmente muy grueso.

-Le toca a tu vagina. Abre las piernas. –Me ordenó.

Sebastián se sentó a mi lado y comenzó a besarme mientras masajeaba mi clítoris. Yo le mordía el labio y gemía mientras Tomás iba metiendo y sacando la gruesa punta del dildo. Me dolía pero ganaba la excitación.

-¡¡Métemelo ya, Tomás!!

Y en ese momento, sentí entrar todo ese trozo de goma hasta chocar con mi útero. Grité e intenté cerrar las piernas pero Tomás y Sebastián lo impidieron. Tomás metía y sacaba con gran dificultad el enorme pene de juguete de mi vagina y yo sentía que me rompía. Sebastián me miraba excitado y chupaba y mordía mis pezones. Yo cerraba los ojos y gritaba de placer y dolor. Sebastián una vez más, me tomó y sin ningún cuidado, me volvió a sentar sobre tu miembro penetrándome salvajemente mientras Tomás seguía con el dildo en mi vagina. Estaba llena. No podía pedir más. No daba más. Ambos intensificaron sus penetraciones y yo terminé en un orgasmo intenso y mojado, mientras presionaba mis paredes vaginales y anales. Caí rendida al sillón. Ambos comenzaron a masturbarse mientras veían como mis dedos tocaban mi vulva para cerciorarme de que realmente no estaba dañada.

Me senté, como pude y quede con mi carita frente a sus vergas, lista para recibir toda la leche. Sebastián terminó primero y su semen mojó mi cuello y mis pechos así que lo recolecté y bebí con ganas. Luego chupé su pene para extraer la última gota. Tomás apuntó directo a mi boca así que pude sentir su leche en mis labios y saboreé con agrado. Lamí y relamí su delicioso miembro hasta dejarlo limpio.

Exhausta, tomaba una copa de vino junto a Tomás mientras Sebastián se preparaba para irse.

-¿Te gustó?

-Me encantó, mi amor.

-¿Deseas que te vaya a dejar? ¿O nos vamos a un motel?

-¿Quieres que llegue impregnada de semen a casa? Jajaja ¡Estás loco!

-Ok. Nos vamos a un motel. Pero sin quejarse…

Esa última parte no la comprendí bien. Me puse mi ropa interior y recogí mi vestido cuando escucho:

-Sebastián, ¿te tinca acompañarnos?

¡Dios! Esta noche será para recordarla… En otro relato les cuento qué siguió.

Si te gustó mi relato, puedes escribir a mi correo [email protected].

¡Un beso!

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