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Nata, mi colegiala
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Era el primer día, de mi último año, en el instituto. No habían sido unos años memorables, pero tampoco habían estado mal.

Yo tenía 19 años e iba al instituto con un coche que me había regalado mi tío. Era viejo pero yo era el único alumno de bachillerato que tenía coche.

Ya en el pasillo y esperando que tocara el timbre vi pasar a mí vecina. Se habían mudado durante el verano, y aunque nuestros padres se habían hecho amigos, nosotros no habíamos cruzado palabra.

Ella había cumplido los 18 años y había llamado mí atención, pero al verla con el uniforme… sentí algo más fuerte. Llevaba el uniforme del instituto, pero parecía quedarle pequeño y, con una falda tan corta y la camisa a punto de reventar, llamaba la atención.

Mis amigos empezaron a decirle piropos, pero ella no hacía caso. Yo les pedí que la dejaran tranquila y todos ellos se rieron de mi.

-anda pelele

-por qué?

-mucha jaca pa'ti

-el pelele eres tú. Es mi vecina y si le va con "el cuento" a su madre, la mía vendrá a por mí

-ya, ya… excusas. Tú quieres algo

-si, quiero que te calles

Ella lo escuchó todo, y unos pasos después, se giró y me guiñó un ojo. Yo creí que nadie lo había visto pero todos mis amigos empezaron a reírse y a darme palmadas en la espalda hasta conseguir que me sonrojara.

Estuve mosqueado con ellos en clase mientras ellos seguían con sus risas, y en el descanso me fui yo sólo al baño dándose la casualidad de que al salir me crucé con ella de nuevo y ésta vez me sonrió y se fue corriendo.

De nuevo en clase me sentí descolocado, psicológicamente hablando. Pensaba: "medio verano viniendo sus padres a mí casa a pasar la tarde en la piscina y ella solo un día en el que yo no estaba, cerraba las cortinas cuando me veía en el jardín trasero, cambiaba de acera cuando nos íbamos a cruzar… y ahora me guiña un ojo y me sonríe. ¿Qué será lo próximo?"

En el descanso no quise ir a la cafetería con mis amigos pues aún lo estaba dando vueltas. Les puse la excusa de que me había gastado el dinero en gasolina. Pero cuando estaba tan tranquilo junto a mi coche ella se acercó y me dijo que al terminar las clases la tenía que llevar a casa, que ya lo habían hablado nuestras madres. Conociendo a mí madre no me extrañaba, pero la verdad es que era "plato de mi gusto".

Ya de camino a casa yo no podía dejar de mirar aquellas piernas tan bonitas y en un momento de debilidad aproveché un cambio de marcha para acariciar una. Disimulé como si hubiera sido de forma accidental.

-perdón… yo no quería…

-que?

-no quería…

-no te entiendo

-mejor

Pero mientras yo tartamudeaba ella sonreía pícaramente.

Cuando paré el coche y me iba a bajar ella me agarró la mano y dijo:

-tu si querías… y yo también

Luego me dio un besito en los labios y se fue corriendo.

En ése momento yo ya no entendía absolutamente nada, pero aquello me gustaba.

Entré en casa y me fui directo a mí cuarto, pues tenía mucho en lo que pensar, pero al sentarme en el escritorio la vi en su ventana mirándome con cara de chica mala y de repente cerró las cortinas.

Me tumbé en la cama y tras un rato debí de quedarme dormido. Cuando me desperté bajé a la cocina y la vi en nuestro patio trasero con su madre y la mía, las tres en bañador, tomando el sol junto a la piscina. Yo no me atrevía a salir y miraba desde la ventana pero, al percatarse ella de mi presencia, me guiñó un ojo y me sacó la lengua cómo queriendo llamar mi atención. No quise hacer caso porque nuestras madres estaban allí pero ella empezó a colocarse el bikini mientras me miraba de reojo. Luego, y aprovechando que las mamis no miraban me lanzo un beso y se mordió el labio. Yo me deshacía de deseo pero no me atrevía a salir.

Me fui al baño con la intención de darme una ducha fría y cuando empecé a desvestirme ella entró. Me quedé parado al verla y ella pasó su mano por mí pecho diciendo:

-no puedes esconderte para siempre

En aquel momento yo estaba excitadísimo y me empezaba a "apretar el pantalón" pero ella no se detuvo y, después de besarme con mucha ternura, me abrazó apretando su pelvis contra la mía. Yo no pude aguantar y la agarré por el culo para levantarla mientras la besaba con ansia y ella, a su vez, me rodeó con las piernas por la cintura y me besaba casi con más ganas que yo.

