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Me llamo Catalina y soy una joven de 19 años, de cabellos negros y lisos, soy atractiva y de buen cuerpo. Tengo unos ojos verdes que me dicen, matan con la mirada. Pero tengo un problema conmigo misma, no puedo con el sexo, me congelo, y me da pánico.

En esta ocasión particular de la que voy a escribir, llegué de una cita con mi novio en la cual otra vez no pude seguir más allá del beso y toqueteo, me congelo y me toca salir casi que corriendo.

Llegué a casa, por la puerta de atrás y me fui a cocina donde me serví un vaso frio de cerveza lite, y me dirigí en mi zozobra a ver televisión en la sala de la casa.

No me había percatado, pero al entrar a la sala estaba Juan el esposo de mi madre viendo un partido de futbol en la tele. Mi madre no estaba, era noche de cartas o algo así, y solo estábamos mi padrastro y o en la casa. Nos saludamos y me senté un rato a ver el partido con él.

Me preguntó que si todo estaba bien, que porque de regreso tan temprano, le dije que sí que todo estaba bien, pero él notó que no era así y me pregunto qué pasaba, me volví para irme a mi habitación pero insistió que le contara a ver si podía ayudar.

Me senté ora vez y llorando le conté lo que me pasaba, como me congelaba cuando era el momento de tener sexo con mi novio, que Jorge mi novio se había puesto de mal genio y me había dicho cosas horribles.

Me quedé callada, y Juan, el esposo de mi madre me empezó a tocar la espalda para calmarme, no entiendo como Jorge te trato así.

“No me agrada el sexo” le dije, se sorprendió con mi expresión, "No me gusta el sexo", confesé. Allí estaba, por fin había admitido a alguien cómo me sentía.

Se me quedó mirando y seriamente me dijo: “tal vez no has practicado el sexo con alguien que te enseñe como es y como disfrutarlo”.

Estaba Juan, coqueteando conmigo, aunque apuesto, es el marido de mi mama. La charla me había puesto algo caliente pero no para tanto. Juan me cogió de la cabeza y acercándola a la suya, me dijo que él tal vez podría ayudarme, que hacía rato me deseaba, pero por respeto a mi madre no había hecho ningún movimiento. Que si yo lo permitía el me enseñaba a tener placer.

Mis pensamientos una maraña de sensaciones que solo me hacían sentir más caliente, pero no podía ser, esto no podía estar pasando.

Me levanto del sofá y parado junto a mí me pidió me desnudara, quería verme, me acaricio por encima, mis pequeños senos se irguieron con mente propia, sus partes privadas se hinchaban debajo de su pantalón, sentía el sudor bajar por entre la rajita de mis nalgas, Caminamos hacia una de las alcobas y admirando mi culo, me decía que bello lo tenía, y eso que no me había desnudado todavía.

Me agarro las nalgas por detrás y me pidió permiso para desnudarme, me quito el top, y acaricio mis senos, bajo sus manos por mi estómago mientras yo sentía su verga detrás de mí entre el pliegue del pantalón, Desabrocho mi pantalón y bajándolo suavemente rozo mis inglés, rozando levemente los vellos de mi empanadita, y siguiendo hasta que levante los pies para pudiese quitarme el pantalón. Quede solo en mi tanguita blanca ya que no utilizo brassier.

Se levantó recorriendo mis piernas hasta mis caderas y de un solo golpe rompió la delgada tanga quedando yo desnuda como llegue al mundo, un poco crecidita y sensual pero igual de desnuda.

Me volteo y viéndome de frente bajo su boca a cerrar sus labios sobre uno de mis pezones, que levantándose subió y lo saludo, sus manos en mi espalda bajaron y sus dedos pasaron por el espacio que entre mis nalgas hay, la otra por delante sobo los labios de mi vagina, toco mi clítoris con un dedo y con otro toco el ojete de mi culo. Estaba mojada, súper mojada.

Juan bajaba su lengua hacia mi ombligo y de allí paso a mi coño, me tense un poco, nunca había tenido una boca y lengua traviesa en mi coño, me dijo me relajara y abriendo mis piernas con sus brazo, yo todavía parada, acaricio mis labios inferiores con su lengua, que corrientaso tan verraco, mis rodillas se volvieron gelatina pero permanecí erguida. El caliente aliento de su boca acariciaba mi coñito. Su lengua mi gallito, y sus manos como de pulpo me tocaban mi culo.

Sentí como un orgasmo que ni masturbándome había sentido, llegaba a mi ser, subía por mis piernas acercándose a mi coño, me deje caer sobre el sofá, y el siguió dándome lengua, hasta que ya me deje ir, y permití que mi padrastro me hiciera venir.

Su boca de anguila y lengua de oso hormiguero latigaban mi clítoris, mi gallito saltaba, mis líquidos vaginales copiosamente mojaban su barbilla y el sofá. Me había corrido como un huracán de pasión y arrechera como nunca había sentido.

Ahora no quería parar, necesitaba que me penetrara con esa verga erecta que veía entre sus piernas, grande, larga, gruesa, hermosa.

Extendí mi mano, y la agarre, lo atraje hacia mí, y mirándolo a los ojos me la fui comiendo, saboree su sudor y sentí la delicadeza de la piel de su corona. Pase mi lengua por su ojo ciego y la sentí vibrar en mi boca. La saco y me volteo, me puso en cuatro sobre el sofá, se colocó detrás de mí y me dijo que iba a salir de esta experiencia queriendo y adorando el sexo, coloco la cabeza de su verga a la entrada de mi vagina, y dándome una palmada en mi nalga, me dijo que le pidiera me la metiera. “Métemela, métemela ya, quiero saber cómo se siente, quiero saber por qué no me gusta el sexo, o si me va a quedar gustando, métemela ya”.

Juan, apunto y sabiendo que no era virgen, la metió de un solo golpe, que rico se sentía, empezó a darme con ganas, adentro, afuera, adentro afuera, que delicia, como había podido pensar que esto no me gustara. Mi padrastro me estaba penetrando, su verga la misma que mi madre disfrutaba estaba dentro de mí, que sensaciones, que emoción tan pasional.

Un nuevo orgasmo se fue subiendo por mis entrañas, su miembro brincaba y al mismo tiempo nos corrimos, que delicia.

Terminamos mamados sobre el sofá. Yo quería que la próxima salida de mi madre fuera muy pronto.

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