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Mujer de fuego
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Era un sábado por la noche el aire frío hacía que las ventanas del auto fueran cerradas. Estacioné cerca de Juárez en el lugar de siempre, el reloj marcaba las nueve cuarenta y cinco, era una buena hora, bajé del auto, el clima era muy helado, así que protegí mi rostro entre la solapa de mi chamarra. El aire frío se alcanzaba a colar entre las ropas, era pleno invierno y las noches heladas eran algo habitual en la ciudad, comencé a caminar de prisa para entrar en calor, luego de algunas cuadras llegué al callejón que buscaba, me interne en él.

El callejón iba en una pendiente ascendente cada escalón era de piedra, algunas estaban desgastadas por el paso de los años y el nulo mantenimiento, se podría decir que esa zona estaba marginada de obra pública a pesar de ser relativamente en el centro de la ciudad no tenía nada que ver con los lugares bien iluminados donde los turistas llegan a dejar su dinero, no, esta parte estaba más olvidada y descuidada. Fui subiendo la pendiente entre la escasa luz que daban unas antiguas e infames lámparas del alumbrado público algunas solo parpadean otras de plano no funcionan.

Aun así traía puesta algunas de mis mejores prendas de vestir, aun así traía puesto el perfume que mejor me favorece, siempre es un plus oler bien, a las mujeres les derrite un hombre que huele bien, y esa noche esperaba tener la suerte de follar con alguna desconocida.

Llegué al bar como a las diez de la noche, estaba escondido en una esquina del callejón bajo un letrero oscuro y desgastado de madera donde se podía leer bar “la bipolar” no era un lugar glamoroso ni el mejor sitio de la ciudad, más bien era el lugar al que acudes cuando quieres tener un poco de aventura, algo fuera de lo normal, un pequeño toque de peligro en medio de una vida rutinaria, algunas mujeres la mayoría casadas que estaban insatisfechas con sus maridos, otras solo querían tener una aventura, algunas solo querían saber qué se siente tener otro miembro que no sea el mismo que las ha estado cogiendo por años dentro de ellas, otras iban buscando vengar alguna infidelidad de su esposo, otras eran solteras que querían diversión que buscaban algo de una sola noche, nada de una relación seria, solo sexo, una aventura para sentirse vivas, acudían ahí a menudo.

No era un lugar muy grande es más bien pequeño, una sencilla barra de madera y algunos bancos para sentarse daban un poco de privacidad a Lucero la barman del lugar unas cuantas mesas distribuidas por el resto del espacio eran todo el mobiliario.

Al entrar un olor a vino y cerveza inundó mi nariz, la música no estaba muy alta había música tranquila para que las personas pudieran tener una charla sin tener que estar gritando.

Pude reconocer a algunos de los habituales clientes la mayoría hombre como yo esperando tener fortuna, algunos estaban ya en plena conquista, otros bebían desganadamente esperando por alguien con quien hacer clic, algunas mesas aún estaban vacías, más tarde se llenaría, pero en una mesa se encontraba sola una hermosa mujer que nunca había visto por ahí, tenía su mirada puesta en un par de mujeres que se besaban apasionadamente en el fondo del lugar.

Llevaba un abrigo que le cubría desde el cuello hasta más abajo de su vestido, pareciera que era su única prenda de ropa, parecía sofisticada, era elegante y distinguida, su cabello pelirrojo no permitía que pasara desapercibida –se recordó a la protagonista de la película Valiente, pero real, sexi, verdadera–, sobresalía inmediatamente por encima de todas las demás personas que se encontraban en el lugar, parecía tener unos cuarenta y cinco años, en esa edad ellas saben exactamente lo que quieren y buscan, había aprendido y disfrutado muchas cosas de mujeres como ella, me senté en la barra y pregunté a Lucero por la bebida que había pedido la pelirroja; solo tequila con un poco de limón y sal. Pedí dos tragos iguales y Lucero le llevó el trago que yo le había mandado.

La pelirroja volteó a observar quien había tenido la cortesía, me observó de arriba a abajo y luego se bebió de golpe el caballito, yo hice lo mismo, luego ella sonrió…

Me acerqué a ella con la arrogancia de la juventud, yo esperaba que ella buscara pasar el rato conmigo. No le pregunté su nombre, en esos lugares el nombre es lo que menos importa, solo me presenté como Paolo y como ella no me dijo ningún nombre le apodé con el color de su cabello.

—Te diré mujer de fuego.

