Mujer fogosa
Mujer fogosa, ardiente como una antorcha y de sonrisa fresca y brillante –que genera un resplandor que da confianza–, si tus ojos opalescentes están escondiendo secretos lujuriosos, imagínate los míos. Tu oferta me tienta. Quiero juntar tu boca con mi boca, entrelazar tu lengua con mi lengua, que tiene ganas reales de pecar contigo, y pensar que estoy haciendo uno de los mejores viajes de mi vida. Poner mi mejilla contra la tuya y coquetear con la idea de que estoy realizando uno de los viajes más lindos de mi vida. Recorrer tu tibio cuello con mis labios e imaginar que estoy haciendo uno de los viajes más inolvidables de mi vida. Meterme en tu cabello con mi nariz a ojos cerrados, usando la misma calma con que tarda en fundirse la miel en una taza de té de limón, y sentir que estoy realizando uno de los más hermosos viajes de mi vida. Explorar tus piernas rutilantes con mis besos, descubrir tu espalda a través de mis besos, y fantasear con la idea de que estoy haciendo uno de los viajes más memorables de mi vida.
Quiero perderme sin remedio en todo tu cuerpo, contornear tu figura con mis manos, y soñar que estoy efectuando uno de los viajes más maravillosos en toda mi vida. Quiero encontrarme contigo, reunirme contigo, divertirme contigo, que me sobran las ganas. Recorrer con esmero tu cuerpo con la yema de mis dedos que son amigables, como quien recorre la autopista a pie: lentamente.
Esperando por ti
Estoy esperando por ti,
mujer de ojos hermosos como el día,
más linda que una estatua griega,
obra de arte –a la italiana–
creada en cuerpo de fémina,
de sonrisa fotogénica
que ilumina más que una linterna.
Escuchar un “te quiero”
de ti
puede ser algo verdaderamente sobrecogedor,
algo realmente conmovedor.
Me haces olvidar
de que existe la tristeza,
el dolor,
el mal humor.
Quiero que no sólo tus ojos,
sino que también tus cejas
me miren.
Como la brisa que choca contra mi humanidad,
quiero que tu nariz me mire.
Que tu boca viciosa me mire
con cada movimiento que haga
y con cada palabra
o cada sílaba que emita.
Quiero que tu mentón me mire.
Que tus pechos me miren,
cuando están quietos
colgando como dos ubres hinchadas,
cuando los estás bamboleando
o masajeando,
cuando los estás apretando
o abofeteando muy levemente,
cuando juegas con ellos.
Quiero que tu ombligo me mire,
que la parte más privada de tu cuerpo me mire.
Que tus miradas,
tus muecas,
tus sonrisas,
tus parpadeos,
tus manos calientes,
tus suspiros
y tus jadeos
se conviertan en las más importantes protagonistas.