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Morbo de centro comercial
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hoy os traigo una fantasía que tengo con una buena amiga que seguro que le gustara (cruzaré los dedos).

Un buen día decidimos quedar una mañana para ir a comprar a un centro comercial, los dos necesitábamos ropa y que mejor el ojo de una amistad para decirnos si nos queda bien o no. Esa era mi excusa, Ella no sabía lo que tenía guardado en mi mente pervertida Cuando dejamos a los niños en el colegio pasó a recogerme en su coche, eran las 10, de un martes, cuando llegamos todo estaba muy tranquilo. Lo justo para que nos dejaran en paz, pero también para que nos prestasen el mínimo de atención que nos mantendrían siempre en alerta.

Tu ibas vestida como yo la dije: blusa ligera, pantalón vaquero ajustado y unas zapatillas cómodas. Se intuía tu sujetador y también el tanga negro que tanto me gusta. Cuando llegamos apenas hablamos: sólo te indiqué que fueses delante, tú ya sabías lo que tenía que hacer.

En la primera tienda te elegí unas blusas y te acompañé al probador. Cerré la cortina quedándome fuera, aunque dejé una pequeña abertura, mínima, pues tal vez alguien; aparte de yo, te podría ver, claro. Me miraste a los ojos, insegura, temblorosa… yo sólo asentí, y comenzaste a desabotonar tu blusa… botón a botón, lentamente. Tu piel fue apareciendo poco a poco, y luego tus pechos, enfundados en aquel sujetador negro.

Parecías tímida, pero te quitaste completamente la blusa y me enseñabas una parte de tu cuerpo. Yo estaba cerca de ti, a muy pocos centímetros, podía olerte, oír como tu respiración se agitaba, que hacía subir tus pechos, y podía mirarte… Te hice un gesto, y te diste la vuelta, enseñándome tu espalda. Me mirabas a través del espejo… Yo me acerqué a tu espalda y desabroché el sujetador… nada más. Tú de nuevo entendiste lo que querías, y te quitaste el sujetador despacio, lentamente… enseñándome tus pechos a través del espejo. Se notaba tu excitación, tus pezones no mentían. Cogí el sujetador que mantenías en una mano, lo doblé y me lo metí en el bolsillo. Te hice dar la vuelta, y pude apreciar tus pechos en toda su plenitud, frente a mí a través de la pequeña apertura de la cortina.

Querías que te tocase, pero no lo hice… no te lo merecías todavía. Abrí un poco más la cortina, dejándola a la mitad y una pareja pasó en ese momento y pudo ver tus pechos brevemente. Hiciste un gesto reflejo de taparte, pero no te dejé. Quería tenerte así, ofrecida, tu torso desnudo, para que cualquiera pudiese verte…

Te dejé así unos minutos, sin darte tu blusa que había elegido para ti, de pie en el probador y semidesnuda. Podía notar como iba creciendo tu nerviosismo y tu excitación. Pero no podías hacer nada, hasta que yo te dijese…

Te ordené que te vistieses, y te pusiste la blusa, esta vez sin sujetador. Tus pezones se marcaban perfectamente, y te sentías avergonzada. Al salir, la chica de la tienda te miraba y luego me miraba a mí. Tú lo notabas y no sabías muy bien cómo comportarte, pero yo notaba que estabas excitada, podía verlo, podía sentirlo, casi olerlo. Al final salimos de aquella tienda sin nada de compra, tu ibas a pocos pasos de mi asomando un poco la goma de ese tanga, así que me adelante a ti, te mire a los ojos, recorrí tu cuerpo con mi mirada, centrándome en esos pechos que me apuntaban te dije de ir a casa.

Nos fuimos a por el coche y nos dirigimos a mi casa que estaba a unos cinco minutos. Tú conduces mientras yo desabrochaba mi pantalón, antes de llegar tenías que hacer una cosa, así que te dije que te metieras con una callejuela que yo sabía poco concurrida. Dame esos pechos te dije y tu abriste los botones para que los saboreara y poner esos pezones aún más duros antes de llegar a casa. Tu respiración ya hacía escapar suspiros por la boca, mientras una de mis manos acariciaba la parte interna de tus muslos.

Te mande que te taparas y arrancaras para ir a casa.