A ella pareció gustarle así que luego comenzamos a platicar, yo puse mi mano sobre su hombro tanteando su relación, ella permaneció relajada poco tiempo después mi mano se paseaba sin restricciones por su muslo, sentimos como el aire frío se coló en el lugar cuando un grupo de jóvenes entró por la puerta, salude a mi amigo Mauro y le hice señas para que se acercara, ella lo observó curiosa pareció aprobarlo con la mirada, luego él se sentó junto a ella del lado contrario a donde yo estaba, ella lo besó en la boca, un beso largo, intenso, luego ella se separó de él y buscó ahora mi boca, sus labios eran suaves, carnosos, era una excelente besadora, mi mano buscó su nuca y la atraje más fuerte hacía mí, nos separamos para poder respirar. Miré a Mauro y le hice una pequeña señal con los ojos era momento de ir a otra parte.

Ella sabía lo que buscaba, para eso estaba en ese lugar, cuando le propusimos ir a otro lado ella solo preguntó:

—Los tres!?

Le contestamos al unísono que sí, ella sonrió en forma triunfante, Mauro y yo nos miramos y nos sonreímos pensando en lo bien que la pasaríamos, ya otras veces lo habíamos hecho, buscábamos una mujer sola con ganas de divertirse y luego la invitamos a pasar el rato entre los tres, casi siempre aceptaban es una fantasía recurrente en las mujeres estar con varios hombres a la vez, ser folladas por todos los agujeros, aunque son pocas las que de verdad lo llevan a cabo. La verdad es que Mauro y yo las hacíamos gozar enormemente, algunas incluso nos querían dejar generosas propinas y la promesa de algún nuevo encuentro.

—¿Así que ya lo han hecho?

Afirmamos con un movimiento de cabeza

—Pues mucho mejor. Y sonrió para ella.

Esta vez fue distinto no sabíamos en donde nos metíamos, ella sabía bien lo que quería, sabía bien cómo conseguirlo, sabía bien lo que nosotros buscábamos, pero esta vez no la follamos nosotros, ella nos folló a nosotros…

Salimos del local ella iba en medio de los dos y nos dirigimos aún más hacia arriba en el callejón, ahí estaba aún más oscuro y frío que antes del bar, aquí era donde la mayoría de mujeres que nos acompañaban se preguntaban si no estaban cometiendo un error, aquí era también el momento de tomar la decisión de continuar o dejar para otra ocasión y otro lugar el encuentro, pero la mayoría de las veces ganaba el instinto animal por encima del lado racional, así que con todo y el miedo que deberían de sentir, la excitación del peligro y el momento era más fuerte. Caminamos hasta un viejo cuarto iluminado con algunas velas, solo una vieja silla junto a la puerta y una cama con un colchón sucio estaba en el lugar.

Se quitó el abrigo y lo dejó sobre la silla que estaba junto a la puerta luego se levantó el vestido por encima de los brazos y se desnudó, a pesar del frío que había afuera ahí se sentía un calor muy especial.

Nos dejó ver su exquisito cuerpo, un par de tetas hermosas y una raja totalmente depilada –me hubiera encantado ver una de vello púbico del mismo color del de su cabello–, un momento de serenidad para después convertirse en un delirio.

Nos abalanzamos hacia ella y la llenamos de caricias y besos, mientras uno besaba sus pechos el otro acariciaba su raja, luego intercambiamos posiciones, ella solo se dejaba querer y gemía cuando dábamos en el lugar correcto unos minutos después me recosté en la cama con mi cabeza sobre el borde, luego jalé su mano y ella se sentó a horcajadas sobre mi rostro, su lindo trasero quedó entre mi cara, mi lengua comenzó a lamer su húmeda raja lento, constante, sin prisa, su espalda apuntaba a mi pecho, enseguida sentí como Mauro se paraba enfrente mío, ahora él le estaría ofreciendo su verga, poniéndola en su rostro incitando a que abriera la boca, en algunos momentos ella estaría chupando la polla de Mauro mientras yo disfrutaba de su raja, estaba húmeda, deliciosa un sabor dulzón invadía mi lengua, luego de unas intensas lamidas sobre su clítoris lo conseguí, ella se corrió en mi rostro, después de que sintiera como sus piernas se tensaron se sacó la polla que tenía en su boca, se levantó y se volteó, ahora su rostro miraba mi erección debajo de mis pantalones, yo estaba duro de sentirla, de escuchar sus gemidos ahogados, metió sus dedos por debajo de la tela, yo levanté un poco las caderas para facilitar el trabajo, bajo mi pantalón al igual que mi bóxer, luego se tendió encima mío hasta dejar mi ropa en mis tobillos, saque uno de mis pies para tener libertad de movimiento, el pantalón al igual que el bóxer quedaron en mi pie izquierdo luego sentí su aliento cerca de mi falo, detuve un poco el movimiento de mi lengua, para dejar que las sensaciones me invadieron.