Escuché que alguien entraba desde el jardín trasero y la bajé con cuidado pero ella no quería soltar mi cuello y yo, que no quería que nos vieran, no conseguía separar sus labios de los míos. De repente escuchamos a mí madre preguntar qué si había encontrado el baño y ella me susurró:

-a la próxima no te libras.

Luego contesto a mí madre que sí, que ya salía. Y mientras se colocaba el bañador, ya que casi se lo arranco yo, se fue por donde había venido.

Yo estaba loco de ganas por hacerla mía, pero mi temor por qué nos pillara mi madre no me dejaba hacerlo en mi casa. Tenía que idear alguna manera de estar a solas con ella en algún lugar sin que nadie nos pudiera importunar. Pensé en mil sitios a los que llevarla con mi coche, mil momentos para estar con ella y mil maneras de disfrutar del momento. Tanto tiempo estuve pensando que se me hizo tarde hasta para cenar.

Ya en la cama no conseguía conciliar el sueño y solo deseaba estar con ella. Imaginaba mil veces en que la besaría y otras tantas que la abrazaría pero sobre todo sentía el deseo de fundir nuestros cuerpos.

De pronto una bola de papel entró por mí ventana. Me asomé y no vi a nadie. Estiré el papel y había un beso con pintalabios rojo. De nuevo me asomé y la vi bajo mi ventana haciendo señas para que bajara. En silencio bajé con intención de darle un beso y que se fuera a su casa, pero apenas había puesto un pie en el jardín trasero ella se había colgado de mi como un koala y me besó como si no me hubiera visto en meses.

En el momento en que paró para respirar la pedí que se fuera a casa pero lejos de hacerme caso entró y fue delante de mi hasta mi dormitorio. Yo iba detrás y no podía dejar de mirar su culo, pues llevaba un pantaloncito de pijama muy pequeño y una camiseta, también muy ajustada.

Ya en mi dormitorio volvimos a besarnos mientras ella me abrazaba y yo acariciaba sus muslos y sus glúteos. Poco a poco nos recostamos sobre la cama y ella acariciaba mi cara mientras me regalaba pequeños besos.

Impulsivamente me empujó hacia atrás y se quitó la camiseta dejando al aire unos pechos, no muy grandes, pero muy apetecibles. Yo me acerqué y empecé a jugar con mi lengua sobre ellos consiguiendo que sus pezones se pusieran duros. También me deleitaba acariciando sus piernas mientras aquel bombón me rodeaba con ellas.

De nuevo ella me empujó y se quitó el pantalón. Yo me quedé mirándola mientras ella jugaba con sus dedos en su zona íntima, perfectamente rasurada, y se mordía el labio inferior. Yo solo tenía puestos unos calzoncillos muy justos y que no dejaban estar a gusto a mí miembro viril, pero ella rápido me los quitó y empezó a jugar conmigo.

Después de un rato de juegos, besos y abrazos quiso bajar a "beber" de mi pero yo preferiría beber de su boca. Ella se molestó un poco y quería marcharse. Al ver que yo respetaba su decisión se dio la vuelta y dijo:

-me tienes loca

Luego se tumbó en la cama abrió sus brazos llamándome a hacia ella. No lo pensé y me fui hacia ella colocándome perfectamente entre sus piernas. De nuevo los besos se sucedían y mi mano derecha acariciaba su pecho izquierdo, mientras la izquierda la sujetaba por la cintura hasta que en el momento justo empuje un poco arrancando así un gemido de su garganta. Ella respiraba fuerte pero se movía acompasada conmigo mientras que mi miembro entraba cada vez un poco más.

Con cada empujón yo la daba un beso, o acariciaba su cintura, o gemía a la vez que ella, o… un sinfín de detalles por parte de los dos, que denotaban placer mutuo. A mí me bajaba el sudor por la frente y se deslizaba por mí cara hasta caer desde mi nariz y notaba como ella también sudaba pero no aflojaba sus piernas que me tenían preso contra ella. Las embestidas eran cada vez más rápidas y fuertes, pues yo estaba a punto de terminar, y en el momento en que iba a hacerlo ella se enganchó, con sus labios, a mí pecho como una ventosa. Me abrazaba fuerte por la espalda y sus piernas a penas me dejaban mover mientras yo dejaba "todo mi amor" dentro de ella.

Habiendo terminado me retiré de encima y ella me empujó para tumbarme y quedarse abrazaba a mí durante un buen rato.

Cuando ya habíamos recuperado el aliento y nuestros corazones latían con normalidad ella me dio una retahíla de besos y dijo:

-mañana me llevas a clase

Luego se vistió, me tiró un beso y se fue por la ventana.

Yo muy cauto me asomé a la puerta para cerciorarme de que nadie se había enterado, pero casi me caigo al suelo cuando vi a mi padre, en medio del pasillo, moviendo la cabeza de un lado a otro como demostrando su desaprobación.

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