Cuando llegamos te deje pasar primero y nada más cerrar la puerta te agarre de la muñeca y te volví contra mí, para fundirnos en un beso lleno de pasión, agarrando tus caderas, contra la pared. Fui desabrochado tus botones de la blusa dejando tus pechos al aire para seguir besando tu cuello mientras te acariciaba tu pecho para acabar metiéndome los pezones en la boca.

Pasamos al salón donde te ordene que te quitaras toda la ropa, que solo te quedaras con el tanga, despacio, alegrándome la vista a cada momento, mientras yo en una silla me iba acariciando mi miembro que luchaba por salir del pantalón.

Se te notaba muy cortada, pero accediste sin rechistar, tus hombros, tus pechos, desabrochabas tu pantalón dejándolo caer por tus caderas hasta los tobillos y sacándolos lentamente. Cuando ya te tenía como quería te dije que te dieras la vuelta, quería ver ese culo que tanto deseo, así lo hiciste y volviendo a agarrar tus caderas hice que dirás un paso hacia atrás quedando tu culo a la altura de mi boca. Empecé a lamerlo, besarlo y a darte algún azote que otro, y metiendo una de mis manos entre tus muslos.

Acabé por arrancar de un tirón tu tanga, me miraste con cara de enfado, pero me daba igual, solo había en mi pasión y lujuria en mí.

Te hice sentar en la mesa y tu sexo, con un poquito de inclinación por mi parte, quedaba a la altura de mi boca, tus pies en mis muslos y mi cabeza recorriendo tus piernas con la lengua hasta llegar a ese punto que tanto te gusta que juegue. Puse tus muslos en mis hombros, dejaste caer tu cuerpo sobre la mesa y te hice mía.

Mi lengua abría tu sexo mientras tú apretabas tus muslos contra mi cabeza sin dejar que me escapara. Yo aproveche para ir quitando mis pantalones ya que mi excitación era máxima. Dos de mis dedos entraban en ti mientras mi lengua no paraba de mover en círculos tu clítoris, no aguantaba más, no podías con la excitación, tus gemidos solo se paraban para decirme que te corrías y eso hizo que mi mano izquierda se fuera a tu pezón para pellizcar y acariciar tu pecho. Te corriste en abundancia contra mi cara, contra mi boca… Mira como me has puesto, me lo vas a tener que limpiar y te dije según te ayudaba a incorporarte, empezaste a pasar tu lengua por mi cara, a besarla, en definitiva, a saborearte.

Te baje de la mesa dejándote caer sobre mí, sentándote encima de mi y notando como mi miembro rozaba tu rajita húmeda, notando como latía para ti en tu sexo. Nos comíamos a besos mientras tu empezabas a moverte encima de mi mástil que quería entrar en ti, lo agarraste con las manos y lo pusiste en tu centro dejándote caer y penetrándote entera, el gemido fue intenso. Tus movimientos hacían que tus pechos botaran justo delante de mi cara, los pellizcaba, los lamiera, los mordisqueaba de tal manera que más placer te daban. Mis manos apretaban tu culo, incluso abriendo tus nalgas, no podíamos parar, estábamos entrando en éxtasis cuando te volviste a correr con mi verga dentro de ti, lo que hizo que tus fluidos cayeran por mis testículos.

Te levanté y te tire contra el sofá que teníamos al lado, sin darte tiempo a incorporarte te puse a 4 patas para follarte como necesita una buena niña sumisa. Mi miembro entro en tu sexo sin resistencia alguna, agarrando tus caderas te envestía una y otra vez sin parar, tus pechos rozaban el sofá, sujetaba tu pelo con mi mano y hacia fuerza para que tu espalda quedara completamente recta. No aguantaba más así que tirando de tu pelo te baje del sofá para quedarte delante de mi tridente a la altura de tu boca, de tus pechos los cuales acogieron toda mi leche entre ellos llegándote a salpicar la cara y mojar tus labios lo que hizo que tu lengua saliera para probarme.

Te pusiste de pie, fuiste al baño a limpiarte a lo que me opuse y empecé a pasar mis manos por tu pecho para que mi leche se secara en ti, por todo tu cuerpo.

Una vez secado, nos vestimos, me pediste el sujetador y te lo negué, ese se quedaba para mí, para recordar cuando fuiste mi dócil amante. Te acompañe al coche y cogiste el camino de tu casa.

Espero que a mis lectores y lectoras les guste y lo disfruten, sin más, su humilde escritor LEGASEX.

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