—No pares idiota

Así que empecé a mover de nuevo mi lengua, sentí como aprisionaba mi falo entre sus labios, sentí la humedad de su boca que me envolvió poco a poco sus labios presionaban sobre el tronco y su lengua jugaba con mi glande era una experta en dar placer. Su mano la puso sobre mis testículos los acariciaba de forma maestra hizo presión justo en medio de ellos con su pulgar, ufff que sensación. Acaricie sus nalgas, ella abrió aún más sus piernas lo cual le dio acceso a mis dedos, mientras mi lengua se hundía una y otra vez en su coño, el pulgar hacia círculos sobre su clítoris.

Cuando otro orgasmo la alcanzó se dejó caer sobre mí rostro, hizo presión sobre mi nariz ahogándome con su peso, por un momento sentí que no respiraba sus fluidos salían de sus labios y resbalaban por mi cara.

Mauro seguía detrás de ella podía sentir como intentaba dilatar su trasero ya casi era el momento de follarle los dos al mismo tiempo.

Tantas veces habíamos repetido esa escena lo único que cambia era la mujer y el acomodo a veces era él quien estaba en mi lugar y yo tenía el suyo.

La mamaba tan rico que no dure mucho en sentir la sensación de eyacular ella lo noto en mi falo que se puso aún más duro, ella me dejó un poco frustrado al dejar de mamar, se incorporó y nos dijo:

—Me voy a follar a uno mientras el otro se corre en mi cara. Pónganse frente a mí para escoger a la mejor polla.

La obedecimos embelesados.

Nos pusimos de pie frente a la cama con la verga de fuera.

Ella se sentó en el borde y miró atenta cada una de las erecciones que tenía frente a ella, luego tomó mi mano y jalo de mí, me dio un fuerte empujón y me deje caer de espaldas a la cama, mis pies estaban en el suelo.

—Pon tus manos detrás de tu cabeza, no quiero que las muevas de ahí.

La pelirroja de puso en pie y se sentó a horcajadas sobre mi miembro. Subía y bajaba ferozmente buscando aliviar la tensión acumulada entre sus piernas, mientras le ordenaba a Mauro masturbarse delante de ella, él estaba sosteniendo firmemente su polla con su mano subía y bajaba a un ritmo frenético.

Sus movimientos eran fuertes, cuando bajaba apretaba sus músculos vaginales dándome un enorme placer al apretar mi polla con sus músculos internos luego hacía una especie de círculo con sus caderas cuando estaba con mi verga hasta el fondo, después cuando subía se inclinaba en dirección a Mauro, su maestría era sorprendente, la forma en que aprisionaba mi falo me tenía alucinado, yo gemía con cada nuevo movimiento, en este momento estoy totalmente entregado al placer, entregado a ella, cuando sintió que mi orgasmo se aproximaba abrió un poco más sus piernas y su mano acarició su clítoris se corrió casi al mismo tiempo que yo, nuestros gritos debieron ser mis excitantes porque Mauro descargo su leche sobre el rostro de nuestra mujer de fuego casi al tiempo que nosotros terminamos.

El esperma de Mauro resbaló por sus mejillas hasta terminar en sus pechos, ella lo recogió con su mano y luego se lo llevó a la boca, estaba brillosa unas leves perlas de sudor cubrían su piel, mientras un brillante hilo de plata escurría por su piel, se dejó caer de espaldas y se recostó en mi pecho invitando a Mauro a acostarse sobre ella, sentí el peso de los dos mientras nos recuperamos del encuentro, ella miró a la puerta y nos dijo que había alguien ahí, la tranquilizamos diciendo que no se preocupara que solo querían ver, en cuanto vieron que el encuentro había terminado se fueron.

Poco después se levantó de la cama camino dándonos la espalda, dejando que viéramos por una última vez su firme y bien formado trasero, Mauro y yo no le quitamos la vista de encima.

Tomó su vestido se lo puso lentamente con una seductora actitud, como para dejar su recuerdo en nuestras memorias. Se dirigió a la puerta con parsimonia al pasar por la silla tomó su abrigo y se lo puso, nos sonrió una vez más y se fue de la habitación sin mirar a atrás.

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